Neumonía cultural
Al castigado presupuesto cultural en sexenios anteriores se suma los dilapidarios recortes que han minado el statu quo de los proyectos artísticos y musicales hasta obcecarlo; ejemplos hay por montón, detalla el autor
POR LÁZARO AZAR
¿Quién no recuerda esa frase que dice que “cuando a la economía de los Estados Unidos le daba un catarrito, a nosotros nos daba pulmonía”? El artículo Grave crisis en la ópera; una más de tantas, que recién publicó Juan Carlos Tellechea en Mundo Clásico, me hace pensar que, en términos culturales, estamos padeciendo tremenda neumonía.
Tomando frases de aquí y de allá, así podría resumir las ideas centrales de su texto: “Si sólo hubiera sido la pandemia, los teatros y las óperas podrían haber afrontado mejor los problemas. No es la primera ni será la última crisis de la ópera (…) aunque nunca como ahora, tras la pandemia y en medio de una guerra en Europa. La financiación cultural estatal, a menudo más pródiga en los últimos años, se mantiene como mucho en el statu quo o incluso disminuye. Se ha invertido demasiado dinero en producciones estúpidas, afirman quienes conocen por dentro el negocio. Los teatros buscan a cantantes fijos que trabajen por poco o nada de dinero, y la divisa es gastar lo menos posible”.
Tellechea se centra en la problemática que afrontan los grandes teatros y festivales europeos. Asomémonos a lo que aquí estamos pasando. De entrada, ahí se quejan de sus problemas con el financiamiento estatal. Les ha disminuido, pero “se mantiene con mucho en el statu quo”, ¡y qué más quisiéramos que poder decir aquí lo mismo! Tras el presupuesto récord que se logró para la Cultura durante la administración de Calderón, Peña fue el primero en darle una gran podada y la creación de la Secretaría de Cultura no pudo ser más atropellada. O dicho en buen mexicano, “al chilazo”. Los estudios y propuestas llevados a las Cámaras fueron brutalmente tasajeados y ¿qué puede surgir de algo hecho con retazos? Un Frankenstein, como es la inoperante Secretaría que hoy tenemos… y eso, sin hablar de la cortedad de miras de su secretaria.
Si dicho recorte presupuestal de Peña fue criminal, ¿qué decir de la inanición presupuestal actual? Hablando en miles de millones de pesos, de los 29,945.40 que se ejercieron realmente en 2012, caímos a 12,454.10 en 2020. En abstracto, todos hemos oído de los recortes y la desaparición de apoyos, veamos un caso concreto: en 2018, se viralizó un video de Susana Zavaleta diciendo que “ahora sí” habría lana… Lamentablemente, la realidad es otra, y por mucho que se haya retractado, el daño está hecho. Apuró la salida de una gaviota, llegó un ave carroñera, y estos días sorprendió verla en un video hueseando en misas. En eso paró la abundancia que esperaba.
Se habla de las “producciones estúpidas” en las que se ha dilapidado el presupuesto. Ya llegará el momento de hablar del Proyecto Chapultepec. Por lo pronto, ahí aborda necesidades verdaderamente apremiantes, como la urgencia de un nuevo edificio para la Ópera de Fráncfort del Meno, “debido a los modernos requerimientos de seguridad y contra incendios”. Aquí, se ha hablado mucho de la necesidad de dotar a la ciudad de una sala de conciertos que desahogue la agenda del Palacio de Bellas Artes, limitando su escenario a la ópera y el ballet. Se llegó a pensar en incorporarlo a un magno centro cultural, a edificarse en el gran terreno que está ocioso atrás del Blanquito… pero eso, hoy son sueños guajiros, considerando que, lo urgente, es rescatar nuestro máximo recinto cultural del estado de abandono en que se encuentra.
El cochambre se ha adherido a sus grupos escultóricos tras la desaparición de la partida para limpiarlos periódicamente, hay infinidad de focos fundidos al interior, baños rotos e inservibles y su maquinaria teatral ha estado a punto de colapsar en más de una ocasión, tal y como ocurrió antes de la presentación de la Filarmónica de Jalisco, a mediados de junio de este año. Pero, más que eso o la pandemia, lo que ha correteado al público operístico que acudía a Bellas Artes, es la propuesta que de manera onanista han desarrollado Alonso Escalante e Iván López Reynoso, quien, por cierto, sigue vetado de las funciones de la Compañía Nacional de Danza.
Siempre he ponderado la frase de Carlos Chávez que dice que “al público no hay que darle lo que quiere, sino hay que enseñarle a pedir”, pero él era el primero en dosificar sus gustos personales. Más que inquietarme que predomine el gusto personal de Batman, Robin, Gatúbela o el Chapulín Colorado, me preocupa algo que ya no sé si es ignorancia o mala leche. Juzgue Usted: el próximo domingo, se levantará el telón de Florencia en el Amazonas de Catán. Doble acierto, considerando que, al ocurrir un mes antes que en el Met, evitarán comparaciones… pero, decir que será la primera vez que se escenifique en México, es ignorar la puesta realizada en los teatros Bicentenario de Texcoco y de las Artes del Cenart en 2016, cuando fue protagonizada por María Katzarava (sí, la directora del EOBA), bajo la batuta de Rodrigo Macías, entonces director de la Orquesta Sinfónica Mexiquense.
Por lo visto, no nada más en San Juan hace aire: tras compartir la semana pasada que el Maestro Álvarez Rendón adelantó su retiro ante “los programas feos y antimusicales” con que José Areán está ahuyentando al público de la Sinfónica de Yucatán, recibí un par de correos, comentándome si no me había percatado que lo mismo está ocurriendo con el público de la OFUNAM. Lamentablemente, quienes me escribieron tienen razón. Por algo tengo mucho de no ir. Salvo por la OJUEM, su pretendida exquisitez resulta poco atractiva, a pesar de que –como hicieron de mi conocimiento- sus responsables se autoproclamen “programadores de élite”. Sin ir muy lejos: estamos en pleno Festival Cultural UNAM y fuera del estreno en México de la ópera La caída de la casa de Usher de Glass, me costó hallar un par de cosas más que me resultaran interesantes, y fueron una puesta teatral y un documental. Nada más de música.
En cuestión de festivales, antes tan exitosos, retomo una vez más lo dicho por Tellechea: “Ofrecen sobre todo vino viejo en botellas nuevas… y esperan venderlo”, y eso aquí lo vemos lo mismo en festivales cuya relevancia se ha desdibujado, como el Cervantino o el de Santa Lucía, que llegó a tener prestigio local pero que hoy, sus 44 días de duración se corresponden con su programación: no es lo mismo lo grandote, que lo grandioso.
Nuestro panorama cultural agoniza. Urge una terapia intensiva para salir de esta neumonía, ¿ha oído Usted qué han propuesto al respecto nuestras candidatas? Más vale que no sea más de lo mismo: nada.
FOTO: La Orquesta Filarmónica de Jalisco acompañada de la pianista Daniela Liebman. Crédito de imagen: Archivo EL UNIVERSAL
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