Monique Legros, una vida dedicada a la traducción

Jun 5 • destacamos, principales, Reflexiones • 1719 Views • No hay comentarios en Monique Legros, una vida dedicada a la traducción

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Desde los años 40 hasta su muerte a finales de 2020, Monique Legros Chapuis dedicó su vida profesional a la formación de traductores del francés en el país. Su legado dejó frutos en instituciones como el INAH, el IFAL y El Colegio de México, donde fundó su programa de traductores

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POR EDUARDO JIMÉNEZ DIAZ BARRIGA

“Todo ser humano que trata de comunicar a los demás lo que él mismo sabe, es un ser egoísta. El verdadero altruista [el verdadero maestro] es aquel que despierta en los demás [en sus alumnos] aquello que está dormido en ellos”.
Jorge Adoum, Adonay

Monique Legros Chapuis nació en junio de 1928 en una pequeña ciudad de Yonne, en el seno de una familia modesta de padres maestros de primaria, cuyos orígenes se remontan a varios siglos en la región. Era la mayor de cinco hermanos.

 

Monique vivió su infancia con cierta tranquilidad en la campiña de la región vinícola de la Bourgogne, hasta que estalló la II Guerra Mundial cuando tenía 10 años. Su familia fue desplazada y recordaría para siempre aquellas escenas de guerra que le tocó vivir en territorio ocupado. Luego del final de la guerra y al término de su bachillerato, en 1947 se traslada a París para inscribirse en La Sorbona.

 

En la capital francesa, termina una licenciatura en filosofía y obtiene también un título de historia del arte con una tesis sobre el simbolismo de la luz en las catedrales. Es también por aquella época cuando, de alguna manera, México llega a ella: estudiante de etnología americana en el Museo del Hombre en París descubre nuestro país y la riqueza de sus lenguas indígenas.

 

Más tarde quiso ejercer como maestra de liceo y de secundaria: una profesión por la que siempre sintió una gran pasión. A partir de 1954, se integró a varias escuelas, primero en Avon (cerca de Fontainebleau), luego en Chartres y finalmente en Semur-en-Auxois (cerca de Dijon). Sin embargo, no pudo dar clases ya que los puestos de maestros estaban reservados en aquella época para los hombres que regresaron de la guerra, dejando a las mujeres los puestos como maîtresse d’internat quienes más bien se ocupaban de vigilar a los alumnos y estar al tanto de sus actividades. Esto le trajo gran frustración pues sabía que en Francia no podría dar clases, así que presentó una solicitud para irse a trabajar fuera del continente: en septiembre de 1958 viaja a Rosso, en Mauritania, en donde daría clases, entre otras, de francés, latín y de letras clásicas.

 

En aquel entonces, ese país era todavía una colonia francesa (se independizó en 1960) y el clima, en todos los sentidos de la palabra, era muy poco agradable y las relaciones para una mujer joven, blanca y sola eran difíciles tanto frente a sus alumnos todos hombres, como con sus colegas. Recordaría siempre con afecto a su boy (su “sirviente” en casa), Kamara, un muchacho de 18 años analfabeto, a quien ella enseñó a leer. Para colmo de males, Monique se enferma de malaria ─un mal que iba a afectarla posteriormente en su vida─ y estalla el movimiento de independencia por lo que tiene que salir de Mauritania.

 

Regresa entonces a Francia, pero decidida a seguir viajando y conocer nuevos horizontes.

 

En París, conoce a la que sería su amiga de toda la vida, Antoinette Nelken, hija de inmigrantes húngaros. Tony, que había estudiado arqueología, viaja a México para seguir su desarrollo profesional y para el verano 1959, propone a Monique que se reúna con ella. Primero en barco hacia Nueva York y luego en autobús desde esta ciudad, Monique llega a México, sin saber que esta salida de su país sería definitiva.

 

De esta manera es como da inicio la aventura en México en 1959, adonde llega sin tener trabajo, pero atraída por esa fascinación que siempre tuvo por el estudio de lenguas antiguas: seguramente por ello, llegó a dominar a la perfección el náhuatl clásico. De inmediato se postula para trabajar en el Liceo Franco Mexicano y en IFAL, instituciones donde trabajaría hasta 1971.

 

Aquí en México, estudia etnografía y lingüística, especializándose en el estudio de las lenguas precolombinas y, en particular, del náhuatl clásico en la ENAH ayudándose por cierto con trece gramáticas o artes de la lengua náhuatl, y por supuesto con los especialistas en la materia.

 

Estamos ya en septiembre de 1971 y se encuentra ante la imposibilidad de seguir laborando en México por razones administrativas que le obligaban a regresar a Francia. Sin embargo, una hermosa oportunidad se presenta en su vida: la posibilidad de ir a trabajar a El Salvador, en donde le ofrecen la excelente opción de enseñar el náhuatl y la lingüística en la Universidad lo cual le permitirá al mismo tiempo, seguir estudiando los secretos de esta lengua. En efecto, en El Salvador podrá estar en contacto con el “pipil náhuatl” que trajeron a esas regiones grupos nahuas (antes de la Conquista) rechazados por los otomíes. Una oportunidad de oro para una lingüista como Monique pues eso le daría la pauta para conocer de cerca los arcaísmos, los giros del lenguaje, los 36 dialectos… Emprendió su viaje a bordo de su Volkswagen en compañía de su gato Ostión y del futuro reconocido poeta salvadoreño Uriel Valencia.

 

Sin embargo, repitiéndose la historia de Mauritania, un golpe de Estado en El Salvador la obliga a abandonar este país en la precipitación, junto con todos los profesores extranjeros.

 

Retorno obligado a México en 1972, sin dinero, sin casa, sin trabajo y sin su amado gato Ostión a quien lograría repatriar a México al poco tiempo. Y aunque surgen algunas propuestas de trabajo, no hay nada que verdaderamente la apasione. El INAH le ofrece entonces trabajar en el diccionario bilingüe Náhuatl-Francés (que nunca se había traducido al español) de Rémi Siméon: aquel lexicógrafo francés que un siglo antes había venido a México, enviado por Napoleón III en la época de Maximiliano, para estudiar las antigüedades del país.

 

De forma paralela, se integra nuevamente al grupo de maestros del Instituto Francés de la América Latina (IFAL) de México. Por azares del destino, conoce al poeta Tomás Segovia con quien funda precisamente lo que sería la primera verdadera escuela de traducción literaria en el país, en El Colegio de México: el Programa para la Formación de Traductores.

 

La idea fundamental era formar urgentemente verdaderos traductores de oficio en México, con una formación profesional de calidad, para no seguir recurriendo a las traducciones provenientes de Argentina o de España.

 

Ciertamente, no era un proyecto fácil, pues además de paciencia, era necesario hacer una amplia reflexión y llevar a cabo una investigación detallada. ¿Pero por qué era importante esta formación? Un porcentaje muy importante de la bibliografía en las carreras impartidas en las universidades estaba en lenguas como el inglés, el francés o el alemán. Los alumnos abandonaban los estudios en el primer año, pues no tenían los conocimientos lingüísticos pertinentes para comprender la bibliografía.

 

No sin muchas vicisitudes, el programa arranca finalmente en septiembre de 1974: hace cerca de cincuenta años, veinte de los cuales, bajo su acertada dirección, en la que siempre hizo todo lo que estuvo de su parte para mantener la calidad y el alto nivel de todos sus egresados entre quienes hubo no sólo mexicanos, sino también alumnos de otras latitudes: en su paso por El Colegio al frente del PFT, hubo estudiantes de cerca de 30 nacionalidades diferentes.

 

Durante ese periodo, Monique Legros fue miembro fundador de la Asociación de Traductores Profesionales a principios de los ochenta, Presidenta del Centro Regional de América del Norte de la Federación Internacional de Traductores de 1992 a 1995, un organismo que ya la había galardonado años antes con su Primer Premio por sus Servicios prestados a la traducción. Su país de origen, Francia también reconoció la riqueza de su trabajo en México cuando en 1986 le otorgó el grado de Caballero en la Orden de las Palmas Académicas.

 

Cabe destacar que sus enseñanzas afortunadamente, no sólo se quedaron en México, sino que gracias a las múltiples invitaciones que recibía del extranjero, se pudieron diseminar en Chile, Argentina, Escocia, Dinamarca, Suecia, Suiza.

 

La Dra. Legros fue una mujer muy generosa, siempre dispuesta a compartir sus conocimientos. Lo dijo Albert Einstein: “el valor de un ser humano se mide por su capacidad para dar y no por su capacidad para recibir”.

 

Durante todos los años que estuvo en México, Monique regreso en diversas ocasiones a Francia para ver a sus padres. Pero después de la muerte de su madre en 1995, sólo regreso una última vez, en 2000. México, su historia, su pueblo, sus tradiciones, sus paisajes, la apasionaban profundamente y una vez instalada en este país, nunca quiso vivir en ninguna otra parte. Ni siquiera cuando se jubiló y que todos sus conocidos imaginaron que finalmente regresaría a Francia: tenía una gran cantidad de amigos mexicanos, incluso más que franceses. Viajó mucho por el país, a la excepción de los estados del Norte de México. Apreciaba mucho a los escritores mexicanos, y muy en particular a Juan Rulfo cuya obra estudió a fondo.

 

En México, Monique vivió siempre con su amiga Tony, quien se ausentaba por largos periodos por sus misiones arqueológicas, en particular, en Perú. A menudo viajaban juntas por sus respectivas misiones y a pesar de que nunca les faltaron novios, ninguna de las dos se sintió atraída por el matrimonio. Monique siempre fue la “hermana mayor” con todos sus hermanos, siempre presente cuando se necesitaba de ella, dispuesta a brindar su apoyo, su afecto y en caso necesario su dinero. En el ámbito de las “relaciones familiares”, habrá que hacer hincapié por su gran debilidad por los gatos. Con Tony tuvieron tres, Ostión, Jimia y Halloween, que desgraciadamente murieron al término de su vida de gatos, y en los años 90 Monique y Tony juraron que nunca más tendrían gato, para no tener la pena de perderlos. Un año después de la muerte de Tony, en diciembre de 2012, su alumna y entrañable amiga Claudia y su hermana Elizabeth le llevaron a Miztli, un gatito que necesitaba una madre adoptiva: fue un amor a primera vista recíproco y la última pasión de su vida.

 

En septiembre de 2019, Monique organizó con gran entusiasmo sus 60 años en México y fue la ocasión para hacer el recuento de toda una vida de aventuras en donde primó, por un lado, la lucha de una mujer que se tuvo que ganar el respeto en el ámbito profesional en una época y un mundo de hombres y, por otro lado, el profundo agradecimiento hacia México. Nos quedan sus enseñanzas y la poesía que escribió a lo largo de su vida.

 

¡Descanse en paz querida Maestra Monique: su entrañable recuerdo latirá por siempre en nuestros corazones!

 

FOTO: Monique Legros (1928-2020) fue una de las fundadoras del Programa para la Formación de Traductores de El Colegio de México./Especial

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