Luis González de Alba: Regreso a Lecumberri
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Luis González de Alba, que salió a la luz como escritor con Los días y los años (Era, 1971), memoria de su estancia en la cárcel de Lecumberri de la Ciudad de México como líder del movimiento estudiantil de 1968, quiso que sus papeles regresaran al llamado “Palacio Negro”, sede del Archivo General de la Nación (AGN). Su directora, Mercedes de Vega, cuenta cómo fue que llegaron estos documentos
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POR ABIDA VENTURA
Cinco meses antes de su muerte, Luis González de Alba (Charcas, San Luis Potosí, 6 de marzo de 1944-Guadalajara, Jalisco, 2 de octubre de 2016) decidió que los escritos y apuntes que realizó en su celda de Lecumberri volvieran a ese “Palacio Negro”, donde estuvo preso durante dos años y que le abriría el camino hacia la escritura.
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Esos manuscritos y anotaciones que datan de 1968-1970 sobre la lucha estudiantil, el mecanuscrito original de su novela Los días y los años, cartas, correspondencia, trabajos académicos sobre psicología y composiciones musicales regresaron a esa cárcel, ahora convertida en el mayor repositorio público de la memoria del país, en una caja con 24 expedientes que personal del Archivo General de la Nación (AGN) ya catalogó, organizó y digitalizó para su consulta pública en la galería 7 del recinto.
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“No es un archivo con miles de fojas, pero son documentos muy ricos en contenido. Tienen todo el peso del significado que tuvo para González de Alba el Movimiento del 68”, dice en entrevista Mercedes de Vega, directora del AGN. La historiadora y encargada de la colección documental histórica más importante del país fue quien encabezó las negociaciones con el escritor y divulgador de la ciencia para que esos documentos regresaran al recinto.
Lee la carta de José Revueltas al joven escritor Luis González de Alba
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Llamadas telefónicas y correos precedieron a la firma final de ese convenio de donación que finalmente se llevó a cabo en Guadalajara a principios de 2016, el mismo año en que el autor decidió quitarse la vida.
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“Por lo que ocurrió después con su muerte, creo que él empezó a prepararse para su suicidio y, entre las cosas que consideró, fue entregar al AGN estos documentos”, comenta la funcionaria.
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De aquel encuentro en Guadalajara, Mercedes de Vega recuerda a un González de Alba conversador, satisfecho de que esos cuadernos y papeles que dan cuenta de un momento crucial de su vida volvieran a ese lugar que ahora está dedicado al resguardo de la memoria del país.
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“Fue un encuentro inolvidable porque me habló del valor que tenían para él estos documentos que entregaba al archivo, del significado que tenía para él que regresaran a donde los hizo, ahora siendo un archivo, no una cárcel; fue una plática muy enriquecedora, donde además pude descubrir su rica y compleja personalidad”, dice De Vega.
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“Soy descuidado con mis manuscritos y habría jurado que esos cuadernos estaban en la basura, pero el querido Nacho Osorio me hizo poco antes de morir el sorpresivo regalo, como buen bibliotecario que era, de aquellos manuscritos sacados por él de la cárcel de Lecumberri, hecho que ni yo recordaba”, relataba en noviembre de 1997 González de Alba en un artículo donde explicaba las similitudes de sus apuntes con partes de La noche de Tlatelolco, el libro de Elena Poniatowska sobre el movimiento estudiantil del 68.
Los papeles de Luis González de Alba en el Archivo General de la Nación. Video
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En una gran mesa rectangular del nuevo y moderno edificio de laboratorios del Archivo, ubicado en lo que fue la antigua Penitenciaria de la Ciudad de México, los especialistas en restauración acomodan esos cuadernos con franjas rojas, amarillas y blancas; manipulan con guantes azules cada una de las hojas. Ahí entre tachones o frases borradas, están descritas escenas de su estancia en esa cárcel, ideas o comentarios sueltos.
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De Vega revisa con la vista cada uno de ellos para describir el contenido; lee en voz alta frases o páginas completas de esos apuntes en letra manuscrita, a veces ilegible.
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“Ésta es una narración de lo que ocurría al interior de la cárcel”, apunta la historiadora, mientras sigue con el dedo índice las primeras líneas de un manuscrito que contiene el relato de lo que pasó entre el 1 y el 11 de enero de 1969.
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“Ahora estamos todos, los 60 encerrados en la única celda que no pudieron abrir: la 54. En un espacio de 4 metros por 3, sin una sola cobija, muchos hasta sin zapatos, estamos esperando el nuevo ataque y tratamos de no pensar en los posibles resultados: no quedó nada que puedan llevarse si vuelven a entrar y no sabemos con qué fin están ahí vigilándonos. Yo acabo de subir, estuve mucho tiempo junto a la reja, viéndolos a través de los barrotes. La mayoría son de las crujías ‘D’, ‘E’, otros son de la sección de ‘apandados’, es decir, incomunicados por haber cometido algún delito…”, dice ese documento catalogado como el expediente 2.
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En otra carpeta amarilla colocada sobre la mesa se lee “Expediente 3. 3 fojas. Carta dirigida a Leopoldo Zea y Ricardo Guerra”.
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“Ellos habían sido maestros de González de Alba. En la carta él pide que los visiten en la cárcel y constaten las condiciones en las que estaban los presos políticos. No hay contestación: existe la carta que él escribió, pero no está dentro del archivo la respuesta”, dice De Vega.
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Después de describir la situación en Lecumberri en las dos primeras páginas, el líder estudiantil invita a sus profesores a visitarlos.
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“Espero que acudan mañana y se formen una opinión objetiva de nuestra situación ya que, según parece, nos han condenado, nuevamente, a la calidad de victimarios. Tanto la invitación a venir, como la solicitud que se levanten certificados médicos, son una petición formal que hacemos a quienes, como ustedes, están interesados en esclarecer la verdad acerca de los bochornosos hechos que nos ocupan, y que por su gravedad y las circunstancias en que se dieron, interesan a todo ciudadano preocupado por la buena observancia de la leyes que nos rigen y por el destino que tengan, en nuestro país, la democracia y la justicia”.
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Apuntes en los márgenes de las hojas, frases sueltas en las tapas, tachones de párrafos completos. Cada uno de los cuadernos da cuenta de los momentos y situaciones, que González de Alba pasó tras las rejas.
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“La reclusión favorecía que pudiera concentrarse en la escritura y en el estudio”, dice De Vega. “Se dedicó a eso, a escribir y a conversar, a tener un intercambio con presos políticos que estuvieron aquí”.
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Entre estos documentos, que los restauradores manipulan de manera cuidadosa, se encuentra por supuesto el expediente 23, que contiene una descripción de lo que pasó en la Plaza de las Tres Culturas la noche del 2 de octubre de 1968. Ahí González de Alba da cuenta del tiroteo, de la presencia de gente con guante blanco, de la entrada del ejército y del Batallón Olimpia y del traslado de él y de los “especiales” a la cárcel. Documento crucial que en conjunto con el resto de sus papeles donados permitirá explorar nuevas perspectivas de análisis del Movimiento del 68, según explica De Vega, quien junto a investigadores y restauradores del AGN se han dado a la tarea de revisar, catalogar y digitalizar en los últimos meses ocho fondos relacionados con el Movimiento del 68.
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Estos archivos se podrán ver próximamente en una plataforma que diseñará la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en el marco de los 50 años del Movimiento de 1968. Un recurso que ofrecerá una nueva mirada a ese pasado oscuro, señala Mercedes de Vega.
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La iniciativa se suma a la plataforma diseñada por el Archivo Histórico de la UNAM (www.ahunam.mx/68), en el marco de los 50 años del Movimiento de 1968, y que se puede consultar desde el pasado miércoles 21 de marzo.
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“La lectura de un documento siempre puede ofrecernos nuevas perspectivas. No es lo mismo verlo al calor de los hechos que habiendo transcurrido 50 años. Quienes se acerquen hoy en día podrán hacer nuevas interpretaciones, exploraciones novedosas sobre el Movimiento”, dice De Vega.
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Foto: Una de las cartas que Luis González de Alba escribió durante su reclusión en el “palacio negro” de Lecumberri entre 1968 y 1970. / Lucía Godínez / EL UNIVERSAL.
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