Registros de abril

Abr 23 • Miradas, Música • 1015 Views • No hay comentarios en Registros de abril

 

Mientras que Gabriela Ortiz es la primera compositora en ingresar a El Colegio Nacional, la soprano Irasema Terrazas impacta como actriz en La voz humana, una adaptación de Jean Cocteau

 

POR IVÁN MARTÍNEZ
Leer los nombres de este título en abril. Y no en marzo. Fue una coincidencia, simpática pero accidental. Mis primeros días de abril revisando la actualidad de nuestro quehacer musical, fueron protagonizados por ellas. Suena raro ya sólo escribirlo: una de las frases de batalla de la colectiva Tsunami, integrada por mujeres dedicadas a la música, es precisamente “no somos hombres blancos muertos”, y aquí estaba yo repasando el trabajo de creadoras vivas, dos de ellas jóvenes, dos de ellas migrantes, tres de ellas latinoamericanas.

 

El 4 de abril se hacía comenzar el mes con la noticia de que la compositora Gabriela Ortiz había sido elegida nueva integrante de El Colegio Nacional; apenas la octava en su historia, y apenas la primera entre músicos después de Chávez, Mata y Lavista. La elección es consecuente con su linaje artístico, pero sobre todo con el consolidado lugar que ocupa hoy su música, el alcance de sus distintivo lenguaje y depurado oficio, dentro y fuera de México.

 

Luego el sábado 9 escuché a la Orquesta Filarmónica de la UNAM. Para concluir su primera temporada del año, recibieron como huésped al director Sylvain Gasançon, quien además de ser una batuta respetada en nuestro medio, una de las más sólidas entre los visitantes frecuentes de nuestras orquestas, suele llegar siempre con novedades y rarezas en cuanto a repertorio.

 

La OFUNAM continúa presentando conciertos breves y sin intermedio, con su plantilla reducida, y el director ofreció esta vez, como plato central, la música que para una puesta teatral de Pelleas et Melisande escribió Sibelius: su lectura fue meticulosa en detalles, honda en emociones y vasta en su amplitud sonora; libre y frondosa, ilimitada aun con una orquestación de entrada pequeña y la cuerda reducida.

 

Antes había dirigido con bondad el Pastoral de verano de Honegger, pero los mayores descubrimientos fueron las dos obras con que abrió el programa: el Entreacto de Caroline Shaw (1982) y el breve pero característico poema sonoro Indígena de Tania León (1943).

 

Ambas han sido, coincidentemente, ganadoras del premio Pulitzer: Shaw la más joven, León la más reciente. León es más conocida en México, su música permanece en un ámbito más tradicional de la composición; y si bien ha permanecido alejada de su patria por décadas, aun en su obra toda suelen estar impregnados elementos melódicos o rítmicos de sus raíces. A veces de manera sutil, a veces extenuantes. Indígena es una obra fuerte en su concepto y expresiva y persistente en su escritura, que Gasançon leyó con intensidad y perspicacia casi ritual.

 

Shaw, compositora de su propio tiempo, es una creadora de intereses más diversos y menos ortodoxos, que lo mismo inscribe su discurso en obras de lenguaje emblemáticamente clásico como la presentada esa noche, o colabora con artistas como Rosalía (cuyo trabajo conjunto puede escucharse en el último lanzamiento de la española, Motomami), y que no ha tenido mayores oportunidades de escucha en nuestro país; éste fue un estreno nacional.

 

Su Entreacto es un ensayo para cuerdas donde se homenajea a Haydn impregnándolo de su lenguaje actualizado; la oportunidad que brindó Gasançon de presentarlo al ofrecer una lectura lo más transparente y precisa de sus ideas, deberá ser una que sirva para abrirle todas las puertas de nuestras salas. Shaw es ya una de las compositoras más icónicas de la actualidad, que apenas el domingo anterior se había llevado a casa también el Grammy como compositora del año.

 

El siguiente lunes 11, pude “asistir” vía streaming al estreno en Estados Unidos de The invention of sex, el ciclo de canciones de Diana Syrse que ella misma cantó como solista del New Juilliard Ensemble, desde la Allice Tully Hall de Nueva York. Estuvo ahí varios días como residente en la escuela Juilliard ofreciendo dos masterclasses y preparando este estreno.

 

 

El ciclo, comisionado por este mismo ensamble que debía estrenarlo en abril de 2020 (tuvo su estreno absoluto en París en 2021), está escrito en cuatro movimientos, el primero de ellos a manera de obertura; contiene textos de la misma Diana y Aleksi Barriere y conjunta la electrónica con el ensamble instrumental. Balanceada una escritura muy orgánica para la voz con la riqueza de texturas creadas en el aparato orquestal, navega en un surrealismo musical y literario, que comienza a ser positivamente identificable.

 

No sobra aprovechar este registro sobre The invention of sex para recordar que la carrera de Diana, centrada en escenarios europeos desde hace varios años, comienza a tener presencia mayor en los Estados Unidos; el fin de semana anterior, el Coro de Hombres Gay de San Francisco estrenaba el ciclo Songs of the Phoenix, un extenso trabajo colectivo que la reunió con otros doce creadores de distintos orígenes geográficos y musicales.

 

Dos horas después, logré llegar al Teatro Milán, donde actualmente se presenta una nueva producción de La voz humana, el monólogo de Jean Cocteau. No se trata de la ópera de Poulenc y este espacio no está dedicado al teatro, pero vale la recomendación pues la protagonista del montaje dirigido por Miguel Septién es la soprano Irasema Terrazas. Enfrentada aquí a su mayor reto como actriz, el resultado es cuidado; y si el eclecticismo con que había asumido lo mismo el repertorio vocal barroco que el tradicional o contemporáneo, le valieron antes el respeto total del público como cantante, la fortaleza escénica con que navega este tour de forcé, la colocan sin ninguna duda como la artista más completa del medio operístico mexicano.

 

FOTO: La compositora Gabriela Ortiz/ El Universal

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