René Girard, un antropólogo de la violencia 

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POR JUAN CRISTÓBAL CRUZ REVUELTAS

 

Quizás exageradamente, el recién fallecido René Girard ha sido calificado como el “Darwin de las ciencias sociales”. Sin embargo, su obra, desde su primer texto célebre (Mensonge romantique et vérité romanesque, París, 1961), es sin duda sumamente seductora y constituye una de las más influyentes de las últimas décadas en el panorama intelectual de Francia y Estados Unidos. Desde la Biblia a Shakespeare y Nietzsche, pasando por los trágicos griegos, Girard abrió una nueva vía de lectura de la gran tradición literaria. Pero sobre todo aportó una nueva explicación de la violencia.

 

Su tesis es en cierta forma sencilla: al contrario de la idea de escuela romántica que defiende que el deseo es auténtico y emana absolutamente del yo, para Girard el origen del deseo humano no proviene ni del yo ni del objeto deseado sino de la imitación, queremos lo que otros quieren. Para ejemplificar esta relación triangular, Girard recordaba alguna vez que en sus primeros años de estudio tenía una buena amiga a la que nunca había considerado de otra forma, hasta que un buen día ella llegó tomada de la mano de otro. A sus ojos, la amiga se había convertido en mujer. El deseo surge entonces y ante todo de la rivalidad. El deseo va de par con una dinámica de violencia. Esta tesis le permitía afirmar que el ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 a los Estados Unidos fue menos motivado por la defensa del derecho a la diferencia cultural o para denunciar la arrogancia americana, que por el deseo de los fanáticos de apropiarse las cualidades del enemigo. Y en este caso, el atributo más llamativo de los Estados Unidos es el Poder. El resentimiento es así un componente mayor de la política y de las relaciones internacionales.

 

Para Girard las instituciones y la sociedad se erigen como medios para solucionar la violencia que es constitutiva de la relación entre los hombres. Conformar sociedad equivale a controlar esta violencia. Para Girard, la solución encontrada ha sido la de dirigir la violencia de todos contra todos, a la violencia de todos dirigida a uno solo. La catarsis de la violencia colectiva se consigue por medio del sacrificio de un chivo expiatorio. Aquí es donde Girard echa mano de la tradición literaria y bíblica con su ejército de víctimas inocentes sacrificadas a la furia desatada de la colectividad. Y aquí entra en juego también una segunda gran tesis de Girard: es el Cristianismo el que históricamente nos permite salir del constante ciclo de la violencia por medio de un gran sacrificio final, el de Jesús en la Cruz. Una suerte de gran ritual que pone fin a todo ritual sacrificial para volverlo a partir de ahora puramente simbólico. Dios mismo se sacrifica para poner punto final a la violencia mimética.

 

Al igual que el psicoanálisis de Freud, el pensamiento de Girard peca por su exceso al pretender explicar todos los aspectos sociales, desde el deseo hasta la existencia de las instituciones sociales y la “verdad oculta” de las grandes obras literarias. También se le puede criticar que justamente el catolicismo que reivindica no ha logrado crear sociedades menos violentas. El caso mexicano es revelador a este respecto. Pero la obra de Girard es de gran calidad y amerita ser leída y estudiada con detenimiento.

 

*FOTO: La violencia y lo sagrado es uno de los libros más conocidos del filósofo francés/Especial .

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