Shakespeare en cuarentena

May 23 • destacamos, principales, Reflexiones • 5104 Views • No hay comentarios en Shakespeare en cuarentena

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La peste bubónica estuvo presente en la vida y obra del dramaturgo inglés, quien perdió amistades y canceló proyectos a causa de esta epidemia

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POR SERGIO TÉLLEZ-PON
La actual pandemia del Covid19 ha hecho que en estos días varias personas y medios hayan recordado las obras literarias en las que alguna epidemia se coló hasta sus páginas. Entre las que han sido muy mencionadas en estos tiempos convulsos están la evidente novela de Albert Camus, La peste (1947), así como la de José Saramago, Ensayo sobre la ceguera (1995). Pero también hay otras, algunas de ellas también mencionadas, como El decameron (1353), de Bocaccio, y otra novela italiana, Los novios (1827), de Alessandro Manzoni así como El diario del año de la peste (1722), de Daniel Defoe, y La peste roja (1912), de Jack London. Si uno se remonta al más lejano pasado, también habría que recordar que en varios libros de la Biblia se cuenta sobre plagas, la historia más conocida es sobre las siete plagas que cayeron sobre Egipto, y en la Historia de la Guerra del Peloponeso, Tucídides cuenta sobre una peste en Atenas que mató a Pericles y gracias a la cual triunfaron los espartanos. Luego están las obras más famosas al respecto como el cuento La máscara de la Muerte Roja (1848), de Edgar Allan Poe, Muerte en Venecia (1911), de Tomas Mann, y El amor en los tiempos del cólera (1985), de García Márquez.

 

En esas obras literarias se cuenta sobre alguna pandemia, o bien, fueron escritas a propósito o como consecuencia de alguna. Concretamente en Europa, fueron varias las epidemias que sufrió a lo largo de los siglos y que quedaron registradas literariamente, aunque habría que mencionar las epidemias de sarampión y viruela que asolaron a las poblaciones prehispánicas luego de la colonización de los europeos, si bien de éstas no haya registro en la literatura. El decameron y Los novios refieren las plagas de peste bubónica la primera en el siglo XIV y la otra menciona un brote en 1630, ambas en el norte de Italia, justo donde ahora el Covid19 causa más estragos. Entre estas dos epidemias hubo otros brotes en el siglo XVI algunos de los cuales le tocaron atestiguar a William Shakespeare. Todavía después de que él murió la peste siguió causando estragos, como en la gran epidemia de 1665.

 

Luego de unos años en que no se sabe dónde estuvo o qué hizo, conocidos como “los años oscuros”, Shakespeare reaparece en 1593. Según una de las varias teorías, estuvo esos años en el véneto italiano acompañando a su mecenas y, como se verá, posterior muso, Henry Wriothesley, conde de Southampton. Un año antes, en Londres hubo un brote de peste bubónica de manera que cuando ellos regresaron se encontraron con la ciudad arrasada por la plaga y puesta en cuarentena, que ellos mismos debieron cumplir. Para evitar más contagios, los teatros de la ciudad habían sido cerrados.

 

Shakespeare escribía teatro para ser montado casi de inmediato, eran obras que debían escribirse y montarse rápido para competir con otros teatros o compañías, sin embargo, con los teatros cerrados no tenía sentido escribirlas. Entonces dedicó su tiempo, que es muy probable que pasara encerrado en su casa, a escribir poesía. Dos poemas narrativos en particular: Venus y Adonis y La violación de Lucrecia, ambos dedicados al Conde de Southampton. Las dedicatorias en ambos poemas son muy exaltadas aunque los poemas más sentidos y evidentes son los Sonetos, que muy probablemente ya escribía en esos años y que, según varias teorías, están dedicados en clave al conde. Aunque no es su mejor poema, Venus y Adonis se publicó en 1593 y hoy diríamos que fue el best-seller de la temporada pues tuvo muchas reimpresiones hasta 1617, tal vez porque la gente, que también se encontraba enclaustrada, estaba ávida de lecturas para entretenerse. En cambio, La violación de Lucrecia, que se publicó al año siguiente, se considera una obra más sólida pero no fue ni tan vendida ni tan leída.

 

Al ser un puerto, Londres era insalubre, lleno de ratas que transmitían la enfermedad al ser humano, luego llegaban los cargadores o viajeros de los barcos que la llevaban atravesando los mares o, incluso, también la traían. En su espléndido libro 1599. Un año en la vida de Shakespeare (Siruela, 2007), James Shapiro cuenta que ese año los habitantes de Londres vivían con el temor de un nuevo brote de peste puesto que un año antes la enfermedad había asolado el puerto y las calles londinenses. De nuevo los teatros fueron obligados a cerrar. En esos días Shakespeare pulía o quizá terminaba ya sus sonetos amorosos y, al decir de Shapiro, empezó a cambiar el tono de su teatro. Fue así como pasó de escribir una comedia como Mucho ruido y pocas nueces a sus primeros dramas históricos como Enrique V, Julio César y Como gustéis que prefiguran sus grandes tragedias, pues también en ese año escribe una primera versión de Hamlet.

 

A lo largo de su teatro hay referencias o menciones a las plagas que surgieron en esos años, aunque algunas piezas estén situadas en otras épocas. Por ejemplo, hacia el final de Romero y Julieta, luego de que el fraile San Lorenzo ideara el plan entre los dos amantes, intenta enviar una carta a Romeo informándole en qué consiste dicho plan, pero la carta nunca llega a sus manos porque el temor a la peste negra recorre Verona. “¿Quién llevó mi carta a Romeo?”, pregunta fray Lorenzo, “¡No la pude mandar! ¡Aquí la tengo! Tanto miedo tenían de la peste que no pude mandársela con nadie”, contesta fray Juan. De esa manera la peste interviene para que se dé el trágico final. Y en El rey Lear, cuando el rey ha descubierto la maldad de dos de sus hijas, a una de ellas, Goneril, la insulta llamándola “úlcera pestífera”. Otras alusiones a la peste negra se encuentran aquí y allá en Vida y muerte del rey Juan, La primera parte de Enrique IV, en Enrique VIII… siempre como lanzando una maldición: “¡Mala peste caiga sobre todos ustedes!”, dice el personaje Gloucester en la primera. Shakespeare se quedó en casa y, sin Netflix ni redes sociales, vaya que le sacó provecho.

 

FOTO: El Rey Lear, cuadro del escritor escocés William Dyce (1806-1864)./ Especial

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