Nada que aprenderle a Truman Capote

Dic 12 • Conexiones, destacamos, principales • 4779 Views • No hay comentarios en Nada que aprenderle a Truman Capote

POR GERARDO ANTONIO MARTÍNEZ

Translated by José Carlos Martínez

Desde sus primeros años como parte de la redacción de The New Yorker, la periodista norteamericana Renata Adler (Milán, 1937) encontró su propia voz y la sostuvo aunque esta chocara con los criterios de sus jefes. Una de sus primeras discusiones con la dirección editorial de esta legendaria revista fue una crítica de A sangre fría, de Truman Capote, obra que ella asegura no ha abonado al periodismo narrativo por tratarse de un trabajo de ficción.

 

En varios de sus libros ha agrupado parte de sus crónicas aparecidas en esta publicación y que por su calidad reflexiva sobre la sociedad norteamericana le han valido ser comparada con las ensayistas Joan Didion, Janet Malcolm y Susan Sontag. De visita en México como parte de la promoción de la versión de Speedboat en español (Lancha rápida, Sexto Piso, 2015), Renata Adler habla de la condición actual del periodismo narrativo, en la que destaca la existencia de vacíos temáticos y la insuficiente capacidad de investigación por parte de las nuevas generaciones de periodistas.

 

Como testigo del periodismo en Norteamérica desde los años 60, ¿cuáles son los retos actuales del periodismo narrativo?

 

Eso es muy interesante. No había pensado en la palabra “testigo” en mucho tiempo. Eso debe ser el periodista: un testigo. Eso depende de lo que quieres decir cuando hablas de periodismo narrativo. Generalmente cuando la gente dice: “ahora tenemos algo de periodismo narrativo”, no piensa que ya había gente haciéndolo. Es algo muy loco. Incluso The New Yorker tenía un tipo de periodismo narrativo  increíble. Se podían leer reportajes desde África, desde París en los días de la guerra y perfiles escritos en una forma narrativa. Algunas buenas personas lo hacían antes de que el nuevo periodismo o el periodismo narrativo de pronto empezara a ser visto como algo novedoso. Varios de los que hablo son de los que más admiro. Tom Wolfe y yo nos hicimos algo así como amigos con el paso del tiempo. Pero mi trabajo no tiene nada que ver con ellos ni espero que lo sea.

 

Sobre el trabajo de Truman Capote sólo puedo decir que es ficción, muy interesante y maravillosa. Sus reportajes desde Rusia puedo decir que estaban bien. Yo era nueva en The New Yorker cuando A sangre fría se publicó por entregas. Pero tan pronto tuve las partes fui con el editor en jefe, el señor William Shawn, y le dije que eran vergonzosas. No solamente eran vergonzosas, sino todo lo que seguía en estilo. Eran pornográficas de una forma propia. Él no sabía nada de esa familia que fue asesinada. Y luego vino la fiesta  en Nueva York, una fiesta en blanco y negro, la fiesta de Truman Capote con las ganancias de A sangre fría. Y todos los que estaban de moda fueron invitados a ella y todos lo admiraban. No, yo no soy una admiradora de Truman Capote y creo que lo he dicho una y otra vez. Perdí su amistad por un tiempo. No puedo imaginar una sola cosa que un joven periodista pueda aprender de Truman Capote.

 

Tom Wolfe es diferente. Puedes aprender a ser cierto tipo de celebridad que hace bromas y fascina. Es una gran actuación de artista, pero no hay en su trabajo algo que yo sepa que es veraz desde el punto de vista periodístico. De otros periodistas puedo decir “miren, aprendí de este reportero, su historia es increíble”. Nunca he pensado eso de Tom.

 

En el periodismo mexicano hemos enfrentado la cobertura de diferentes casos de violencia. ¿Cómo podemos en el periodismo narrativo poner atención y respetar la vida de las víctimas?

 

La estructura es muy importante en el periodismo narrativo. Si haces que la estructura sea artificial entonces tendrás una historia que aunque sea verdadera resulta falsa. Puedes decir una historia como una crónica, puedes decirla en términos de importancia, muy a la manera de A sangre fría. Yo creo en la familia Clutter, cuyo asesinato es narrado en esta obra. ¿Por qué no habría de hacerlo? Y luego llegan esos dos convictos (Dick Hickock y Perry Smith) y matan a esas personas. Es indescriptible. Entonces, ¿cuál es la historia en realidad? La única critica a Truman Capote es por no haberse esforzado lo suficiente en mantener con vida a los asesinos. Es increíble que nadie haya comprendido que Truman Capote necesitaba que fueran ejecutados porque temía que la historia no fuera buena. Él oraba para que fueran ejecutados.

 

Es algo muy incierto con respecto a Truman Capote, no creo que haya sido muy determinante. ¿Sabes quién creo que tuvo mucha influencia? Por ejemplo, Tom Wolfe, y más que él Bob Woodward. La gente nueva parece ser una generación de periodistas más joven que los muchachos que trataban de imitar a Bob Woodward y Carl Bernstein. Ustedes ya tienen un camino a seguir. Pero pregúntense cuál es la verdadera historia aquí, e investiguen. Ese es el aburrimiento que algunas personas sienten respecto a las investigaciones de otras personas. Quiero decir “¿por qué lees todos esos documentos?” “¿Estás conforme con eso?” Es tan aburrido leer documentos, algunas veces los documentos son extremadamente dramáticos si uno los ve de otra forma.

 

¿Cuáles son las historias sobre las que no se ha contado lo suficiente, ya sea en Latinoamérica o en otras partes del mundo?

 

No ha habido un reportaje de valor desde el Medio Oriente. Digo esto cuando se trata de reportar una historia de los estados del Golfo Pérsico, de Israel, el Estado Islámico, los sunitas o Irán. Uno se mete en problemas por ganar la atención de los lectores. El lector está cansado y dice: “¿puedes organizarlo para mí?” Y no hay nadie que pueda hacerlo. No hay una verdadera investigación que yo conozca, excepto lo que hizo Edward Snowden, porque él es un informante dentro de una institución, aunque no pienso en ellos de esa forma porque los informantes, todos ellos lo que hacen es detener los conflictos.

 

Traté de dar un curso en la Universidad de Boston durante muchos años. Tomábamos historias que ya eran públicas, historias muy importantes como el 11-S. Nos sentábamos y decíamos: “Piensa en una forma para que todos los periodistas nos deshagamos del lenguaje y la técnica de mencionar una fuente de alto nivel”. Eso significa cualquier cosa. ¿Qué es eso? Es nada. Le quita todo lo que el periodista puede encontrar y reunir de los hechos. Le quita todo, no queda nada, literalmente nada. En mi experiencia, la profesión, las convenciones de la profesión no las considero prácticas. Quiero decir, llegas a casa y llamas, llamas, llamas, a fuentes anónimas. Y ese es el final de la historia. Si algo me irrita son las fuentes anónimas. Tu colaboración será usada por un mentiroso que sabe cómo trabajar su boca y tú sabes cómo usarlo a él. Creo que casi todas las historias importantes son esencialmente tomadas superficialmente y no son reportadas correctamente porque a nadie le interesa. Ustedes tienen mucho más que nosotros por qué pelear. Es lo que me han dicho. Hay problemas con los gobiernos en todos lados, pero ustedes tienen muchas restricciones y obstáculos que nosotros no tuvimos y parece que se las han arreglado. Muchas veces como periodista, como ser humano, uno sabe cuando una versión de la historia no es verdad. Esa no es una posición que oigo muy seguido de los periodistas. Te dicen “espera un minuto, esto no puede ser verdad”. Y a final de cuentas uno tiene que investigar más del tema.

 

 

*FOTO: Durante décadas, Renata Adler formó parte del equipo de cronistas de la revista The New Yorker, donde formó su propio estilo de periodismo narrativo. Su primera novela, Speedboat (1976) acaba de ser publicada en español con el nombre de Lancha rápida (Sexto Piso, 2015)./Valente Rosas/ EL UNIVERSAL.

« »