“Para escribir hay que ser un loco”
POR ALIDA PIÑÓN
El epicentro literario del escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez está en un barrio bajo de La Habana, Centro Habana; pero su literatura viaja a los sótanos de una sociedad descompuesta, a la idiosincrasia caribeña repleta de salitre, con tremenda peste a mugre, a sudor, a semen, a vagina. Cuba, La Habana, un lugar en donde las ventanas se cierran cuando se tiene la posibilidad de ver videos prohibidos, como la historia del general Ochoa, ese que fue fusilado por ser acusado de tener actividades con el narcotráfico; en donde una negra fanática de Willy Chirino puede decepcionarse al saber que su ídolo es blanco; en donde los ombligos femeninos caminan frente a las erecciones orgullosas. Ahí, en el tiempo suspendido, en donde la guagua pasa cada dos horas y hacer una tarea, un mandado, puede tomar el día entero, los corazones habaneros retratos por el autor nacido en Matanzas en 1950 palpitan aceleradamente debido al ron y se mantienen vivos gracias al sexo, al chisme y a la sabrosura.
La Cuba de Pedro Juan Gutiérrez es trágica, pero ahí también habita la felicidad, aunque sea como un instante, como una partícula que flota en medio de la explosión que supuso la Revolución. El escritor, sin desearlo ni reconocerlo, se volvió el radiólogo de su país, en sus libros aparecen los tumores malignos en los órganos vitales y los huesos fuertes que resisten, que los mantienen de pie.
El éxito literario de Pedro Juan Gutiérrez empezó en octubre de 1998 cuando apareció Trilogía sucia de La Habana (Anagrama), libro con 60 cuentos. Las decenas de personajes brotan como agua de alcantarilla, destaca Pedro Juan, el alter ego del escritor, un tipo duro, durísimo, dado a la guapería, es decir, peleonero y bravucón; enloquecido con las negras, con el sexo y el ron, metido a montones de trabajos para sobrevivir, una heladería con su padre en Matanzas, cortador de caña, obrero agrícola y periodista. Pedro Juan, el personaje, es vecino, amigo, testigo de la vida de las putas, de los travestis, de los homosexuales, de los pobres, de los miserables, de los negros, de los blancos, de los mulatos; Pedro Juan, el escritor, es un vampiro que les chupa hasta la última gota de sangre a los seres que le resultan fascinantes.
El primer cuento es una declaración de principios de lo que será el resto de su literatura: “Eran los días del éxodo, en el verano del 94. Una amiga me había dicho el día antes por teléfono: ‘Se van todos los hombres y los jóvenes. Oh, será un problema para nosotras’. No era así totalmente. Se quedaba mucha gente incapaz de vivir demasiado lejos, a pesar de todo”.
El periodo especial y los que se quedaron, las familias divididas, el surgimiento voraz de jineteras, el turismo sexual, las fachadas derruidas, las heridas que causaron los sueños incumplidos, los apagones, los electrodomésticos rusos, los autos viejos, la santería, el hambre, las contradicciones, la imposibilidad del amor, la risa, la carcajada, el griterío de ventana a ventana, el Sol, Dios, la nada, el todo.
“Pedro Juan es un personaje literario, es decir, sí soy yo, pero no soy yo, es un alter ego un poco exagerado. Sintetiza al cubano típico de esta época, no sé si el cubano dentro de 50 años será distinto, pero yo hablo de los cubanos de hoy. Lo que me pasa ahora es que ese personaje se está agotando, ya ha aparecido en 7 u 8 libros. En Fabián y el caos, mi nuevo libro, aparece un Pedro Juan jovencito, va a la secundaria, hace el servicio militar, es un macho caribeño en formación. Me interesaba mucho escribir sobre la Cuba de los años 60, 70, porque la viví intensamente y es muy interesante”.
“No sé explicarlo de manera racional pero Cuba es muy cautivante, quizá porque la mezcla de españoles con africanos nos hace alegres, comunicativos, especialmente optimistas a pesar de todo lo que sabemos. La gente va a Cuba y se queda cautivada, pero también hay gente que se impresiona por la miseria, la pobreza que hay sobre todo en La Habana, pero por encima de todo están el misterio y la magia del Caribe porque lo mismo pasa en Jamaica, en Puerto Rico. En Cuba hay mucha testosterona, pero también somos muy candorosos”.
“Con Trilogía sucia de La Habana, El Rey de La Habana y otros libros, me han acusado de machista y de racista. Yo me considero intelectual, es decir, una persona que fue periodista durante 26 años no es ningún imbécil, si logró mantenerse trabajando en el periodismo y logró mantener a una familia a lo largo de tanto tiempo, tiene que ser bastante inteligente y con una cierta cultura ¿no? Así que no me considero un imbécil, ni un machista imbécil. Lo que pasa es que escribo sobre gente machista, sobre una sociedad machista, autoritaria, muy mandona. El machismo en Cuba es una forma de vivir, no resiste análisis, la gente no anda por ahí diciendo: ‘ah, yo soy un macho’. No, el cubano es así y ya, es una cosa candorosa que dice: ‘a mí me respetas’”.
El éxito de Trilogía estaba en su apogeo cuando surgió El Rey de La Habana, una novela sobre el abismo y la oscuridad más negra, más cruel, más salvaje. La postal de la época de cuando surgieron aquellos mitos como que los gatos comenzaron a desaparecer y terminaron en los platos de los repartos (colonias) más humildes. Rey no es Pedro Juan, es un personaje real con un trágico final. No hay moral que permita la inocencia y la salvación, sólo queda ser feral porque no hay más remedio. El lenguaje coloquial fluye, no estorba, asoma a los seres sin destino, pero sobre la mierda flota la picardía, la inocencia e ingenuidad del cubano que nunca ha salido de su país y se informa a través del periódico Granma.
“Me pasé cuatro días escribiendo y llorando el final de El Rey de La Habana, tanto que casi no podía seguir, me sentí muy mal por lo que le estaba pasando al personaje. Es una novela pero los personajes existen. Yo hablaba todos los días con Magdalena, a Reynaldo lo veía ahí en el barrio, a su familia. Los travestis estaban ahí. Me identifiqué de una manera rara con todos ellos. Escribí esa novela en un estado de locura, no me bañaba, me dio por beber por todos los días, casi no comía, me puse flaquito, mi mujer decía que estaba loco. Me iba por las tardes a un mercado de La Habana que se llama Cuatro Caminos para comprar ron y para vender un tubo de pasta de dientes, pero era para estar en ese ambiente. Había unas puticas que venían de Oriente, de Santiago de Cuba, de Guantánamo, gente muy sucia, y me encantaba estar ahí hasta la noche. Luego regresaba a casa, revisaba lo que había escrito, dormía como podía, tenía muchas pesadillas; al otro día despertaba y me ponía a escribir. Esto lo hice durante 57 días, lo recuerdo perfectamente. A veces escribía un poco a mano y seguía a máquina, adelantaba unas páginas y me iba. Tenía una furia, un descontrol. Me descontrolé mucho, creo que eso me pasó sólo con esa novela. Estaba bastante enloquecido, en buena medida por el alcohol, me bebía una botella de ron todas las tardes. Fui incapaz de asimilar con madurez lo que estaba pasando, tenía 41 años y lo único que tenía era testosterona y ganas de tener sexo con todas las negras del barrio. Estoy saludable por pura casualidad, yo debería estar muerto o metido en un manicomio”.
“Ahora pienso que mi libro más completo es Trilogía, es el más tajante, es el que escribí con más candor, con más furia. Ya Carne de Perro y El insaciable hombre araña son cuentos cotidianos, pero son más demoledores los de Trilogía. Y en El Rey hay un uso del lenguaje más completo”.
“Mis libros han tenido todas las etiquetas. Me han dicho que son políticos, sociológicos, eróticos. Primero me molestaba, luego empecé a entender a la gente y en una tercera etapa me hice de una teoría del asunto: Cada lector escribe su propio libro. Mis libros son muy flexibles. Si tú tienes mucho sexo en tu cabeza, por exceso o por defecto, pues es lo que ves en mis libros; si lo que tienes metido es política, pues lees denuncia; si eres escritor entonces podrás ver literatura y poesía en mis libros. Y así. Si he tenido 500 mil lectores, he tenido 500 mil libros diferentes, seguro. Lo tengo muy claro, trato de alejarme de la política, en mi vida y en la escritura. No me interesa la política, no me interesan los políticos, no tengo esperanza en la política, entonces trato de que mi literatura sea lo más universal posible. Hay que alejar a la literatura de la política. Dostoievski, un tipo político que escribe en contra del zar, escribió Crimen y castigo, estuvo preso, condenado a muerte, pero nadie recuerda eso y sí sigue leyendo su obra; claro que conextualizaba pero lo que hacía era literatura, trataba de ir a las zonas más oscuras de cada personaje”.
Pedro Juan, el personaje, reaparece en Animal tropical, una novela con ritmo vertiginoso, con dos mujeres centrales, Agneta, una sueca, y Gloria, una mulata de Centro Habana. El machismo cubano en su esplendor, aquí Pedro Juan es un bruto salvaje y hombre reflexivo, interesado en la literatura y en su construcción. Las azoteas, el ron y las mujeres permanecen intactas. Pedro Juan, el escritor, destapa la cloaca y presume el hedor por amor a su nación, a su gente. “La Habana arruinada, cayéndose a pedazos. Se ama una ciudad si allí has sido feliz y has sufrido. Si has amado y odiado. Y has estado sin un centavo en el bolsillo, luchando en las calles, y después te recuperas y le agradeces a Dios que todo no es mierda”, dice el personaje mientras piensa en lo mucho que ama a esa pelandruja cabrona, que es Gloria, y es también, quizá, La Habana.
El escritor vuelve a los cuentos en Carne de perro y El insaciable hombre araña, extensiones de Trilogía. La autobiografía como sello personal. Los amores psiquiátricos. Historias que huelen al punto final de una serie sobre Centro Habana, pero que también tienen resistencia a despedirse de esa colonia, de esa gente porque resulta inagotable o porque el autor está anclado, atrapado.
En Nuestro GG en La Habana hay un respiro de aire renovado, una exploración del lenguaje y una inmersión más profunda sobre el arte de la literatura y los avatares del oficio del escritor. Es una novela breve, policiaca, en donde deambula Graham Greene en la Cuba de los años 50, la KGB, las putas y los travestis.
Luego, una novela más. El nido de la serpiente en la que reaparece Pedro Juan pero joven que aún vive en Matanzas. Ahí está la génesis de ese personaje impetuoso e insolente. Después sobrevino el silencio por varios años. En México su obra es conocida gracias a la distribución de su editorial, Anagrama; pero hay títulos como Corazón mestizo, Diálogos con mi sombra, que no tuvieron circulación más que en España o por internet. Su obra poética, por ejemplo, prácticamente circula sólo en Cuba sin una relevante distribución.
“Para escribir hay que ser un loco. Yo ahora estoy un poco más tranquilo. Cogí una borrachera muy grande el 16 de noviembre de 2006 en Santiago de Cuba. Le entré a golpes a un fotógrafo que estaba trabajando conmigo, rompí el reloj, las gafas, acabé. Al otro día no me acordaba de nada. No me llevaron a la policía de milagro. Me asusté muchísimo porque ya me había pasado muchas veces, hacía barbaridades y no recordaba nada. Un amigo mío me contó que me había llevado en un taxi y yo no supe ni qué sucedió. No quería morirme, tenía 56 años y no quería morirme. Empecé a controlarme, dejé de fumar y controlé la ira, la lujuria y seguí escribiendo con una tranquilidad, vamos a decir, espiritual”.
“Empecé en el año 94 y escribí el primer cuento de Trilogía. Fue una catarsis, necesitaba eso, no podía aguantar más, fue una venganza por todo lo que estaba pasando, por toda la frustración que yo tenía, estaba tan defraudado por un proyecto político que ya no tenía nada de sentido, le perdí sentido a mi vida, fue muy raro, entonces cogí un impulso y escribí un libro detrás del otro, uno por año. En 2006 se publicó El nido de la serpiente en Anagrama, al año siguiente apareció Corazón mestizo en Planeta y después me tomé un gran descanso, pensé que iba a ser de un año pero me pasé como seis sin publicar nada. He escrito dos o tres libros de poesía. Necesité un poco de reflexión que coincidió con dejar definitivamente el tabaco y controlar el alcohol. Corazón mestizo tuvo muy mala suerte con Planeta, fue horrible, me pagaron muy bien, pero después todo fue un desastre. Estamos pensando, mi agente y yo, que tal vez sale en otro lado, junto con el libro Diálogo con mi sombra, que por ahora sólo está en Amazon”.
“Escribí un libro detrás del otro. No pedí permiso. No esperé nada de la institución literaria. Soy un escritor que no espera premios ni medallas ni aplausos. El premio mío es salir un día al Zócalo de la ciudad de México y que me encuentre, como ayer, a dos muchachos con ganas de darme un abrazo y pidiéndome perdón por haber fotocopiado unos libros míos de poesía que un amiga encontró en La Habana. Si una institución literaria empieza a halagarme, pienso en que algo estoy haciendo mal. A veces hay que hacer concesiones, como ser jurados de algo, y tengo que aceptar porque tampoco soy un monje metido en un montaña. He comprobado que tengo miles de lectores”.
En México se acaba de lanzar su última novela, Fabián y el caos. Igual que El nido de la serpiente está situada en Matanzas en los años 60. Pedro Juan es un joven que está por hacer el servicio militar y se ha metido de obrero; pero esta vez no es el centro, sino Fabián. Un jovencito que pudo ser un genio musical, amante de la ópera, pianista, tímido, serio, homosexual, con un padre autoritario, cruel y avaro, y una madre sumisa y bruta. El tormento de Fabián no está en la miseria, su infierno está en su alma, en el centro de su ser. Su modo de concebir el mundo es imposible en la locura que se instaló con la Revolución. Es un viaje al centro de Fabián donde converge la tragedia y la felicidad. El amor y la violencia. Y es también un retrato de los primeros años de la Revolución.
“En ese momento todos los cubanos, seis millones de personas, quedaron igualados por lo bajo. Como un golpe de karate. Magistral. En un instante dejaron de existir la clase alta, la media y la baja. Mandrake el Mago, con un solo de pase de manos, hizo un truco perfecto delante de los ojos de todos, y nadie vio la trampa. Ahora todos eran pobres de verdad. En todos los sentidos. No sólo económicamente. Era un golpe genial, algo perfecto. Pero era sólo el comienzo. Lo mejor vendría después”, escribe Pedro Juan en el libro.
“Me han dicho que el primer capítulo de Fabián y el caos no parece escrito por mí. Es un prefacio para acomodar a los personajes, es otra cosa, ya en el capítulo dos avanza de otro modo, no sé escribir de manera, soy muy visual, mi periodismo también era así”.
“Todo es real, todo sucedió. El personaje en realidad es Fabio Hernández y a él le dedico el libro. Hace más de 20 años que pensaba en escribir esta novela. Fabio era mi amigo, teníamos muchas cosas en común. No quería utilizarlo, pero mi mujer me contó una anécdota que pasó en el Madrid de Franco, me describió las penumbras y las olores de esa historia, de pronto descubrí que mi novela empezaba en Madrid. Me senté y empecé a escribir. La novela la tuve metida durante 20 años, cuando encontré la llave salió completa. No es una biografía, es una novela”.
“Escribo a mano y este libro lo tenía completo a máquina y lo pasé al ordenador yo mismo, se fue ampliando, eso pasa, terminas escribiendo otras 40 páginas y eso es mucho para mí. No soporto los libros de 600 páginas, es perder el tiempo como escritor y como lector, tantas páginas eran de los tiempos de Cervantes, cuando la gente no tenía nada qué hacer, así que necesitaban un libro grande, pero hoy en día es suficiente un libro de 200 páginas”.
Al final, una pregunta: ¿los anhelos de los jóvenes cubanos serán distintos a los de su generación? “Los cambios no serán rápidos como la gente piensa. Todo ese proceso se hará con mucha lentitud y es preferible que sea así. Los cubanos tienen una gran expectativa con que ahora con los americanos las cosas van a cambiar. No es así, lo acabo de comprobar ahora que he estado en La Habana. Han sido muchos años de problemas, de violencia, de relaciones difíciles con Estados Unidos. En un año no se resuelven problemas de 50 años. Calma y lentitud. La vida del cubano es esperar. Ahora a mí me acaban de poner el internet en la casa, es muy lento y desesperante, hace una semana que lo tengo y ya puedo ver mi correo. Muy poca gente lo tiene, todo será lento, muy lento. ¿Haciendo dónde? No tengo ni idea, quizá hacia un capitalismo de Estado, pero la verdad no lo sé. No se me da futurología, hay que dejarlo ahí, y ya, que pase”.
*FOTO: Recientemente salió a circulación la nueva novela del escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez: Fabián y el caos (Anagrama, 2015)/Alejandro Acosta/EL UNIVERSAL.
« Paolo Po: la historia oculta tras el autor de la primera novela gay en México Árboles »