Pintura tridimensional
POR: ANTONIO ESPINOZAHablemos de pintura. Dice Arthur C. Danto que: “la historia de la pintura moderna se puede leer como la historia de la pintura tradicional puesta del revés, como una película proyectada hacia atrás: un desmantelamiento regresivo y sistemático de todo el sistema de los mecanismos inventados a lo largo de siglos para hacer convincentes las representaciones pictóricas del doloroso triunfo de la cristiandad y de las historias de la gloria nacional” (La Madonna del futuro. Ensayos en un mundo del arte plural, Barcelona, Ediciones Paidós Ibérica, 2003, p. 235). La pintura moderna, en efecto, puede entenderse como un largo proceso de experimentación y reflexión, un progresivo descubrimiento de la identidad de la pintura, de la realidad de la pintura como un objeto físico y sus condiciones materiales. Si bien maestros abstractos como Kandinsky, Malevich y Mondrian, quienes participaron activamente en esta aventura, sostuvieron la idea (renacentista, winckelmanniana, hegeliana) del carácter “espiritual” del arte, hoy podemos ver su obra más como una revelación de la verdad material de la pintura.
Pero la aventura no ha terminado. En un contexto histórico totalmente distinto, el de la aldea global del arte, cuando vemos con nostalgia la rebeldía creativa de las vanguardias heroicas, son numerosos los artistas de todas las latitudes que cuestionan la “espiritualidad” de la pintura y prefieren experimentar con ella, para descubrir sus cualidades físicas, sus múltiples posibilidades de expresión sobre la superficie bidimensional y fuera de ésta. En el caso de México, el artista que más ha insistido en este empeño es, sin duda, Marco Tulio Lamoyi, quien presenta actualmente la exposición: Bybood-booboot en el Museo de la Secretaría de Hacienda. El raro título de la muestra es una transcripción fonética de la música electrónica.
Fotógrafo y pintor, Marco Tulio Lamoyi (Jalpa de Méndez, Tabasco, 1957) se mantuvo durante años fiel a la figuración. Recuerdo ahora el cuadro con el que participó en la exposición: Autorretrato en México. Años 90 (1996) en el Museo de Arte Moderno. En su cuadro titulado: La primera letra (óleo sobre tela, 1995-1996) se autorretrata en un campo con un pequeño animal que lo observa. Semidesnudo, mirando fijamente al espectador, el pintor asume la actitud de un ser “desprotegido”. Más esto es sólo apariencia: lo que en realidad nos dice es que él, un artista genial, ha creado ese paraje desconocido y se encuentra en pleno dominio de la situación. Algo que llamaba la atención en ese cuadro era la ausencia de materia pictórica en varias partes de la tela. No creo que sea descabellado pensar que este manejo tan singular de la figuración, anunciara en cierto modo el cambio tan radical que daría Lamoyi algunos años después.
El viraje hacia la abstracción, reitero, fue radical. Lamoyi inició entonces una reflexión conceptual de la pintura, de su carácter matérico, de su ser como objeto físico. La aventura comenzó con la serie llamada: Uussshhh, nombre que hace alusión al sonido que produce el óleo al ser mezclado y aplicado sobre la tela. En aquella serie, Lamoyi exploró con audacia el color y la consistencia del óleo para producir obras volumétricas. El pintor desnudó a la pintura y nos la ofreció como materia pura, maleable, tangible y, por qué no decirlo, sensual. De esta manera, Lamoyi incursionó en lo que se ha dado en llamar campo expandido de la pintura. Se trata de un nuevo tipo de pintura, ya no encerrada en sí misma, sino abierta, que desborda sus límites, se adentra en el territorio de lo híbrido y se mueve con entera libertad en el campo expandido.
La actual exposición de Marco Tulio Lamoyi nos permite ver claramente cómo ha ido evolucionando su proceso de “despictorialización” (Danto). Si bien la museografía es un tanto confusa, la muestra hace evidente que la experimentación se ha convertido en un auténtico compromiso para este autor. Se exhiben un total de 36 obras, de las cuales 16 son de la serie Uussshhh, que no se exhiben en un sólo espacio sino se encuentran distribuidas en distintas salas, lo que dificulta la lectura de la muestra. Más lo que debe destacarse es que las otras veinte obras fueron producidas paralelamente a las de la serie mencionada y debemos establecer su relación con ésta.
Por un lado, se exhiben varios ensamblajes (entre ellos uno con la imagen de Joseph Beuys, el célebre artista alemán), algunas pinturas conceptuales de gran formato, fotografías y la pieza que da nombre a la exposición: Bybood-booboot (grafito/tela y mecanismos electrónicos, 2012-2013). Por otro lado, están las obras que continúan en la línea experimental de Uussshhh. En ellas Lamoyi va más allá al examinar la relación del espacio tridimensional en la superficie bidimensional. El resultado son piezas a un tiempo pictóricas y escultóricas, de gran atractivo visual, en las que no hay referencias anecdóticas, poéticas o políticas, pues no quieren significar sino simplemente ser.
La verdad es que todas las obras exhibidas se inscriben con todo derecho en la práctica artística contemporánea. Concluyo diciendo que la obra que más me gustó es la titulada: La línea amarilla (2007-2008), una pequeña pieza tridimensional en la que Lamoyi acumula lúdicamente varios cochecitos de plástico azules. Me hizo recordar a dos grandes maestros del Nuevo realismo: Arman y César. Al primero por la escultura monumental que realizó con tanques y se encuentra en Líbano y al segundo por su obsesión en comprimir coches chatarra y convertirlos en obras escultóricas.
*FOTOGRAFÍA: Vista de la exposición/Especial