Santiago Cetina: bailarín de fuego

Jun 16 • destacamos, Escenarios, Miradas, principales • 5171 Views • No hay comentarios en Santiago Cetina: bailarín de fuego

En la edición más reciente del festival Umbral América Danza destacó la actuación de este bailarín de sólo siete años de edad, un prodigio que habla con el cuerpo aun en contra de las adversidades de su entorno social

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POR JUAN HERNÁNDEZ 

Santiago Cetina tiene siete años y ya es un bailarín de fuego. Nació en Mérida, Yucatán. Su padre es panadero y su mamá se hace cargo de la casa familiar. En el hogar, el ritmo cotidiano es trastocado por los estiramientos corporales del pequeño, quien asombra al público en cada presentación, por la capacidad para encarnar en las dimensiones breves de su ser corpóreo a las pasiones humanas.

 

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Tuvimos la oportunidad de apreciar su talento hace poco, en el escenario del Teatro José Peón Contreras, de Mérida. Entró en escena rasgando el espacio, como una ráfaga. Su cuerpo mostró virtuosismo en la ejecución, sin embargo por encima de su capacidad técnica se manifestaba la madurez que sobrepasaba con mucho la experiencia que se espera en alguien de su edad. Entonces quedó claro que estábamos frente a un bailarín prodigioso.

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Seguro y entregado, consciente de la densidad del espacio, del ritmo, del tiempo escénico, Santiago hablaba con el cuerpo. El público expectante guardó silencio. El impacto trascendió el asombro visual y se convirtió en un suceso, como se espera ocurra cada vez que se acude al teatro, en busca del prodigio, cuando el artista conecta con los sentidos del público.

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Cetina desautomatizó la percepción del monstruó de las mil cabezas. El público experimentó el tiempo de la danza en ese acto breve en la medida de las manecillas de un reloj, pero eterno en la consecusión epifánica del instante.

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La secuencia de movimiento la montó José Cetina, hermano de Santiago y también bailarín, de 19 años de edad. Él joven se ha convertido no sólo en el mentor, sino en el tutor artístico del niño, a quien le ha inculcado el amor por el movimiento y de quien ha logrado sacar el monstruo escénico que le habita.

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Desde los 3 años, José trató de llamar la atención de sus cuatro hermanos por la danza, peros sólo Santiago respondió al llamado. Entrenado prácticamente en casa, el niño tiene habilidades corporales con las que le premió su naturaleza. Su técnica puede ser mejorada, para ser llevado a niveles de excelencia, pero cuenta ya con talento nato, pues como dice el clásico: “Lo que natura no da, Salamanca no presta”, y a Santiago se lo ha dado de sobra.

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Sorprende también ver al pequeño bailarín fuera de la escena. En el tiempo y espacio cotidianos, el cuerpo de Santiago no parece ser el mismo que se agiganta en escena. Su mirada se escapa en la timidez propia de un niño de su edad, la voz apenas audible contradice al ser escénico que arrasa en el tiempo-espacio de la experiencia dancístico.

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José, el hermano mayor, lo acompaña a todos lados; lo impulsa, le da valor para que hable sobre su quehacer. Ese valor que le sobra cuando, convertido en animal escénico, habla con suma seguridad a partir de la construcción del lenguaje del cuerpo.

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Las presencia del niño bailarín es una experiencia que vale la pena ser vivida; un momento que sacraliza el espacio y el tiempo, de acuerdo con el pensamiento del filósofo rumano Mircea Eliade. Es la consumación de la hierofanía, es decir: el momento en el que lo sagrado se manifiesta para alterar el ritmo de lo cotidiano.

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Así de fuerte es Santiago Cetina. Su presencia escénica la ha labrado contra viento y marea. En su hogar no hay una especial orientación por las artes, incluso ha ido contra la costumbre, pues en la cultura yucateca aún pesan fuertes prejuicios en relación con los varones dedicados al arte de Terpsícore.

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Cuando le preguntamos que siente al bailar, con su voz apenas audible, Santiago responde: “Me siento muy feliz cuando yo cuento la historia”. ¿Qué historia cuentas con tu interpretación?, le preguntamos. “Que estoy perdido y busco a mi familia, pero no puedo encontrarla y me siento triste”, dice. Y añade: “Cuando bailo siento la música, la historia la encuentro en la música”. Su aspiración es “ser maestro de danza y bailarín profesional”.

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El futuro de Santiago Cetina es incierto, porque su cuerpo rebasa, con mucho, la capacidad docente para la profesionalización de bailarines que hay en Yucatán. Su familia no tiene los recursos para pagar su formación en otra ciudad. Él mismo dice que no quisiera irse de Mérida, “porque extrañaría a mi familia”. Su hermano José lo anima. Él estaría dispuesto a ir con el pequeño bailarín a otras partes del país o del mundo, para continuar con su formación y conseguir que el pequeño artista trascienda.

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Por el momento, Santiago Cetina asombra al público yucateco, que le aplaude y le acoge con cierto orgullo. Porque algo es seguro: Yucatán tiene en ese niño maya, a un enorme soldado de Terpsícore.

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Foto: Santiago Cetina ganó medalla de oro y fue reconocido con una distinción especial en el Certamen América Danza, organizado por Umbral Danza Contemporánea, en el Teatro José Peón Contreras, de Mérida, Yucatán, el 14 de mayo.

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