Maquillaje a granel
POR ANTONIO ESPINOZA
Hace 24 años, Carlos Monsiváis publicó un ensayo a propósito de la revolución sexual y el feminismo. Históricamente, recordaba entonces el cronista y crítico cultural, se puede considerar al 2 de octubre de 1978 (décimo aniversario de la masacre de Tlatelolco) como la “implantación ostensible” de la tolerancia. Ese día un grupo importante de militantes gay se sumaron a la marcha conmemorativa y lograron la solidaridad de los sectores de izquierda (Carlos Monsiváis, “Paisaje de batalla entre condones. Saldos de la revolución sexual”, en Nexos, México, núm. 139, julio de 1989, pp. 71-74). Desde entonces y a pesar del Sida, la comunidad gay (uno de los sectores de la sociedad tradicionalmente más ridiculizados y reprimidos) empezó a ganarse el lugar que justamente le corresponde y que siempre se le había negado. Uno de sus logros mayores fue, sin duda, la institucionalización en la UNAM de la Semana Cultural Gay.
En el año de 1982 se realizó por primera vez la Semana Cultural Gay con las más diversas actividades: conciertos, conferencias, escenificaciones teatrales, mesas redondas, performance, recitales poéticos, etc. Hasta 1986 la Semana Cultural Gay se llevó a cabo en distintos foros, pero en 1987 el Museo Universitario del Chopo se convirtió en su sede permanente. Para entonces el evento ya era organizado por el Circulo Cultural Gay, encabezado por José María Covarrubias, y contaba con una exposición de arte (desde 1984) como lo más destacado del conjunto. En aquellas memorables exposiciones podíamos ver obra de artistas como: Nahum B. Zenil (uno de los máximos exponentes de la “nueva figuración” de los años ochenta), Yolanda Andrade, Oliverio Hinojosa, Ofelia Márquez Huitzil, Salvador Salazar, Froylán Ruiz, Reynaldo Velázquez y Elena Villaseñor, entre muchos otros. Algo interesante es que en las muestras participaban no sólo autores homosexuales sino también heterosexuales en apoyo a sus compañeros con preferencias sexuales distintas.
Durante la década de los noventa era obligado ir al Museo Universitario del Chopo para ver no sólo la exposición sino todas las actividades de la que después se llamó Semana Cultural Lésbico-Gay. Desafortunadamente, ya entrado el nuevo siglo, la exposición empezó a desgastarse. Recuerdo bien algunas de las últimas exposiciones, las realizadas antes de que el museo cerrara sus puertas para ser remodelado en el año 2006. Eran muy desiguales, a veces con más obras malas que buenas. Creo que en esto influyó que varios de los principales animadores del evento fueron perdiendo poco a poco el interés y participaban muchas veces con obras menores. Otro problema es que, en los últimos años de su vida, José María Covarrubias se convirtió en un ser terriblemente conflictivo que se peleaba con todo el mundo; se volvió paradójicamente muy intolerante y a todo el que no pensaba como él lo acusaba de homófobico. Su vida difícil concluyó con su suicidio el 16 de agosto de 2003. Ya pasaron diez años: que en paz descanse.
Confetti Make-Up
Concluida su remodelación, el Museo Universitario del Chopo volvió a abrir sus puertas en mayo del año 2010. Con la reapertura del museo, se retomó el tema de la exposición gay, con la intención de volver a hacerla. Pero los tiempos habían cambiado: la vocación del nuevo museo era otra y la muestra ya no podía ser como antes. El recinto era ahora un espacio de exhibición exclusivo para las múltiples expresiones del mainstream. Sólo los artistas globalizados, exponentes de la práctica artística contemporánea, podían exponer en el nuevo museo: el arte tradicional (la pintura, en primer lugar) quedó fuera. De ahí que en las más recientes exposiciones, realizadas dentro del llamado Festival Internacional por la Diversidad Sexual (FIDS), brillen por su ausencia los artistas que en su tiempo fueron grandes animadores de la Semana Cultural Gay.
Así sucede con la exposición actual, Confetti Make-Up, curada por Osvaldo Sánchez. Se trata de una interesante exposición de arte contemporáneo globalizado, que en palabras de Sánchez: “emerge de las opacidades bullentes que tensan el imaginario sexual, los comportamientos frágiles de las identidades sexuales fijas y el discernimiento a tientas del objeto erógeno. Y lo hace ufana de convocar tantos artificios, simulacros, máscaras: armaduras blandas usadas en batallas personales de los propios participantes en la muestra”. La muestra, en efecto, aborda la problemática del deseo, la seducción y la transgresión moral en la producción artística contemporánea; las máscaras que el individuo adopta como “armaduras blandas” en su lucha por el posicionamiento social, el maquillaje como estrategia a un tiempo festiva, subversiva y liberadora.
Participan en la exposición 17 artistas. Entre las obras más destacadas se encuentran los videos de Manuel Solano; las impresiones lighjet de Luis Arturo Aguirre de la serie Desvestidas; las fotografías de Alex Dorfsman y Omar Gámez; las imágenes futboleras que hizo Erick Meyenberg con recortes de revista para cuestionar el “poder masculino”; el autorretrato de Jarlo Amos realizado con grasa de liposucción y la pintura-bordado de Carlos Arias, en la que rinde homenaje a Francis Bacon. Sin dejar de reconocer que la exposición es buena, que incluye artistas importantes y obras de calidad, confieso que extraño las expos gay históricas. Sé que es un problema personal, pero no estaría mal que los jerarcas culturales de la UNAM revisaran la vocación del recinto ante el evidente repunte de la pintura. No pido una vuelta al pasado sino un compromiso mayor con el presente.
*FOTOGRAFÍA: Luis Arturo Aguirre. De la serie “Desvestidas”, 2013/Kenia Salas/Museo Universitario del Chopo.
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