Theo Jansen: entre lo humano y lo inhumano
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El escultor holandés habla de sus “bestias de playa”, que presentó hace unos días en Mazatlán, Sinaloa, y en las que ha conjugado la ciencia con el arte cinético
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POR EDGAR ALEJANDRO HERNÁNDEZ
CULIACÁN. A inicios de los años ochenta, el artista holandés Theo Jansen (1948) creó un artefacto inflable que tenía la apariencia de un objeto volador no identificado, el cual logró hacer volar por el cielo de la ciudad Delf, donde estudió la universidad.
La obra, que tuvo una gran cobertura mediática y lo alejó definitivamente de la pintura, no sólo marcó un quiebre en su producción hacia el arte cinético y el posterior desarrollo de sus “bestias de playa”, sino que fue el antecedente directo de una de las actividades que hoy más enorgullece al artista: su colaboración con la NASA. La invitación que recibió hace unos meses para participar en una lluvia de ideas para una expedición a Marte confirmaba una de sus mayores tesis, la unión entre arte y ciencia.
“Realmente en la NASA se lo tomaron muy en serio. No estuve allí por diversión, estaban muy interesados en escucharme (sobre el mecanismo de “oruga”). Fue un encuentro realmente muy honesto. Es increíble lo que hicieron. Pudo haber sido una pequeña parte de sus sesiones de lluvia de ideas, pero fue algo genial, una gran experiencia. Por supuesto es algo que siempre destaco en mi currícula”, cuenta en entrevista, antes del performance que realizó con dos de sus criaturas en la Playa Luna Bonita, de Mazatlán.
El ingeniero, científico y artista holandés visitó México para inaugurar en el nuevo Museo Materia de Ciencia, Tecnología y Arte de Culiacán, la exposición Las bellas criaturas de Theo Jansen, que reúne 15 esculturas cinéticas de mediano y gran formato, las cuales sintetizan gran parte de la investigación que ha desarrollado desde 1990 con sus Animaris (bestias de playa).
Jansen es conocido internacionalmente por elaborar estas criaturas que entrecruzan la permanente utilización de un material de bajo costo, los tubos de PVC amarillos que en Holanda son usados por ley en todas las instalaciones eléctricas, con un desarrollo que sintetiza la biología, la ingeniería y la filosofía para lograr que estas esculturas logren movimientos autónomos en la playa.
Las bestias de playa de Jansen son movidas con ayuda del viento o mediante mecanismos hidráulicos simples que logran poner en tensión una suerte de animismo que cruza la delgada línea entre lo vivo y lo no vivo, ya que aún cuando su apariencia no deja lugar a dudas de que se trata de un objeto inanimado, su delicado movimiento provoca casi siempre la sensación de estar presenciando una suerte de vida animal.
“Cuando modelábamos el movimiento en la computadora cuidamos mucho los pasos. Nos dimos cuenta que las patas no deben permanecer demasiado tiempo en el aire, porque no tiene ningún uso. Debían volver más rápido al suelo. Y al verlo tú puedes decir: ‘mira, los animales reales caminan de esta manera para tener soporte y equilibrio’. Entonces, cuando la gente ve a mis animales caminar, inmediatamente reconoce este movimiento y por eso les resulta familiar. Nuestros ojos son muy sensibles a los movimientos animales, creo que porque forman parten del proceso de evolución.
“Las personas ven un montón de tubos, pero cuando estos se desplazan se produce un cambio en el cerebro. Además, la mayoría ya ha visto antes mi obra en Internet. Todos los videos que circulan en YouTube ayudan a que casi cualquiera pueda reconocer lo que está sucediendo. No quiero sonar rimbombante, pero creo que la mitad de las personas que estarán en Mazatlán ya lo habrán visto. Y eso también hace que mi entrada al público sea fácil”, recuerda el artista.
Adicionalmente, indica Jansen, el ambiente de la playa ayuda a que el público se relacione con sus criaturas, ya que de alguna manera la orilla del mar es el tipo de ambientes que nos recuerda el comienzo de la evolución de las especies.
“Es como si mis animales todavía vinieran del mar y entraran caminando a la tierra. De alguna manera estas criaturas nos recuerda algo de lo que éramos hace mucho tiempo. En un inicio empecé haciendo esqueletos para que crearan dunas en la playa para defender a mi país (Holanda) del aumento del nivel del mar. Pero en el camino me intrigó tanto el proceso de evolución y de la vida que me olvidé que de joven quería salvar el país.
Para Jansen el desarrollo de sus criaturas no está únicamente vinculado a procesos científicos o tecnológicos. Su mayor guía, ha dicho una y otra vez, está justo en el material que insiste en seguir utilizando. Los tubos de plástico, afirma, le marcan la pauta de lo que debe o no hacer a la hora de crear sus “bestias de playa”.
“Siempre he dicho que los tubos son mi mayor guía, porque puedo jugar con el material y, aparte de crear, también es jugar y luchar. A ese diálogo entre el material y yo es lo que podríamos llamar arte”.
Adicionalmente, abunda, su desarrollo está íntimamente afectado por los numerosos errores y fallas que han tenido el manejo de estos tubos, ya que cada nuevo proceso suma cualidades al proceso de animación de sus esculturas cinéticas.
“Los ingenieros tienen que seguir metas muy concretas y no pueden tener esa breve retroalimentación que yo tengo con los tubos. Realmente no pueden jugar con los materiales, porque sus metas son muy concretas, no puedes jugar con la estabilidad de un puente o con cosas que pongan en riesgo a la gente. Ellos tienen una gran responsabilidad. Tal vez ahora con la simulación en computadora los ingenieros se permitan jugar, ver qué pasa cuando se derrumba un puente. No sé, tal vez en el futuro los ingenieros se conviertan en artistas”.
Jansen agradece que su obra esté en el Museo Materia, que una la ciencia con el arte, porque encuentra que este tipo de recintos tienen numerosas ventajas de público, incluso vinculadas a temas de género.
“Museos como este, que unen arte y tecnología, tienen una gran función en estos días, porque convocan a un gran público infantil y ayudan a cambiar roles que generalmente se repiten en la sociedad. Se asume que, por ejemplo, las niñas tienen una aversión contra las matemáticas y con la tecnología, pero si se trata de las artes, de alguna manera se sienten más conectadas con la ciencia y luego pueden sumergirse y se vuelve muy interesante para ellas. Creo que, especialmente para las escuelas, este tipo de museos tienen una gran función en la sociedad”.
Quietud y fiesta en la playa
El performance que presentó Theo Jansen en la Playa Luna Bonita, de Mazatlán, no se desarrolló como el artista lo había planeado. Una vez más, como él mismo lo ha señalado, el error mostró que sus criaturas pueden ser más caprichosas y, al mismo tiempo, elocuentes de lo que su creador imagina.
Si bien en la playa el viento corría con soltura, las ráfagas no eran lo suficientemente poderosas como para lograr que las bestias de playa se desplazaran con la eficacia que esperaban los centenares de espectadores que llenaron la playa para disfrutar el espectáculo.
Las dos bestias de cuerpos tubulares anunciaban su andar con el revuelo de sus velas, pero una vez iniciado el evento apenas lograron desplazarse autónomamente algunos centímetros, en realidad su andar no logró mostrar su elegancia y cadencia al caminar. Fue en ese punto que el propio artista tuvo que jalar a sus bestias para que el público apreciara su caprichoso movimiento. El paso torpe de las criaturas provocó el aplauso de la audiencia y al final a nadie le pareció raro ver cómo las bestias de playa eran movidas manualmente por Jansen y sus colaboradores.
Como el artista no estaba dispuesto a romper su idilio con el público sinaloense dejó atrás el protocolo del evento e invitó masivamente al público para que pudieran tocar y jalar ellos mismos las bestias de playa.
La música y la gente hicieron el resto para que el performance deviniera en fiesta y quedara atrás la extravagante inmovilidad de sus creaciones. En todo caso, el error ayudo una vez más a romper esa barrera entre lo humano y lo inhumano.
FOTO: El 17 de enero, Jansen presentó un performance de sus creaciones en una playa de Mazatlán, Sinaloa, que se exhiben en Museo Materia de Ciencia, Tecnología y Arte de Culiacán. /Especial
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