Marguerite Yourcenar y el presente tal como sobrevivió en la memoria

Jun 10 • destacamos, Lecturas, Miradas • 1243 Views • No hay comentarios en Marguerite Yourcenar y el presente tal como sobrevivió en la memoria

 

A 120 años del natalicio de la autora de Memorias de Adriano, su obra capital, recordamos su vasto legado

 

POR DANIEL GIGENA
Hace 120 años, el 8 de junio de 1903, nacía en Bruselas Marguerite Cleenewerck de Crayencour, más conocida como Marguerite Yourcenar (el apellido es un anagrama de Crayencour). Fue la primera mujer en ingresar como “inmortal”, en 1980, a la Academia Francesa. Hija de una familia de la alta burguesía franco-flamenca, quedó huérfana de madre a los pocos días y creció bajo el cuidado de su excéntrico padre, viajero y culto, en la ciudad de Lille y en el castillo familiar de Mont Noir (que fue destruido durante la Primera Guerra Mundial). Allí, la solitaria niña entre adultos forjó su gran amor por la naturaleza, los animales y la lectura.

 

Según contó, su primer descubrimiento literario fue Los pájaros, de Aristófanes; a los diez años se fascinó con Fedra de Racine (“Ahora, quién era Teseo, quién era Hipólito, quizá no tuviera mucha importancia”, bromeó décadas después), mientras su padre le leía pasajes de Marco Aurelio, Dante, Chateubriand, Ibsen y Maeterlinck.

 

Casi no recibió educación formal, pero en la adolescencia aprendió latín y griego, lenguas que proyectarían su imaginación a regiones y, en especial, a épocas distantes. “Cuando se ama la vida, se ama el pasado porque es el presente tal como ha sobrevivido en la memoria humana”, declaró.

 

Sus primeros libros fueron dos poemarios y, en 1929, inició su trayectoria de narradora con la novela o biografía novelada Alexis o el tratado del inútil combate, donde (bajo la influencia de Píndaro) trata por primera vez el tema del amor homosexual. Le siguió La nueva Eurídice, a la que juzgó como una “mala novela”, que cuenta la historia de un hombre que busca a una mujer a la que amó y que ya ha muerto; mientras tanto, distintos personajes le ofrecen imágenes contrapuestas de ella. “Era un libro sumamente literario, y utilizo la palabra como un reproche”, sostuvo Yourcenar.

 

A continuación, dio a conocer Cuentos orientales, con historias cortas que condensan mitos, ritos y viajes; Fuegos, textos breves de inspiración mitológica y religiosa, y en 1939, una nueva novela corta, El tiro de gracia, que fue llevada el cine por Volker Schlöndorff. Narrada por un oficial prusiano que rememora acontecimientos de la Guerra civil rusa, en 1919, tiene como verdadera protagonista a una joven aristócrata, Sophie, que se enamora de él (indiferente a sus encantos o cautivado por un compañero de armas). Al ser rechazada, la joven se hunde en la depresión, no sin antes colaborar con los bolcheviques.

 

En 1939, invitada por su gran (aunque no único) amor, la profesora de literatura Grace Frick, Yourcenar viajó por primera vez a Estados Unidos. La pareja se instaló en la isla Mount Desert, en Maine, en una casita llamada “Petite Plaissance”, que actualmente es un museo dedicado a la memoria de la escritora y que abre al público durante el verano. Yourcenar adoptó la ciudadanía estadounidense en 1947. Dio clases de francés e italiano hasta 1953. Frick, que falleció en 1979 a los 76 años, pasaba a máquina todo lo que escribía su pareja: cartas, cuentos, novelas, ensayos, reflexiones. Ese material se conserva en la Biblioteca Houghton de la Universidad de Harvard, por voluntad de la escritora, que también dispuso que permanezca inaccesible al público hasta 2037.

 

Si bien la escritora no participó de las “grandes causas” del siglo XX —antiimperialismo, feminismo, luchas anticoloniales y de la comunidad LGBT— se anticipó a varias del siglo XXI. Alertó sobre “la explosión demográfica” (que interpretaba como un desencadenante de las guerras), la destrucción del planeta, la polución del aire y del agua, la extinción de especies animales y “las nuevas y profundas” orientaciones de la ciencia y la tecnología. Como le disgustaba “digerir agonías”, fue a lo largo de su vida adulta “casi en un 95 % vegetariana” (comía pescado de vez en cuando).

 

Su primer gran éxito literario internacional fue Memorias de Adriano, de 1951, un soliloquio del emperador romano (Julio Cortázar la tradujo al español). “Me di cuenta de que el monólogo era la única forma posible, y no introduje conversaciones en el texto, porque ignoramos cómo hablaba esa gente entre sí —dijo la autora—. Tenemos comedias latinas, cierto, pero datan de por lo menos dos siglos y medio antes de Adriano”. Un clasicismo de aliento poético y contemporáneo distingue su obra.

 

La consagración como escritora le llegó en 1968 con Opus nigrum, considerada una obra maestra, ambientada ya no en la Antigüedad sino en el Renacimiento, y que narra la vida de Zenón, un médico y alquimista, entre 1510 y 1569 en Flandes. (Yourcenar reveló que entre sus proyectos estaba el de escribir una novela que transcurriera en la Edad Media.) Su “trilogía familiar” (Recordatorios, Archivos del Norte y el inacabado ¿Qué? La eternidad) está reunida en un solo volumen: El laberinto del mundo. Publicó libros autobiográficos, obras de teatro y ensayos sobre su obra y la de otros autores. También tradujo al francés a Cavafis, Virginia Woolf, Henry James y Yukio Mishima.

 

En 1986, poco antes de la muerte de Borges, conoció al escritor argentino y dictó una conferencia sobre su obra en la Universidad de Ginebra. Durante varios años, mantuvo correspondencia con la escritora argentina Silvia Baron Supervielle. Yourcenar falleció en 1987, en Maine, a los 84 años.

 

“Marguerite Yourcenar es una figura capital de la literatura francesa del siglo XX. Edificó una obra sólida que atraviesa todos los géneros literarios, sin perder su coherencia y su unidad arquitectónica”, dice Lucía Vogelfang, docente de la cátedra de Literatura Francesa de la Universidad de Buenos Aires.

 

 

FOTO: Marguerite Yourcenar (1903-1987). Crédito de imagen: Grendel Bernhard

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