Louise Glück, un perfil poético del Nobel 2020
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La poeta estadounidense, muy poco leída en México, Louise Glück obtuvo el Premio Nobel de Literatura que tomó por sorpresa a la comunidad literaria internacional y es, como otros escritores, una voz sensible alejada de los reflectores y dedicada a su obra
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POR HUGO ALFREDO HINOJOSA
Escribir acerca de Louise Glück (Nueva York, Estados Unidos, 1943) es un reto. No tenía conocimiento, al igual que la gran mayoría de los lectores que conozco, del magnífico trabajo de la escritora que ahora descubro. Salvo contadas excepciones, acaso un par de poetas mexicanos, han leído la obra completa de la autora que arribó al escenario mundial de la literatura para reclamar un lugar en la tradición del Premio Nobel. Glück, después de Wislawa Szymborska, es la segunda poeta en más de dos décadas en obtener el reconocimiento de la Academia Sueca. Hecho histórico en esta edición del premio que apostó por validar, con justa razón, a las mujeres en el campo de las letras y las ciencias. Así pues, conocerla resulta imprescindible y obligado.
Glück pertenece a una generación de intelectuales que formaron parte del equipo docente del Goddard College de Vermont, ícono de las artes liberales desde su fundación a principios del siglo XX. Escuela de libertades absolutas donde la escritura a la fecha es el pilar de la academia. De ese semillero de librepensadores salieron escritores, músicos y artistas renombrados como David Mamet, William H. Macy, Walter Mosley y Archie Shepp, entre otros íconos de la cultura de fin de siglo de los Estados Unidos.
Después de leer la obra literaria de la poeta y sus declaraciones, aplaudo que no intenta descubrir el hilo negro de su quehacer ni en forma y fondo, lo cual se agradece. Ella apela a su herencia de lecturas de la infancia, a la revisión de las tradiciones de la literatura griega y sus tragedias, gracias a sus padres, que fuera de amabilidad mostraban mundos desechos a mano de las pasiones que reinan entre la naturaleza humana que son pilar de nuestra existencia. La poesía de Glück es también un acto de confesión y confrontación del alma a la manera de un sacramental. Expía los demonios familiares y personales (como todo escritor), confesiones ilimitadas de padecimientos psicológicos propios de Glück que llegan a las manos del lector a través de sus poemarios El iris salvaje, Ararat, Las siete edades, Averno, Praderas, diarios poéticos más que libros, que dan fe de las preocupaciones personales de la autora a lo largo de medio siglo.
Para leer a Louise Glück debemos estar dispuestos a recordar, a reconocer los problemas que nos han marcado; a ponerle nombre a los sentimientos que rasgan el papel sobre el que se publican sus versos medidos para darnos la misericordia.
Esquilo, Sófocles y Homero, la Orestiada, la Iliada y la Odisea, Edipo Rey, todas las tragedias de los maestros están presentes en la poesía de Glück y como tal la desesperanza como el cáliz de su inspiración.
Recién tuve noticias acerca de quien ganó el Nobel de Literatura. Pude contar con las palabras de lectores verdaderos que podrían sumar a la discusión más allá del comentario fugaz (al que me sumo con rigor).
El poeta portugués Nuno Júdice declaró que “los poemas de Louise que tuve oportunidad de leer tienen eso mínimo que sirve de base a una gran poesía: a partir de pequeñas cosas alcanza un grado de emoción enorme que les llega a todos los lectores. Un poema, a veces un simple verso, puede ser un universo. Así ocurre cuando se habla de Hansel y Gretel, y regresamos a esos personajes de los cuentos infantiles para darles la consistencia de una realidad negra y pesada que contiene la vida de los adultos que sobrevivieron a su breve infancia; cuando se admira el esfuerzo de una pareja joven que planta chícharos en el jardín, o con la separación en sus rostros en que se lee el deseo de fuga de la vida triste de los suburbios. Tal vez este premio Nobel no convenza a muchos a quienes les gustaría ver premiados nombres con otra dimensión en el panorama de las letras mundiales. Yo mismo sentí esa decepción al pensar en un poeta del mundo árabe con la grandeza de Adonis. Pero si el galardón contribuye para que se lean estos poemas que nos hablan de modo tan directo y profundo de la vida, ha valido la pena para hacernos olvidar algunas consagraciones recientes o no que dejaron triste memoria”.
Entre los poemas más celebrados por la Academia Sueca que pertenecen al libro El iris salvaje (Pre-textos 2016), obra que le valió a la poeta el Premio Pulitzer en 1993, podemos leer “Campanilla de invierno”:
No esperaba sobrevivir, la
tierra reprimiéndome. No esperaba
despertarme de nuevo, sentir
en la tierra húmeda mi cuerpo
capaz de responder de nuevo, recordando
después de tanto tiempo cómo abrir de nuevo
a la fría luz
de la primera primavera
Miedo, sí, pero entre ustedes nuevamente
llorando sí arriesgan alegría
en el viento crudo del nuevo mundo.
A partir de estos versos podríamos definir por completo el corpus literario de la poeta que explora con el cambio de ritmo un juego temporal que transforma la vida que plantea. Trastoca los instantes. Genera memorias. Su poesía es la épica griega que se derrumba y renueva para cada generación. Esa mecánica de escritura y sensibilidad le valió el Premio Nobel; reconfiguró la poesía griega clásica para el nuevo siglo.
Su traductor y editor venezolano Adalber Salas, la mente detrás de la versión al español de Una vida de pueblo (Pre-textos, 2020) comentó para Confabulario que “Los principales atributos de la obra de Louise Glück son precisamente su sencillez y su hondura. Consigue construir una intimidad singular en sus textos; es más, diría que es una arquitecta de la intimidad. Da forma a personajes que bien pueden ser míticos o anónimos pero que, en todo caso, son palpables; están repletos de sustancia, poseen genuina densidad. Poseen voz. Y lo hace sin rebuscamiento. Antes bien, dota al verso de una levedad, de una sencillez aparente, pero tremendamente precisa, lograda. Glück afila el verso como un puñal de hoja delicada pero firme. Formalmente, muchos de sus poemas tienden hacia lo narrativo, pero sin derroche de palabras: cada sílaba está medida con precisión. Se clava el poema en el lector, conmoviéndolo. La belleza de sus poemas es austera pero también es brutal. Dura, demoledora. Glück tiene la mirada puesta en los mitos pero sólo como una forma de pensar experiencias comunes a todos. Sus libros también están repletos de personajes sin nombre que atraviesan circunstancias con las que no podemos sino identificarnos. El ojo de Glück está puesto en el núcleo duro de la experiencia humana”.
¿Acaso este premio descubrirá a la poeta al mercado latinoamericano? A esto Adalber contesta que “A España ya le resulta familiar gracias al trabajo de la editorial Pre-Textos, que viene traduciéndola desde hace años y contado con grandes traductores como Mirta Rosenberg, Eduardo Chirinos, Andrés Catalán, Abraham Gragera, Ruth Miguel Franco y Mariano Peyrou. En el caso específicamente venezolano, que me atañe particularmente, hay una excelente traducción de Beverly Pérez Rego. Pero claro, como suele suceder con la poesía, el mapa de su tránsito es muy desigual”.
“Mi experiencia al traducir a Louise ha sido de inmensa admiración”, comenta Adalber, “La empecé a leer hace más de 10 años y desde entonces no he parado. Traducirla –y más para Pre-Textos, que es como mi hogar– ha sido magnífico. No obstante, también ha sido considerablemente arduo replicar la sencillez cristalina de Glück sin arruinarla. Traduciéndola he aprendido inmensamente, como traductor y como escritor; ver los sótanos y pasajes secretos bajo la superficie de sus poemas, ha sido una lección magistral”.
En las palabras de Adalber Salas se anuncia una constante del trabajo de Glück. Su obra está ligada a la narrativa, a las obras de Franz Kafka, de Ernest Hemingway y sobre todo a Henning Mankell, como ella lo ha declarado en sus ensayos literarios. En su libro Ararat (Pre-textos, 2008), y específicamente en su poema Amante de las flores, notamos esa cualidad narrativa:
En nuestra familia, todos aman las flores. Por eso las tumbas nos parecen tan extrañas: sin flores, sólo herméticas fincas de hierba con placas de granito en el centro: las inscripciones suaves, la leve hondura de las letras llena de mugre algunas veces… Para limpiarlas, hay que usar el pañuelo.
Pero en mi hermana, la cosa es distinta: una obsesión. Los domingos se sienta en el porche de mi madre a leer catálogos. Cada otoño, siembra bulbos junto a los escalones de ladrillo.
Cada primavera, espera las flores. Nadie discute por los gastos. Se sobreentiende que es mi madre quien paga; después de todo, es su jardín y cada flor es para mi padre. Ambas ven la casa como su auténtica tumba.
No todo prospera en Long Island. El verano es, a veces, muy caluroso, y a veces, un aguacero echa por tierra las flores. Así murieron las amapolas, en un día tan sólo, eran tan frágiles…
De Kafka, comenta Glück, retoma la comedia salvaje para la escritura de Ararat, esa forma de plantear el absurdo de la existencia pero alejado del fatalismo francés. De Hemingway aplaude las crónicas y los relatos breves que incluso están dentro de sus novelas inolvidables, en todo caso, retoma de ambos autores la maestría para hacer el entramado narrativo y poético que la ayuda a crear desde la poesía verdades absolutas y trágicas con las palabras mínimas que serán responsables de volcar el espíritu del lector, confrontarlo.
No obstante, Ararat, confiesa Glück, es una obra dedicada en silencio a Henning Mankell. Su gran logro fue que nadie la descubriera. De Mankell retoma el traslape de las imágenes, su maestría para crear suspenso en el cuerpo del poema. Son las imágenes las trampas sobre la cuales se prepara la trampa para el lector, que si bien no descubre un crimen, se dedica a entender el significado del misterio que debe resolver a gusto propio. Poesía criminal.
Louise Glück ha declarado en varias ocasiones que la vida de un poeta oscila entre el éxtasis y la agonía que se mitigan gracias a la necesaria tarea de vivir día con día. Hoy, la carrera de la poeta retoma otra de las veredas del negocio de vivir. Es tiempo de conocerla en México, descubrir cómo una mujer tan brillante pasó desapercibida incluso para los mejores lectores del país.
“Cuando uno lee algo digno de recordarse”, comenta Glück, “desencadena una voz humana; pone en libertad a un espíritu compañero. Yo leo poemas para escuchar esa voz. Y escribo para hablar con aquellos a los que he escuchado”. Hablemos con ella.
Con información de Yanet Aguilar
FOTO: Louise Glück es autora de una docena de libros de poesía, entre ellos Ararat, Averno, Vita Nova y El iris salvaje. Es profesora de Literatura inglesa de la Universidad de Yale. / Cortesía Barclay Agency / Katherine Wolkoff
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