Rumores de una tragedia
GERARDO ANTONIO MARTÍNEZ
“En México vivimos con verdades matizadas”
Hace 15 años Elmer Mendoza publicó Un asesino solitario, la primera novela que tomó como asunto el magnicidio de Luis Donaldo Colosio, candidato presidencial del partido gobernante en México en 1994. Con un conocimiento profundo del habla popular en el Pacífico norte, y en especial su natal Culiacán, el novelista comparte su opinión sobre la ruta de la literatura policiaca, el magnicidio como asunto literario y la lucha por el poder, que conduce a la violencia.
En entrevista luego de su participación en la Feria del Libro de Mazatlán, el autor de El amante de Janis Joplin aborda la dinámica de la novela policiaca con los temas de delincuencia organizada. Cuestionado sobre la recurrencia del asunto del narcotráfico en la novela policiaca más reciente responde: “La sociedad mexicana se porta muy mal para darnos temas”.
—¿Podrá en algún momento la narrativa mexicana librarse de esta temática? ¿Existen otras opciones?
—Aunque el tema ha seducido a los narradores, pudiéramos buscar algunas obras que no tocan el tema. Por ejemplo, La muerte me da de Cristina Rivera Garza (aunque a ella no le gusta mucho llamarla “policiaca”): ahí hay un detective, una investigación sobre un asesino que castra a sus víctimas. Pero en El complot mongol, de Rafael Bernal, hay un punto que es la presencia oriental y que tiene que ver también con el tráfico de drogas. Es un punto desde el que se pudo desarrollar todo esto.
”Desde luego podemos [abordar otros temas]. Lo que pasa es que el narcotráfico es muy seductor, pero desde luego los temas se van a enriquecer. Según Edgardo Buscalgia hay al menos 23 delitos en nuestro país. Entonces cualquiera de esos delitos que retome un escritor producirá obras que tengan que ver con eso. La sociedad mexicana se porta muy mal como para no darnos temas para trabajar”.
”Algo que me gusta muchísimo y que me gustaría prepararme para abordar son los delitos de cuello blanco. Son fascinantes por la calidad de gente que participa. Siempre son finales felices. Es decir, al delincuente se lo lleva la policía, y a los pocos días ya está afuera, le ofrecen un discurso y le regresan el dinero. Cosa que va con lo mismo de Un asesino solitario: la impunidad, la corrupción”.
Sobre los motivos que lo condujeron a escribir su primera novela luego de una carrera como cuentista, abunda en la importancia que pueden adquirir las palabras y las conversaciones informales, tejidas en rumores, chistes y teorías conspirativas alrededor del asesinato del candidato del PRI en 1994:
—Lo que me motivó fueron los rumores que circulaban en la televisión, en la prensa, en los restoranes, en la familia. Entonces puse atención a todo lo que decían, a los chistes. Todo mundo tenía una teoría sobre el culpable. Supe que no me convenía contar un thriller ocurrido en Tijuana, en el barrio de Lomas Taurinas, sino que debía utilizar mi hábitat en Culiacán, donde también existía una teoría que indicaba que sería asesinado un día antes en esta ciudad. Eso fue lo que utilicé como eje para la ficción. Además, el contexto era muy rico. Estaba reciente el levantamiento de Chiapas. Era un tema que llamaba la atención en cualquier sitio. Estaba como presidente Zedillo, pero estaba presente Salinas, que tenía una vida intensa, luego se fue a Irlanda y Cuba. Todo eso daba elementos adicionales para la novela.
—¿Cómo dimensiona Un asesino solitario con otras novelas que abordan el asunto de un magnicidio, como La fiesta del chivo, La fiesta del rey Ajab o Los idus de marzo?
—La diferencia está en que yo no tengo distancia histórica con el hecho. A mí ambas me parecen novelas fascinantes; La fiesta del Chivo es absolutamente genial, al igual que Los idus de marzo. Sin embargo, yo soy un novelista distinto. No me preparo, no busco información. Siempre hay algo que me provoca y es lo que me impele a escribir. Dentro de las bases estéticas en que me apoyé tendría que ver con trabajos literarios que incorporen en lenguaje, mencionemos por caso a Fernando del Paso, con José Trigo; también de Juan Rulfo. Aunque este último insistía que no se apoyó con suficiencia en el lenguaje popular, yo pienso lo contrario. Él utilizó el lenguaje estándar, y cuando fue necesario, sin abusar de él, para sus personajes. Desde luego también están Carlos Fuentes, Miguel de Cervantes, Francisco de Quevedo y Raymond Chandler, autores que me dieron confianza a la hora de escribir en un lenguaje que yo no pensaba que iba a ser tan señalado.
”Al final creo que fue un acierto en el sentido que me permitió escribir una novela siendo yo mismo, es decir partir del lenguaje que yo dominaba, con el que yo sabía que la gente que escucho siente lo dice. Pensé en eso a la hora de pasarlo al papel”.
—Aparte del lenguaje popular, ¿cuál fue el reto en la creación de los personajes y la elaboración de la historia?
—Nunca me pareció como un reto. En el intento de escribir novela supe que no era fácil. El novelista debe tener una complicidad muy íntima con la historia que debe contar, en segundo lugar con los recursos. Los rumores que escuchaba me dieron una familiaridad increíble con el hecho que había ocurrido, pero expresado por el imaginario colectivo. Después fue la decisión u ocurrencia de la mezcla en el lenguaje y sobre todo partir en la primera línea con los puntos del lenguaje. Fue el descubrimiento que hice para convertirme en el novelista que soy. Es decir, esa cercanía y recursos que debes utilizar y dominarlos. Aunque fui a la Universidad y he sido lector toda la vida, también tengo contacto muy estrecho con la gente de la calle. Eso está muy cercano al sentimiento.
”Nunca he podido planear lo que voy a escribir. No soy bueno investigando, seguramente por eso nunca he podido escribir mi novela de ciencia ficción, que llevo escribiendo como cuarenta años”.
—¿Sobre qué va ese proyecto de ciencia ficción?
—Es una novela en la que los humanos van a bajar de talla. Los jugadores de básquetbol medirán uno cincuenta y los demás… pues un metro. Y van a comer menos, las casas serán pequeñas. He escrito como cien páginas y hay algo por lo que no termino.
—Tengo la impresión de que me está vacilando.
—No, para nada –suelta una carcajada.
El panorama policiaco y la lucha por el poder
—En estos 20 años hemos visto una transformación en el tráfico de información. ¿Cómo cambia la dinámica criminal y la novela policiaca con esta nueva herramienta?
—Estos recursos han enriquecido el discurso policiaco. En una investigación son clave. Que El Zurdo Mendieta use un celular, que Gris Toledo pueda grabar con el celular y tomar fotografías puede conducir la historia a otras partes. Igualmente, que en Balas de plata se puedan estudiar todos los mensajes que envió la víctima en dado momento es muy importante. La novela policiaca se va a enriquecer muchísimo. Eso también le va a traer lectores que comprenderán más fácil la historia. Hay muchos novelistas que se están convirtiendo en especialistas en las nuevas tecnologías. Es fascinante porque no van a desistir en aplicarlas al género.
—De regreso a la trama de Un asesino solitario. En esta novela hace referencia a hechos históricos anteriores al asesinato del candidato, como El Halconazo. Desde que se publicó la novela, hace 15 años, hemos vivido varios sucesos importantes: una sucesión, el llamado “combate al narcotráfico”, el regreso del PRI. ¿Con todos estos cambios, sigue vigente la historia de la novela?
—Yo la veo muy vigente. Es muy probable que el sentido de la corrupción y la impunidad no han disminuido, o al menos no es muy notorio. Ahora que están destapando el asunto de Oceanográfica [empresa contratista de Pemex acusada en Estados Unidos de fraude bancario], uno no sabe si reír o llorar. Eso no ha cambiado. He leído comentarios que mencionan que la estructura narrativa, el discurso narrativo no ha perdido su fuerza. Y eso me da mucho gusto.
—¿Qué paralelismos podemos hallar entre el asesinato de Colosio y el de Obregón? ¿Qué elementos comunes le sirvieron para Un asesino solitario?
—El juego del poder. Este es muy fuerte, sin llegar a la regionalización porque en la época de Obregón los norteños no querían quitarse de ahí. Colosio era un candidato que parecía diferente, que hablaba de cosas distintas y estaba llegando a la gente de otro modo. Entonces creo que alguien tuvo miedo. El poder es brutal, no entiende más que una regla: “Estás ahí o estás ahí”. No hay más. No hay matices. El elemento religioso en el asesinato de Obregón ya se ha dicho que fue inexistente. Simplemente era la lucha por el poder tan tremenda y en que los hombres siempre están participando, en el que no importa acabar con hijos, padres, hermanos. Es una característica de las culturas occidental y oriental. Recuerda al padre de Alejandro Magno, Filipo—que mandó matar a sus hermanos para dejarle el reino a su hijo.
”En México, donde tenemos grupos de poder muy fuertes y que obstruyen las investigaciones y todo lo que tenga que ver con llegar a una verdad, siempre estamos viviendo con verdades matizadas o, de plano, en la imaginación, no en función de lo que debería ser sino lo que pudiera ser”.
*Fotografía: Élmer Mendoza durante la presentación del libro “Un asesino solitario”, a 15 años de su primera edición, en la Feria del Libro de Mazatlán 2014/Cortesía Felimaz.