Senjutsu: la cabalgata sosegada de Iron Maiden
La banda fundacional del heavy metal británico regresa con un álbum compuesto de sonidos familiares y maduros, con sus característicos ritmos bélicos y contrastantes letras nostálgicas, muy alejadas de los vertiginosos primeros álbumes
POR AARÓN BARRERA
Iron Maiden ha enclavado su nombre entre las bandas más importantes de la escena británica y de la música popular en general. Si bien el heavy metal ya iba en pleno ascenso en los 70 con exponentes como Black Sabath, Judas Priest y Deep Purple, fue Maiden junto con Def Leppard quienes lo revitalizaron con la nueva ola británica a inicios de los 80. Así, con el pasar de los años y de sus primeros cinco discos publicados de 1980 a 1984, se convirtió en una agrupación fundacional para el metal. Su legado también ha sido decisivo para el nacimiento de otros subgéneros posteriores.
Sin embargo, es innegable que su momento estelar pasó hace tiempo. Por ello hoy día no se puede esperar que la banda fundada en 1975 redefina su sonido luego de una carrera de casi 50 años, o que dé un salto al vacío rumbo a inhóspitas tentativas musicales. Sería injusto e incluso irrisorio. Lo que la banda liderada por el bajista Steve Harris produce en tiempos más recientes es una reverberación de su sonido original, pero en una faceta más taimada, sosegada y reservada a una zona de confianza ya conocida, pero no por ello mal ejecutada. Su álbum más reciente, Senjutsu, es fiel prueba de ello.
Senjutsu (Parlophone Records, 2021, 81 min.) fue publicado el tres de septiembre tanto en plataformas digitales como en formato de álbum doble, al igual que el anterior The Book of Souls (2015). Representa el trabajo número 17 de Maiden y está compuesto por diez canciones de estudio que si bien son originales para esta producción, en su mayoría son sonidos muy familiares.
Este es un álbum de músicos maduros, que sin mayor pretensión ejecutan lo que han sabido hacer durante décadas. El ritmo belicoso, casi marcial, con sus característicos tambores de guerra prevalece, aunque a un paso menor; la base sigue siendo la consistente batería de Nico McBrian y el bajo de Harris como potente telón; las guitarras de Adrian Smith, Dave Murray y Janick Gers permanecen en segundo plano, sin desmerecer nunca y teniendo protagonismo en los momentos más álgidos del disco. La voz de Bruce Dickinson vuelve a alcanzar notas exigentes, aunque a sus 63 años el registro vocal ya no es tan amplio y aquellos agudos espectaculares de antaño hoy son escasos. Estos elementos dan como resultado a un Iron Maiden que voluntariamente cabalga a velocidades lánguidas, muy lejos de aquel vértigo de álbumes icónicos como The number of the beast (1982) o Powerslave (1984), donde la velocidad de los riffs y de los solos lo eran todo.
Podemos dividir al disco en dos partes. El primer tercio de canciones es el más ágil y atrevido, sin llegar a cuotas de asombro; y los dos últimos tercios constituyen espacios que con canciones muy largas (de más de ocho minutos) dotan al disco de atmósferas lúgubres y pesadas construidas con paciencia, y que exigen la misma atención de la audiencia para ser distinguidas.
La primera canción del disco, “Senjutsu”, tiene una complejidad muy propia de la banda. Su nombre mismo hace referencia al “arte de la guerra” y lo reitera en la letra; su ritmo veloz confluye de buena forma con la temática, y los riffs incidentales dan realce al conjunto. La segunda mitad de la canción cuenta con los coros suficientes para dotarle de un carácter de cruzada casi medieval. La segunda pieza, “Stratego”, sigue la misma línea, aunque con la cabalgata del bajo con mucha mayor presencia y agilidad.
La tercera canción, “The Writing On The Wall”, es la pieza que encarna el carácter épico de los mejores momentos de Iron Maiden. Sus acordes coquetean constantemente con un dark country muy marcado, sobre todo en el arranque; la guitarra tiene el sonido más energizarte de todo el disco aún con su ritmo cadencioso, y es en donde la voz de Dickinson se percibe con más vida. La letra redondea la experiencia: una mezcla bíblica entre el pasaje del profeta Daniel y la mano que escribía en la pared en el festín del rey babilónico Baltasar, y referencias a los cuatro jinetes del Apocalipsis dejan una crítica distópica a los líderes del mundo sobre el rumbo de occidente actual.
“Todo lo que sabemos es aferrarnos a la furia/ ignorancia es nuestra jueza y jurada, todo lo que tenemos que mostrar. / De Hollywood a Babilonia/ ahí viene la guerra santa al reino/… /Cuando el cielo ardiente se acabó/ se acerca una marea de cambio y eso es lo que temes/el terremoto se acerca, pero no quieres escuchar/Estás demasiado ciego para ver. /¿Viste la escritura en la pared?/¿Puedes ver a los jinetes en la tormenta?/¿Puedes verlos cabalgando?/Cabalgando cerca de ti”.
No es gratuita la elección de los pasajes: en el banquete referido, una mano divina apareció en una fiesta dionisiaca del rey para advertirle el fin de su reino, Daniel le advirtió el significado de la escritura pero la soberbia del monarca le hizo ignorarle, dando inicio a su final. Y los jinetes, que pueden apreciarse con mejor claridad en el video montando motocicletas chopper, vuelan en los tiempos finales a manera de la advertencia sobre el rumbo de la humanidad. Es la canción más propositiva del álbum, y fue por el el sencillo elegido para allanar el terreno a este disco, con un sobresaliente video de animación que ahonda en la letra y en referencias al pasado de la banda.
La cuarta pieza, “Lost in a Lost World”, hace un uso discreto, pero efectivo de sintetizadores para erigir un ambiente de nostalgia espacial en dialogo intenso con las guitarras melódicas. Y la voz de Dickinson encarna una tristeza tan vivida que permite atender el sentimiento nostálgico de la letra, que versa sobre la conciencia de la propia extinción en los pueblos originarios de Estados Unidos; tema que por cierto ya había sido trabajo en su famosa canción “Run to the Hills” (1982).
Es aquí donde comienza la segunda parte del disco, donde hay que escuchar con atención para encontrar el momento en que el álbum pasa de una canción a otra, pues la pesadez generalizada mimetiza los últimas seis piezas.
“Days of Future Past” vuelve al abordaje con ritmos veloces y puentes épicos, pero no pasa de una emulación de metal ochentero. Su brevedad (cuatro minutos) es aquí un valor importante, sobre todo respecto a la siguiente parte del disco, que cuenta con muchas canciones innecesariamente largas. Por su parte “The Time Machine” no logra consolidar una identidad propia.
Con introducciones de más de un minuto y vocales que se oyen lejanas y pérdidas, “Darkest Hour” varía un poco por el sonido atmosférico de una playa en referencia a la batalla de Dunkerque en la Segunda Guerra Mundial, pero más allá de eso no sobre sale ni con la temática de su letra acerca de Winston Churchill. “Death of the Celts” termina por ser, como indica su nombre, una especie de tributo a pueblos tribales a manera casi instrumental sin mayores saltos.
“The Parchment” es la canción que hace más uso de las guitarras melódicas en esta segunda parte, y que tiene por ello una atmósfera más ligera, pero sus casi trece minutos de duración desmerecen el resultado final. “Hell on Earth” cierra con fuerza el álbum, franqueando las climas pesados de las canciones anteriores, y buscando volver a la cabalgata potente y firme de la primera mitad. La entrada de los riff a mitad de la canción y su reverberación cierra con seriedad un disco bien logrado, sin mayores fanfarrias.
Pese a que hay muchas bandas jóvenes creando sonidos más intrépidos para el metal actual, este es un material valioso. Y es que al abordar al Iron Maiden del 2021, no hay que buscar novedades. Su discurso está escrito. El valor de Senjutsu recae justo en ser una muestra de estabilidad y de talento puesto a disposición del terreno ya conocido por la banda, aunque cierra con cierta condescendencia y con piezas poco memorables. Aun así, es uno de los mejores discos de la banda en el presente siglo y una obra digna de su carrera, aunque un par de escalones debajo de sus mejores piezas.
Foto: Eddie the Head, mascota de la banda, vestido de samurái es la portada del nuevo disco de Iron Maiden/ Crédito de Foto: Especial
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