Tarik Saleh y el cielo desmembrado
Conspiración divina, un thriller sobre religión y política con tintes de la novela de Umberto Eco, El nombre de la rosa, destapa los contubernios y las confabulaciones de las élites en El Cairo
POR JORGE AYALA BLANCO
En Conspiración divina (Walad min al-Janna/ Boy from Heaven, Suecia-Francia-Finlandia-Dinamarca, 2022), intrincado opus 8 del autor completo sueco con ascendencia egipcia también escritor y TVserialista declarado persona non grata en El Cairo de 50 años Tarik Saleh (Sacrificio, ¿quién denunció al Che Guevara? 04, Metropía 09, El Cairo confidencial 17), mejor guion en Cannes 2022, el devoto hijo de un ignorante pescador egipcio Adam (Tawfeek Barhom) sorprendentemente recibe la difícil autorización paterna para aceptar una increíble beca para seguir estudios religiosos en la infranqueable universidad Al-Azhar en El Cairo que por más de un milenio se ha sostenido como la máxima autoridad del patrio islam sunita, al mismo nivel de cualquier gobierno político en turno, sin sospechar el inocente muchacho silencioso e ingenuo que el mismo día de su llegada el Gran Imán va a fallecer infartado en la ceremonia de bienvenida y que él mismo se verá involucrado cual ficha clave en la desalmada, cruel y salvajemente homicida sucesión electoral del nuevo Imán, planteada entre tres de sus maestros espirituales: el sacrificial jeque ciego Negm (Makram Khoury), el corrupto jeque Durani (Ramzi Choukair) y el favorito jeque segundón pero cómplice del gobierno exterior postulado para ganar a cualquier precio Beblawi (Jalal Altawil); pues luego de que su mejor amigo e iniciador en la corrupción Zizo (Mehdi Dehbi) sea ejecutado a cuchilladas en el patio por haberse tornado prescindible, el brillante Adam va a ser clandestinamente nombrado su relevo y se infiltrará como un “ángel del espionaje” al lado del jeque invidente Negm que pronto se declara culpable en falso del asesinato para ser de inmediato encarcelado, pensando en obtener credibilidad pública a la hora del juicio, y el intimidado Adam, convertido ya en espía pelele del tortuoso oficialista Coronel Ibrahím (Fares Fares), logrará volverse ahora sumiso sirviente personal del competidor jeque santón Durani, sólo para descubrir que tiene un bebé ilegítimo con una muchachita, y revelar temerariamente esto durante la votación del Consejo religioso para elegir al nuevo Imán, consiguiendo desviar la decisión hacia el aliado del poder político Beblawi, si bien volviéndose él mismo peligroso y prescindible, al igual que su titiritero (pero de súbito su absurdo protector) el Coronel Ibrahím, ambos dignos de tortura y eliminables, situación límite de la que sólo podrá librarse el infeliz Adam tras hacer desistir de su justiciero propósito al autoencarcelado jeque ciego en una íntima y cerrada discusión teológica, al amparo de las riesgosas falacias extremas de un implacable cielo desmembrado.
El cielo desmembrado determina una cinta bombástica que debió ser filmada en Turquía y jamás in situ, una monumental obra que no debe ser considerada per se majestuosamente enmarañada e intangible sino poseer un carácter utilitario y por vez primera desnudador-denunciador de las viles artimañas de los intereses políticos y religiosos homologados, una madriguera o un Proceso kafkiano de “múltiples entradas” (Deleuze-Guattari) cuyas leyes están temerariamente a punto de ser reveladas para siempre, una descalificación ficcional de la descalificación que descalifica pensadores como el “judío Karl Marx” que descalifican cualquier tipo de religión, todo ello articulado sobre los encuentros secretos en un café del centro cairota entre el paternal maquinador canoso Ibrahím y el taciturno eternamente cabizbajo Adam sin querer convertido en un patético agente doble que nunca queda bien con nadie y mucho menos con su conciencia, pero a merced de su propia temerosa chantajeada capacidad de abyección, de las intrigas en derredor y hasta de un grupúsculo de los reivindicadores fanáticos ultrarradicales Hermanos Musulmanes comandados en perpetua oración por un Solimán (Sherwan Haji) tan siniestro como el propio Ibrahím, ese deleznable funcionario al servicio de una ruin Seguridad del Estado cuyo cerebral jefe apenas visible, el despectivo e impertérrito General Al-Sakran (Mohammad Bakri), puede voltear las cosas del revés en cualquier instante y condenar a la ignominia y el destazamiento en vida a sus aliados, cual si tan sólo se tratara de algún simple giro de cámara envolvente alrededor de los personajes en la explanada de la universidad por el fotógrafo Pierre Aïm, o de otro lejano desfile de elegantes figuras con túnica austera a través de sus arcadas en colmena, o de algún choque elíptico producido por el editor Theis Schmidt en el dédalo de los interiores hogareños, o del producto estético de los insinuantes pasos de la percusión al arrollador clima sonoro por la misteriosa música omniniciática de Krister Linder.
El cielo desmembrado ilustra así con sublimidad y rigor el malvado guion del realizador, en buena medida inspirado por los contubernios subrepticios y complots y confabulaciones retorcidas pero atrapantes de El nombre de la rosa (la novela de Umberto Eco, no la esquemática versión reduccionista fílmica de Annaud 86), donde únicamente puede privar la lógica del poder sin moral ni saciedad según Maquiavelo, el poder que sólo busca perpetuarse y extender su dominio, el poder abstruso y seudoespiritualmente respaldado como prolongación del incuestionable respeto irrestricto a la autoridad paterna, el poder paranoico de una desconfianza unánime donde cualquier vecino en apariencia inofensivo de la litera de arriba puede ser un peligroso espía embozado, el poder totalitario y claustral que niega todo resquicio a la libertad vuelta imposible, el poder perpetuo por encima de la ideología y la religión o los conflictos internos/externos.
Y el cielo desmembrado contempla el triste retorno dramático a su pueblo del sabio joven Adam, ileso aunque vencido y moralmente escaldado, para retomar su sitio dentro de la barca de pesca paterna en la grisura del alba, tras haber reconocido balbuceante que nada aprendió en su paso por la universidad.
FOTO: Conspiración divina ganó el Premio a “Mejor guión” en el Festival de Cannes. /Especial