Mujeres en Medio Oriente: otra visión de la libertad
Aunque Occidente ha señalado la represión de las leyes del Islam sobre las mujeres, esta crónica nos permite observar que en esas tierras el género femenino goza de otra percepción de sus derechos y anhelan acabar con los prejuicios con la que algunos miran su cultura
POR FRIDA JUÁREZ BAUTISTA
Los Emiratos Árabes Unidos son tierras lejanas. Entre sus dunas se elevan ciudades con grandes rascacielos, financiados por las riquezas que deja el petróleo, su gobierno es una monarquía federal. Sus habitantes, en su mayoría practicantes del Islam, tienen una forma peculiar de vestir: largas túnicas cubren tanto a hombres como a mujeres, estas últimas se cubren la cabeza e incluso algunas el rostro entero, dejando sólo visible una ranura en justa medida para los ojos.
El desconocimiento hacia estas tierras y las diferencias ideológicas también han generado en Occidente un cierto grado de intimidación, e incluso miedo, podríamos decir que motivado tras los ataques del 11 de septiembre a las Torres Gemelas. Aún me parece increíble que, en un mundo hiperconectado por Internet, haya cabida para la ignorancia. Es una especie de recordatorio sobre que no todo lo que se lee en la web es verídico o que el Internet nunca igualará al conocimiento vivido de primera mano.
El rol de la mujer árabe forma parte de ese desconocimiento que tenemos hacia la cultura donde ésta se encuentra inmersa. Oprimidas, sumisas, sin libertad, encadenadas al hogar, sin autonomía ni pensamiento crítico, que necesitan ser defendidas o salvadas… son frases y palabras que resuenan en el debate feminista occidental cuando se voltea a ver a Medio Oriente. Este texto, precisamente, habla sobre mi experiencia como mujer en esta región, aunque sé que estos viajes no bastan para conocer una cultura y una sociedad como la de Medio Oriente. Por eso me pareció importante presentar el tema con la propia voz de las mujeres árabes, para que compartan cómo es su vida en esta región y cómo lidian con los prejuicios que manan de Occidente.
Para comenzar, la tarea de acercarme a preguntar sobre su vida personal fue complicada, pues los árabes acostumbran llevar su vida de manera discreta. Algunas conocidas, con toda amabilidad, rechazaron contestar mis preguntas. Otras participaron entusiasmadas, pues para ellas era muy importante quitarse de encima los prejuicios occidentales.
Una de las respuestas más críticas que recibí fue: “¿Por qué no escribir un artículo sobre la vida de los hombres musulmanes? ¿Por qué no escribir sobre cómo otras mujeres de otras religiones viven su vida? ¿Acaso sólo es porque en el Islam usamos ropa conservadora? No me parece justo. Practicar el Islam no debería ser razón suficiente para juzgar a las mujeres. Somos seres humanos y vivimos como cualquier otro ser humano”, dijo una entrevistada que prefirió que su nombre no fuera mencionado.
Eman, una mujer emiratí que conocí en la Feria del Libro Internacional de Sharjah, en 2019, afirma en entrevista que la vida de las mujeres musulmanas es igual a la que se vive en cualquier otro país, e indica que ella no desea cambiar su lugar y vivir como una mujer occidental: “Estoy orgullosa, no cambiaría nada. Si me pidieran cambiar algo, sería invitar a la sociedad occidental a aceptar y apreciar nuestra cultura”, sostiene.
Eman accedió a responder mis preguntas por la cercanía que hemos cosechado en los últimos tres años; sin embargo, me advierte que quizá mi inglés hace las preguntas directas y podrían incomodar a algunas mujeres musulmanas, por lo que me aconseja prudencia.
Al preguntarle sobre el uso de la vestimenta tradicional —el hiyab, que cubre la cabeza, pero deja a la vista el rostro, la abaya, que es la túnica sobre el cuerpo, y la burka, que cubre de pies a cabeza—, que, por cierto, ella no utiliza, explica que son usadas por elección propia de las practicantes del Islam, pero que está lejos de tratarse de una imposición.
“Algunas mujeres son muy religiosas y usan hiyab, abaya o burka, siguiendo lo que dicen nuestros libros religiosos, pero otras no lo usamos y no quiere decir que no seamos religiosas. Es una cuestión de decisión”, detalla Eman.
Para Eman ni siquiera hay un motivo válido por el cual deba existir un debate sobre los derechos de la mujer. Ella explica que, al final, el islamismo es una religión que debería ser respetada, no hay más que cuestionar. Por otro lado, también considera que se trata de una religión crítica, contrario a lo que muchos podrían creer, e ironiza con total seguridad: “Todos los países occidentales hablan sobre la libertad de expresión, pero tienden a atacar y criticar a Medio Oriente porque las mujeres cubren su cuerpo”.
Eman explica que nunca se le negó el derecho a la educación o a realizarse profesionalmente. Señala que las mujeres tienen total libertad de elegir su carrera y profesión, así como a decidir dedicarse al hogar. “Tengo amigas que se graduaron como ingenieras. Las mujeres musulmanas somos como las otras mujeres”, dice. En términos de educación, no ha habido una brecha significativa entre hombres y mujeres, pues al día de hoy, el 85% de los hombres cuentan con un nivel educativo medio, mientras que en el caso de las mujeres es el 82%, según cifras del Índice de Inequidad de Género de la ONU.
Sin embargo, en cuanto a la fuerza laboral, las mujeres parecen estar aún rezagadas. De acuerdo con The World Bank Data, las mujeres representaron el 17% de la fuerza laboral de los Emiratos en 2021. De acuerdo a Statista, en 2019 sólo había 521 mil mujeres trabajando, una cifra muy reducida en comparación con los 4.57 millones de hombres con un puesto de trabajo.
Pero ese es un rezago que ha atendido el país, pues en 30 años ha logrado reducir esa brecha en un 20%, según muestran cifras de la ONU. En la actualidad, las mujeres tienden a tener mayor participación en el sector público — trabajar para el gobierno se ve como un deber con la nación—, representando un 66% de los cargos, de los cuales 33% son de liderazgo y 30% del gabinete de los EAU. El país ocupa el lugar 68, de 146, en el Índice de Brecha de Género, de World Economics Forum.
Contraste entre México y los EAU
La primera vez que viajé por trabajo a los Emiratos Árabes Unidos, también fue la primera vez que viajé al extranjero y sola. Sumado a los nervios de salir, estaba la preocupación de familiares y amigos, no por el viaje en sí, sino por mi destino, un país cuya religión principal es el Islam. “Sé prudente”, “tápate bien”, eran algunas de las recomendaciones que se mezclaban con las bromas (de mal gusto) hechas por hombres: “No te vayan a cambiar por un camello”, “¡Aguas, no vayas a terminar siendo una de las siete esposas de un árabe!” Recuerdo incluso que en esa primera visita, mis colegas hombres preguntaron con mucha preocupación a la mujer que nos recibió en los EAU si yo podía andar sola por la calle o ellos me tenían que acompañar a donde yo fuera.
Desde entonces he visitado el país seis veces, siempre con gran entusiasmo, porque no he conocido, hasta ahora, un lugar en el que me sienta más segura. Me encanta ir a los Emiratos, puedo salir y caminar al trabajo, puedo andar con tranquilidad por las calles, puedo salir a pasear en el malecón a medianoche con los audífonos puestos, o sentarme en los jardines de madrugada, que están llenos de familias y jóvenes porque es un típico plan en una noche de fin de semana. En el ámbito laboral, conviviendo con colegas de la región y entrevistando a hombres en posiciones de autoridad, no he recibido ningún desdén, no he sido subestimada, no me han explicado lo obvio.
La vestimenta nunca fue un problema para mí, incluso sin ser religiosa, visto de forma modesta gran parte del tiempo acá en la Ciudad de México. No escotes, no faldas cortas, no espaldas descubiertas, no prendas ajustadas. Con el tiempo, me di cuenta de que mi guardarropa se ajusta a las costumbres de los países árabes, pero porque en mi ciudad visto de esta forma como una medida de seguridad, para no dar pie al abuso. En mi país no me siento tranquila al salir a caminar, evito salir de noche, sé que es imprudente andar por la calle con audífonos puestos y pienso que lo que versan esos chistes de ser intercambiada como mercancía es un hecho más factible en un lugar como México. En el ámbito laboral mexicano es difícil escapar del mansplaining, es muy común enterarse que varias compañeras fueron molestadas por un colega y es complicado no toparse con hombres entrevistados que me subestiman tanto por mi género como por mi edad. Incluso una vez alguien me dijo: “El periodismo no está hecho para las mujeres y menos para las madres”.
Lo que quiero decir, al contraponer estos dos panoramas, es que pasa que nosotros, en Occidente, tenemos prejuicios y una perspectiva hacia Medio Oriente, como si en nuestro país los derechos de las mujeres estuvieran garantizados.
Arabia Saudita, otro panorama
Visitar Arabia Saudita hoy en día es casi como ser parte de un experimento. Este país se abrió al turismo apenas en 2019, como parte de su proyecto “Visión 2030”, con el que busca diversificar su economía. Su apertura a Occidente queda claro que sigue causando una especie de shock en los saudíes. Al llegar al aeropuerto de Riad, su capital, me pareció fácil portar una playera de manga corta. Aunque el largo de la manga estaba dentro de lo permitido por las autoridades, me percaté de que era la única mujer en esa parte del aeropuerto que mostraba sus brazos. Algunos hombres pasaban de largo, pero otros me observaban. Al final, ante la incomodidad, decidí consultarlo con la mujer que me recibió, quien me dijo que en contextos “internacionales”, como aeropuertos y hoteles, podría mostrar mis brazos, pero si planeaba salir y recorrer la ciudad, me recomendaba cubrirme; sin embargo, esto no es un asunto sólo exclusivo de las mujeres: los hombres también deben guardar esa modestia en su ropa.
El proyecto de diversificación de la economía ha implicado varios cambios radicales para la nación en un lapso muy corto. Como parte de la “Visión 2030” , Arabia Saudita busca ofrecer una mejor calidad de vida a sus habitantes. Por eso, la equidad de género es un paso necesario que recién comenzaron a trabajar. Casi como de golpe, en 2017 finalmente permitieron que las mujeres condujeran autos. Para muchas fue una noticia positiva, para algunos hombres no tanto, pues afirmaron que temían que a partir de ese momento las mujeres buscaran liberarse de otras restricciones, como liberarse de la tutela —los padres de familia y esposos son tutores de las mujeres—, como se puede ver en el documental Autoescuela para mujeres sauditas (Erica Gornall, 2019).
En 2022, Arabia Saudita se encuentra en el lugar 127, de un total de 146, en el Índice de Brecha de Género, de World Economics Forum. La organización indica que aunque el país ha hecho avances para cerrar su brecha de género, le afecta la falta de participación de mujeres en cargos políticos, que se mantiene en ceros.
FOTO: Mujeres peregrinando hacia el puente Jamarat, cerca de la Meca, en Mina (Arabia Saudita)/ AP Photo/Hassan Ammar
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