“No estoy aquí para arreglar nada”: entrevista con el escritor Chuck Palahniuk

Dic 25 • Conexiones, destacamos, principales • 5366 Views • No hay comentarios en “No estoy aquí para arreglar nada”: entrevista con el escritor Chuck Palahniuk

 

El autor de El club de la pelea y El día del ajuste, habla de la manera en que el punk influyó en la estructura de sus historias, de su propia concepción del romanticismo así como de la cultura de la cancelación que permea en la sociedad y que parece contradecir la noción de progreso. Esta entrevista fue originalmente publicada en la revista Bocas, en abril de 2021

 

POR WINSTON MANRIQUE SABOGAL
Un hombre romántico, en cuya cabeza resuena el punk, ha convertido en un campo de minas la literatura en los últimos 25 años. Todo por recuperar el paraíso perdido de su infancia.

 

Era un niño en la orilla del bosque. Acudía ahí una y otra vez como refugio para huir de las peleas de sus padres. Luego volvía e intentaba que su paraíso no se derrumbara. Incluso escribía cuentos para ganar premios y que sus padres se sintieran orgullosos y unidos. Descubrió que los paraísos no son eternos. Creció y vio que las promesas de una mejor vida nadie las cumple, hasta que ya adulto encontró mil formas de desenmascararlas.

 

El guardián expulsado de ese edén es Chuck Palahniuk. A su alrededor gravitan múltiples adjetivos en ebullición: nihilista, provocador, brutal, perturbador, inquietante, salvaje, transgresor, irreverente, indignado, rebelde e idealista. “I am a romantic, always, always, always!”, desmiente Palahniuk una mañana luminosa de febrero.

 

Está en una habitación de su casa en Portland (Oregón, Estados Unidos), cuya luz natural capta la cámara de su computadora. A través de ella hace una parte de esta entrevista que completa por correo electrónico.

 

Palahniuk entró en la literatura por la puerta grande con la novela El club de la pelea, en 1996, que posteriormente David Fincher adaptó al cine. Su territorio es un cruce de caminos de las generaciones X, del no saber a dónde ir; de la Y, o millennial; y de la precariedad de la Z, ya nativa digital; todas convocadas en su reciente novela, El día del ajuste (Literatura Random House, 2021), donde anticipó el asalto al Capitolio de Estados Unidos el seis de enero del 2021. Es su última gran apuesta de crítica social y política con una distopía abismada en el apocalipsis desatado por la frustración y la decepción de la gente.

 

Ese es el concepto-eslogan que el escritor exhibe en su retrato de la web de sus millones de seguidores en el portal The Cult. Se le ve con una camiseta negra que lleva en el pecho en letras blancas de Disney la palabra Disappointed.

 

Charles Michael Palahniuk, de ancestros ucranianos y franceses, nació el 21 de febrero de 1962. Es un hombre alto de 59 años de aspecto juvenil, cuerpo de gimnasio y hombros caídos, de donde emerge un cuello de grulla y cabeza mediana, ojos aguamarina y frente ancha que da paso a una cabellera negra hacia atrás.

 

Su primer paraíso es itinerante: nació en el poblado de Pasco, en la esquina noroccidental de Estados Unidos, estado de Washington, en el triángulo formado por los ríos Columbia y Snake en su desembocadura.

 

Pronto sus padres cruzaron el puente sobre las aguas del Snake y se instalaron a siete kilómetros en una casa móvil en Burbank. Años después, volvieron a cruzar el Snake y giraron a la izquierda para atravesar el puente sobre el ancho río Columbia y recorrer hacia el sur unos 220 kilómetros hasta llegar a Portland, estado de Oregon.

 

En algún momento de esa itinerancia, el mundo de Palahniuk empezó a resquebrajarse. Se rompió del todo cuando tenía 14 años y sus padres se divorciaron. Entonces lo enviaban a él y a sus hermanos con frecuencia al rancho ganadero de sus abuelos maternos, al otro lado del Columbia.

 

A sus abuelos paternos no los conoció. Pues el abuelo de origen polaco, tras una discusión con su esposa sobre el costo de una máquina de coser, la mató de un disparo y luego se suicidó. El padre de Palahniuk tenía tres años y vio todo escondido debajo de una cama. Un destino similar le esperaba en 1999, cuando el exmarido de su novia lo asesinó.

 

Chuck Palahniuk se gradúo del colegio Columbia High School de Burbank, en 1980. Allí está el comienzo de su vocación de escribir. Se lo debe a su profesor de quinto grado, el señor Olsen. Estudió en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Oregon y trabajó en medios locales que lo pusieron en contacto con el mundo real.

 

“I am a romantic!”, insiste.

 

Busca un nuevo orden con literatura hecha de sátira, violencia, escenas perturbadoras y algo de humor negro. Estilo minimalista con efectos que hacen fruncir el ceño. Lleva 17 novelas —Asfixia (2001), Nana (2002), Fantasmas (2005), Rant: la vida de un asesino (2007), Snuff (2008), Pigmeo (2009), Eres hermosa (2014), entre otras—; tres novelas cortas; tres ensayos y un volumen de cuentos: Invéntate algo: Relatos que no te podrás sacar de la cabeza (2015).

 

¿Hay algún episodio que despertara el espíritu inconformista que lleva dentro y su mirada crítica al consumo y a algunos excesos de la sociedad capitalista?

 

Oye, no tengo nada en contra de este mundo capitalista moderno. No estoy aquí para arreglar nada, excepto a mí mismo. Cuando me sorprendo persiguiendo algo, simplemente porque lo vi anunciado, debo detenerme y ridiculizar mi propia locura. No puedo cambiar el mundo, pero puedo entrenarme para vivir una vida cuidadosa y deliberada de mi propia elección. Mis novelas se inspiran en mis frustraciones y las llevo al extremo.

 

¿Cuándo fue su primer encuentro con la literatura y pensó que le gustaría ser escritor y contar todo eso?

 

Cuando era pequeño, un banco local ofrecía un premio al mejor ensayo breve escrito por un niño sobre su madre o su padre. Durante algunos años gané varias veces seguidas, y el premio siempre fue un pequeño regalo para mis padres. Fue la oportunidad perfecta para expresar mi amor; y mis padres, al recibir el premio, lo hacían aún más dulce. Ese concurso anual me convirtió en escritor.

 

A su alrededor giran muchos adjetivos que intentan definirle: irreverente, provocador, transgresor, áspero, salvaje, indignado, etcétera. ¿Con cuál se siente más identificado?

 

Tenga en cuenta que todos esos adjetivos son proyectados sobre mí por otras personas. Me veo a mí mismo como un estoico y, más allá de eso, elijo ser un fatalista romántico. La misión en curso de mi vida es replicar los muchos actos de bondad romántica que otras personas han realizado para mí y realizar actos similares para otros.

 

Un romanticismo natural y elegido a la vez. ¿Por qué?

 

Porque en mi esencia soy un nihilista, y del nihilismo elijo libremente ser romántico. El amor es un acto de voluntad. El destino
también.

 

¿De dónde le viene ese espíritu romántico?

 

Crecí principalmente en los años 70. En esa época había una escuela de cine que se llamaba “Fatalismo Romántico” que empezó a finales de los 60. Eran películas muy buenas con gente que tenía un objetivo y no lo alcanzaba, pero lograba otra cosa, algo más profundo que nunca hubieran anticipado y que en el fondo no deseaban. Están, por ejemplo, el cowboy que nunca llega a Miami; Bonnie and Clyde, que mueren; Fiebre de sábado por la noche, que quieren ganar el concurso y al final… Y Rocky, que perdió, ¡cuando perdió fue terrible! Hay una generación de películas en las que el protagonista pierde constantemente y tiene que aceptar otra recompensa que es el amor y la comunidad, y acaban siendo buenos amigos, reconciliándose. Eso viene mucho de las protestas de los 60, del fracaso de la guerra de Vietnam. Todo eso conformó un poco mi mentalidad… ¡Y la música punk! El punk sonaba todo el rato en el trasfondo de esas películas. En mis relatos la gente siempre pierde, pero ganan romance, es decir, la conexión con otras personas. Eso me convierte en un romántico.

 

Una presencia fuerte en su literatura es la influencia de la música.

 

El que me convirtiera en un romántico lo conformó el punk, que es transgresor, quiere ofenderte un poco, pero al mismo tiempo crece rápido, estilizado, y un poquito duro. Billy Idol, uno de mis cantantes favoritos, decía que en la música punk cada canción empieza muy rápida, suena muy alta dos minutos y medio y acaba abruptamente, como si uno saltara al precipicio. Así empecé a escribir. Mis relatos comienzan de golpe, en medio del cenit de la historia y se desarrollan rápido para acabar de forma abrupta. El punk ha tenido ese efecto muy importante en la forma como yo relato mis historias.

 

Siempre intenta innovar y explorar en cada libro: ¿Por qué? ¿De dónde viene esa preocupación o ese deseo de sorprender?

 

Cuando comencé a escribir en serio, mi mejor maestro me dijo que escribiera para explorar y resolver una fuente de ansiedad en mí. Su razonamiento era que, muy probablemente, nadie compraría mi trabajo, ni lo publicaría ni lo elogiaría, por lo que la escritura en sí debería ser la recompensa. Por lo tanto, escribo para experimentar con la narración y para encontrar una voz y una forma que describa mejor alguna de mis crisis personales secretas. Si hago esto bien y profundizo, obtengo una recompensa mucho mejor que el dinero o el elogio.

 

Este 2021 se cumplen 25 años de El club de la pelea, una novela que, de alguna manera, revolucionó el territorio de la literatura. ¿Qué conserva de aquel joven treintañero que escribió esa historia en los ratos que le dejaba su trabajo de mecánico de camiones y mientras esperaba, en su carro, a que salieran de los hospitales las personas con tratamientos terminales que ayudaba?

 

Llegué a la mayoría de edad durante la era del punk, y siempre quiero mantener la crudeza de la música y la moda punk. Quiero seguir un camino profano o brutal, pero llegar a un estado de gracia. De la misma manera cruda en que los cantantes punk no querían sonar como cantantes, yo nunca quiero sonar como un escritor tradicional.

 

Su primer y más reciente libro parecen trazar un arco perfecto: si en El club de la pelea las personas buscan la fuerza individual para crecer, en El día del ajuste la gente busca unir fuerzas para destruir, dividir y “reinventar” una sociedad. ¿Qué ha pasado en la sociedad en estas dos décadas y media para que cambie de enfoque?

 

El club de la pelea estaba destinado a personas ilustradas y empoderadas que buscarían su propio destino. Pero difícilmente podría volver a escribir ese mismo libro. En cambio, me fascinó Sons and World Power, del erudito alemán Gunnar Heinsohn. Él postula que todos los cambios importantes en la civilización surgen cuando tenemos un excedente de jóvenes educados y una escasez de oportunidades para que se distingan. Así se convierten en exploradores o luchan batallas para ganar territorio. Es una extensión del famoso discurso en El club de la pelea: “La televisión nos ha criado para creer que algún día todos seremos estrellas de cine o millonarios o dioses del rock…” Pero no lo seremos. En cambio, en El día del ajuste quería explorar esa crisis de expectativas frustradas y ver cómo estos hijos adicionales privados de sus derechos podían encontrar su poder.

 

¿Por qué el resultado es venganza? Una guerra civil en la cual los millennials estadounidenses hacen una lista de quienes están en el poder político, cultural y social para poder ocupar ellos el poder: de la generación X a los baby boomers.

 

La clase política y la gente del sector público están atrincherados en sus cargos. No hay una transferencia de poder a la siguiente generación y eso genera frustración en la gente. Los baby boomers, que en su día se rebelaron contra eso mismo, tienen un profundo egoísmo. Ahí está una parte importante del problema.

 

Ha resultado ser una novela premonitoria por lo sucedido el seis de enero de este año cuando un grupo de personas, alentadas por el presidente Donald Trump, asaltó el Capitolio de su país. ¿Pensó que algo así, en verdad, ocurriría?

 

Esa mañana estaba en casa y sonó el teléfono. Era de mi agencia literaria y me dijo: “Mira la televisión, tu libro aparece justo ahora”. Hablaban de El día del ajuste. Es cierto que muchas de las imágenes que se vieron son como las que recreo en mi novela. Me encantaría decir que fui un catalizador de todo aquello que estaba viendo, pero sería decir demasiado. Me pareció la transición natural tras todo lo acontecido en los últimos años. Hemos visto casi un año de destrucción con el confinamiento. Sobre los hechos concretos del seis de enero tengo muchas teorías. Pero, fundamentalmente, creo que en Estados Unidos esa es la forma en que nosotros hemos decidido elegir a nuestros líderes. La gente necesita algún tipo de movimiento político para que surjan líderes y son los que salen de esos problemas políticos y puntos de inflexión. Es una especie de prueba de donde saldrán los líderes millennials de la siguiente generación. Tampoco me preocupa tanto. Lo que veo es una especie de formación donde la siguiente generación se entrena para ocupar los puestos políticos para cuando les llegue el momento.

 

En esta novela, tras la violencia y la guerra, surge una Declaración de Interdependencia que divide Estados Unidos en tres grandes naciones: Caucasia, Blacktopia y Gaysia. ¿Por qué empleó la sátira con escenas realistas al extremo, surrealistas o rebuscadas?

 

Usé la sátira en todo menos en los animales. Los animales son siempre víctimas inocentes. De hecho, puse un millón de veces más sátira en representar a Caucasia que en las otras naciones. Con castillos y vagones plateados como algo surrealista y cómico. ¡El rey blanco está castrado con arañas! Diablos, fui mucho más duro con los heteroblancos. La manera como el gobierno discute entre sí me recuerda la manera como discutían mis padres. Es un recuerdo de mi infancia de cómo se peleaban ellos que ya no la recuerdo como algo agradable. Los políticos luchan tanto entre sí y de manera desagradable mientras que esperan que la población sea obediente cuando ni siquiera ellos pueden seguir sus propias normas. Quise escribir un libro sobre abolir el gobierno y empezar de cero. Un sueño de mucha gente de la izquierda y de la derecha. Una vez hecha esa fantasía introduje toda la violencia que pude, y en la segunda parte con las tres naciones surgidas de allí quise mostrar cómo se desmoronaría de forma diferente el país de los sueños de cada uno. Quise mostrar cuáles serían las consecuencias terribles de cumplir las fantasías racistas, fascistas, machistas y separatistas que abundan, y cómo todo se desmoronaría de diferentes formas. Es siguiendo la teoría de Gunnar Heinsohn de que los cambios en la historia son puntos de inflexión surgidos de un exceso de personas formadas. Si en El club de la pelea pensaban que iban a ser ricos, ahora esa garantía deja de aplicarse. La gente joven no encuentra su lugar en la sociedad. Así es que esos jóvenes que no cumplen sus deseos crean un tipo de revolución que busca cambiar el mundo para encontrar su lugar.

 

Expone un escenario extremo.

 

¿Por qué debemos evitar esos extremos? Quizá la única forma de aceptar plenamente nuestros errores es cometerlos y sufrir los resultados. ¿De verdad, el seis de enero fue tan extremo? Parecía más el famoso Beer Hall Putsch (el fallido golpe de Estado del partido Nazi en Alemania, donde estaba Adolf Hitler en 1923, contra la República de Weimar). Si ese es el caso, tendremos mucho más de qué preocuparnos en los próximos años. El Horst Wessel Lied podría cantarse algún día sobre la mujer muerta, Ashli Babbitt (es la asaltante del Capitolio dada de baja por un guardia cuando intentaba cruzar una puerta).

 

¿Por qué usar la ficción para denunciar, criticar y hablar de esa realidad?

 

Ahora mismo no hay ninguna autoridad central que se pueda aceptar para la realidad y la verdad. Cada uno elige en internet su verdad. La única autoridad dominante en el mundo de la información es el atractivo emocional. Por eso la gente cambia de puntos de vista y elige una verdad u otra de las tantas que hay en internet. Desde el punto de vista histórico, no son los libros polémicos o los panfletos los que hacen que la gente cambie de opinión. Lo hace el libro que tiene una narrativa con personajes empáticos. La cabaña del tío Tom es un ejemplo, fue un libro que sirvió de catalizador de la Guerra civil y la esclavitud porque tenía personajes empáticos que conectaban con la gente.

 

En ese sentido, la ficción es mucho más épica emocionalmente, mucho más absorbente emocionalmente y mejor que cualquier ensayo argumentativo. La gente no puede discutir con sus emociones. Al escribir, lo que hay que hacer es buscar conectar con las emociones de la gente para atraerla. Eso es lo que un escritor debe intentar cuando escribe ficción, en lugar de hacerlo de forma periodística.

 

¿Hubo algún evento específico que lo llevara a escribir El día del ajuste? ¿Cuál fue el origen o la intrahistoria de la novela?

 

Después de las elecciones presidenciales del 2016, escuché a muchas personas abogando por la guerra civil en los Estados Unidos. El objetivo final parecía ser crear naciones más pequeñas segregadas de ciudadanos con ideas afines o ciudadanos con una etnia común. Crecí en un pueblo completamente blanco que tenía mucha violencia y miseria, pero quería representar la fantasía de segregación común de tanta gente en el 2016 y demostrar los defectos que eventualmente podrían surgir.

 

¿Qué opina de la forma en que lo políticamente correcto parece dominar el discurso oficial y la sociedad? ¿Cómo afecta esto a la literatura y las otras artes?

 

Por desgracia, las fuerzas de la justicia social ahora están prohibiendo los libros. ¿Eso es progreso?

 

¿Y qué opina de las cuotas de raza, sexo, nacionalidad, etc., en los trabajos, en las empresas, e incluso en el cine, en la televisión, en los libros y los museos?

 

Creo que los públicos se fraccionan cada vez más, entonces los productos van a fragmentarse más. Por ejemplo, a comienzos del siglo XX había revistas que llegaban a millones de personas y la gente veía más de una revista. A medida que la televisión se popularizó las revistas tuvieron que dirigirse a públicos más específicos, tuvieron que especializarse, se segmentaron para satisfacer los gustos de grupos minoritarios. Ahora sucede lo mismo en el campo del entretenimiento. No tendremos películas que todo el mundo vaya a ver en masa. Habrá un espectro más amplio de películas para públicos más fragmentados y pequeños con intereses específicos y temas concretos. No creo que sea del todo malo, es algo raro que está pasando. Son una especie de evolución inesperada esas plataformas de streaming de internet que han acabado con el mundo de la gran pantalla. Eso forma parte de ese proceso. Se va el mundo de la gran pantalla y de gustos masivos. Forma parte del momento de buscar públicos específicos.

 

¿La Lista del odio en El día del ajuste es quizás un espejo de lo que sucede en las redes sociales y la intolerancia analógica y la pretensión del pensamiento único?

 

¿Cancelar cultura no se agrega constantemente a esa lista?

 

Algunas mujeres e intelectuales creen que una parte del feminismo intenta censurar el deseo y el juego entre personas que pueden ser atraídas, ¿qué opina?

 

Yeesh. Nunca lo había pensado.

 

Para usted es importante conocer a sus lectores, ¿cómo vive este momento de no poder hacerlo por culpa del coronavirus?

 

Parte de mi proceso creativo es escuchar a mis lectores e identificar patrones entre las historias que me confían. Luego pruebo las mejores historias en el público y observo una reacción rápida. Con el Covid-19, prohibiendo los viajes, la mitad de mi ciclo creativo se ha ido. Paso gran parte de mi vida solo. Así que extraño la intensa prisa de conocer a miles de personas; ese estrés, generalmente, me obligaba a volver a aislarme para escribir. Este año, esa dinámica se ha ido.

 

La gente demanda libertad y autonomía y democracia, pero con el coronavirus los gobiernos han tenido que imponer reglas porque, parece demostrado, no sabemos autogestionar nuestra responsabilidad individual y colectiva. ¿Qué piensa?

 

Una vez más, no me haga esas preguntas. ¿Cómo iba a saber una verdad profunda sobre esto? Mis opiniones me meterían en
problemas.

 

En El club de la pelea y en otros libros habla de cómo el ser humano se hace esclavo de cosas. ¿De qué somos esclavos hoy? ¿Cuáles son nuestros miedos contemporáneos?

 

Mi impresión es que la mayoría de la gente teme desconectarse. Sin acceso inmediato a Internet o transmisión de medios, la gente tendría que hablar. O, peor aún, se verían obligados a pensar y reconocer lo poco que realmente han pensado profundamente en algo.

 

¿Hay algo que quisiera añadir o compartir, señor Palahniuk?

 

En un mundo perfecto, dividiría mi tiempo entre Madrid y Praga. Suspiro.

 

FOTO: El escritor Chuck Palahniuk, quien también es autor de Eres hermosa (Literatura Random House, 2016)/Crédito: Shawn Grant/AP

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