Los náufragos: la locura como emancipación

Mar 19 • Escenarios, Miradas • 3362 Views • No hay comentarios en Los náufragos: la locura como emancipación

POR JUAN HERNÁNDEZ

 

Si bien los actuales son los tiempos del director de escena, a quien se le entrega la autoridad máxima en una puesta en escena, quedan aún proyectos en donde se le apuesta al trabajo colectivo el cual produce, de manera consecuente, un discurso radical, desde su concepción, pasando por la representación, hasta llegar a la activación transformadora de la percepción del espectador.

 

Ese es el caso del Colectivo TeatroSinParedes, a cuya cabeza está el francés David Psalmón, quien ha venido picando piedra para ser reconocido en el medio teatral mexicano con un tipo de teatralidad que apela a un “espectador emancipado” y  a una forma de construcción escénica, por decir lo menos, democrática.

 

Los náufragos, creación colectiva, dirigida por Psalmón y dramaturgia de Guillermo León, se ha inspirado en los escurridizos y herméticos principios filosóficos de los franceses Gilles Deleuze y Félix Guattari, autores de Capitalismo y esquizofrenia (en dos volúmenes: El Anti-Edipo, de 1972,  y Mil mesetas, de 1980).

 

La obra también toma como base La historia de la locura, del francés Michel Foucault (1926-1984), quien en ese estudio, publicado en tres volúmenes, hace una revisión de la locura desde la Edad Media hasta tiempos más cercanos, poniendo en tela de juicio los métodos de la psiquiatría, de las instituciones y los regímenes de control, que establecen los paradigmas de la “normalidad” para el funcionamiento del sistema social.

 

Quienes estén adentrados en el conocimiento de los pensadores franceses mencionados podrán, sin duda, tener una mayor aprehensión de los mensajes que el Colectivo TeatroSinParedes propone en la puesta en escena, pero no es necesario, porque el discurso críptico es deconstruido para ser llevado al lenguaje de la escena y, así, acercarlo a cualquier tipo de espectador.

 

Y es que los conceptos de los filósofos, así como del antropólogo Patrick Declerck, no se transfieren de manera literal a la escena, sino que son el sustento de la crítica a una realidad pasmosa, a través de un juego de ficción que ofrece poderosos reflejos sobre la psique del mundo contemporáneo.

 

Los actores viven a los personajes desde sus propias inconformidades, o locuras, por así llamarle a esa capacidad de rebelarse frente a la forma de vida pre-establecida, para mostrar la desnudez de su cuerpo y de su conciencia. Es a partir de ese compromiso que se construye la utopía: la de un teatro verdaderamente transformador de la realidad y no sólo cuestionador del sistema social imperante.

 

Para algunos la postura del director David Psalmón (París, 1973) puede ser demasiado idílica, “utópica” y hasta “trasnochada”; sin embargo el creador escénico, discípulo del brasileño Augusto Boal —creador del Teatro del Oprimido, cuya metodología apostaba a la transformación del constructo social— y estudioso del modo de aproximación al quehacer teatral y a la visión del mundo de Bertolt Brech —quien hizo hincapié en los vicios de la norma o lo normado—, goza de una efectividad en distintos niveles: intelectual, emotivo y sensitivo.

 

Los náufragos es una obra que se teje en un sistema aparte, fuera de la norma, en el terreno de una supuesta locura, asumiendo que loco es aquel que se aparte de lo establecido, del surco que legitima la normalidad y sustenta el funcionamiento del sistema de producción y de consumo capitalista. La puesta en escena es un muestrario lúdico conmovedor, que nos permite vernos en la escena, como en un espejo, con esa locura que no dejamos salir por miedo a ser castigados, encerrados, estigmatizados o excluidos de lo social.

 

La obra es compleja, pues si bien pone en tela de juicio quiénes son en realidad los locos, si los que se aparten de la norma o los que la asumen sin cuestionar, la puesta en escena se introduce en recovecos de la vida social, cotidiana, colectiva e íntima: desde la crítica al consumo, a las modas, hasta tomar postura frente a la explotación de los seres humanos y de los recursos naturales por las corporaciones, y exhibir luego el carácter fetichista del dinero, que está por encima de todo lo esencial y humano.

 

La estética del montaje se construye a partir de una abigarrado reflejo de la mente humana, utilizando objetos de la vida cotidiana: una tina de baño vieja, en la que se atormenta al “loco” con agua helada; cascos de electrochoques que se usaron para castigar y “regresar” a la normalidad a la delirante visión de un enfermo mental, hasta el uso de proyecciones en tiempo real —que mete al público en la escena— y el recurso del video con imágenes apocalípticas sobre el destino del mundo en la era del capitalismo salvaje.

 

El montaje es llevado como un juego que arriesga e invita a dejar la zona de confort. No termina nunca porque para TeatroSinParedes la puesta en escena es el comienzo de la movilización social, de la transformación de la consciencia y de la conducta, en un proceso de liberación para zarpar en ese barco que se ha construido con camisas de fuerza, una silla de ruedas y una mesa, en el cual el público se aventura a navegar en las aguas de su locura; para ser otra vez personas, sujetos de acción y de cambio de su entorno íntimo y colectivo: la locura como principio revolucionario.

 

*FOTO: Los náufragos, creación del colectivo TeatroSinParedes, dirigida por David Psalmon, Dramaturgia de Guillermo León, vestuario de Adriana Olivera, escenografía de Ana Patricia Yáñez, videoarte de Daniel Prmio, con las actuaciones de Sergio Ramos, Beatriz Luna, Regina Flores Ribot, Indira Pensado, Josué Cabrera y Karim Torres, y apariciones especiales en video de Sébastien Lange, Guillermo León y David Psalmon, se presenta en el Foro de las Artes del Centro Nacional de las Artes, de jueves a sábados a las 19:00 y domingos a las 18 horas, hasta el 10 de abril/ Cortesía: TeatroSinParedes.

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