Resignación: duelo del fin del mundo

Jul 25 • Escenarios, Miradas • 6572 Views • No hay comentarios en Resignación: duelo del fin del mundo

POR JUAN HERNÁNDEZ

 

Dentro de las voces jóvenes de la dramaturgia mexicana se encuentra la de Daniel Antonio de la O Godínez (Acapulco, Guerrero, 1974), miembro de una generación cuya visión del mundo parece ser resultado de la decadencia y la desesperanza, en una época de pérdida de humanidad irremediable.

 

En Resignación, una de las obras de Daniel —actualmente escenificándose en el Teatro Helénico—, observamos la intención del autor de subrayar el sentido de pérdida existente en una generación que no han encontrado en la vida contemporánea satisfacción plena a sus necesidades espirituales.

 

Ganador del concurso nacional de Composición Dramática de Monólogo Víctor Hugo Rascón Banda con la obra Voces de un asesino de cara larga y sin sonrisa (estrenada en el 2012), Salida exit (2004), y Negación (la primera de una serie de obras sobre el duelo), Daniel de la O aborda en Resignación, de manera simbólica, la pérdida de la esperanza en el futuro, al plantear, desde el inicio de la trama, la inminencia del fin del mundo.

 

La obra es llevada a escena por el también joven pero con trayectoria Josejuan Meraz, nacido en Gómez Palacio, Durango, actor formado en el Centro Universitario de Teatro de la UNAM, y las actuaciones de Guadalupe Damián, Marissa Saavedra, Jorge de los Reyes y Constantino Morán.

 

La puesta en escena se desarrolla en estructuras elevadas, de tal forma que los personajes nunca tocan el piso del escenario, lo que provocan la sensación de riesgo constante en el movimiento de los actores tanto en sentido físico como emocional. Y no es para menos, pues se trata de hacer malabares, sobre aquellas mesas, mientras los personajes esperan, con toda consciencia, la aniquilación de la humanidad.

 

Encontramos en este montaje coherencia y unidad en el discurso. El texto tiene en la propuesta escénica el vehículo ideal para ser expresado y potenciado. No es casual si pensamos en los lazos de formación y de amistad que hay entre los participantes en esta obra artística. La complicidad en la reflexión sobre el mundo contemporáneo, dota a la puesta en escena de gran fuerza emotiva.

 

La obra cuenta la historia de cuatro personajes que, en una noche lluviosa, beben cerveza en espera del día final. La lluvia es recreada de manera sonora, mientras la escena se mantiene en penumbra, iluminándose sólo las áreas en donde los actores llevan a cabo sus acciones o diálogos. En esta atmósfera desesperanzada, apocalíptica, la actoralidad recurre al tono de contención emocional; no hay espacio para desahogos melodramáticos, la aceptación del destino trágico es absoluta, se sabe irremediable y se le asume como tal.

 

Los personajes se acompañan en los últimos días de la existencia de lo humano. Es una noche de duelo, en el que se velan los restos de una vida condicionada por la naturaleza compleja y contradictoria de individuos que amaron y odiaron, que se equivocaron y no esperan la redención ni el perdón. La ausencia de Dios como señal inequívoca de la pérdida de fe, en un mundo que ya no da para más y en el cual el sentido de desapego parece ser el reto del hombre en los últimos momentos de su vida.

 

En esta propuesta los actores realizan un trabajo de extraordinaria calidad. Consiguen trasmitir, sin recursos melodramáticos, la zozobra espiritual frente a la finitud irremediable. Están sobre la escena, dialogan, hablan en secreto, se reconcilian, buscan la compañía del otro para no terminar sus días solos. No rechazan lo desconocido porque ya nada tiene sentido frente al inminente fin de la existencia del hombre; ni las tragedias pasadas que asaltan a los personajes, ni sus amores frustrados, ni los odios que arrastran. No queda nada más que el abrazo.

 

La atmósfera de la obra se vale de la estructura del sueño y refleja aquellas pesadillas en las que el miedo se respira tras la certeza de que algo irremediable ocurrirá y de lo que no se puede escapar. La estructura onírica da a la obra un sentido de intimidad profundo, que se comparte con el espectador, como quien ve en un sueño lúcido la realización trágica de su destino.

 

Pese a la trama y a la atmósfera apocalípticas hay en la puesta en escena una sensación de descarga emocional, de alivio; la resignación final permite conseguir la paz. El duelo se completa. El hombre se entrega al sueño profundo de su finitud.

 

Resignación es la segunda obra de una serie de piezas sobre el duelo que Daniel de la O ha venido realizando, impulsado por sus dos pasiones: el teatro y la sicología. El dramaturgo es también licenciado en Psicología y maestro en Psicoterapia sicoanalítica por la Universidad Intercontinental. Negación y Resignación forman parte de su reflexión como escritor teatral y profesional de la salud emocional de uno de los sentimientos de mayor peso en el ser humano: la pérdida.

 

Como dramaturgo ubica a la pérdida en un cosmos en el cual el ser humano aparece diminuto, frágil, terriblemente apabullado por su propia naturaleza. El hombre desaparecerá, el mundo seguirá su curso, parece decirnos De la O en su teatro apocalíptico y al mismo tiempo lleno de recursos catárticos.

 

Resignación es una obra inquietante, íntima, profunda en el manejo de recursos emocionales sobre el duelo, que el hombre lleva a cabo como uno de los procesos más complejos de la experiencia humana.

 

 

*FOTO: Resignación, de Daniel de la O, dirigida por Josejuan Meraz, con Guadalupe Damián, Marissa Saavedra, Jorge de los Reyes y Constantino Morán, escenografía e iluminación de Félix Arroyo, vestuario de Gis Sandel y música y diseño de audio originales de Manolo Maass y Antonio Trillo, se presenta en el Teatro Helénico, lunes a las 20:30 horas, hasta el 17 de agosto./Pili Pala.

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