Miradas propias/ subversivas

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Por más de 40 años, la filósofa Eli Bartra ha estudiado la imagen femenina; en Desnudo y arte aborda la representación del cuerpo a través de la historia

 

POR VALERIA MATOS
Incertidumbre, habitante de una antiestructura donde brotan anteras multidireccionales. Eli Bartra lo consigue: no hay una objetividad, no existe lo correcto. Existe la subjetividad, las subjetividades estallantes proyectadas y en concatenación en direcciones varias.

 

El gran bien
No quiero enseñarte a creer. Quiero dejarte con todas las dudas […]. La duda fecunda y purificadora y enternecedora. […] El odio nace en quien tiene razón, el amor en quien duda. […] Si supiésemos seríamos estériles. […] no quiero enseñarte a creer […] quiero dejarte con las dudas: para no endurecerte ni anquilosarte el espíritu […].

 

Lo anterior fue escrito por Anna Murià, madre de la doctora Bartra, en el Libro de Eli, “donde —asegura— no habrá el LIBRO, solamente Hojas de Eli”. Hojas, digo yo, que tienen la virtud de intercalarse con otros pensamientos, si tenemos suerte: los nuestros.

 

Eli Bartra (feminista, filósofa e investigadora adscrita a la UAM-Xochimilco cuyos temas de estudio son mujeres y artes) presentó su más reciente investigación, Desnudo y arte, una segunda edición bajo el sello editorial de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco. Francesca Gargallo Celentani escribió el prólogo y Dina Comisarenco Mirkin el prefacio.

 

 

En la obra de Bartra se vislumbra una cartografía de la lucha del canon versus disidencia, y ahí: las relaciones de poder de género. Se lee una especie de metodología del acercamiento a la imagen a partir de una óptica feminista.

 

Desde hace varios años ha sido ella quien me ha acompañado en el mirar, un mirar desobediente muy mío, muy de muchas mujeres. Púrpura corazón y cabellera: Eli Bartra me ha enseñado a dirigir la mirada hacia donde yo intuía encontrar más que cuerpos femeninos desnudos recostados de pechos redondos, espaldas blancas, melenas vía láctea, nalgas tersas, carne viva ante la excitación. Yo necesitaba encontrar un por qué de la mujer quieta con supuestas ansias de ser tocada mientras permanecía inmóvil, anidando el hipotético anhelo de ser vista. Inmóvil… con la avidez sembrada de ser deseada (escogida por aquel… ¡qué privilegio diría Narciso!… Carcajadas se escuchan en la lejanía…). Inmóvil. Inmóvil es la clave. Inmóvil, a merced de que la mente del espectador quisiera moverla en su fantasía a voluntad. ¿Penetrarla desde el inconsciente o consciente de quien la pintó, de quien la contempla?

 

Subyugación. Incluso hay obras, por ejemplo, adscritas a la corriente cientificista decimonónica, donde las figuras centrales son femeninas representadas sin vida sobre una plancha para ser auscultadas, terminar una autopsia: jóvenes (en general, trabajadoras sexuales), ojos cerrados, indefensas, senos, abdomen, piernas largas descubiertas, tez marmórea, rizos que mantienen el color eléctrico. ¡Y tenía un corazón! se lee en el título (corazón sujetado por un forense). En el año 1890, al pintor Enrique Simonet le pareció significativo recordarla humana además de bonita (lo último es primordial para la inspección masculina… ¿verdad, Simonet?). Erotizar la muerte. La, en femenino.

 

Inmovilizar: violencia.

 

Mujer: no real, imaginada a merced de la seducción, del placer de los otros. Mujeres: nosotras. Redefiniéndonos, actuando, creando mundos alternos.

 

La entrañable amiga de Eli Bartra, la extraordinaria, potente, clara, Francesca Gargallo continúa presente. Sus palabras en eco:

 

La mirada de una filósofa [Bartra] que ha dedicado cuarenta años de su vida a la estética feminista, hurgando en los intersticios de la producción de lo bello, lo abyecto, lo útil y lo monstruoso en la representación de géneros sexuales en la cultura de su país, es definitivamente importante para consolidar la revolución implícita en dar una sacudida al sistema de género (Bartra, 2018, p. 9).

 

Bartra fortalece las lecturas divergentes, las feministas, frente al desnudo femenino en la historia del pensamiento alrededor del arte, o las artes, mejor dicho, como escuché decir a la propia investigadora. Así, algo se diluye, el peso de lo hegemónico occidental, la blanquitud, lo occidentalizado que implica El arte. Parafraseando a la filósofa, en esta publicación encontramos artes, todas, las artes populares también tienen cabida, y desde luego.

 

Es político.

 

“La creación artística y lo político han estado siempre indisolublemente vinculados se quiera ver o no”, escribió Eli Bartra en el año 2008.

 

Es político: aparece en estas páginas un autorretrato de la artista Yolanda Leal, Así no es o Disculpe las molestias, se titula.

 

Si podemos entender esta fotografía como el resumen de una actitud agresiva, que reta la mirada masculina, es precisamente por esa mirada femenina que se impone y la exhibición casi brutal del sexo. En esta foto el sexo femenino no se está ofreciendo a la mirada complacida de un espectador masculino, más bien está frustrando esa complacencia, en la medida en que aparece sin las connotaciones de pasividad que pudieran resultar más estimulantes para el goce. Sobre todo, en la medida en que dicho goce se relaciona con una actitud de posesión y consumo. (Molina, 2016, en Bartra, 2021, p. 226)

 

Leal nos confronta. Yo la miro, nos miramos, todas nos miramos… Nos contemplamos para luego hacer, para pensar, para hacer, para sentir, para hacer.

 

Es político elaborar lupas metodológicas que tomen en cuenta no sólo a una sociedad desde el punto de vista no androcéntrico, sino también a las mujeres en sus diferentes contextos temporales, sociales y más, tal como lo apunta Eli Bartra.

 

El arte, incluidas otras cuestiones, sí, es una válvula de escape para lo que bien guarda la psique en sus resquicios más hondos. Como sabemos, las obras evocan épocas, mentalidades, experiencias colectivas, individuales, acciones en sociedades específicas. En la obra plástica se develan ideas de goce, de deseo, de lo perverso, en medio de lo anterior, los miedos, la agresión, la misoginia, la pederastia, por nombrar ciertas líneas de horror nacientes en comunidades y momentos históricos determinados. Observar, no para condenar al arte en sí ni la ficción de la cual se sujeta de pronto, sino para analizar con miras a demostrar, además de desarticular, el sistema opresor en la realidad social. Desnudo y arte se inscribe, en mi opinión, en la tarea de visibilizar fragmentos de lo señalado, de lo urgente: “el cuerpo femenino ha sido lanzado a otra dimensión: se evidencia la violencia en todas las formas que éste sufre y, a su vez, ultrajado, se utiliza para denunciar artísticamente otras muchas vejaciones sociales” (Bartra, 2021, p. 17).

 

Invoco Tortuga-Azul… Mujercaparazón. Abajo la arena, blanco y negro, luz atomizadora; se mueve, casi aparecen figuras romboidales, suyas, sí de tortuga, ella, tortuga, una pierna sobre otra, ¿es tortuga, mujer? Es ella generadora de velocidad. Fotografía de Flor Garduño. Excitación: la oportunidad de transformarme, de traslado, de mirar hacia un lugar decidido por mí, no seducir a quien me ve o no de la manera en que se espera. Seducirme inmersa en posibilidades no descritas. Diálogos en colectiva. Seducirnos a nosotras.

 

Desnudo y arte enciende en mí la idea de que la belleza continúa siendo un tema en torbellino. A la belleza le permitimos por fin descansar como imperativo de perfección, aquello que se decide en época y sociedad a favor de lo imposible, de la discriminación, la explotación como objeto que se consume pronto, fácil. A La belleza le otorgamos ahora, gracias en gran medida al feminismo, un lenguaje rebelde o lo liberamos de lenguaje alguno. Yo no la defino. Liberémosla de la cultura yunque, enraicemos conceptos dispares mientras más honda se vuelve la belleza adherida a los pliegues mentales recién cavados.
Me vienen a la memoria obras extraordinarias de Carol Espíndola, Harmonia Rosales, Erika Bülle, tres artistas entre cientos, claro.

 

Negritud hermosura latente, nariz ancha, a veces en bajada vértigo, los cabellos que giran en órbita; la prieta en dimensiones brillantes, reivindicación. Formas áureas insurrectas: pezones que caen hacia las raíces, dedos disparejos, piel compactada en hendiduras, tejido queloide, gordura, grasa enarbolada de nutrientes lista para cubrirnos del frío si decidimos vivir en el bosque de lengas, allá en territorio austral.

 

Miremos a Ana Casas Broda con su abuela fotografiadas por la cámara de Broda para la Serie Viena en 1992. Desnudas, ojos al frente, tomadas de la mano. Vejez, juventud, belleza en pliegues donde el tiempo marcó enfermedad, mutilación, vida, amor, acompañamiento, vínculo.

 

Bartra se preguntó ¿de qué manera se ha representado en las artes visuales de México el cuerpo desnudo de las mujeres? ¿Existen diferencias entre las representaciones realizadas por ellas y ellos? ¿Existe la creatividad femenina? ¿Cuál es la función social que el desnudo femenino ha tenido? Se lo pregunta y arranca un interesante análisis al respecto que no adelanto.

 

En este estudio se manifiesta protagónico el cuerpo desnudo femenino representado en formas sui generis. Cuerpo: territorio, masa performativa, un todo que las mujeres nos negamos absolutamente a ceder, a entregar para su utilización, después su destrucción paulatina o de tajo. El cuerpo es nuestro y las imágenes de las artistas, también lo muestran, lo gritan.

 

Estoy atenta a mi corporeidad; mientras observo, me enfrento a un yo atravesada por la cultura. Intento sanar heridas profundas.

 

¿Qué postura mantengo frente a la obra de arte aunada a mi memoria corporal social e individual? ¿Me tenso? ¿Por qué? Y la respiración… La quietud en contemplación no es tal. Plasma, eritrocitos, plaquetas, presión 125/ 84… Mis venas funcionan.

 

Eli Bartra citó a Leppert: “Ver lo que se supone que no hay que ver es una transgresión de lo que la cultura autoriza como legítimo”. (Bartra, 2021, p. 29)
Carne que se toca, inicia la apertura, el aire corre, entra al cuerpo. Cueva labial con la O, luego la boca debe abrirse más para pronunciar una A: Pornografía. Bartra examina muy de cerca lo prohibido (hasta el siglo XIX, recordemos, las mujeres no tenían permiso de asistir a clases para pintar cuerpos desnudos, punto). ¿Mis abuelas habrán tenido el placer de pronunciar semejante palabra? Pornografía. Lo dudo. Eli Bartra analiza lo prohibido. Diserta sobre lo pornográfico, el erotismo, lo distinto de ambos, lo explícito, su evocación. ¿Arte pornográfico? ¿Existe? Existe.

 

Es político. Leo Desudo y arte. Intervengo el pensamiento, me pregunto, ¿cuál es nuestra relación con el arte? Sí emocional, sí afectiva, sí corpórea. Anaïs Abreu, artista multidisciplinaria, ingenia caparazones propios; otras veces es araña, otras se tiñe completa en oscuro; desnuda se arquea, en su espacio abierto multidimensional gira y gira, alguien gira con ella (yo -digno material psicoanalítico-); se arrulla con piedras de río, redondas, sin filo, excepto una roca grande, porosa, soporta el peso… Los pechos se acomodan encima de navajas naturales. Fotografía y palabra son un agarre más en el amor con el dolor adherido. Yo me arrullo, adormezco la ira, la enfermedad, volvemos al entendimiento, al entramado de dos, de cientos. El arte concibe constelaciones emocionales, puntos de encuentro para nosotras. No solo produce sensaciones efímeras, traza vínculos desencadenados ante aguijones, trabajo de garfios subyacentes. Ahí están los bordados (como lo refiere por ejemplo Rosa Borrás en su ensayo Existo entre hilos, telas y marcas). Ellas bordan, puntadas en presente es lo terrible; mujeres entrelazando nombres de hombres y mujeres desaparecidas forzosamente, asesinatos, víctimas de feminicidio.

 

Es tiempo de expandirnos en el terreno de la invención de lenguajes artísticos una vez más. Nos dice Pamela Muñoz: no perpetuar los discursos hegemónicos gracias a “la capacidad lingüística que tenemos con el fin de entender las obras de arte” (Muñoz, 2021, p. 25).

 

Escribí para una reseña publicada en la revista Lectora a raíz de la primera edición:

 

Para leer una obra de arte, no interpretarla, sino saber qué nos comunica, en palabras de la doctora Bartra, es importante adentrarse en un contexto lo más completo posible. Yo agregaría un elemento más enlazado con la subjetividad: mujeres que se representan a sí mismas en combinación con mujeres que leen el arte hecho por otras mujeres… No somos espejos, sino mujeres diversas con ciertas experiencias convertidas a veces [ojalá] en redes empáticas. Lo complejo que de ello resulte: una lectura más certera frente a la expresión artística femenina (Matos, 2020, p. 194).

 

Felicidades a la Dra. Bartra. Me complace decir: muchas felicidades a las feministas, a la sociedad con miras a quebrar el sistema patriarcal, porque el presente trabajo, Desnudo y arte, 2nda edición, es otro estudio, de los cuales faltan muchos, para escribir una historia disidente. Felicidades a la UAM-Xochimilco, a la editora, excelente trabajo de Andrea Fuentes-Silva.

 

Y sí: es político.

 

Nota: Se leyeron distintas versiones de este escrito en las presentaciones del libro mencionado, por ejemplo, en la FIL Palacio de Minería el 23 de febrero y en la Universidad Iberoamericana el 15 de marzo, ambas en el 2023.

 

 

 

FOTO: Eli Bartra es profesora de la UAM Xochimilco; su libro Desnudo y arte fue editado por esta casa de estudios.

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