Nostalgia de castrofortense
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La pasión por conocer la ciudad ficticia de Castroforte del Baralla, creada por el escritor Gonzalo Torrente Ballester, lleva a un lector a asumirla como su lugar de origen
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POR MARCELO WIO
Empezó un martes de hace dos semanas. Aunque todo el día había sido un domingo en toda regla: las horas parecían aquellas, breves, que transcurren hasta que se hace efectiva una condena. Empezó apenas levantarme. Una sensación: pueblo e idiosincrasia y niebla y estado de ánimo. Y el nombre, enseguida: Castroforte del Baralla. Un no lugar que a poco de andar por sus páginas, se convirtió en mi terruño. Y ese martes de hace dos semanas, comencé a sentir añoranza de mi hogar. Esa nostalgia que no invalida el presente, que no lo ultraja, que convive sin mayores querelles con él; pero que comienza a discutirle sus razones: ¿qué hacemos aquí, uno y su circunstancia, pegados con necesidad o inevitabilidad, quién sabe?
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Y cuando uno se cae para el lado de la añoranza, uno comienza a echar de menos hasta aquello que temía: hasta las dichosas lampreas, con las que tanto miedo en el cuerpo y en los sueños nos metieron los mayores, haciendo del río un territorio prohibido, una frontera más absoluta que su levitación.
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Ahí ando, pues. Queriendo volver y no queriendo. Porque esta morriña recuerda algo que acaso ya no sea –y sea una de esas estafas que tanto abundan. O porque, para ser más sinceros, temo no encontrarlo. Y entonces a la melancolía le añado una interpelación que me sigue con la voz de José Bastida –mira, como si lo viese ahora mismo, quieta en el tiempo su edad– ¿Por qué te fuiste? ¿Para llegar a este instante? ¿Sólo para ello?
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No lo sé –respondo en voz alta mientras camino por un parque con nieve que cae en un inglés sin tertulia. Sin Torrente Ballester.
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Ilustración: Crismar Cortés
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