El Penacho, obsesión transexenal

Dic 5 • destacamos, principales, Reflexiones • 7379 Views • No hay comentarios en El Penacho, obsesión transexenal

/

A partir del sexenio de Carlos Salinas de Gortari todos los presidentes han solicitado al gobierno de Austria el regreso del penacho que dudosamente usó Moctezuma. Este recuento muestra cómo la historia prehispánica puede ser rehén de discursos nacionalistas y demagógicos sin importar la diplomacia ni la historia

/

POR GERARDO OCHOA SANDY

Periodista y diplomático. Autor de Ochenta años: las batallas culturales del Fondo (Nieve de Chamoy, 2014) Twitter: @OchoaSandy

I

Veinticinco años después de que el Museo Etnológico de Viena informara a México que el Penacho de Moctezuma no era de Moctezuma, que Moctezuma nunca usó un penacho sino una diadema con turquesas, que no llegó de España a Austria sino que se adquirió de manera legal, y que además no puede transportarse por su fragilidad, México pugna otra vez por el Penacho de Moctezuma, en esta ocasión para exhibirlo en 2021 durante las conmemoraciones de los 700 años de la fundación de México-Tenochtitlán, los 500 años de la “memoria histórica” de Tenochtitlán –la Conquista, pues– y los 200 años de la consumación de la Independencia. El Museo Etnológico de Viena entonces repite la misma explicación. Entre el gobierno de Ernesto Zedillo y el de Andrés Manuel López Obrador también lo intentaron Vicente Fox y Felipe Calderón. La ilusión de volver al penacho en el emblema sexenal los unifica.

 

Lo que ocurrió hace un cuarto de siglo sí se olvida.

 

 

II

La historia comenzó dos años antes. En 1993, los miembros de la organización Yankuikanahuak, autodenominados descendientes directos de los indígenas mexicanos y presidida por Xoconoschtletl –Tuna Amarga; Antonio Gómora, su nombre de pila– recorrieron, durante 104 días, 40 mil kilómetros a lo largo de 13 países de Europa, para que el penacho regresara a México. Los recibió la familia real de Holanda, el papa Juan Pablo II, el Dalai Lama, Rigoberta Menchú, cancilleres y alcaldes.

 

El 13 de septiembre realizaron una marcha por las calles de Viena que culminó a las afueras del museo, donde realizaron sus habituales danzas concheras. El barullo se extendió hasta la noche, desoyeron la invitación de la policía a retirarse, comenzó la trifulca y fueron detenidos, acusados de resistencia a la autoridad y lesiones corporales graves. Xoconoschtletl y sus aliados acabaron en el hospital, antes de ser encarcelados.

 

Yankuikanahuak fue creada 1985. Tuna Amarga vivía en Viena y desde septiembre de 1987 organizaba danzas, protestas, huelgas de hambre, “marchas por la justicia”, y comenzó a recolectar firmas. En 1992, el Parlamento austriaco consultó acerca de lo que sucedía al Ministerio de Ciencias y Artes. El portavoz de los aztecas, como se le conocía, no contaba con ninguna legitimación, fue la respuesta. México tampoco había solicitado la devolución de manera oficial.

 

Roberto García Moll, director del INAH, había hecho la petición al titular del ministerio, Erhard Busek, en una misiva del cuatro de marzo de 1991, que habría sido entregada en la Embajada de Austria en México, con copia para el presidente Carlos Salinas, el titular del Conaculta Víctor Flores Olea, y los secretarios de Educación, Manuel Barlett y de Relaciones Exteriores, Fernando Solana Morales. Extraña solicitud, pues no cumplía con los protocolos, y parecía más bien una iniciativa propia. El subsecretario de Arte y Cultura del Ministerio, Rudolf Wran, aclararía en 1994, en medio del debate por la devolución, que la solicitud la presentó una persona no autorizada, por lo que no se le dio seguimiento. Formalmente, Austria no había recibido de México ninguna petición.

 

Luego del enfrentamiento entre aztecas y austriacos, el gobierno les prohibió la entrada a los miembros de Yankuikanahuak por un periodo de cinco años. De vuelta a México, Tuna Amarga aseguró que regresarían, les dieran o no permiso, y de no lograrlo, rodearían Austria. Llamó a un bloqueo económico, de modo tal que ningún producto austriaco fuera comprado por los mexicanos.

 

 

III

Para entonces, la postura del museo era clara: no era el penacho de Moctezuma.

 

La hoja informativa, disponible al público en inglés y alemán a un costado de la pieza, se sustenta en el libro Aztec, Mixtec, and Tarascan Works from 16th Century Austrian Collections (Viena, MEV, 1990, 64pp), escrito Christian F. Feest, doctor en antropología por la Universidad de Viena y curador de las colecciones del Museo Etnológico correspondientes a América del Norte y Mesoamérica. En la cobertura de la época se alude a la hoja, pero no a la obra ni al curador.

 

Feest afirma que el “tocado de plumas mexicano” no era la corona de Moctezuma ni formaba parte de los obsequios que en 1519 el monarca azteca entregó a Hernán Cortés. El penacho era usado en realidad por los sacerdotes durante las ceremonias, y algunas docenas llegaron a Europa. La pieza que alberga el museo no llegó de España a Austria vía los Habsburgo, sino que formaba parte de la colección de un noble alemán, el conde Ulrich of Montfort, y es referida en un inventario de 1575 como una variedad de arte plumaria de estilo morisco.

 

En 1590, el archiduque Ferdinand de Tyrol, sobrino de Carlos V, adquirió el inventario y lo ubicó a su colección en el castillo de Ambras, que fue trasladada en el siglo XIX a Viena. En 1880, la familia de los Habsburgo la transfirió al gobierno, que la integró al Departamento Etnológico Antropológico del Museo de Historia Natural de la ciudad. Esa colección etnológica dio origen en 1928 al Museo Etnológico. La naturaleza única de la obra fue una de las razones que propició el malentendido y se le identificara desde el siglo XIX como la corona del emperador, señala Feest.

 

 

IV

El 26 de junio de 1996, en una visita a Efeso, Turquía, el presidente de Austria, Thomas Klestil, aviva el fogón nacionalista. El presidente Ernesto Zedillo lo ha invitado a México, y al líder austriaco le gustaría llevarle la “corona de plumas” como obsequio. El 9 de julio, refrenda su posición a la cadena de televisión ORF en un conversatorio en el que participan varios expertos. Las posturas son encontradas.

 

Peter Kann, director del Museo, declara que el penacho es patrimonio nacional de Austria. La ministra de Educación, Elizabeth Gehrer y el director del Museo de Historia del Arte de Viena, Wilfred Seipel, alertan que sentaría un peligroso precedente y, bajo esa lógica, los museos, que se han ocupado de conservar grandes obras de esa índole que de otra manera se hubieran perdido, se quedarían vacíos.

 

En dirección opuesta, el rector de la Universidad de Artes Aplicadas de Viena, Rudolf Burger, subraya que una cosa es una devolución y otra cosa un obsequio. Desde agosto de 1995, el rector animaba la idea del regalo dentro del gobierno austriaco, que refrendó en un artículo publicado el dos de julio de 1996 en Der Standard, valorándolo como un gesto de agradecimiento a que México desconoció, en 1938 ante la Sociedad de las Naciones, la anexión de Austria a Alemania.

 

Lyndell-Prott, de la UNESCO París, se planta a la mitad: tienen derecho aquellos que solicitan la devolución de obras, al igual que lo tienen quienes las han preservado.

 

 

V

Rafael Tovar y de Teresa, presidente del CONACULTA, llegó a Viena el 22 de julio, acompañado de Teresa Franco, directora del INAH, el embajador Jorge Chen, director para Europa, y Mauricio Reyes, director en jefe de Cooperación Internacional, ambos de la Secretaría de Relaciones Exteriores. La idea de un reclamo o devolución quedaba atrás. No obstante, el “obsequio” debía contar con la aprobación del Parlamento.

 

En su boletín del 23 de julio, el CONACULTA asentó que era “la primera ocasión en la que una delegación del gobierno mexicano manifiesta el alto significado histórico y cultural que para el pueblo de México tiene el Penacho de Moctezuma, por lo que su legado sería un trascendental gesto, representativo de la buena voluntad que han caracterizado tradicionalmente las relaciones entre Austria y México”.

 

No se ponía en cuestión su “autenticidad”.

 

Al día siguiente, el 24 de julio, el director del Museo Etnológico Peter Kahn, declaró otra vez: no es de Moctezuma, no usaba penacho sino una diadema, la pieza era usada por sacerdotes…
Kahn añadió que la declaración del presidente Klestil era de carácter personal: “Es estremecedor cómo el presidente pretende disponer de los bienes de la República”. Soltó además la mala nueva: la delegación mexicana había sido informada por Benita Ferrero-Waldner, secretaria de Estado para Asuntos Exteriores, de la decisión: el penacho se queda en Austria.

 

No hubo encuentro con el presidente Klestil, aunque su jefe de asesores, Adolf Kuen, ratificó la postura presidencial. Tampoco con la Ministra de Educación, Elisabeth Gehrer, bajo cuya tutela se encuentran los museos. Ni con el canciller austriaco, Wolfgang Schüssel, aunque fue entregada la carta del secretario de Relaciones Exteriores de México, José Ángel Gurría, que formalizaba el beneplácito.

 

Ese 1996 apareció también, en alemán, Los tesoros de Moctezuma. Utopía y realidad (Viena, MEV, 36pp; la versión al inglés, en 2001, 41pp). Lo suscriben Ferdinand Anders, especialista en culturas mesoamericanas y cuya tesis de doctorado en filosofía versó sobre el panteón maya, y el director del recinto.

 

 

VI

Austria había dicho no, y el entusiasmo cundía en México.

 

El curador de la sala mexica y subdirector de arqueología del Museo Nacional de Antropología, MNA, Felipe Solís, declaró que el museo tenía la temperatura y humedad adecuadas para exhibirlo y que podían crearse las condiciones para su conservación. Mari Carmen Serra Puche, la directora y hermana del canciller, expresó que sería un honor recibirlo y exhibirlo junto con la réplica.

 

Blanca María Barragán Moctezuma, descendiente del monarca según un árbol genealógico que mostraba como documento probatorio, lo visualizaba en el Templo Mayor, pues de ahí había salido y ahí debía volver. Eduardo Matos, ex director del MNA y director del Museo del Templo Mayor, MTM, también apostaba por el Templo Mayor.

 

El primero de agosto volvió la delegación mexicana. El planteamiento ya se hizo por primera vez al más alto nivel, y es uno de los temas más importantes de la agenda bilateral, pero no hay que crear expectativas que no puedan cumplirse y mucho menos a corto plazo, el parlamento tiene reticencias, lo que resta es esperar la respuesta a la carta, declaró Rafael Tovar.

 

La ilusión se esfumaba.

 

El remate lo dio el 22 de enero de 1997 Benita Ferrero Waldner, de visita a México. Lo hizo, además, en español: desde julio del año pasado se hizo saber a la delegación la postura austriaca, el Penacho se queda en el Museo Etnográfico de Viena.

 

De visita al MNA declaró tal vez con ironía:

 

–La copia que ustedes tienen es más bonita que el original.

 

Poco después, el veinte de marzo, el Museo Austriaco de Teatro inauguró una muestra, en la que participaron trece museos de la ciudad, en torno al tema de la mentira en el mundo de la falsificación, en la convivencia social, como fenómeno psicológico-social, entre otros ángulos.

 

El Museo Etnológico de Viena participó con el penacho de Moctezuma.

 

La directora del INAH lo consideró una grosería, un acto de incultura, una provocación, ante lo cual México debería expresar su extrañamiento.

 

 

VII

En 2005, Vicente Fox solicitó la devolución a su contraparte, Heinz Fischer. No lo logró.

 

Entre 2010, durante el sexenio de Felipe Calderón, el Museo Etnológico de Viena y el INAH inician una colaboración para restaurarlo.

 

En 2011, Calderón propone un cambalache temporal: nos prestan el penacho y les prestamos la carroza de Maximiliano, que se encuentra en el Museo Nacional de Historia. Tampoco hubo acuerdo.

 

En 2012, los restauradores de ambas partes concluyen lo que se sabía con anterioridad: la pieza no puede trasladarse, es muy frágil.

 

Y en 2020, Andrés Manuel López Obrador envía a su esposa Beatriz Gutiérrez de visita a Europa, para encontrarse con jefes de Estado, a quienes que les entrega las cartas donde solicita el préstamo de diversos objetos para las conmemoraciones de 2021. En la carta al presidente vienés, Alexander Van der Bellen, que Gutiérrez Müller entrega ni más ni menos el 12 de octubre, se solicita el préstamo del penacho.

 

El Ejecutivo, poco protocolario, afirma en Twitter: “Le recomendé que insistiera en el penacho de Moctezuma, aunque se trata de una misión casi imposible, dado que se lo han apropiado por completo; ni a Maximiliano de Habsburgo se lo prestaron cuando nos invadieron e impusieron al llamado Segundo Imperio Mexicano”. No se logró identificar que Maximiliano hubiera hecho una solicitud. Tal vez fue uno de los dislates históricos con los que tropieza el Ejecutivo.

 

La respuesta llegó al día siguiente. Gerard van Bussel, curador de las colecciones de América del Norte y Mesoamérica declaró: el traslado es imposible, sería necesario un avión de 300 metros para compensar las vibraciones.

 

Vamos, ni en el de Peña Nieto se podría, que sólo mide 57.

 

La fragilidad es tal que no lo mueven ni de la primera planta donde está expuesto.

 

Y el 15 de octubre, Christian Schicklgruber, director del recinto, repite lo dicho a lo largo de 25 años: no es de Moctezuma, no usaba penacho, se adquirió de manera legal, no puede trasladarse pues es muy frágil…

 

Tanto, como las ilusiones de México, sexenio tras sexenio.

 

FOTO: Penacho prehispánico que forma parte del acervo del Museo Etnológico de Viena./Especial

« »