Teorizar el feminismo desde el barrio: entrevista con Dahlia de la Cerda
Con franqueza y autocrítica, la escritora retrata en Desde los zulos, que recientemente publica Sexto Piso, una serie de vivencias y reflexiones sobre la marginalidad y el borrado histórico de las mujeres. Ganadora del Premio Nacional de Cuento Joven en 2019, la autora apuesta por explorar y denunciar los vicios que han permeado
a los movimientos emancipatorios
POR DONOVAN KREMER
Crecer situada en la marginalidad, en el punto remoto del olvido, y emerger desde ahí con una literatura de pasos firmes, reivindicativa, es lo que caracteriza a Dahlia de la Cerda (Aguascalientes, 1985), que a su vez es ya un fenómeno crítico y neurológico de los feminismos ramificados.
Su apuesta es total, de ahí que manifieste una prosa que circunda entre la autoficción, la crónica y el pensamiento feminista, prueba de ello es Desde los zulos (Sexto Piso, 2023), donde hace de la experiencia personal un recurso con el cual logra que conceptos abstractos como el de la “opresión” sean palpables, dejando de lado al “ente patriarcal” al optar por la reflexión de las relaciones de poder, la violencia, el racismo, la transfobia y las desigualdades político y socioeconómicas que trasminan los movimientos emancipatorios.
La también autora de Perras de reserva, obra por la cual ganó el Premio Nacional de Cuento Joven Comala 2019, catapulta un feminismo que recupera las voces, las vivencias y las teorizaciones de mujeres que saltan de la marginalidad, del borrado histórico. Es, quizá, “Feminismo sin cuarto propio” el ensayo que delinea su visión y a la par nutre su literatura situada. En este sentido, comenta que su objetivo teórico y literario (al que llama praxis) es “complejizar a las mujeres”.
La transición de un entorno precario a uno con mayores privilegios es una situación con la que batalla, lo reconoce en párrafos y a viva voz, no acaba de adaptarse a los reflectores, a una vida fuera del barrio y, sin embargo, guarda una fascinación por el estilo de vida más holgado. Al momento de la entrevista, Dahlia se encuentra en la colonia Roma, una zona con estándares de clase media-alta, con una gentrificación evidente en cada esquina, dentro de la cafetería el Péndulo, rodeada de libreros y desconocidos que conversan en otro idioma o leen o juegan partidas de ajedrez en un mutismo que los separa.
¿Qué te deja Desde los zulos como escritora?
Todavía no lo sé porque apenas acaba de salir y mi experiencia como escritora se define en la retroalimentación que me dejan mis lectoras. Entonces, hasta ahora tengo muy poca retroalimentación; pero del trabajo que se hizo quedé satisfecha. Era un libro que no quería sacar, me tuvieron que convencer, pero al final quedé muy contenta porque es una recopilación de textos críticos que he escrito sobre feminismo en diversas épocas de mi vida, hablan mucho de mi evolución como persona, como activista, como feminista, pero lo que más amé fue la portada del libro (un zapato estilo punk del que resalta una calceta larga con una llama: un tono incendiario), y si me funan (cancelan), valió la pena por la pura portada, hasta me la voy a tatuar, lo digo en serio.
Has sido cancelada, lo acabas de mencionar, incluso lo hablas en tu obra…
Como víctima de la cultura de cancelación, como funada, lo que puedo decir es que la cancelación no funciona: aquí tienes un ejemplo vivo. Te pueden hacer mierda un ratito, te pueden dejar encuerada y en la calle un ratito, pero eventualmente te vas a reponer. Para que la cancelación funcione tienes que ser una persona en situación de vulnerabilidad, porque si tienes capital económico, político o cultural la cancelación no te va a hacer nada: ve tantos hombres que están cancelados, escritores, que ahí están en las ferias de libro; ve a Adrián Marcelo (el influencer), ganó 50 mil seguidores. No sabemos cancelar. Las compañeras negras antirracistas ya lo han dicho: la cancelación va a golpear a los eslabones más bajos de la cadena. En ese sentido, en un momento dado sí me afectó emocional y mentalmente, pero ahora ¡que me cancelen!
Provienes de un entorno precario, violento, marginal, lo has dicho, y ahora es la segunda vez que estás en Ciudad de México, en la colonia Roma, una zona, debo decirlo, por demás fifí. En este punto, Dahlia, ¿te consideras aspiracionista?
¡Híjole…! Sí, y ha sido muy difícil. Todo el mundo me dice: “¡Güey, ¿cómo vas a llorar por esto?!, pero he llorado mucho, porque no me adapto; no es que no me guste, a todos les gusta vivir en un entorno más bonito. En Aguascalientes vivo ya en una colonia popular, no se puede considerar barrio, barrio. Nos mudamos del barrio en el que vivíamos hace tiempo, y esta colonia popular no es físicamente atractiva, está descuidada, sucia, a las calles no se les da mantenimiento, hay mucha basura, entonces de pronto salir de ahí, bueno, es algo loco darme cuenta que no quiero vivir ahí, ¿sabes? Mi casa no está mal en sí, la colonia no tiene problemas graves de inseguridad, pero ante situaciones que no me molestaban, ahora lo hacen. Veo a mis vecinos. Mi vecino amigo crico ya lo veo y digo: “Ay”. Imagínate, vengo de Polanco y tengo que lidiar con este güey aquí en la esquina haciendo sus desfiguros. Mis vecinos que son usuarios de sustancias (psicoactivas). Me agüita luego salir (a la calle) y verlos, ir a la tienda. Luego me doy vergüenza, me da mucha pena decirme “¿en qué te estás convirtiendo?”, “¿por qué eres así?”. Una ocasión vi a un vato en TikTok, en un mar de llanto, hablando de aquello que no te dicen de abandonar el barrio, es decir, de todos estos conflictos morales a los que te enfrentas una vez que escalas y te llegas a sentir culpable; sí, estás en un lugar, en una casa mejor, pero no te encuentras, no acabas, son estas complejidades. Porque también es desde dónde te posicionas…
Es la controversia entre la obra y la persona, la influencia que has tenido y las expectativas cambian…
A mí lo que me parece interesante son las siguientes obras, ¿desde dónde me voy a posicionar?, porque todavía no lo resuelvo, y creo que debería trabajar en terapia. Como siempre voy con mi pareja, nos barrializan a los dos; si ando sola es menos por el color de piel, pero él tiene una corporalidad a la que la ligan (con el barrio). Nos ven feo. En un hotel en Zapopan, los de clase alta nos observaban con desdeño. Mi trabajo escritural va a ser sobre la experiencia de transitar (de una clase a otra) y cómo es el trato de la gente, porque, claro, dinero llama dinero. El guardia de seguridad del supermercado no me sigue si llevo puestos unos Nike, ya no me revisan el ticket a la salida. Es mi explosión de cabeza, que unos pinches tenis Puma hagan que no te revisen, ¿no?
Tu ensayo de Tsunami 2, que lo introduces completo a este libro, interpela a autoras feministas que, como escribes, tienen “cuarto propio”. En una lectura somera está Lydia Cacho, Valeria Luiselli; en Tsunami 1, Cristina Rivera Garza, Margo Glantz, ¿de alguna manera pensaste que apelabas a escritoras con las que compartes el libro?
No, para nada. Comencé a escribir “Feminismo sin cuarto propio” en la época más turbia de mi vida; hablamos de 2016 a 2018 cuando lo estuve trabajando. En cuestiones editoriales vienen estas inquietudes. En este momento estoy procurando sacar un libro al año, pero no ocurre así en cada caso, existen aquellos donde hay un procedimiento de tiempo atrás, un trabajo previo, se piensa que fue prefabricado para publicarse en un año, y no es así. El hecho de que “Feminismo sin cuarto propio” lo haya escrito a partir de 2016 habla de lo mucho que he estado trabajando. Cuando inicié el texto mi meta era basiquísima, mis estándares eran al ras del piso completamente; lo estaba escribiendo, según yo, para ganar el Dolores Castro en Aguascalientes; no ganó por supuesto, pero después me habló (Gabriela) Jauregi para incluirlo en Tsunami, ella me dijo: “Está adentro, me encanta”, pero cuando leí con quiénes iba a compartir, dije: “No puede ser”. Mi mamá me decía: “No manches, está Lydia Cacho, ella es una chingona”, y yo le comentaba: “Voy a compartir con ella, también soy una chingona”. Nunca me imaginé eso, fue el sueño.
Tengo una lectura sobre el concepto de “matriz de opresiones”. Noto una referencia entre el ensayo “Feminismo sin cuarto propio” y Perras de reserva, ¿este libro es la traducción literaria de la “matriz de opresiones”?
Es una lectura correcta. Mi propuesta literaria también tiene que ver con esta complejidad del mundo, analizar el mundo mediante la “matriz de opresiones” y no sólo del “patriarcado”. Quería que esto fuera la teoría (lleva su mano a una pila de varios ejemplares de Desde los zulos) y Perras de reserva la práctica. Mi objetivo es complejizar a las mujeres ya sea a través de los personajes o a través del ensayo. Decir que no somos solamente seres violentables y tampoco somos seres de luz, que en el mismo universo puede convivir que una sea perfectamente culera y que aun así te hayan violentado; puede ocurrir al revés, que seas opresora y sólo hayas vivido discriminación, las relaciones de poder son complicadas, pero no es un berrinche mío el señalar: “Miren, las mujeres también son malas” o “las mujeres también han tenido esclavos” o “las mujeres también han sido opresoras”, sino que las idealizaciones nos afectan en la vida cotidiana. Si tú planteas a las mujeres como seres de luz, te exigen también ser una buena víctima, entonces ahí tienes que cuando eres agredida sexualmente y al día siguiente te vas de fiesta, parece que la agresión sexual es menos agresiva.
Uno de tus personajes, La China para ser exactos, es sicaria; desde los medios y la opinión pública la narcocultura es un fenómeno de debate sobre si la estamos normalizando, pero ¿cuál es tu tratamiento?
La mayoría de las posturas que hablan en contra de la narcocultura son posiciones moralizantes. Uno no está normalizando la narcocultura, está normalizada desde que empezó a haber organizaciones multicrimen, de ahí que tengan corridos. Desde hace tiempo, todos los bandidos, desde que traficaban alcohol y ahora sustancias psicoactivas, y en los demás giros en los que se han involucrado, están metidos en las áreas económicas del país. Existe está romantización al bandido, a las personas que están en un conflicto con la ley, de modo que ni yo ni nadie con un libro la vamos a normalizar; si está en los corridos tumbados es porque a la gente le gusta, fácil.
El debate público tendría que ir por otro lado, cambiar la política de drogas, descriminalizar el consumo, humanizar a las personas integrantes de las organizaciones multicrimen, que no se nos olvide que, aunque sean agresores, son seres humanos y no son el enemigo, el otro, esta persona malvada, malísima, sino que es un tema enraizado donde está presente incluso en quienes toman decisiones, en las altas esferas del poder; desde ahí debemos hablar. Además, ese es mi contexto, ¿de qué más iba a escribir? Hay quienes escribieron sobre guerras civiles y yo crecí en la guerra contra el narco, y es lo que decidí abordar porque sí quería hacer una literatura situada, hay quien no quiere, es válido; la literatura no es un dogma.
En tu nuevo libro observas sesgos dentro del movimiento feminista, y ahora que éste ha ganado terreno en las nuevas generaciones, chicas de secundaria y prepa, buscan un acercamiento. ¿Cuál es el mensaje que les darías?
A las nuevas generaciones las veo muy potentes. Como una vieja loba de mar, el consejo que les daría es que se metan a temas que, aunque parezcan aburridos y no tan punks, son necesarios. Por ejemplo, los protocolos, el litigio, las políticas públicas. Muchas escuelas no tienen protocolos contra la violencia de género, dentro de sus reglamentos no se contempla el dar de baja a un profesor por hostigamiento sexual, aunque parece inaudito; si bien es cierto que se han visibilizado recientemente, los protocolos se hicieron previamente, pues era impensable hablar de que un profesor pudiera acosar a las alumnas. Si tú quemas tu escuela exigiendo que corran a un maestro que tiene plaza, sin importar que éticamente estés en lo correcto, legalmente no pueden quitarle la plaza porque es un trabajador amparado por derechos laborales, sindicales o por las mismas reglas operativas del plantel. Entonces, es darle por ese lado para que las estudiantes tengan un respaldo legal, que sea aplicable porque las escuelas pueden imponer medidas preventivas como retirar a ese profesor, pero hay quienes se amparan y regresan a las aulas.
De los hombres estoy sorprendida, con los morritos defendiendo los tendederos de agresores, peleándose con adultos por defender a sus compañeras. De verdad tengo mucha esperanza con esta nueva generación. Algo más, les recomiendo que no entren al feminismo antiderechos, que se vengan al feminismo transincluyente, anticlasista y antirracista, que entiendan que las mujeres trans también son mujeres y que, a ellas como a las mujeres cisgénero, nos atraviesan las mismas problemáticas.
El feminismo ha incidido en varios estratos, incluso en instituciones (académicas, educativas, políticas, etc.), que se suman con páneles, talleres y foros; desde tu punto de vista como activista, ¿consideras que sí hay una intención de comprender sus alcances?
Si bien hay avances y el feminismo ha incidido, todavía hay mucho por hacer, desde luego que hay que visibilizar los alcances. Ahora, estoy en contra de las posturas que mencionan que gracias al feminismo puedes ir a la escuela, puedes tener una cuenta bancaria, me parece que es un “por mí tragas” pero trasladado a la lucha social, y no va por ahí. Sí es importante visibilizar los alcances, pero no tanto del feminismo, sino de las mujeres organizadas, y necesitamos diferenciarlo. Cuando hablamos del feminismo, se entiende que hablamos de una colectividad, de todas las mujeres que se asumen feministas, y la realidad es que la incidencia en espacios específicos como la academia, la política, se debe a mujeres específicas que se organizan con fines específicos, y hay que reconocerlo porque el feminismo emuló una forma de lucha de hombres donde en nombre de la horizontalidad no hay reconocimiento a los individuos, dado que no se necesita, y esto es parte de la visión androcéntrica, pero para las mujeres el tema de reconocimiento es distinto, hemos estado invisibilizadas históricamente.
Es fundamental comprender y evidenciar los alcances de las mujeres organizadas, pues el feminismo es una herramienta, sí, pero quien la ejecuta son las mujeres organizadas. También no hay que olvidar que, aun con estos avances, falta mucho; por ejemplo, en Oaxaca mujeres organizadas lograron despenalizar el aborto; sin embargo, todavía carecen de acceso a éste, dado que solamente hay tres clínicas para un estado enorme con bastantes municipios, con una complejidad cultural y todavía no hay una atención que incluya las transversales de clase, de etnia, de contexto social y de lengua, tendría que haber clínicas que atienden en lenguas originarias.
Has escrito sobre el clima que atraviesan las editoriales independientes frente a la industria. En tu nuevo libro comentas que buscas dedicarte a la escritura como forma de ganarte el pan. ¿Cómo armonizas la libre difusión de obras en PDF con este ambiente de las editoriales independientes?
En la literatura y el trabajo tengo una postura que es pragmática y que, más que corresponder a análisis profundos, obedece a la realidad inmediata. Soy consciente de que en este momento hay un interés por leer a mujeres que escriben sobre temas que nos atraviesan, y no creo que las y los lectores sean estúpidos y se dejen llevar por lo que la industria malvadísima editorial les dice que lean, ni por la turbo publicidad. Miles de mujeres están interesadas en leer a autoras y en comprar nuestros libros, entonces sí entiendo que haya interés de las editoriales por publicar estos libros porque se venden; las editoriales, al final de cuentas, tienen que recuperar la inversión que hacen a la hora de imprimir o de apostar por un libro. Antes de dedicarme a la literatura, trabajaba en un tianguis donde a veces ganaba 200 pesos por estar 12 horas bajo el sol. Ni de pedo es lo que pagan por un texto, es cinco o seis veces más, y el texto lo escribo desde mi casa, en mi computadora, en el fresquecito.
En este sentido, ligando la pregunta de cómo amortiguo la libre difusión del PDF con mi trabajo literario y las ganancias que recibo, lo que noto es que de pronto vemos el PDF como una amenaza que no existe, imaginaria. Y solamente está ahí en el universo de personas que son dogmáticas. No es tantísima la cantidad de gente que descarga PDF y que no hace nada, que los lee y dice: “Ay, ya leí esto porque soy punk y no voy a hacer nada para retribuir a la autora”. Leí muchísimo en PDF porque no tenía dinero para comprar los libros, pero recomendaba el libro reseñado, hablaba en las redes sociales. ¿Cómo lo amortiguo? Les pido a mis lectores que, si pueden, me reditúen con una reseña chida o comprándolo como un regalo a alguien, eso sí, cuando se los permita su economía; no me voy a mortificar por los PDF porque toda lectura es buena. Toda recomendación es buena; no me agüito. Además, hay casos de éxito de cómo esto no es un universo plano donde los malditos PDF nos perjudiquen. La autora de La nación de las bestias (Mariana Palova) se autopublicó y después de eso la llamó Planeta para volverla pública. También está Brenda Navarro, que ella misma liberó su libro en PDF y es un exitazo.
¿Crees que es difícil identificarse, como escritora, con las realidades, circunstancias y contextos con los que no se crece (o vive)?
La lectura es una posibilidad de conocer contextos desconocidos; si bien no en toda lectura te identificas, sí puedes disfrutar perfectamente de un texto donde se hable de las experiencias de un hombre heterosexual burgués de clase alta que está disertando sobre un tema que le parece importantísimo, y más si ese libro está bien escrito, si el personaje está bien desarrollado, pero el identificarse es otra cosa, y ahí sí considero que es una de las potencias de mi libro: espejearte en la literatura es una experiencia distinta al mero hecho de disfrutarla. La literatura puede tener un montón de funciones y las personas leemos por razones bien diversas, muchas conviven al mismo tiempo en armonía; puedes leer para aprender, por hobby, para ser una persona más crítica, porque simplemente te gusta o porque te fascinó la lectura y aprendiste un montón. En el caso de las mujeres que venimos de entornos precarios nos hacía mucha falta espejearnos en la literatura. Y por eso ahora las autoras latinoamericanas, caribeñas, nos sentimos sumamente identificadas, porque nos vemos espejeadas, porque te sientes representada en las experiencias o vivencias que hay en común.
FOTO: Dahlia de la Cerda es activista y fundadora de Morras Help Morras, iniciativa que acompaña el aborto. Crédito de foto: Germán Espinosa /El Universal
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