“No bastan los discursos antifascistas”: entrevista con Alia Trabucco

Jun 10 • Conexiones, destacamos, principales • 1567 Views • No hay comentarios en “No bastan los discursos antifascistas”: entrevista con Alia Trabucco

 

La escritora chilena da voz a una empleada doméstica en Limpia (Lumen, 2023); aborda el fenómeno social de su país que busca una nueva Constitución 

 

POR DONOVAN KREMER
En Limpia (Lumen, 2023), novela de Alia Trabucco, se nos presenta una historia convencional del núcleo familiar dentro de las clases altas en Chile, con parentesco y susceptibilidad en buena parte de los hogares pudientes de México y América Latina, atizada, no obstante, por un denso ambiente fúnebre, de tragedia, donde la narradora y protagonista se decanta por una “muerte anunciada”.

 

Estela es una empleada doméstica cuyo arrojo la lleva a soportar el clasismo y la repulsión maquillada en guiños y muecas de superioridad, dentro de una bonita casa de Santiago. Atareada con la rutina, ve crecer a la hija de sus empleadores que replica actitudes que no son indiferentes a la “sirvienta”. La mujer atraviesa años bajo el abandono, cobijada por paredes mancilladas por el desdén.

 

Para Alia Trabucco (Santiago de Chile, 1983), las nuevas tendencias latinoamericanistas como el feminismo han repercutido en los esquemas laborales, en este caso, el del trabajo doméstico, al visibilizar su importancia, sobre todo en un contexto como lo fue la pandemia en 2020. En entrevista, la también autora de Las homicidas, publicada en Chile en 2019 y traída a México por Lumen, destaca la funcionalidad del lenguaje a la hora de nombrar las desigualdades y el clasismo de “las buenas conciencias”.

 

La narrativa de Trabucco es reconocida en su país, y ella misma, como figura clave de la nombrada “Literatura de los hijos”, por obras como La resta, (Demipage, 2014) que obtuvo el premio nacional a las Mejores Obras Literarias. Abogada de profesión y activista, también ha trabajado en diversas investigaciones sobre temas de derechos humanos, diversidad sexual y feminismo; entre sus ensayos resaltan The Impact of the Yogyakarta Principles on International Human Rights Law Development (2010); El tratamiento de la violencia de género en la Organización de Naciones Unidas (Universidad de Chile, 2011), o Imaginar. Un ensayo sobre feminismo y lenguaje (2018).

 

Una de las preocupaciones de la escritora es la crisis política en Chile, marcada por su historia reciente. A 50 años del golpe de Estado contra Salvador Allende, que dejó miles de muertos y desaparecidos tras la instauración del régimen pinochetista, la chilena observa una desorientación socipolítica que ha desencadenado en “un patear el tablero ante los abusos y la frustración”, en donde las izquierdas han quedado a deber. Alia participó en el borrador de la Constitución votado en 2022.

 

 

Como lector, hay quienes acuden a la última página del libro, leen el desenlace en un afán por descubrir cómo el personaje, incluso el autor, llega hasta ese momento. Pero tú optaste por el desenlace anunciado en las primeras páginas. ¿De qué manera altera el sentido de los lectores jugar con el arco narrativo? ¿Cuál fue uno de tus propósitos?

 

Limpia, en muchos sentidos, tiene la estructura de una tragedia. Y como ocurre con las tragedias, la desgracia se anticipa. De hecho, la tragedia es precisamente esa inevitabilidad. Pensemos en Edipo, cuyo final conocemos, y es el desbarranco hacia ese desenlace, la caída —es decir, el camino— lo que realmente importa: por qué, cómo, cuándo, pero, sobre todo, el modo en que ese camino es narrado. Por otro lado, el sentido trágico se cierne sobre Estela, la protagonista, desde un comienzo. No solo porque ella anuncia la muerte de la niña sino porque su propia vida parece seguir esa estructura. Y esa tragedia, la de su día a día y la trampa que resulta la vida para ella, es el núcleo del asunto. Para mí, por eso, ese anuncio del final es también un modo de decir: esta novela, en realidad, no se trata de la niña ni de su muerte. Se trata de otra cosa.

 

La novela da la sensación de que hay un lenguaje velado entre Estela y la familia que comunica repulsión, es como leer entre líneas guiños clave que acentúan las desigualdades de clase, por ejemplo. ¿Es importante también lo que no se describe explícitamente? ¿Por qué?

 

Totalmente. Esta novela, como muchas otras, se juega mucho en lo no dicho, lo sugerido, lo implícito. Esto se manifiesta en gestos y actos de violencia cotidiana, de desprecio cotidiano. Sin embargo, también Limpia es bastante explícita: no están veladas las tensiones afectivas entre Estela y sus patrones, ni mucho menos los actos de clasismo que ocurren en el día a día. Y eso que está explícito es importante porque mucho de esta historia también se juega en el nombrar y específicamente en quién lo nombra. En este caso, su narradora, Estela, la trabajadora, es quien nombra, quien habla, quien narra y escoge las palabras. Y ella está muy consciente del poder del nombrar. A tal punto, que en cierto momento decide callar para siempre.

 

Otro ejemplo es la ocasión en la que Cristóbal infiere que Estela le enseña a Julia el uso “inapropiado” del habla. ¿Comparte esta crítica el lenguaje inclusivo o es un asunto dispar?

 

Lo que comparten es una crítica al lenguaje: en un caso, al clasismo, en el otro, al machismo. Y Estela hace muy visible el clasismo que anida en el lenguaje. Cómo ciertas palabras operan como marcadores de clase y entonces se la “culpa” a ella si la niña ha dicho una palabra “incorrecta”. De algún modo, Estela reclama para sí todas y cada una de las palabras, incluidas aquellas que las clases altas estiman improbables o inapropiadas para ella, una trabajadora de casa particular. ¿Por qué no puede usar la palabra “brizna”? ¿Quién dice qué es una representación verosímil o inverosímil? La literatura sirve precisamente para tensionar el lenguaje. En el caso del lenguaje inclusivo, lo que visibiliza el uso de la letra “e” o de decir “alumnas y alumnos” es que la lengua no es neutral. Que las estudiantes mujeres no se sienten nombradas si les dicen “buenos días, alumnos”, y que aquellas personas que son no binarias mal podrían sentirse cómodas con la “a” o con la “o”. El lenguaje está vivo. Y esos gestos lo que hacen es abrirlo, expandirlo a través de nuevos usos que con el tiempo pueden también transformarse en normas. O no. Otra vez, lo importante no es el final, sino el camino.

 

La materia prima de Estela para narrar la historia es, hasta cierto punto, la rutina, y no obstante logra darle forma y acabados sugestivos por medio de los recuerdos. ¿Digamos que el ambiente prefigura la elasticidad del tiempo?

 

Es tremendamente difícil escribir el trabajo, la rutina, la repetición, el tedio. Escribir sobre el acto de barrer, de planchar, de sacar la basura. Esas rutinas se narran una y otra vez en el libro pero las acompañan esos puntos de fuga, que operan, como dices, como una forma de romper esa rutina, de horadarla a través de la irrupción de otro tiempo, de otros escenarios, y de otros afectos: el pasado, el campo, el cariño, la lluvia.

 

Luego encuentro otro recurso interesantísimo, porque, a mi parecer, Estela habla con el lector directamente, detrás de esa pantalla oscura estamos nosotros interrogándola. ¿Cuál diríaas que es el papel de aquel a quien interpela?

 

Ese efecto en los lectores me parece muy interesante. La incomodidad que genera, incluso el rechazo en algunos me causa cierta fascinación. Pero Estela, realmente, ¿a quién le habla? ¿le habla a alguien? ¿hay alguien? ¿son los lectores? Sabemos que está en un espacio cerrado pero ella narra su historia sin realmente saber si alguien está al otro lado. Y ese otro lado, puede ser proyectado como otro lado de la página, a quienes sostienen el libro y se sienten interpeladas. Aunque otros lectores se niegan o se resisten a ocupar ese lugar. Y esa incomodidad también me parece interesante.

 

En México recientemente se empezó a considerar, en el ámbito de políticas públicas, el trabajo de las empleadas domésticas como tal, de modo que ahora hay un esquema laboral para las trabajadoras que ya tienen acceso a un seguro social, etc. ¿Qué tan avanzados o atrasados ves los esfuerzos en este sentido en América Latina, partiendo desde Chile?

 

Me parece que el reconocimiento del trabajo doméstico ha tomado mucho más tiempo del que debería. Es interesante, al revisar la historia de los sindicatos de trabajadoras de casa particular, o las legislaciones laborales en materia de horarios de trabajo, cómo estas trabajadoras son excluidas no sólo por las clases altas sino por las propias clases trabajadoras. Porque su trabajo, fundamental para sostener la economía, no es considerado tal. A la vez, me parece que ha habido dos grandes factores en las nuevas tendencias latinoamericanas a reconocer y regularizar estas labores. Lo primero, es el modo en que la pandemia y su largo encierro visibilizó el peso inmenso del trabajo doméstico. Y lo segundo es la labor del movimiento feminista, que ha sido muy fuerte en la región, a la hora de poner esto en la agenda. Decir: el trabajo doméstico es trabajo, el cuidado es trabajo, ha ido de la mano de este movimiento.

 

La prensa internacional, en este caso México, siguió el estallido social en Chile y las repercusiones sociales y políticas. Especialmente el rechazo a la Constitución en el referéndum del año pasado originó una serie de inquietudes ante la perplejidad fuera del país. Añádase que la derecha acaba de ganar las elecciones para comandar la redacción de la Carta Magna. Pienso que en América Latina todavía no nos podemos sacudir los fantasmas dictatoriales, ya sea desde la derecha, pero también de lo que llamamos izquierda. ¿Consideras correcta esta lectura?

 

Sin duda, Chile está marcado por su historia reciente. Este año se conmemoran 50 años del golpe de Estado que dejó un saldo de miles de muertos y desaparecidos, de cientos de miles de torturados y exiliados. A nivel político e institucional, seguimos conminados a los amarres de la Constitución de Pinochet. Y hay un alza muy preocupante del pinochetismo, de manos de un partido de ultraderecha liderado por grupos religiosos ultraconservadores. La cuestión que yo me pregunto, ante este escenario, es si acaso ese giro hacia el fascismo es hondo, es decir, ideológico, o meramente una reacción ante un modelo que no ofrece futuro. Un patear el tablero ante la falta de horizontes, ante los abusos y la frustración. Y me parece que es deber de las izquierdas latinoamericanas pensar un horizonte distinto y no meramente administrar el modelo neoliberal que ha sido justamente el problema. Pero tampoco ir a un estatismo extractivista sesentero, por supuesto.

 

La propuesta constitucional que se rechazó en Chile en 2022, ese borrador que yo apoyé, contenía ideales normativos que las izquierdas deberían observar con atención y seguir pensando y ahondando. Hay allí un bosquejo que nos puede orientar en materia de igualdad, de derechos sociales, de relación con el medio ambiente, de recuperación ecológica y de modernización del Estado. No basta para ganarle a la ultraderecha un mero discurso antifascista, porque hoy día incluso el apego a la democracia y a las libertades ha disminuido. Por eso creo que es importante trazar esos ideales y no retroceder a una mera oposición de esas fuerzas retrógradas y peligrosas.

 

 

FOTO: Alia Trabucco es reconocida en Chile como figura clave de la nombrada “Literatura de los hijos”. Crédito de imagen: Fundación La Fuente

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