“Mi cordura es a la hora del sueño”: Carmen Boullosa en entrevista

Mar 2 • Conexiones, destacamos, principales • 1723 Views • No hay comentarios en “Mi cordura es a la hora del sueño”: Carmen Boullosa en entrevista

 

Ganadora del Premio Bellas Artes de Literatura Inés Arredondo 2023, la escritora repasa sus hábitos creativos y sus motivos para estar siempre en movimiento

 

POR URIEL DE JESÚS SANTIAGO
Carmen Boullosa vive entre Brooklyn, Coyoacán y, durante estos días, la colonia Roma. Es viernes, su avión aterrizó a las 14:00 horas, apenas respira el aire mexicano y ya se dirige a una comida con intelectuales y políticas al sur de la ciudad.

 

La espero tranquilo en una conocida cafetería sobre la avenida Álvaro Obregón; el sol comienza a ocultarse cuando llega con su maleta verde limón. Lo primero que hace es pedir agua.

 

Mientras subimos al segundo piso, me va relatando los pormenores de su viaje. “No pude dormir nada porque tenía que tomar el avión y me daba preocupación quedarme dormida, cosa que es imposible, pero mejor me fui a las 5 de la mañana al aeropuerto pensando que allí agarraría un ratito para leer, escribir o hacer algo”.

 

Finalmente, el agua llega, pero solo da un sorbo. Es entonces que nos sentamos a conversar, frente a frente, no en un gesto retador, sino de intimidad. Me responde en voz baja y apenas audible, como si temiera que alguien más escuchara.

 

Repites mucho las palabras “creo” y “sueño”, ¿es una especie de inconsciente?

 

Posiblemente sean muletillas para intentar pensar, pero no lo sé. Aunque soy muy cuerda en el mundo de los sueños, es mi lógica y puedo entender que repita mucho esa palabra porque forma una parte importante de mi trabajo. El tipo de cordura de los sueños es muy diferente al tipo de cordura de la vigilia, y mi tipo de cordura es a la hora del sueño.

 

Incluso tienes una novela que se llama Duerme (1994).

 

Sí, y es enteramente como un sueño. En mi novela Antes (1989) el universo onírico tiene mucho que ver, ese tipo de percepción y de ordenamiento narrativo es algo muy presente en mi obra.

 

¿Entonces eres de sueños muy conscientes?

 

No, escribo como habitante del mundo de los sueños. Cuando digo sueño no es el de “ay, sueño con ser astronauta o tal cosa”, sino lo que uno sueña en la noche. En esa cordura hay una sensibilidad onírica.

 

Decías que de niña soñabas con ser arqueóloga, ¿no?

 

Me asumí como escritora a los 16 años, pero de muy chiquita decía que quería ser arqueóloga, me gustaba muchísimo. Cuando era niña abrieron el Museo de Antropología e Historia, tomé un curso de verano en piezas arqueológicas de México y ese mundo me parecía un mundo posible para dedicarle mi vida entera, pero no fue así.

 

Has declarado: “Me siento absolutamente gitana, hago mi casa donde yo me pongo”.

 

Sí, soy gitana. Todavía no hago casa, hago casa donde llego. Me gusta mucho el mundo de la casa, cocinar y lo doméstico; me acoge y creo que también es parte de mi mundo como escritor porque, por el tipo de escritura que hago, necesito mucho el resguardo.

 

¿Resguardo?

 

Sí, para poder volar necesito tener una casa.

 

 

***

El domingo 11 de febrero, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, Carmen Boullosa recibió el Premio Bellas Artes de Literatura Inés Arredondo 2023 “en reconocimiento a su obra y trayectoria que ha logrado gran resonancia internacional, llevando al extranjero la literatura nacional escrita por mujeres”.

 

El 22 de noviembre, que se anunció el fallo del jurado, Carmen se encontraba en una lectura de poemas y no pudo tomar la llamada. Al volver a casa se encontró en el buzón con un mensaje. “Lo dejé pasar. Pensé que me llamaban para invitarme a una mesa redonda o a un evento. El premio me agarró totalmente desprevenida”.

 

Has venido expresamente a la ceremonia de entrega. ¿A qué te sabe este premio?

 

No es otro premio más, lleva el nombre de Inés Arredondo, una cuentista impecable a la que admiro mucho. La conocí personalmente y le tuve muchísimo cariño; observé su dolor porque era una persona con una carga muy fuerte de dolor irresoluto. Estar de alguna manera cerca de ella, aunque yo soy una escritora totalmente diferente, tiene una carga emocional muy grande para mí. El suyo es un fenómeno extrañísimo, porque todas sus palabras y su prosa son como el dique de una presa que está a punto de romperse y, sin embargo, no dejan colar el agua, pero está la tensión y la presión de esa catástrofe. Inés tiene un ojo narrador que en teoría es frío, pero que todo lo comprende; no tenemos a otro cuentista parecido.

 

Cuando un escritor llega a cierto nivel de reconocimiento, ¿se acostumbra a las mesas de conversación, las presentaciones editoriales, los premios?

 

No tengo ni la más remota idea de qué es ser un escritor reconocido. Yo no soy un animal de rutinas, excepto por lo que hago siempre que es escribir, todo lo demás me doy por lo inesperado. Hay cosas que me daba mucho miedo hacer, como las lecturas de poemas. Me acuerdo que en 1974 tenía la beca Salvador Novo y teníamos que dar una lectura de poemas, esa noche no pude dormir por la ansiedad que me provocaba. Me levanté y vi en el espejo que, por el miedo, me había salido una especie de salpullido en la cara, corrí a mi diario a escribir “nunca más volveré a dar una lectura de poemas, eso es para los payasos”. Ahora, leer poemas en público es algo que disfruto mucho, como un ritual extrañísimo que me hace leer lo que escribí hace mil años.

 

Me llama la atención que desde pequeña te asumiste como escritora.

 

Sí, con la diferencia de que esa niña jovencita creía mucho en sí misma, pero con los años he aprendido a desconfiar demasiado de mí, es parte de mi poder literario. Esta especie de desconfianza me hace estar en un perpetuo reto.

 

 

***

Boullosa (Ciudad de México, 1954) es como la Lilus Kikus de Elena Poniatowska: curiosa, atrevida, preguntona, todo mira con sus ojos grandes y es, al mismo tiempo, amable y de mirada dura. Ha escrito 19 novelas, una docena de libros de poesía y ensayos. Para ella, la escritura captura lo que escapa de la voluntad, “no sólo es lo que tú eres como escritor, sino la atmósfera que te rodea, y necesitas escribirla para que esa atmósfera no te ahogue”.

 

En 1978 publica su primer poemario La memoria vacía con el Taller Martín Pescador de Juan Pascoe y, con meses de diferencia, El hilo olvida en La Máquina de Escribir, editorial de Federico Campbell. “Los dos fueron una experiencia muy hermosa porque Federico recibió mi manuscrito en su casa y Juan en su casa-taller, donde leímos mis poemas. La emoción de haber publicado con ellos me ha acompañado toda la vida”.

 

¿Por la sensación de resguardo que hablabas al principio?

 

Por la sensación de todo, porque eran editoriales muy legítimas, no tenían que ver con una industria, sino con amor, entrega y gente que creía en eso.

 

Ahora estas con las grandes industrias editoriales…

 

Eso ya es otro universo, estoy en Alfaguara y en Siruela, ya llevo muchos años ahí. Esas también son mi casa, es donde publico.

 

A los 26 años, Carmen obtuvo la beca Salvador Novo y la del Centro Mexicano de Escritores. Llevaba años escribiendo e incluso había publicado dos poemarios, sin embargo, tenía la sed narrativa y quería contar una novela, pero sentía que sus textos no funcionaban. “Me desesperé. Mi mamá murió a los 36 años y para mí la vida se acababa pronto”.

 

Su primera novela surgió del ahogo de un manuscrito, del cual sólo sobrevivió un personaje, que le permitió a Carmen contar una novela en pequeños fragmentos, a la que tituló Mejor desaparece. “La escribí en 1977, la acabé, la limpié y la guardé en un cajón por años. Me dio el celo de poeta y pensé que si era poeta y escribía prosa me iban a ver mal”.

 

¿Estuvo bien guardar esa novela por años?

 

No… o quién sabe. La publiqué hasta que ya había terminado Antes, mi segunda novela, y me di cuenta que también era novelista, no solo poeta.

 

Justo es Antes la novela que gana el Premio Xavier Villaurrutia.

 

Sí y con La salvaja (1988), un libro de poemas, y Papeles irresponsables (1989), libro de ensayos rarísimo que nunca he vuelto a publicar; ya no sé si tengo algún ejemplar, pero igual para qué, siempre estoy en otro proyecto, sería como usar un chicle usado.

 

¿Por qué hay libros que no tienes interés de reeditar?

 

Creo que depende de la suerte del lector, si quieren o no el libro, y de la constancia y entrega del autor. Me pasó mucho con mi teatro, a mí me encantaron algunas obras y al público no, se dejaron de representar porque no había público.

 

¿Eso le duele al ego del escritor?

 

No, para mí está bien. No escribo para cosechar aplausos, escribo para pretender que domino demonios.

 

¿Qué demonios dominas?

 

Los míos, que no sé quiénes son.

 

¿Carmen Boullosa ha sido constante y entregada?

 

He sido muy constante y, totalmente, entregada. Nunca he dejado de escribir, toda mi vida he estado con eso.

 

Sí tuvieras que darte un aplauso, ¿te lo darías?

 

Ay no. No me doy aplausos, todo el tiempo me regaño muchísimo.

 

¿Es por autocrítica o porque eres perfeccionista?

 

Soy muy obsesiva, inclemente conmigo, no me tengo piedad, no me veo con buenos ojos. Me veo con mucha fiereza y, hasta donde voy, nunca me he detenido a darme un aplauso.

 

Se queda callada, intenta distraer la mirada. Sólo se escucha su respiración agitada; luego dice: “Creo que el aplauso más grande que me he dado fue hace unos instantes, cuando te tuve que confesar que sí he sido muy constante con mi trabajo. Eso ni yo lo puedo negar. Y ha sido una razón de amor, no de disciplina”.

 

 

 

FOTO: Carmen Boullosa actualmente reside en Nueva York. Crédito de imagen: Archivo EL UNIVERSAL

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