Un año de logros y tropezones musicales
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El estreno de prometedoras óperas mexicanas, giras de orquestas reconocidas a nivel mundial, y la apuesta de importantes sellos discográficos por autores mexicanos, no lograron ser opacados por algunos desbarres de las instituciones culturales
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POR IVÁN MARTÍNEZ
Con seguridad, me atrevo a decir que el 2019 ha sido un buen año, lo fue en términos de la producción discográfica nacional. Aunque no sé qué tan bueno sea ello como un síntoma del balance general, el que sea el disco y no la experiencia en vivo lo que haya destacado en este 2019, primer año de lo que se ha dado en llamar la Cuarta Transformación.
Reviso el registro de los meses y a diferencia de otros años, hubo en realidad pocas luces de proyectos, anuncios o signos de política pública que opacaran los logros importantísimos que se dieron en ese ámbito. Detalle relevante también lo es que sean caras “nuevas” las que los han protagonizado.
Desde enero hablé del disco debut, en la marca Naxos, de la Orquesta Juvenil Universitaria Eduardo Mata de la UNAM: un álbum dirigido por su director, Gustavo Rivero Weber, donde actúa como solista del concierto para guitarra de Hebert Vázquez, El árbol de la vida (título que también nombró el disco), el extraordinario Pablo Garibay. Creo que sobra decir la importancia que tiene el poder de distribución de la casa discográfica que los acogió, pero sí cabe recalcar otro logro de la orquesta universitaria: su gira por Nueva York en el otoño, que los hizo tocar lo mismo en el Museo del Barrio que en la sede de la ONU.
Se presentaron luego otras producciones notables y basta ver el contingente mexicano que llegó a los Latin Grammy: la pianista Edith Ruiz, la Banda de Alientos de la Facultad de Música de la UNAM y el que me parece el suceso discográfico más significativo del año, Mariachitlán, con obras sinfónicas del compositor Juan Pablo Contreras. No deja de ser menor que se le dedique un monográfico orquestal a un compositor vivo, y tan joven, y más aún tratándose de una disquera como Universal, cuya oficina –además– se estrena en México en el ámbito clásico. Ojalá abra la puerta a muchos más proyectos de nuestra música y nuestros músicos.
Estuve en la presentación oficial del disco en Guadalajara, escuchando en vivo al ensamble encargado de la grabación, la Orquesta Filarmónica de Jalisco, y aunque discrepo de quienes opinan que se trata de una orquesta de primer nivel o mucho menos de la mejor del país, pude atestiguar con ánimo esperanzador el poder que tiene la música clásica: el trato que sus paisanos le otorgan al creador de las obras ahí presentadas es el de un rockstar. Ni la música clásica ni el disco están muriendo. Éste, quizá haya sido el concierto más emotivo de los que escuché en el año.
Entre esos proyectos, está otro de producción y distribución más modesta pero que contempló –en su presentación pública– lo que considero el estreno más especial del 2019: Barra libre: open bar para tres percusionistas a punto de emborracharse, de Diana Syrse. Obra madura, enérgica y energizante que consolida a su compositora y que da altos vuelos a la identidad propia también del ensamble que la comisionó y grabó, el trío Barra Libre.
Hablando de estrenos, este arbitrario resumen no estaría completo sin mencionar la premiere más penosa: la del Concierto para violín de Marcela Rodríguez, obra más anodina incluso para la tradición de su creadora. (El deshonor lo tuvo la Sinfónica Nacional en marzo). Ni, por otro lado, la significativa presencia que tuvo Gabriela Ortiz en los Estados Unidos clausurando la temporada número 100 de la Filarmónica de Los Angeles al estrenar su cantata Yanga, obra comisionada por la orquesta angelina y su director Gustavo Dudamel.
Fue Dudamel junto a esa orquesta en quienes recae el igualmente honroso adjetivo de habernos dado lo que fue la visita estelar del año, al presentarse en el otoño en el Palacio de Bellas Artes.
Volviendo a la primera mitad del año, hubo dos veladas que me resultaron memorables. Una sinfónica que recae en la misma Sinfónica Nacional cuando recibió al director Lior Shambadal en mayo, no que todo el programa haya concluido en buenos términos, pero la audición de la Novena sinfonía de Dvorak fue muy especial, inspirada y en orden. El otro, fue una masterclass de música de cámara: la sesión que unió a dos de los concertinos que sirven a la Ciudad de México, Shari Mason y Manuel Ramos, con el violista David Ramos y el violonchelista César Martínez-Bourguet: una combinación de all-stars unidos en compañerismo y en amor por la música íntima entre iguales.
Ante la falta de apoyos que se han dado desde instituciones del Estado por procurar más y mejor actividad profesional de las artes, me resulta imperioso también hacer dos menciones sobre aquellos en quienes ha recaído convertirse en especie de refugio: la UNAM, con su programa de comisiones, estrenos y festivales (no hay otra institución donde se le dé tal importancia al estreno de nuevas óperas mexicanas) y la Universidad Panamericana, cuya escuela de artes presentó la más destacada producción operística del año, Hansel y Gretel (Humperdinck) bajo la dirección artística de Gabriela Herrera.
Hago votos porque la improvisación que se hizo evidente en distintas áreas de las instituciones culturales de la federación y la ciudad haya sido sólo un síntoma de la inexperiencia y se corrijan pronto. Representa en su conjunto lo peor del año: son muchos errores, en muchos niveles y afectan la vida diaria de los artistas, la educación de jóvenes aspirantes y el desarrollo cultural de los públicos y el país. Va de la imposibilidad de costear compromisos de jubilación en la Filarmónica de la Ciudad de México o la falta de pagos a artistas independientes por proyectos lanzados sin planeación, a la precariedad de la Orquesta-Escuela Carlos Chávez, a la presentación de farsas como el espectáculo-ritual presentado como “ópera” dedicado al líder evangélico Nasón Joaquín García en Bellas Artes o al fraude que implica presentar como logro del incipiente programa Cultura Comunitaria lo que en los pequeños pueblos de Oaxaca lleva décadas llevándose a cabo.
FOTO: La presentación de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles fue el evento musical esperado del año./Valente Rosas/ EL UNIVERSAL
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