Por qué los cerdos no tienen alas

Dic 13 • destacamos, Lecturas, Miradas, principales • 3643 Views • No hay comentarios en Por qué los cerdos no tienen alas

 

POR MAIA F. MIRET

 

Editora y divulgadora de la ciencia

 

Un dinosaurio en su sopa, sí. Apuesto que también en su desayuno, y posiblemente uno de buen tamaño para su cena de Navidad. Ya se imaginará usted a quiénes se refiere Álvaro Chaos Cador con el título de ¡Hay un dinosaurio en mi sopa! Una guía rápida sobre evolución biológica —el texto ganador del Premio Internacional de Divulgación de la Ciencia Ruy Pérez Tamayo 2014, que convoca desde el año pasado el Fondo de Cultura Económica para enriquecer el catálogo de su colección La Ciencia Para Todos—: a las aves, esos seres tan estrechamente emparentados con ciertos dinosaurios que los taxónomos ya ni se molestan en clasificarlos en grupos separados. La sopa, presumiblemente, se trata de un caldo de pollo, pero no nos consta.

 

Los dinosaurios gozan de muy buena prensa, de modo que son una elección atinada para el título, pero no opacan, en este libro estructurado en forma de ensayos breves que se articulan entre sí de manera más o menos libre, a perros, ratones, bacterias, levaduras y hasta humanos, todos protagonistas de la evolución, su tema central. Chaos revisa, con una escritura desenfadada y literaria —y a veces un poco desaliñada e irregular en términos del nivel de complejidad de las explicaciones y las definiciones—, algunos temas clásicos de la divulgación y la enseñanza de la evolución: a Darwin, Mendel y Lamarck y sus infaltables ojos, chícharos y jirafas, las teorías y las hermosas ilustraciones de Haeckel, los monstruos esperanzados de Goldschmidt, y la vena un poco sádica de Alfred Weissman, que con su guillotina terminó por derrotar la narrativa lamarckiana. Tampoco deja de darse un paseo por otros temas, como el trabajo de Linneo y su sistema de clasificación de los seres vivos, algo de filosofía de la ciencia y qué tiene que ver con la forma en que entendemos la diferencia entre una ostra y un lenguado, la historia de las Drosophilas y sus ojos, alas y patas, la inquietante presencia de los mutantes y todas las cosas que nos revela,  y también algo de selección sexual y biología del sexo, en donde no esquiva, temo reportar, muchos de los lugares comunes en los que casi siempre aterriza la divulgación, la buena y la mala, para hacer apetitoso un tema que por lo demás es perfectamente divertido sin necesidad de analogías y símiles humanos.

 

Pero si bien decide presentar a sus lectores, que no necesariamente deben conocer mucho del tema —aunque les ayudaría, para seguir sin falta el hilo de una argumentación que no es lineal sino que se desvía con frecuencia de ensayo en ensayo—, una introducción general a la historia y los problemas de la teoría de la evolución, desde el inicio Chaos deja claro que la versión ortodoxa que puede encontrarse en libros de divulgación y de texto requiere, como todas las cosas ortodoxas, bastantes apostillas y tal vez hasta algunas revoluciones.

 

En efecto, la nueva síntesis o neosíntesis, que es la versión dominante, paradigmática de la evolución, centrada como está en las mutaciones y la selección natural como los orígenes del cambio y de la supervivencia de los individuos, es un traje que le ha ido quedando chico a las áreas de la biología que se han puesto a escudriñar otros terrenos. Uno de los más apasionantes es sin duda la biología del desarrollo, que es el estudio de las formas en las que los organismos crecen y cambian dentro del huevo o del vientre materno. Esta disciplina, que busca entender cómo los genes y las leyes de la física, las condiciones del entorno y otras causas trabajan al unísono para arrojar al mundo un individuo que deberá probarse y dejar descendencia, y que hasta ahora ha sido una especie de hermana menor de la biología tradicional, en cambio resulta fundamental para entender problemas cruciales, por ejemplo por qué los cerdos no tienen alas y no las tendrán jamás, y en cambio el enorme grupo de los insectos, por ejemplo, las ha inventado y desechado una y otra vez a lo largo de los millones de años que tienen de existir sobre el planeta.

 

La parte más suculenta del libro ocurre casi al final, cuando Chaos —doctor en ciencias biómedicas y con un posdoctorado en el Centro de Ciencias de la Complejidad de la UNAM— se interna en el morfoespacio de Raup, las redes binarias, la teoría de la complejidad, la autoorganización. Es aquí donde nos muestra no la ciencia que se hizo, sino la que se está haciendo: cómo estos nuevos marcos conceptuales y sus fascinantes modelos ayudan a llenar los espacios que se quedaron en blanco en la neosíntesis y a empujar las fronteras disciplinarias en nuevas direcciones. Para narrarnos esta historia Chaos echa mano de analogías nuevas, de imágenes útiles que pueden inspirar por igual a lectores nuevos y expertos. Se trata de los textos más intrincados del libro, pero también de los más originales, y se echa de menos una segunda parte en la que el autor se extienda sobre su propia área de investigación, que sin duda requiere buenos divulgadores con más urgencia que las áreas más tradicionales y consabidas del trabajo biológico.

 

Álvaro Chaos Cador, ¡Hay un dinosaurio en mi sopa! Una guía rápida sobre evolución biológica, FCE/SEP/Conacyt, México, 2014, 214 pp. La Ciencia Para Todos.

 

* Fotografía: Álvaro Chaos aborda la evolución biológica con una apetitoso tratamiento de los temas / FCE

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