Recordando a Hermann Hesse

Ago 6 • Reflexiones • 916 Views • No hay comentarios en Recordando a Hermann Hesse

 

A 60 años de su muerte, su obra es un referente de la literatura alemana, caracterizada por su alto contenido filosófico expresado de manera sencilla. En esta ocasión, se le recuerda por su obra Narciso y Goldmundo

 

POR LUIS BACKER
El 9 de agosto se cumplen 60 años desde la muerte Hermann Karl Hesse, escritor alemán galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1946. Con una prolífica producción que incluye doce novelas, Hesse, de oficio librero, se convirtió en un referente de la literatura en lengua alemana.

 

Sus novelas se caracterizan por la facilidad con la que logra introducir nociones filosóficas complejas y explicarlas con sencillez; Narciso y Goldmundo (1930) es un ejemplo de esto. Se trata de una novela posterior a su gran éxito internacional El lobo estepario, de 1927, donde exploró el tema de la depresión, enfermedad que vivió en carne propia, mientras que en Narciso y Goldmundo regresa a la corriente de libros como Siddhartha, en donde trabaja la dualidad de su pensamiento a partir de dos personajes.

 

Toma como referencia histórica el inicio y fin de la peste bubónica; entre el capítulo XIII y XV, la novela comienza en torno al año 1300 en el monasterio de Maulbronn, una edificación emblemática en la literatura de Hesse, pues también aparece en su novela corta Bajo la rueda. El cenobio, edificado en 1147, ha sido habitado por célebres personajes relacionados con las letras tales como Johann Georg Faust, alquimista y mago que serviría de inspiración a Goethe en su obra Fausto, el poeta Friedrich Hölderlin y el propio Hermann Hesse.

 

Al inicio de la novela se nos presenta a Narciso, quien desde muy joven mostró un gran talento para las lenguas clásicas y la filosofía; mancebo piadoso y asceta apegado a la liturgia, fiel seguidor de la máxima de San Benito: “ora y labora”. En su opuesto se encuentra Goldmundo (Goldmund) —traducción castellanizada que podría interpretarse como “boca de oro”—, joven tímido que en el viaje de la Bildungsroman se transforma, primero en un pícaro seductor, luego en artista, asesino accidental y finalmente en un andariego que dejará interesantes reflexiones sobre el arte, el amor y la muerte.

 

Goldmundo, a quien el autor describe como un joven apuesto y de labia grácil, pasará la primera parte de la novela errabundenado por prados y bosques en donde cortejará una decena de mujeres. Sobre dicho comportamiento surge la siguiente reflexión:

 

“El amor de las mujeres y el juego de los sexos estaba, para él, por encima de todo, y su propensión a la tristeza y al hastío provenía, en el fondo, del conocimiento del carácter huidizo y transitorio de la carnalidad. El rápido, fugaz, maravilloso encendimiento del deleite amoroso, su fuego breve y abrasador, su rápido apagarse… todo esto le parecía contener la raíz de toda experiencia, todo esto se convirtió para él en símbolo de toda la alegría y de todo el dolor de la vida. Podía entregarse a aquella tristeza y a aquel espanto de la transitoriedad con el mismo fervor que al amor, y esa melancolía era también amor, era también carnalidad. Así como el goce erótico, en el instante de su máxima y más dichosa tensión, sabe que inmediatamente después se desvanecerá y morirá de nuevo, así también la íntima soledad y la melancolía sabían que serían tragados súbitamente por el deseo, por una nueva entrega a la faceta luminosa de la vida”.

 

En un segundo instante de la novela, Goldmundo tiene una revelación al encontrarse con una escultura en la capilla de otro monasterio. El paroxismo que surge tras la contemplación da lugar a una transformación del personaje. La imagen tallada en madera que representa a La Madre del Señor le recuerda a su propia madre, pero también a todas la mujeres que ha amado. El rostro de la figura es un reflejo de la presencia femenina que habitaba su corazón sin saberlo. Entonces, Goldmundo decide ir en busca del autor: el maestro Nicolao, siguiendo sus impulsos artísticos que anteriormente reprimía con una vida feral, las francachelas y las aventuras amorosas.

 

La primera percepción que Goldmundo tiene sobre el arte es la siguiente:

 

“Goldmundo decíase que tal vez la raíz de todo arte y quizá también de todo espíritu fuera el temor de la muerte. Nos horroriza la transitoriedad, vemos como las flores se mustian, sus hojas se caen y recordamos que somos transitorios y que no tardaremos en marchitarnos”. Y prosigue de la siguiente manera: “Para él, el arte y los artistas carecían de valor si no ardían como el sol y no eran poderosos como torres, si solo proporcionaban regalo y pequeñas dichas”.

 

Así, tras una etapa como aprendiz de escultor, decide rechazar la vida de comodidades y sale a los bosques en busca de la libertad y las emociones que seguían estimulando su alma. Será en este lapso en el que la sombra de la muerte cubriría Europa: la peste negra. Goldmundo también se convertiría en asesino en legítima defensa y burlaría un par de veces a la parca, hasta que un romance con la esposa de un conde lo conduce a la horca. Es en este punto de la novela en donde surgen las reflexiones más profundas sobre la muerte:

 

“En su camino, Goldmundo se reafirma: No sabía si había un juicio, un Dios padre o una eternidad. Pero hubiese o no una eternidad, no la anhelaba, no quería nada más que esta vida insegura y transitoria, este alentar, este morar dentro de su piel, no quería más que vivir”.

 

En otra de sus conversaciones, Goldmundo discurre: “Por estar tan lleno el mundo de muerte y horror es por lo que busco constantemente consolar mi corazón y coger las bellas flores que crecen en medio de este infierno. Encuentro el placer y, por un instante, olvido el horror. Pero eso no quiere decir que no esté allí”. Y más adelante continua:” En medio de esta danza de la muerte de la existencia corporal, inacabable y sin sentido, se encuentra el espíritu creador”.

 

El final del libro sucede en el lecho de muerte de Goldmundo;, acompañado por su gran amigo Narciso. Esa última despedida será también una reconciliación entre el espíritu, la materia y la transitoriedad, temas que tanto obsesionaron al autor a lo largo de esta gran obra.

 

*Fragmentos tomados de : Hesse, H. (2015). Narciso y Goldmundo. (Tobío, L. Trad.) Penguin Random House.

 

FOTO: Hermann Hesse retratado por Gret Widmann hacia 1927/Especial

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