Potenciar el síntoma: reseña de “Fallar otra vez”, del escritor Alan Pauls

Ago 6 • Lecturas, Miradas • 962 Views • No hay comentarios en Potenciar el síntoma: reseña de “Fallar otra vez”, del escritor Alan Pauls

  Para Alan Pauls, los errores que no dejan de cometerse en el ejercicio de la escritura son más un reflejo del carácter íntimo del autor que un paralizante corset estilístico   POR ERICK HERNÁNDEZ MORALES “No sé cómo empezar un texto”. ¿Será que ese conocidísimo problema de redacción que impide a tantos superar el famoso miedo a la hoja en blanco haya influido a dar origen a la técnica de iniciar un relato in medias res? Quizás algún bardo en la antigüedad tenía el mismo problema y en lugar de solucionarlo cometió la barbaridad de saltarse el inicio de la historia, luego reincidió en el mismo defecto hasta pulir y consolidar una convención estilística que más tarde adoptarían Homero y multitudes de narradores en los siglos por venir. La hipótesis, además de resolver mi propia dificultad para comenzar esta reseña, no parece tan descabellada después de leer Fallar otra vez de Alan Pauls (Gris Tormenta, 2022) y ver la innovación literaria con otros ojos.   En este breve ensayo, el escritor, guionista y periodista argentino pondera el fallo recurrente, los problemas que surgen con insistencia en el proceso de escritura como el germen de donde nacen la originalidad e innovación literarias. Para él, esos errores que no dejamos de cometer con la pluma son un síntoma al que no hay que buscarle cura, sino más bien explorarlo y potenciarlo, puesto que sería un reflejo de lo más íntimo e idiosincrático de cada autor y por ello la mejor pista a seguir para encontrar su estilo propio.   Con esta idea central, Fallar otra vez es al mismo tiempo un elogio y una crítica a la corrección dependiendo de cómo se entienda esa práctica. Pauls desconfía de ella cuando está sometida a cualquier tipo de corset estilístico, ya sea por fidelidad a un determinado ideal de la forma artística, o por satisfacer expectativas provenientes del mercado, del público meta o de cualquier destinatario. En otras palabras, cuando se asocia a una noción de lo correcto, lo que está bien, y, en consecuencia, erradica esos desvíos que relega al cajón opuesto de lo que está mal. En cambio, propone entenderla como una segunda (o enésima) oportunidad para desatar las fuerzas de la invención y descubrir las posibilidades que abre ese error que persiste.   Para ilustrarlo recurre a los ejemplos de Proust y Joyce, dos correctores compulsivos de sus propios textos carentes de todo afán aséptico. ¿A la oración de Marcel le hace falta un corte? Él la volvía más desmesurada. ¿La prosa de James podría ser más amable con el lector? Ni lo sueñe. En el extremo opuesto, pero con la misma disposición a asumir sus debilidades con toda naturalidad, se encuentran César Aira y Karl Ove Knausgard, quienes no corrigen ni una coma y a esa terquedad deben su estilo. Samuel Beckett, otro eminente transgresor, resumió el proceso compartido por todos ellos en una frase de donde el libro extrae su título: “Probar otra vez, fallar otra vez, fallar mejor”.   Por la lectura que ofrece de autores tan dispares, emparentándolos a partir de la conjetura sobre la importancia del fallo en sus respectivos estilos, Fallar otra vez puede inscribirse en lo que Ricardo Piglia llamaba la crítica de los escritores. A diferencia de la crítica académica, que tiende a examinar las obras literarias como algo cerrado e inamovible dando la falsa impresión de que se trata de objetos fríamente calculados hasta el más mínimo detalle, la que practican otros escritores se centra más en cómo están hechas, partiendo de la misma literatura como laboratorio y promoviendo indirectamente una poética subjetiva. Dado que originalmente Pauls dictó este discurso en una conferencia sobre guionismo, no se limita a buscar ejemplos literarios y aplica el mismo criterio para entender la filmografía de cineastas como Almodóvar, Rossellini o Lynch.   Gris Tormenta tuvo el buen tino de encomendar el prólogo de su edición a Julián Herbert, acaso uno de los más notables practicantes de la misma clase de crítica de escritores en el ámbito de la literatura mexicana actual, cuyas propias reflexiones en torno a los procesos de escritura lo vuelven el interlocutor ideal para el argentino.   ¿Qué tan útil puede resultar la lectura de este ensayo en la práctica para un aspirante a escritor? El mismo Herbert se lo pregunta, consciente del riesgo de que el temprano desdén a todo tipo de regla degenere hacia un conformismo narcisista. Él no puede responder y yo mucho menos. Poco importa al hablar de un libro que aboga por lo contrario de resolver los problemas cuando de literatura se trata, por lo que no duda en recomendarlo en pro de la agitación literaria.   FOTO: Alan Pauls también es autor de Historia del dinero (Anagrama, 2013)/ EFE

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