Sotto Voce: Rachmaninov: 150 años del nacimiento y 80 de la muerte del compositor ruso
Aunque su obra fue menospreciada durante mucho tiempo, este año podría ser el decisivo para reivindicar los aportes del compositor ruso
POR LÁZARO AZAR
Este año conmemoramos dos aniversarios importantes del gran compositor ruso Sergei Rachmaninov: 150 años de su nacimiento y 80 de su muerte, por ello, los teatros y agrupaciones más importantes del mundo se han volcado a celebrarlo. Nada más justo, considerando cuánto tiempo ha sido menospreciado. Evocadora y con una gran dosis de nostalgia por la patria perdida, su música es maravillosa y de una factura impecable; sin embargo, por mucho tiempo era habitual escuchar cómo la despreciaban, tachándola de efectista y sentimental.
Uno de sus detractores fue Claudio Arrau, que salvo por los fragmentos que interpretó del Segundo Concierto, Op. 18 para la banda sonora de Rhapsody, la película que estelarizaron Vittorio Gassman y Elizabeth Taylor en 1954, omitió prácticamente toda la música de este autor de su enciclopédico repertorio y fue lo único que grabó de él, a pesar de que, en el período entre guerras, se vio obligado a tocar el Tercer Concierto, Op. 30 con cierta regularidad.
Más que escuchar el Tercero con Arrau, si algún genio me concediera realizar tres viajes a través del tiempo, el primero sería al Carnegie Hall el 16 de enero de 1910 para oír cómo tocó Rachmaninov tan demandante partitura bajo la batuta de Mahler, y los otros dos, para presenciar el maratónico programa en que Beethoven presentó su Cuarto Concierto, y la noche en que Berlioz dirigió a Liszt estrenando su Primer Concierto; sueños guajiros a un lado, volvamos al presente. El tiempo pone todo en su lugar y —parafraseando a Mahler— “el tiempo de Rachmaninov, ha llegado”.
Pianista excelso, mantuvo una larga y estrecha relación con la Orquesta de Filadelfia que inició en 1929 cuando grabó su Segundo Concierto bajo la dirección de Stokowski; la grabación de su Rapsodia sobre un tema de Paganini, Op. 43 volvería a reunirlos en 1934. Cinco años más tarde, Ormandy presentó con dicha orquesta el primer gran ciclo dedicado a este compositor, y además de sus cinco obras concertantes en las que participó como solista, las colaboraciones fonográficas entre Rachmaninov y la Orquesta de Filadelfia incluyen tres obras suyas en las que se desempeñó como director: La isla de la muerte, Op. 29, en 1929, y en 1939, la Vocalise, Op. 34 n. 14 y la Tercera Sinfonía, Op. 44.
Su última cooperación data de 1941, cuando grabaron su Cuarto Concierto, Op. 40; felizmente, el vínculo entre Rachmaninov y la Orquesta de Filadelfia continúa vigente: recientemente, Yannick Nézet-Séguin —su actual titular—, firmó con Deutsche Gramophon para grabar nuevamente todas sus sinfonías y conciertos, llevando en ellos a Daniil Trifonov como solista.
La semana pasada, la Orquesta de Filadelfia volvió a poner su mira en Rachmaninov y realizó tanto en su sede como en el mítico Carnegie Hall —el sábado 28— sendos conciertos durante los cuales interpretaron “de un jalón” sus cuatro conciertos y la Rapsodia. Inexplicablemente, el solista no fue Trifonov sino Yuja Wang, quien es más conocida por sus tacones gigantescos y sus minúsculos vestidos, que por ser una pianista extraordinaria.
Sumando intermedios y pausas durante las que ella cambió cinco veces su atuendo y una pausa más, inesperada, debida al patatús que le dio a un espectador, esa maratónica velada duró cuatro horas y media. A quienes se han volcado a ponderarla como una hazaña inédita, lamento decirles que no es primera vez que se lleva a cabo tan singular proeza: hará unos cinco años que, en Madrid, Valentina Lisitsa hizo alarde de la misma destreza digital, resistencia física y memoria portentosa. En cuanto a los cambios de vestido para cada parte del programa, Eileen Joyce también solía hacerlo… con una elegancia que Wang desconoce.
A cuantos me han preguntado “qué me pareció”, les diré que Wang es una pianista que valoro más en grabación que en vivo dado su sonido minúsculo, por tanto, no creo que hubiera disfrutado tan pantagruélico festín; además, más que marcar nuevos parámetros de virtuosismo, estas exhibiciones acaban centrándose en el intérprete y relegando lo más importante: la Música.
Me han preguntado también si sé cómo se celebrará el Año Rachmaninov en México, y salvo la Filarmónica de Jalisco, que ya anunció su Segunda Sinfonía, Op. 27 como parte de su primera temporada (marzo 23 y 26), no sé mucho más. De cumplir con lo anunciado durante la premiación del Concurso Angélica Morales, espero que, en algún momento, la Chafónica invite a Vladimir Petrov a tocar el Tercer Concierto, ahora sí, completo.
Por otro lado, llama la atención el Proyecto Rachmaninov que devotamente ha urdido Rodolfo Ritter para presentar los conciertos para piano y orquesta y, en colaboración con varios colegas y por primera vez en México, la integral de la música de cámara (todos los dúos, tríos y cuartetos), así como selecciones de su obra para piano solo y para voz y piano. Ya ha colocado algunas fechas con el INBA, la UNAM y el Cervantino y, por lo pronto, el 1 de abril —mero día de los 150 años— espero asistir a la Sala Ponce para escucharle los Tríos Elegíacos que hará con el Cuarteto Latinoamericano. Ojalá aborden seriamente el proyecto y estén a la altura de la fama que se labraron cuando sus integrantes estudiaban juntos y cotidianamente. Ya ven que, últimamente, nada más salen a huesear.
Finalmente, y de manera extraoficial, puedo adelantarles que la OFUNAM centrará su próximo foco en Rachmaninov y destaca el programa del 3 y 4 de junio, en que podremos escuchar un memorable Tercer Concierto, encomendado a Daniil Trifonov en el que será su debut en México y, sin duda, uno de los eventos musicales más importantes del año.
FOTO: Sergei Rachmaninov hacia 1915. A finales de ese año, ya había terminado sus 14 Romances, conformados por sus piezas más populares/ ESPECIAL
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