Tres representativos del verano

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El futuro de la música en México se amplía ante un horizonte de nuevas generaciones de ejecutantes que posicionan al país como semillero de talentos, como sucede con la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Panamericana; además, jóvenes talentos como el compositor Juan Pablo Contreras exhiben en discos como Mariachitlán fantasías sonoras en las que conviven la tradición y la experimentación

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POR IVÁN MARTÍNEZ

Hansel y Gretel en el CNA
Como parte de su ciclo anual “La ópera es puro cuento y el ballet también”, que presenta cada verano el Centro Nacional de las Artes, el Teatro de las Artes recibió la puesta que de la ópera Hansel y Gretel, de Humperdinck, se produjo en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Panamericana. Los programas de nivel licenciatura de esta escuela apenas tienen tres años y han logrado captar la atención por el reconocido nivel de sus profesores. En el medio musical siguen con atención el desarrollo de sus planes de estudio: programas que se cursan en la mitad de tiempo que en las escuelas tradicionales y un enfoque muy marcado hacia la innovación y el emprendimiento.

 

Coordinada y dirigida artísticamente por la soprano Gabriela Herrera, la puesta involucró a estudiantes en un quehacer profesional. Hubo apoyo de profesionales conocidos: Mauricio García Lozano dirigió la escena; Iván López Reynoso concertó desde el foso, y los cantantes Guadalupe Paz y Carsten Wittmoser alternaron papeles principales entre el cast de alumnos.

 

La sorpresa es precisamente que el nivel no es estudiantil. Y si nos ponemos a comparar el resultado podría salir mejor librado que algunas puestas que se ofrecen ya no sólo como profesionales, sino que cargan el adjetivo de “nacional”. Brillante la orquesta, conformada por alumnos de la carrera pero también por alumnos de otras áreas de la universidad, quizá hubiera que pedir a López Reynoso bajarle dos rayitas a los decibeles. Adecuadas en su canto y atinadas en cuanto asumieron el papel de los protagonistas, Sofía Escamilla (Hansel) y Nadia Belina Moreno (Gretel).

 

 

Mariachitlán
El verano también sirvió para que la oficina México de la disquera Universal, que no tiene un apartado de música clásica como en otros países, lanzara su primera producción en este rubro. Se trata de Mariachitlán (Universal, 2019), uno de los pocos monográficos sinfónicos dedicados a un compositor mexicano. En este caso, uno muy joven, el jalisciense Juan Pablo Contreras (1987).

 

El álbum incluye tres obras representativas de su catálogo: El laberinto de la soledad, ensayo sinfónico por el que ha recibido diversos premios de composición y que ha sido muy tocado por orquestas mexicanas; Pirámide del Sol, concierto para piano que escribió como becario del Fonca, en el que participa como solista su dedicatario, el pianista Abdiel Vázquez; y Mariachitlán, fantasía sonora que evoca las plazas del mariachi de Guadalajara y Los Ángeles. Las tres obras son tocadas por la Orquesta Filarmónica de Jalisco bajo la batuta de Marco Parisotto.

 

Tuve el gusto de escribir las notas que acompañan el librillo. En ellas comienzo diciendo que “hablar de la música de Juan Pablo Contreras es hablar de una música que nace desde lo mexicano. Es decir, no de una música nacionalista, sino de una con carácter plenamente universal pero de sonoridad extrovertidamente mexicana”. Se pueden encontrar aquí tres retratos sonoros de lo mexicano –de lo obvio y colorido a lo abstracto e interno–.

 

 

Minería
Concluyó el ciclo 2019 de la Orquesta Sinfónica de Minería, y aunque en términos generales fue buena temporada, hubo hacia el final un programa de sabor más amargo.

 

Se trataba de un programa bastante tradicional y por lo mismo, suponía comodidad para los atrilistas. Había que llegar, inculcar algo de sus ideas, y ya. Lo comenzó con La tumba de Couperin, de Ravel, que tuvo sus momentos de delicia, sobre todo en los solos de la primer oboísta Claire Kostic y el primer clarinete Daniel Parrette, pero la sensación general fue de rutina.

 

Continuó el Quinto Concierto para piano, El Emperador, de Beethoven, en el que el solista fue el español Javier Perianes. El acompañamiento de Falleta fue inocuo, libre y atenta para salir del paso, pero Perianes no fue un solista de intenciones corteses sino más bien algo vulgares y limitadas, que podrían haber sido aceptables como una visión personal, si al menos cada nota se hubiera escuchado limpia, cada frase sin tropezar, cada pasaje sin basura. El mayor problema vino tras el intermedio con la Quinta sinfonía, op. 64, de Tchaikovsky. Durante el primer movimiento pensé que estaba ante una de esas batutas que no distinguen lo grandioso de lo grandote, cuyo camino los lleva por exagerar intenciones o matices sin tener control real de su instrumento (la orquesta): los tempos del segundo movimiento fueron inconsistentes, el tercero fue un desastre rítmico y el cuarto fue un compendio de errores técnicos de dirección y artísticos de concepción, en el que lo más estresante fue ver las caras de cada uno de los músicos que veían venir sobre ellos la avalancha de nerviosismo y excitación que desde el podio se animaba como si en lugar de dirigir una sinfonía de Tchaikovsky estuviéramos ante una secuela más de Rápido y Furioso.

 

FOTO: Las escuelas de música en México están logrando cautivar no solo al público del país, sino a los amantes a nivel internacional./ Valente Rosas/ EL UNIVERSAL

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