Rufino Tamayo: el regreso del maestro

Nov 26 • destacamos, Miradas, principales, Visiones • 4793 Views • No hay comentarios en Rufino Tamayo: el regreso del maestro

POR ANTONIO ESPINOZA

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Era imperdonable que en los últimos años en el Museo Tamayo Arte Contemporáneo no pudiera verse obra… de Rufino Tamayo. Afortunadamente, el maestro oaxaqueño está de regreso en el museo que lleva su nombre. Ahí se presenta la exposición: Rufino Tamayo. Primeras décadas: 1920-1959, conformada por una selección de obras realizadas en un período de tiempo de cuarenta años. Con alrededor de 80 obras (pintura, dibujo, gráfica y escultura), unas pertenecientes a distintas instituciones del INBA y otras provenientes de colecciones particulares, la muestra nos permite apreciar la evolución formal y estilística de uno de los más grandes artistas mexicanos; un autor que ejerció plenamente su libertad creativa y que en un momento abrevó en las vanguardias artísticas del siglo XX, sin perder por ello su identidad y su herencia cultural oaxaqueña y mexicana.

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La exposición, que estará abierta hasta el 31 de enero de 2017, va de menos a más. Inicia con una sala que alberga 21 dibujos de Rufino Tamayo. Se exhibe el boceto para Músicas dormidas (óleo sobre tela, 1950), la obra más celebrada del maestro, en la que evoca y rinde homenaje a La gitana dormida (óleo sobre tela, 1887) del Aduanero Henri Rousseau. Otros bocetos a destacar son el que realizó para ilustrar La peste, la gran novela existencialista de Albert Camus, publicada en 1947; los que hizo para los cuadros Animales (óleo sobre tela, 1941) y Perro ladrándole a la luna (óleo sobre tela, 1942), y para los murales Revolución (1936) y La naturaleza y el artista, la obra de arte y el espectador (1941). Ahí también se puede apreciar la ilustración del oaxaqueño para Nocturno de San Ildefonso, el gran poema de Octavio Paz, invocación del México de principios de los años treinta, en el que el poeta cuestiona la ingenuidad y la pasión revolucionaria de sus compañeros y de él mismo en la Escuela Nacional Preparatoria: “No nos faltó entereza: nos faltó humildad”.

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En otra sala se exhiben diez obras gráficas de Rufino Tamayo. Nos jala la mirada un Autorretrato (xilografía, 1930) y otras piezas notables como El brindis (litografía, 1957) y Hombre contemplando la luna (aguafuerte y aguatinta, 1947). Destacan también las quince litografías realizadas por Tamayo para ilustrar El Apocalipsis de San Juan, impresas por Paul Vibert y Lucien Detruit en París, en 1959. El platillo fuerte en esta sección es un ejemplar del extenso poema Aire mexicano (1952), del escritor surrealista Benjamin Peret, que Octavio Paz calificó como “uno de los más bellos textos poéticos que hayan inspirado el paisaje y los mitos americanos”. El poema fue ilustrado por cuatro maravillosas litografías de Tamayo y vio la luz bajo el sello editorial de la Librerie Arcaine.

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La sala donde se exhibe la pintura de RufinoTamayo resulta un tanto caótica, pues no hay un orden cronológico y además hay obras que no se entiende por qué están aquí. Tal es el caso de Retrato de Olga (carbón y sanguina sobre papel, 1947), un dibujo que pertenece al Museo de Arte Moderno y que se vería mucho mejor en la sala de dibujo. Otra obra fuera de lugar es el boceto a color del mural ya mencionado: La naturaleza y el artista, la obra de arte y el espectador, hecho para el Smith College de Northampton, Massachusetts. Se trata de un espléndido gouache sobre papel, una pequeña joya que desgraciadamente se pierde en esta sala. Algo parecido sucede con la única escultura de la exposición: Cabeza (bronce, 1942), colocada al final de la sala. Una obra tridimensional que despide al espectador, pero que no dialoga con nadie.

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Aún cuando están revueltas y no permiten una apreciación lineal, las pinturas exhibidas sí dan una idea del desarrollo artístico de Rufino Tamayo desde los años veinte hasta fines de los años cincuenta. Los tres cuadros de fecha más temprana, todos de los años veinte, todos diferentes, hacen evidente las inquietudes de un joven pintor que se apropia de los lenguajes vanguardistas europeos en boga: Paisaje con rocas (óleo sobre tela, 1925), Retrato de niño en azul (óleo sobre tela, 1928) y Los caracoles (óleo sobre tela, 1929). Este último cuadro resulta especialmente interesante pues forma parte de una producción pictórica felizmente influida por Giorgio de Chirico, el gran maestro de la Escuela Metafísica Italiana. Las naturalezas muertas tamayescas de los años veinte, en efecto, se inspiraron en De Chirico, cuyas pinturas metafísicas el pintor oaxaqueño había visto durante su primer viaje a Nueva York. Al igual que otros pintores mexicanos de la época como María Izquierdo –que fue su pareja–, Agustín Lazo o Alfonso Michel, Tamayo pintó escenas de interiores con todo tipo de objetos, cargados de significados, dentro de atmósferas inverosímiles.

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Este recorrido que bien se puede llamar “Tamayo antes de Tamayo”, continúa con cuadros notables como: Aviación (óleo sobre tela, 1938), Paisaje de piedra (acrílico sobre masonite, 1953) y Nocturno de París (óleo sobre tela, 1958), entre otros. Finalmente, están los cuadros que nos revelan al Tamayo más conocido y reconocido: Los amantes (óleo sobre tela, 1958), Niños jugando (óleo sobre tela, 1958) y El juzgón (óleo sobre tela, 1959). Aquí tenemos los primeros cuadros de una nueva aventura: la del Tamayo que va a hacer suya la simbología cósmica indígena, la del Tamayo que aludirá indirectamente a ciertas configuraciones del arte prehispánico, la del Tamayo que va a sintetizar la figura, la del Tamayo colorista, la del Tamayo que juega con la abstracción, la del Tamayo obsesionado por el equilibrio, que buscará siempre el balance perfecto entre colores, formas y texturas.

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(Paralelamente a la exposición: Rufino Tamayo. Primeras décadas: 1920-1959, se presenta otra, una selección de obras de la colección del museo, iniciada por el propio Rufino Tamayo y su esposa Olga. Se exhiben obras de maestros de la talla de Francis Bacon, Helen Frankenthaller, Georgia O´Keeffe, Roberto Matta, Joan Miró y Joaquín Torres García, entre muchos otros).

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