Shakespeare: desafío para la CND
POR JUAN HERNÁNDEZ
Sueño de una noche de verano, escrita aproximadamente en 1595 por William Shakespeare, es una obra de gran complejidad dramática, toda vez que maneja la comedia de enredos, la picaresca y el mundo mágico. En el ballet —de corte narrativo— que realizó el coreógrafo James Kelly para la Compañía Nacional de Danza (CND), se antepone la rigidez del formalismo dancístico, en detrimento de una interpretación holgada que permitiera explotar el humor, la picardía y el ingenio shakespeareano.
La versión de Kelly resulta de una solemnidad apabullante, y contradice el espíritu de la obra original de Shakespeare, que es divertimento inteligente, ágil, conjugación de distintos mundos e hilos dramáticos, en los que se mezclan las vicisitudes humanas con las pasiones de los habitantes del universo de las hadas.
El ballet, que se estrenó para conmemorar los 80 años del Palacio de Bellas Artes, así como el 450 aniversario del natalicio del dramaturgo inglés, se presentó en el recinto marmóreo, con la participación de la Orquesta y el Coro del Teatro de Bellas Artes, el 21, 23, 25, 27 y 28 de septiembre.
La propuesta del coreógrafo se ciñe a la tradición del ballet narrativo. Se trata de una versión conservadora, en el sentido de no romper con paradigmas del ballet clásico y neoclásico, renunciando desde ahí a una interpretación audaz, desde la actualidad, de la obra clásica de Shakespeare; así como a la libertad en la creación de un lenguaje que —siguiendo una idea socrática—, dejara ver los movimientos del alma, es decir, considerar la manera en que los sentimientos afectan a un cuerpo en actividad.
Eso, los sentimientos, las pasiones, el humor del enredo amoroso, de las vicisitudes de los mortales y de su mezcla con los personajes mágicos, no están por ningún lado en esta puesta en escena de la Compañía Nacional de Danza que, por otro lado, tampoco ofrece una interpretación técnica virtuosa.
La compañía que dirige Laura Morelos, la más importante de ballet en México, no parece avanzar con celeridad en el apuntalamiento del desarrollo técnico de sus bailarines que, en conjunto, se mueven con dificultad en el escenario; apenas con algunos destellos individuales que se prenden y apagan en un instante.
Si bien no se escatima en producción de vestuario y escenografía —el primero de Sara Salomón y la segunda de Juliana Faesler—, se les olvida lo principal: la búsqueda de una propuesta que permita llevar a la escena el espíritu íntimo de la historia, así como resaltar la visión que el dramaturgo expresa en Sueño de una noche de verano, que sigue vigente precisamente porque trascendió los límites temporales de una época.
La obra de Shakespeare se ha adaptado para cine y, en ballet, el de Balanchine, estrenado en 1962, es uno de los más conocidos. En algunas versiones se resalta la historia de El asno de oro, de Apuleyo, del siglo II d. C., en la que se supone Shakespeare se inspiró para la transformación de uno de los cómicos de su obra en burro, con una referencia sexo-erótica fuerte.
El ballet que propone la Compañía Nacional de Danza adolece de ingenuidad, al resaltar por encima de cualquiera de las líneas dramáticas, la del mundo de las hadas, y las atmósferas idílicas y fantásticas.
La obra de Shakespeare, como ya dijimos, es todo menos ingenua: maneja picardía, humor ácido, y en la relación del mundo de los hombres con el de las hadas, expresa una acción de poder: la manipulación que el rey Oberón realiza de los sentimientos de los humanos, quienes caen bajo los influjos de su magia, ejecutada por el personaje Puck.
Sobresalientes resultaron la participación de la Orquesta y el Coro del Teatro de Bellas Artes, dirigidos por Srba Dinic y Rodrigo Elorduy, respectivamente. Disfrutable la interpretación de la música del compositor alemán Felix Mendelssohn (1809-1847).
El estreno de este ballet llama la atención, nuevamente, sobre la necesidad de una dirección artística en la Compañía Nacional de Danza que, además de ocuparse por mejorarla técnicamente —para convertirla en un referente del ballet internacional—, también tenga un proyecto que al mismo tiempo que preserve el repertorio tradicional tome riesgos con propuestas actuales. Hasta ahora, la CND parece dejarse llevar por la inercia y no por un programa de trabajo claro, con base en una visión artística abierta y libre.
*Fotografía: El ballet Sueño de una noche de verano se estrenó en el Palacio de Bellas Artes a finales de septiembre / Cortesía INBA.