María (en)canta a México
La soprano María Katzarava ofreció un repertorio musical que remitía a los años 30 y 40 de México
POR LÁZARO AZAR
Estoy seguro de que muchos de cuantos conformamos las Reservas juveniles del INSEN y crecimos viendo las películas en blanco y negro que protagonizaban Sara García, María Antonieta Pons, Fernando Soler o Pedro Infante, añoramos ese México sepia que no conocimos y tan bien retrató Juan Bustillo Oro en México de mis recuerdos (1944). Para quienes no vivimos esos tiempos y queremos asomarnos a ellos y a los que les sucedieron poco después, nada supera la deliciosa lectura de las memorias de Enrique Alonso, “Cachirulo”, editadas por Escenología bajo el título de Conocencias.
Con amenidad y gracia, Cachirulo comparte anécdotas, chismes y entretelas en torno a su adorada María Conesa y muchos personajes, hoy olvidados, que fueron la sal y la pimienta de espacios escénicos desaparecidos, como las carpas o el teatro de revista, antes de que degenerara en los burlesques donde ahora triunfa Niurka… porque ella “sí es vedette”. Atrás quedaron los programas radiofónicos que, sin las fastuosas producciones que vemos por televisión, encumbraban a quienes lo único que portaban, era su voz y su talento.
Justo así, como las revistas “de antes”, es el espectáculo María canta a México, que estará presentándose hasta el jueves 29 de septiembre en el Teatro Libanés. Este divertimento cuenta con un ágil e ilustrador libreto de Marivés Villalobos, basado en una idea del gran Polo Falcón, quien es el equivalente actual de lo que en su momento fuera Cachirulo. ¡Nadie con su soltura y dominio del género ligero, sea revista o sea zarzuela!
Recién regresado de España, donde logró venderle chiles a Clemente Jacques encarnando a Don Hilarión en las exitosas funciones de La verbena de la paloma que realizó en el Teatro EDP de La Gran Vía, Falcón es el compañero ideal para enmarcar a María Katzarava en esta puesta hecha a la medida de nuestra soprano verdiana por excelencia, quien haciendo alarde de la versatilidad que le ha llevado a incursionar en espectáculos de toda índole —cómo olvidar aquél en el Lunario, donde padeció el protagonismo de aquél cubano que fue pianista “acompañante”—, debuta en este género ofreciéndonos un generoso ramillete de canciones mexicanas de los años 30 y 40 del siglo pasado.
La selección no puede ser más afortunada: desde “Bonita” de Luis Arcaraz, hasta “María bonita” de Agustín Lara, y transita por tantas canciones imprescindibles como “Amapola”, “Historia de un amor”, “Dime que sí”, “Ya no me quieres”, “Júrame” o “Te quiero dijiste”, abordadas de la manera más sencilla que puede hacerlo una diva del bel canto que no siempre logra olvidar su formación operística. Sin tener un “chorro de voz” como el de María, Polo conmueve con el histrionismo con que recrea “Mi México de ayer”, de Chava Flores.
A la gracia, timing y empatía con Falcón, María suma la autenticidad del acompañamiento musical que brinda la Orquesta Típica García Blanco, dirigida por Gerardo Rábago, y cuando hablo de autenticidad, no me refiero solamente al evocador sonido de los salterios, la marimba o la vihuela: también a alguno que otro gallo, pero nada que desbanque los que proverbialmente comete la Chafónica Nacional.
Qué dichoso estaría Don Daniel García Blanco, escuchando el foxtrot “Tlalpan” con los pupilos de aquella Casa de la Música Mexicana que creó y está viendo tiempos difíciles pese al pomposo nombre de Instituto de Música y Tradición García Blanco, S.C. que ahora tiene, aunque eso a nadie sorprende en estos tiempos en que la Cultura es ignorada olímpicamente por la “administración” en turno.
Complementan el espectáculo la pareja de bailarines de tango conformada por Valeria Vega y Fernando Bertona, así como una voz invitada en cada función; a mí me tocó escuchar a Luz Valeria Viveros, quien entonó “La negra noche” a dueto con María en este espectáculo cuyo trazo e iluminación de Oscar Tapia se enriquece con las imágenes de la Colección Villasana, que nos transportan a la Antigua Facultad de Medicina, la XEW, el Palacio de Bellas Artes y, finalmente, al Salón México. Hasta aquí, podría decirles que no hay “pero alguno”, pero como mi chamba es criticar, ahí les va el pelo en la sopa:
Ustedes no están para saberlo, pero yo sí para contarles que, al igual que la Beba Galván, aquel adorable personaje de Víctor Trujillo, yo alguna vez también fui vestida en Cinco corazones y un secreto, una webnovela en la que no se imaginan cómo me divertí, a pesar del mayúsculo problema que era “vestir” a mi personaje, algo nada fácil para las que somos… llenitas, como María. Sin embargo, no hay nada que no pueda lograrse con un poco de imaginación y muchos metros de telas, mientras más coloridas, mejor…
Comentando con los amigos que han visto María canta a México, coincidimos que, al igual que a la zopi, parece que, aquí, a la Katzarava también la viste su peor enemigo, quien según se lee en el programa, resulta ser nada menos que Carlo Demichelis, ¡no se imaginan qué feos trapos!, nada que ver con aquellos inolvidables diseños que hiciera para Christian Bach cuando protagonizó De pura sangre. Tampoco podría justificarse aduciendo que esos costales pardos son “de época”, cuando todos recordamos las glamorosas creaciones de Armando Valdés Peza que anhelaban portar todas las estrellas de la época a la que nos remite esta revista; por mucho que una amiga me dijera que los pantalones que portó María seguramente fueron inspirados por los de Joaquín Pardavé, a mí, lo más que logró, fue recordarme a Luis de Alba cuando salía del ratón Crispín.
Por más que me empeñé, la ouija no logró preguntarle a Don Manuel Méndez qué tan elegante pudo haber vestido a María, eso sí: recuerdo qué bien se veía cuando María Luisa D’Chávez se hacía cargo de su imagen. ¿Que no es vestuarista teatral y tenían poco presupuesto?, ahí tenemos a Gabriel Ancira, haciendo milagros con la Compañía Nacional de Teatro. Afortunadamente, quien se saca un diez, es Daniel Araujo, cuya labor de peinado y maquillaje sí está a la altura de nuestra gran soprano.
A menos que prolongue su breve temporada, quedan todavía un par de fechas para disfrutar esta propuesta en la que “en su sencillez, radica su grandeza” y, además, cumple a cabalidad con la frase que le publicita: “Un entrañable viaje musical a la época dorada de la Ciudad de México”.
Créanme: no hay mejor opción en cartelera para exaltar nuestra mexicanidad, ¡y no solamente la septembrina!
FOTO: María Katzarava acompañada por la Orquesta Típica García Blanco en el Teatro Libanés/ Cortesía Concertistas Internacionales
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