Lynne Ramsey y el simulacro alucinado

Jun 2 • Miradas, Pantallas • 5900 Views • No hay comentarios en Lynne Ramsey y el simulacro alucinado

POR JORGE AYALA BLANCO

En Nunca estarás a salvo (You Were Never Really Here, RU-Francia, 2017), espejeante opus 4 de la estilista escocesa en ascenso de 48 años Lynne Ramsey (Atraparratas 99, El viaje de Morvern 02 y el antifamiliarista shocking de culto mundial Tenemos que hablar de Kevin 11), con guión suyo basado en la novela corta En realidad nunca estuviste aquí de Jonathan Ames, mejor actor y mejor guión en Cannes 17, el huidizo veterano bélico y exagente de la CIA retirado por estrés postraumático para devenir rescatista a sueldo Joe (Joaquin Phoenix) se entrega casi con delicia a sus truculentas alucinaciones y cuida con irónica devoción de su confinada anciana madre ya juguetona mórbida (Judith Roberts) cuando es involuntariamente conectado por sus deleznables contactos y requerido para localizar, en los insondables submundos de Nueva York adonde se traslada de manera atropellante con un solo dato, a la secuestrada hija de 13 años Nina (Ekaterina Samsonov) del arribista senador local Albert Votto (Alex Manette) al servicio desechable del gobernador pederasta Williams (Alessandro Nivola), quien anda más que metido en el ajo siniestro pues la pequeña Nina debidamente prostituida es en realidad una de sus presas favoritas, según averiguará mediante tortura el agitado Joe luego de rescatar en vilo sólo con martillo y cinta selladora a la muchachita drogoesclava de un burdel allanable por fractura brutal creyendo poder regresársela a su padre, otra vez perderla en una acometida a mano armada que le sorraja un tiro en la cara al ahora desvariante héroe, hallar a la madre asfixiada con almohadas en su ausencia, volver a la carga cuando ya sus contratantes traidores han sido exterminados frente a él o aparecen degollados en una aislada mansión de viejos ventanales blancos, allí donde el desdichado antihéroe Joe recuperará a la frágil chava, pero esta vez sin saber ni poder ni tener a quién devolvérsela, merced a la cerrazón también en torno suyo del simulacro alucinado.

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El simulacro alucinado representa algo más, mucho más que un cóctel bomba o una pócima calculadamente fatídica, a base de incurable trastorno de estrés postraumático, flagrante thriller ultraparanoico, subterráneas redes de tráfico sexual infantil, confusas aventuras perturbadas/perturbadoras semifantásticas, sordideces al por mayor y alucinaciones violentas en el depredado Nueva York de La hoguera de las vanidades del radical chic Tom Wolfe, o más bien otra cosa, pues antes que nada se trata de una visión desesperada, autoirrisoria y sarcástica de todas esas dimensiones genéricas estalladas o supragenéricas y de los choqueantes elementos truenacocos a ellas concatenadas.

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El simulacro alucinado hace el impactante retrato de un hombre demolido al límite por fuera y dentro, un hombre demolido desde el prólogo apabullado por los vívidos recuerdos infantiles del humillante autoritarismo paterno contra la machista pared homofóbica (“Sólo los mariquitas y débiles se agachan, debes hacerlo mejor”) y por la sangre salpicada sobre el reguero de objetos del último trabajo mortífero que van a dar en bolsa negra al basurero antes de reportar por teléfono público la misión cumplida a una anacrónica grabadora; un hombre demolido de jodida figura hirsuta, con barba entrecana de hombre lobo indomesticable, cicatrices en el torso cual modesto tatuaje otro, capucha de ronda de sospechoso y un contraído pronto tumefacto y ensangrentado Joaquin Phoenix sin nota estoica ni sadomasoquista destemplada, presa por completo de su autoabandono, de su aislamiento, de su avidez seudojusticiera y de su desvalida desintegración aún mayor que aquella de la ofrecida chamaquita por él supuestamente salvada, en el inframundo del mal obscuro o barroco, en la ratonera de la colusión crimen-poder político y en el laberinto de los callejones su prisión-conciencia, en el inframundo, en la ratonera y en el laberinto de su propia conciencia, cual postscorsesiano Taxi Driver del siglo XXI en el hipertexto y en la metaficción que ya no puede distinguir, cual protagonista del Almuerzo desnudo de Burroughs reenfocado por Cronenberg (90), entre sus temores, sus pesadillas y sus deseos más autodestructivos que eróticos, en suma, un ser sin ser, vuelto existencia deyecta que arrastra consigo a la imaginación del relato, a la forma fílmica y a la capacidad cognitiva del espectador mismo.

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El simulacro alucinado se afirma a sus anchas como un fascinante film-objeto en la tradición inaugurada por Jean Epstein y Germanine Dulac-Antonin Artaud en la prevanguardia francesa, un objeto dramática y narrativa y estructuralmente innovador dentro del cine mainstream, un cineobjeto indesmontable, puesto que ya está más que desmontado: un dispositivo objetal constituido, más que construido, de sensaciones puras y punzantes cuyas astucias técnicas desbordan todo mediatizador nivel de realidad y sustituyen a la realidad misma, mediante una fotografía de Thomas Townend con atmósferas lúgubres y pirotécnicas luces urbanas y frontgrounds invasivos, una erizada música intervenida en mil formas posroqueras/poselectrónicas de Jonny Greenwood, una edición de Joe Bini apoyada en cortes abruptos o grumos de imágenes apenas alusivas, una reventada dirección de arte de Eric Dean, como si los elípticos pasos a la irrealidad de Vestida para matar (De Palma 80) hicieran de repente esquina con la irrealidad falsamente no-significativa de las cámaras de seguridad en blanco/negro o con retrovisores vigilantes tipo Redacted (De Palma 07), debiéndoles mucho a los tangibles sueños deletéreos de Lynch y Cronenberg, para darle otra vuelta de tuerca a la gelidez apocalíptica de El demonio neón (Winding Refn 16), consumando así una desterritorialidad perfecta, tanto corporal volcada como opresiva global.

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Y el simulacro alucinado acaba burlándose de ese Joe que emerge de otro delirio suicida para encarar el encandilamiento que emana de una niña Nina radiante (“Hace un día hermoso”).

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Foto: Especial

Nunca estarás a salvo, con Joaquin Phoenix como un veterano ex agente de la CIA, se exhibirá en la Cineteca Nacional hasta el 7 de junio.

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