La libertad es un viaje suicida

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Martín Solares se va consagrando a fuego lento como uno de los autores mexicanos de referencia y sobre todo como un maestro de la novela noir contemporánea

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POR VICENTE ALFONSO
¿Hasta dónde es capaz de llegar un artista con tal de crear obras maestras? En su novela Doctor Faustus, Thomas Mann nos cuenta la historia de Adrian Leverkühn, compositor que deliberadamente se contagia de sífilis porque está seguro de que la infección le dará la creatividad que le hace falta. Como se sabe, quienes padecen sífilis por períodos prolongados pueden desarrollar complicaciones en el sistema nervioso, trastornos neurológicos e incluso desbarrancarse en la locura. Nada de esto amedrenta a Leverkühn, quien años después de infectarse hace un pacto con el diablo. El personaje ha venido a mi cabeza a propósito de Muerte en el jardín de la luna, la más reciente novela de Martín Solares. Publicado bajo el sello Penguin-Random House, el libro nos entrega en su octavo capítulo una escena inquietante: durante un viaje por Italia, Alejandro Dumas asiste a una recepción de Napoleón Bonaparte. Allí se encuentra con un soldado alto y tan ancho como un toro, vestido como uno de los guardias que cuidan al emperador. Pronto se dará cuenta de que su interlocutor no es un simple soldado. Ni siquiera es humano: “¿Qué libros escribiría alguien con doscientos años de experiencia?” le pregunta el guardia a Dumas. “Es una pena que ustedes vivan tan poco tiempo. Si contara con mi conocimiento del ser humano, usted tendría el más sorprendente de los estilos, porque haría las observaciones más insólitas y concisas sobre sus personajes, sea que provengan del pueblo o de la realeza”. La charla es el preludio a una peligrosa oferta: el oscuro soldado le ofrece a Dumas ayudarle a escribir novelas fascinantes a cambio de que el escritor le deje añadir, con tinta invisible, algunas líneas en sus libros.

 

Muerte en el jardín de la luna es la segunda entrega de una trilogía protagonizada por Pierre Le Noir, joven investigador de la policía parisina. Ambientada en la capital francesa de 1927, la trilogía es una exploración de los procesos creativos de los surrealistas, movimiento artístico que surge en buena medida como una respuesta a la Primera Guerra Mundial. Como en su momento se ha señalado, con esta trilogía iniciada en 2018 con Catorce colmillos, Solares desplaza las investigaciones del bajo mundo al otro mundo: dado que el joven Le Noir posee una insólita capacidad para detectar presencias fantasmales, ha sido asignado a la Brigada Nocturna, división de la policía francesa especializada en crímenes cometidos por entes paranormales: espectros, vampiros, monstruos.

 

Aunque se trata del segundo eslabón de una serie, el libro se puede leer perfectamente sin haber leído la novela anterior. En esta segunda entrega Lenoir ha perdido su alma y se entera de que cuatro entes asesinos lo buscan para matarlo. Así, el perseguidor se convierte en perseguido. No es el único problema que enfrenta: Le Rouge, uno de sus compañeros en la brigada, ha sido asesinado en el Jardín de Luxemburgo. Todo indica que el asesino no es de este mundo. Destaca la capacidad de Solares para envolver al lector y mantenerle interesado. A lo largo de más de doscientas páginas, lectores y protagonista vamos de pasmo en pasmo, de sobresalto en sobresalto: barcos encallados, playas infestadas de tiburones, presencias fantasmales, gárgolas que hablan, crímenes en hospitales, un escritor argentino obsesionado con laberintos y espejos, una bruja tan seductora como impredecible e insólitos viajes al lado oscuro de la luna. Así, no es difícil advertir que más que responder a la tradición noir, este libro se inscribe en la tradición de las novelas de aventuras. No puede ser casual que uno de los personajes clave sea un tal Monte-Cristo, antes conocido como Edmundo Dantés.

 

Pieza clave en la historia es un misterioso talismán que Lenoir ha heredado de su abuela y que le permite no sólo ver fantasmas, también descubrir mensajes ocultos entre las páginas de ciertas obras maestras de la literatura universal. Le Noir aprende, literalmente, a leer entre líneas. Para no arruinar lecturas, me limitaré a decir aquí que entre los renglones de las novelas de Dumas, el joven policía encuentra historias tanto o más fascinantes que las que se cuentan en la superficie. Ocurre lo mismo en Muerte en el jardín de la luna: como sucede en las mejores novelas, la obra trasciende lo anecdótico. Veo un guiño en el hecho de que, mientras Lenoir hace esfuerzos por recuperar su alma, Dumas está dispuesto a lo que sea con tal de escribir mejor. Si alguna conclusión ha de sacarse tras la fascinante aventura de Lenoir es que en el arte, como en la vida, sólo es dueño de su alma quien está dispuesto a perderla.

 

Novela de aventuras con trasfondo filosófico, brillante crónica de la vida literaria y artística de París a lo largo de los últimos doscientos años, Muerte en el jardín de la luna confirma a Martín Solares como un autor que destaca por su capacidad para crear tramas espectaculares, sostenidas por comentarios magníficos respecto a lugares y personajes. ¿Qué precio ha pagado este autor tamaulipeco para entregarnos, en un lapso de catorce años, cuatro novelas poderosas y adictivas? Sólo él lo sabe. Por lo pronto, deja la mesa puesta para el tercer volumen de una estupenda trilogía.

 

FOTO: Martín Solares: Muerte en el jardín de la luna, México, Random House, 2020, 240 pp.

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