¿Quién fue Helena?

Dic 17 • Conexiones, destacamos, principales • 1687 Views • No hay comentarios en ¿Quién fue Helena?

POR JUAN CAMILO RINCÓN.

 

La niña que aprendió la poesía y la música sobre el lomo de un caballo; la adolescente que aprendió de cautivas y salvajes; la mujer que vagó, sucia, por los bosques y se deleitó con agasajos y sacerdotisas, con ritos y brujos. Es la Helena de Esparta, esa que nos narró Homero, muchas veces retratada frívolamente en películas y novelas, y que hoy la escritora colombiana Gabriela Arciniegas recupera en El libro de los viajes (FCE, 2023), primer tomo de la trilogía de ficción histórica Helena. La reina condenada.

Arciniegas revisita a una Helena lejos de la fama de su belleza para narrar, en cambio, cómo la reina vislumbró desde el palacio de su niñez lo ancho que era el mundo, lo reconoció y lo descubrió por ella misma desde las guerras, los destierros, los conflictos, el no-tiempo de los dioses y el deseo de una libertad que algunas veces le fue esquiva. La autora lo hace desde una primera persona que nos revela a una de las mujeres más famosas de la Antigüedad desde sus orígenes, interpelándola para obtener las respuestas de una Helena “profunda, multidimensional y sobre todo humana”.

¿Por qué es importante reactualizar y revisitar a Helena y, de paso, el contexto histórico en el que se desarrolló su vida?
Se ha escrito mucho sobre la guerra de Troya y sobre ella, la “mujer más bella del Egeo”, pero al leer todo aquello me doy cuenta de algo: en la Antigüedad, desde Homero hasta la Grecia clásica, nos encontramos con una Helena vista por los hombres: su belleza y su infidelidad. En segundo lugar, ninguno de esos autores vivió la época del siglo XIII antes de nuestra era y cada uno ambientaba la historia desde su propio momento histórico y sus propias costumbres, vicio que data hasta hoy. Muchas de las novelas que se han escrito en los dos últimos siglos y todas las películas que existen sobre el tema retratan a una Helena que viste túnicas de la Grecia clásica o casi del periodo romano en unos palacios que más parecen el de Windsor que las humildes viviendas de la Esparta en que la Helena histórica vivió. En tercer lugar, todavía me encuentro con mucha gente que piensa que la guerra de Troya no es más que una leyenda. En esta trilogía la intención es contrastar esas ideas con las teorías más recientes, desde la arqueología y la paleolingüística, para recalcar algo: la Troya descrita por Homero “ya está más que comprobado” sí existió, la guerra que el escritor narra sí ocurrió, y Paris Alejandro y Helena dejaron una huella en los amplios anales de los hititas, habitantes de la Turquía de esas remotas épocas.

En definitiva, son hechos históricos …
Así es. Si bien es cierto que hay muchos elementos de la cultura micénica que son fruto de la imaginación de los autores de diferentes épocas, hay que partir de la certeza de que este es un hecho histórico. La razón por la que pervive este triángulo amoroso -o más bien político: Menelao-Helena-Paris- es porque, como las obras de Shakespeare, es un conflicto que aún hoy sigue ocurriendo: la traición, el amor, la guerra, el destierro y el transtierro, son todavía en nuestros días, son el pan diario de todas las culturas del mundo. Además de la precisión histórica siempre fue de mi interés retratar a una mujer desde sí misma y no desde la opinión de otros; rastrear cuáles podrían haber sido las aspiraciones y las frustraciones de esta mujer remota. Homero me dio las pistas de una Helena con una búsqueda espiritual enfocada hacia la sanación y la predicción al dar pinceladas sobre una mujer que tenía una afición por la fabricación de pócimas para el alma y por la interpretación del vuelo de las aves. Me pegué de eso para construir el universo interior de este personaje, a mi juicio tan pobremente tratado y juzgado tanto en la literatura como en el cine.

¿A qué cree que se debe la existencia de tantas versiones de Helena en la literatura y en el cine?
La Helena literaria, y no la histórica -a esa nunca la conoceremos-, es un personaje que ha sido interpretado de forma múltiple: como la hembra irracional e indómita de Las troyanas, como la infiel arrepentida y llena de culpa de la teicoscopia homérica, como la manzana de la discordia de la tríada de diosas, como la frívola indiferente al dolor de la guerra, o como la víctima de una transgresión. Creo que todos los narradores y cineastas parten de la misma pregunta: ¿quién es esta mujer que fue capaz de desatar una guerra? Todos inician con la premisa de que fue ella la culpable de alguna manera, pero nadie se ha preguntado si realmente fue así como se desató esa guerra ocurrida en el siglo XIII antes de nuestra era. Más importante aún: nadie se ha preguntado quién era ella antes de la guerra. Es lo que yo trato de inferir a partir de su contexto sociopolítico e histórico.

¿Cómo fue la construcción de esta Helena que se contrapone a la versión simplificada y machista?
Partió de la resolución de no hablar de su belleza. Mi objetivo fue sondear en el alma de una mujer que no tuvo decisión en su propia vida y que no pudo elegir su camino, pues otros lo eligieron por ella. Otros decidieron no solo que era bella, sino que tenía un “valor” comercial, político; el mundo la vio como un objeto. Nadie se preguntó cuál era su búsqueda interior; nadie le preguntó: ¿qué quieres ser cuando seas grande?. Comencé por ese hecho apabullante y que lamentablemente sigue siendo realidad en muchas culturas e intenté comprender lo que ella sentía ante las imposiciones de su estatus y su momento a partir de las herramientas que tenía a la mano una mujer de su época y su condición.

¿Cómo fue el proceso de investigación para narrar a esta nueva Helena? Además de la relectura de obras clásicas, ¿de qué otros insumos se nutrió?
Lo más importante para compenetrarme con Helena y con su época no fue la literatura -que en todo caso consulté para conocer lo que se esperaba de mi relato-, sino los textos de geógrafos antiguos como Pausanías, Herodoto, Pseudo-Apolodoro, Higino. Ellos recopilaron historias de Helena a partir de las ruinas que encontraban por el territorio griego; es lo más cercano a la historiografía que se puede conseguir de esa época. Acto seguido me ocupé de los estudios arqueológicos y paleolingüísticos: los anales hititas, los papiros egipcios, los sitios arqueológicos de las ciudades, los estudios sobre ritos, lugares sagrados, costumbres, instrumentos musicales, rutas de comercio y hasta de botánica. Comprender no solo la Grecia micénica sino los imperios y pueblos que la rodeaban: los aqueos y los troyanos no estaban en medio de la nada; esas otras culturas que los rodeaban interactuaban e influían sobre el mundo de Helena. En el contexto sociopolítico en que vivían todas esas culturas en ese momento histórico hubo alianzas, enemigos y guerras que afectaron directamente el conflicto troyano. Pensar que una guerra solo se desata por una mujer es poético, pero no realista. Entender los factores políticos, comerciales, territoriales, que se fueron acumulando hasta derramar ese vaso, fue la clave.

En el proceso de investigación, ¿qué otros descubrimientos hizo sobre la vida de las mujeres de esa época?
Por ejemplo, siempre se habla de los rituales de pasaje que inician al niño en la adultez en las culturas antiguas. Propp, Campbell, Frazer, Eliade, hablan de ellos pero se refieren siempre al ámbito masculino. Resulta que las niñas también pasaban por esos ritos, que podían ser muy suaves, como en Olimpia, que hacían carreras vestidas con prendas precursoras del bikini, o podían ser muy cruentos, como en Cafias, cerca de Esparta, en que las niñas debían ser colgadas de un árbol: si se desnucaban y morían, perdían; si apenas sufrían de asfixia por unos minutos y vivían, podían casarse y ser madres como máxima aspiración y premio. Si, como dicen los hititas, Helena existió, es muy posible que hubiera pasado por ese rito. Así lo cuento en la novela. La obsesión por el rapto en la literatura antigua griega tampoco es gratuita, pues al parecer existía un rapto ritual durante la celebración del matrimonio: el novio raptaba a la novia de la casa de sus padres y la llevaba donde una sacerdotisa quien, en vez de ahorcar a la novia, le enseñaba todo lo que debía saber sobre el sexo, el cuidado de la casa, la cocina, la maternidad, el bordado, el tejido. Sin embargo, en contraste con lo anterior, no todo era dolor ni imposición. En las tablillas de cerámica halladas en los sitios arqueológicos se encontró que las mujeres de las ciudades-Estado tenían derecho a poseer rebaños, talleres de orfebrería, alfarería y tejido, y esto significaba que podían tener cierta autonomía dentro de su sociedad. Es decir, no todo era correr en bikini, ser ahorcada, raptada, ser esposa y madre.

¿De qué manera entrelazó la investigación de hechos históricos con la ficción?
Tomar toda esa información que iba encontrando y hacerla fluida, ágil, incorporarla a la vida de Helena y de quienes la rodeaban, requirió varias versiones. De cada artículo nuevo, cada descubrimiento que iba haciendo, encontrar la pertinencia, fue siempre el objetivo. Permanecer en la fidelidad histórica, la fidelidad a las versiones cotejadas y elegidas, y la fidelidad al alma de Helena. Sobre todo lo último: luego de leer que el poeta Estesícoro fue cegado por Helena por no hacerle justicia, no quería correr el mismo riesgo.

¿Cómo se logra mirar y narrar de otros modos a un personaje histórico que ha sido tan abordado desde la academia, pero también desde la cultura popular?
Hay algunas versiones sobre su vida que están demasiado metidas en el imaginario colectivo de Occidente y que no podía cambiar, como el matrimonio con Menelao y el rapto de Paris así como, obviamente, la guerra. Hubo otras que, aunque me parecieron subversivas y chocantes, de todos modos las adopté porque me pareció que enriquecían la trama o les daban más profundidad a los personajes. Siempre me centré en lo que esa mujer de hace quince siglos podía decirles a las mujeres de hoy, en los asuntos que han cambiado y esas que siguen siendo problemáticas sin resolver.

¿Qué representa o qué implicaciones tiene hoy poner en segundo plano a quienes siempre han sido protagonistas? (Paris, Héctor, Menelao…).
Los hombres que rodean a Helena parecería que están en segundo plano, pero sus presencias siguen allí, contundentes como nunca, como fuerzas que empujan el cuerpo y el transcurrir de las mujeres hacia su núcleo, como si quisieran hacerlos más pequeños. La respuesta que ejercen la materia y el tiempo femeninos oprimidos es una contrafuerza que empuja de vuelta, y que se expresaba de diferentes maneras: el tejido, el bordado, la música, como actividades pasivas y tan solo testimoniales, pero también cobraba formas más activas, como la magia y la hechicería.

¿Cómo logró darle el giro a temas como la fatalidad que siempre rodeó a Helena o sus conversaciones con los dioses, desde una perspectiva más “terrenal” o racionalizada?
Esa fue una de las primeras decisiones que tomé, luego de la más fundamental, que era ignorar la belleza de Helena: no quería escribir una novela de fantasía en que los faunos y las ninfas interactuaran tan materialmente con el ser humano. Quería descender a un plano humano, físico en el que, como hoy en la cotidianidad de cualquier religión vigente, se establece que ciertos actos fantásticos pueden acontecer por obra de la divinidad, como un portento, un milagro, la encarnación de un dios, una visión, un sueño premonitorio, el influjo de los astros en la vida, pero nuestra realidad transcurre sujeta a las leyes de la naturaleza. Vivimos en perpetua incertidumbre respecto a los actos divinos o mágicos, o a las afirmaciones de la autoayuda -sofisticación de las religiones antiguas-, siempre esperando el favor de una entidad, llámese dioses, mente o “el universo”, en duda permanente de si este favor será concedido o no, en una orfandad que espera, infatigable, lograr la compañía de entidades superiores y omnipotentes. De eso quería hablar: de los conflictos humanos en esa insatisfacción, en la ambición, las pulsiones, el deseo, pues son asuntos que se han mantenido invariables desde hace eones, en la eterna lucha por el dominio de un territorio, incluso cuando el territorio tenía nombre de mujer.

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