La Cultura 2018-2024: sin rumbo ni certidumbre

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Muchas son las interrogantes en torno a las políticas culturales del próximo gobierno y cada vez más las voces críticas que, ante lo dicho en campaña y los nombramientos de parte del equipo de la nueva secretaria de Cultura, ya se manifiestan

 

POR GERARDO OCHOA SANDY

I

La orientación que tomará la política cultural de México durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador es incierta. No fue un tema central, ni siquiera un tema, en su campaña electoral. No basta, para justificarlo, insistir que el país enfrenta graves problemas que merecen atención prioritaria.

 

 

La omisión revela que el futuro presidente no percibe las aportaciones de la cultura y las artes a una sociedad. En lo que cree, como si fuese un pastor, es en una constitución moral. Lo cual es verificable dado que en su figura no hay separación entre lo laico y de lo religioso.

 

 

La cultura y las artes, pues, le ocasionan incomodidad. Es más, parece que los intelectuales son motivo de irritación. Lo comprueban las virulentas respuestas vía Twitter a las críticas de algunos durante la campaña presidencial.

 

Mientras tanto, algunas medidas que aspira instrumentar el electo como parte de su política a nivel nacional, pueden ocasionar un daño grave. Enumeremos algunas.

 

 

II

Para empezar, lo único a lo que apeló, para cumplir su deseo personal de despachar en Palacio Nacional, fue asegurar que convertiría a Los Pinos en un centro cultural.

 

 

El más importante del mundo, indicaría la próxima secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, conformado por un museo de las culturas de los estados y distintos recintos para manifestaciones artísticas.

 

 

Alejandra Frausto aseguró que no conoce Los Pinos, pero aún así aventuró que sólo haría falta hacer adecuaciones. Sólo que no en cualquier pared puede colgarse obra de arte sin necesidad de iluminación, cámaras de seguridad o termohidrógrafos, y para un zapateado tabasqueño no basta la duela del salón Adolfo López Mateos.

 

 

Dado el talante popular que anticipo tendrá su gestión, ¿se construirán ciclovías en los amplios jardines, habrá maratones en las avenidas y clases de yoga sobre el césped, y un “Pinobús” recorrerá la ex sede presidencial?

 

 

¿De dónde saldrá el presupuesto para los sueldos del personal, los traslados y seguros de obra, el hospedaje y los viáticos de compañías artísticas, curadores y comisarios?

 

 

El centro, además, ¿tendrá en verdad la capacidad de volverse en un punto de atracción cultural como lo son el Palacio de Bellas Artes, la amplia red de museos del centro de la capital, el Auditorio Nacional, el Centro Nacional de las Artes (Cenart) o el Foro Sol, entre otros?

 

 

Es un acto centralista, en dirección contraria a la pregonada descentralización.

 

 

Es preferible que las secretarías de Cultura, Turismo y Educación, junto con las áreas afines de las entidades, definan una estrategia estatal y regional para contar con un público más aficionado, cultivado y sensible, que incremente el consumo de bienes y servicios culturales, de índole o no popular, a lo largo del país.

 

 

En efecto: las industrias del sector son aludidas a cada rato por autoridades y analistas, pero sin la creación de una demanda no habrá avances y lo que se diga sólo será teoría.

 

 

III

Junto a este potencial despilfarro está el aviso del recorte de presupuesto y personal de confianza de las secretarías, lo que incluye a la del sector cultural, y su traslado, costoso y casuístico, a Tlaxcala, entidad elegida por su riqueza cultural, criterio que aplicaría a cualquiera del país.

 

 

Frausto ha planteado la eventualidad de que el recorte no afecte al sector. Debiera ser así. Debe ser también su prioridad remontar el recorte impuesto a la Secretaría de Cultura (SC) en los tres años recientes, que golpeó a los estados con severidad.

 

 

Los fideicomisos, que no le gustan al entrante salvo cuando se trata de los suyos para cuestiones de campaña, han sido instrumentos jurídicos de gran utilidad para la cultura y las artes, y deben ser respetados y alentados.

 

El que ganó no sabe que no es excepción, sino más bien regla, que el personal de confianza realice varias de las faenas no sólo de más responsabilidad, sino inclusive aquellas que no quieren hacer los sindicalizados, porque no figuran en el contrato colectivo o el reglamento, están de permiso o comisión, es el día de las madres o el aniversario de la organización.

 

Ese personal puede llevar lustros ocupándose de su tarea y aún así carece de las prestaciones básicas. Es una barbaridad confundir a los altos mandos que llegan y se van con cada cambio de gobierno, con el personal que tiene experiencia, sentido de responsabilidad y capacidad de adaptación. Las descalificaciones les han creado una ingrata atmósfera de trabajo.

 

Y, al paso: ¿cuál será la política laboral de Frausto ante los crecientes, polarizados y pulverizados sindicatos culturales?

 

IV

López Obrador no está acostumbrado a las áreas de comunicación social, al mensaje institucional, por lo que avisó que las desaparecerá. Los desaciertos ocurridos estos dos meses lo orillaron a reciclar las conferencias matutinas de su etapa como jefe de Gobierno de la Ciudad de México bajo el formato de conferencias en las escalinatas de la casa de transición.

 

 

¿Es concebible una Secretaría de Cultura sin esa área? ¿Saldrá Frausto a dar anuncios en las escalinatas de un inmueble histórico o en las de la Pirámide de las Flores de Xochitécatl?

 

 

Es cierto que desde 2017 se percibió que la SC favorecía con desparpajo a un medio con inserciones pagadas disfrazadas de notas, suscritas por la “redacción” o algún reportero, lo cual debe aclararse.

 

 

De cualquier manera, la actividad cultural, sin comunicación social, difícilmente es conocida por la sociedad.

 

V

Es propensión sexenal renombrar instituciones y programas para aparentar cambios y mejoras. La autodenominada “cuarta transformación” de México lo pone en práctica. Solidaridad se volvió Progresa, que se volverá Secretaría del Bienestar; la Secretaría del Trabajo y Previsión Social se convierte en la Secretaría del Trabajo y el Empleo.

 

 

Hay entusiastas que desean convertir la SC en la Secretaría de las Culturas. Suena “incluyente”, sólo que no hay nación que no sea en una medida u otra multicultural. Hay que ocuparse del fondo de las cosas y no de complacencias gratuitas.

 

 

En la misma línea, hay palabras que cruzan el pantano EPN-AMLO y no se manchan: la “transversalidad” es de ésas.

 

 

Se usaba con frecuencia, adquirió notoriedad el cuatro de enero de 2017, fecha de la toma de posesión de María Cristina García Cepeda como secretaria de Cultura, luego la retomó Frausto, así que ahí va, oronda, de boca en boca.

 

 

Basta revisar los documentos básicos de la política cultural desde la fundación de Conaculta para advertir que la “transversalidad” ha sido la guía desde hace tres décadas.

 

 

Lo comentamos con anterioridad. El Programa Nacional de Cultura 1990-1994 estableció los “programas sustantivos” que sentaron a “las partes” en torno a responsabilidades comunes, presididos por el titular del Consejo.

 

 

Entonces se definieron seis, más varios “proyectos estratégicos”, que hacían explícitas nuevas líneas de trabajo. El foxismo los bautizó “campos de acción” y el calderonismo “ejes”, ambos con ajustes en su orientación y cantidad.

 

 

La “transversalidad” en realidad implicaría una reforma administrativa y legal, conceptual y estructural, de las instituciones culturales, lo cual no sucedió cuando se creó la SC, y no sucederá durante el sexenio que ya empezó.

 

 

VI

La reducción del 50 por ciento de la publicidad, anunciada por el triunfador, afectará a los medios, pero el impacto se resentirá más en las publicaciones mensuales enfocadas a la cultura, las artes y las ideas.

 

 

Entre el 60 y el 80 por ciento de sus ingresos provienen de los anuncios del gobierno. Algunas ofrecen diversos servicios al Estado: spots publicitarios, estudios de opinión, documentales, una fuente adicional no visible para sus lectores.

 

 

Esto tiene cierta influencia en los contenidos y línea editorial, que gambetea según las circunstancias.

 

 

No faltan las que entran y salen de la quiebra técnica.

 

 

Tal vez la medida acabe a unas empujándolas al salto que niegan estar considerando dar y que parece irremediable: volverse publicaciones exclusivamente digitales, mientras que para otras la alternativa sea cerrar su ciclo con dignidad.

 

 

Son necesarias propuestas creativas para enfrentar el desafío.

 

 

VII

Hay, no obstante, algunas facetas que no se han abordado, en buena medida porque los esfuerzos de los funcionarios culturales que encabezaba Rafael Tovar y de Teresa estaban orientados a que se consolidara el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), funcionaran los programas, y se diesen las bases para la SC, lo cual se logró.

 

 

¿Es el momento de abordarlas? Sin lugar a dudas. ¿Sucederá? No dudo que Alejandra Frausto pudiera desear hacerlo.

 

 

En primer orden está la transparencia.

 

 

Por una parte, las convocatorias de becas para creadores artísticos del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Hace dos años, al menos en el ámbito de las letras, hubo dos jurados para narrativa, uno para poesía y otro para ensayo. El otorgamiento de la mayoría de las becas se convirtió en el coto de una sola voz.

 

 

Tampoco hubo explicación acerca de las convocatorias que no se emitieron durante el sexenio de Peña Nieto: sólo se postergó el anuncio y se pospuso tanto la fecha del aviso de los resultados como del inicio del apoyo. Ése fue un recorte que no ha entrado en los recuentos de los recortes.

 

 

Menos claridad hay acerca del apoyo que la SC ofrece a ciertas fundaciones, como la de TV Azteca, que recibe, según estimaciones, el 70 por ciento del total de lo que dedica a su programa de orquestas, y que enarbola como propio.

 

 

La secretaria entrante, ¿ofrecerá un reporte de estas y otras anomalías y tomará medidas en consecuencia?

 

 

VIII

La radio y televisión culturales de la SC son una incógnita mientras no conozcamos sus niveles reales de audiencia, y no sólo la cobertura potencial a la que tanto se alude.

 

 

En varios casos la calidad de la barra de contenidos ha declinado y algunos conductores se perpetúan en programas que se limitan a gacetillas informativas y a la promoción de participantes de su simpatía.

 

 

Lo que pase en los estados no parece importarles demasiado, a menos que se trate de los grandes festivales o ferias. Las condiciones laborales de los reporteros son desastrosas, y no se animan a declararlo, para no perder el empleo.

 

 

En las entidades, la radio y televisión cultural son de los gobiernos estatales y su barra de programación no es necesariamente cultural.

 

 

La evaluación debe incluir a la radio y televisión universitarias y a las radios indígenas. No dependen de la SC, pero las autoridades a las que les competa pueden converger en torno a un diagnóstico común.

 

 

IX

¿Y la seguridad social para los artistas?

 

Lo mencionó Frausto al principio, pero en declaraciones recientes pareció empezar a dar marcha atrás.

 

El tema lleva al menos 25 años a debate.

 

Sería una lamentable omisión.

 

X

Esperemos que en la conformación del equipo de la secretaria Frausto haya un equilibrio entre funcionarios con experiencia y jóvenes con alto potencial, que regularice la situación laboral del personal de confianza más capaz dándoles los derechos que impone la ley, y que no acepte recomendados de sabrá quién.

 

 

 

Las cosas no van bien.

 

Laura Esquivel carece la experiencia y formación para desempeñarse como subsecretaria de Diversidad Cultural.

 

 

La veterana María Novaro, apreciada cineasta, pertenece a la escuela cinematográfica de la vieja guardia y no parece ser la persona idónea para impulsar el cambio tecnológico que requiere la cinematografía nacional.

 

 

La respetada académica y novelista Margo Glantz, simpatizante de López Obrador y defensora del plantón de 2006, acepta a sus 88 años la dirección del Fondo de Cultura Económica (FCE), a invitación del electo. Me adherí al nombramiento, vía Facebook. Hoy rectifico: no le corresponde, se le cancela la oportunidad a editores, entre los 40 y 50, experimentados y con gran capacidad. El argumento de que “se rodeará de un buen equipo” es débil. Tampoco cumple con el perfil que se requiere para los apremiantes cambios que requiere el sello: tecnológicos —edición y comercialización—, de línea editorial —desdibujada en los años recientes— y el replanteamiento de las sedes en el exterior. Es un posicionamiento de la gerontocracia de la UNAM —que simpatiza con el presidente electo— dentro del FCE, y un acto de vanidad curricular.

 

 

Ignoro la obra poética y actoral de Mardonio Carballo, futuro director de Culturas Populares. Lo que destaca más es su legítimo activismo político y a través de los medios de comunicación. ¿Es el perfil que se requiere para el área?

 

 

El antropólogo Diego Prieto fue ratificado como director del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), a pesar de algunos sectores del instituto que hicieron llegar su inconformidad a Frausto y López Obrador. Lo cierto es que también ha contado con el apoyo de destacados miembros de su comunidad. Prieto fue nombrado encargado de despacho por Rafael Tovar y ha sido ratificado tanto por la secretaria saliente como por la entrante.

 

 

La versión que circula es que al Centro Cultural Tijuana (Cecut) llegará Jaime Bonilla, político de Morena que estaría sólo de pasadita, pues buscará en el 2019 la gubernatura de Baja California.

 

 

En tanto, el historiador Pedro Salmerón sería el director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México. Lo une estrecha amistad con Paco Ignacio Taibo II.

 

 

No son buenos augurios.

 

 

XI

Habría que esperar de la nueva autoridad una valoración de lo logrado y que tome en cuenta los lineamientos de la política cultural que arrancó a finales de los 90, enriqueciéndolos y dándoles un sello personal. Al respecto, Frausto apenas ha expresado un pálido reconocimiento al primer secretario de Cultura de México.

 

 

Ojalá no siga aplicándose el criterio de los compromisos y las ocurrencias, que han aflorado también en otros sectores del futuro gobierno, ni incorpore sin ton ni son a militantes de Morena, que están frotándose las manos.

 

 

Las culturas populares al fin serán prioridad, ha indicado la autoridad. Lo cual daría a entender que no se les ha poyado de manera constante y creciente con anterioridad, desde la fundación del Conaculta y el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca).

 

 

Esto refuerza la convicción de que, llevados por las prisas, en pleno ejercicio anticipado de gobierno, no tienen claridad, andan a tientas y equivocan el diagnóstico.

 

 

Lo que también está a prueba es su oficio político-cultural, que algunos se preguntan si tiene.

 

 

Por el momento, sólo puede asegurarse que la cultura, para el sexenio 2018-2024, no tiene a la fecha ni rumbo ni certidumbre.

 

 

Es posible que situación sea todavía más incierta que durante el inicio del sexenio de Fox.

 

Ya es decir.

 

 

ILUSTRACIÓN: Rosario Lucas

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