Tres poemas inéditos
POR A. E. QUINTERO
El hombre me coloca
la capucha, y pregunta
cómo quiero que me corte el cabello.
Yo pienso en la época en la que un corte
me hacía diferente,
más guapo, más delgado, irresistible.
A unos minutos de sembrar rosas en la luna.
Recuerdo la salida del colegio.
La cantidad de gente
con la que me detuve a beber una coca cola.
Las frases que fueron nubes, que fueron pájaros.
Los ojos que no descansaban.
Los brazos hartos,
los labios llenos.
El amor que era una lista de árboles incendiados.
Y el incendio que no llegaba
a detener la edad de nadie.
Cuando un corte de pelo
eran varios cuerpos desnudos
espiando la mañana.
El hombre me pregunta
qué corte de cabello es el que quiero:
el que haga parecer,
—respondo—,
que tengo más cabello.
*
La noche es algo que llevamos dentro.
Una mirada en la que nos quedamos,
una palabra oscura que fue nuestra
y años después se encuentra en otra boca.
Un hombre a solas siempre está de noche,
inventando fantasmas en su cuerpo,
falseando caminos para llegar
a suelo fértil, hacia aguas profundas.
Creyendo en el amor como se cree
en la suerte, como se cree en un sueño,
como se cree en toda luz que uno enciende.
Ideando puertas para no estar solo.
Tocándose el sexo para sentirse
a salvo de la vida y de la muerte.
*
Los pájaros empiezan
a confundirse con las hojas.
La noche está a punto de repetirse,
siempre la he confundido con la soledad,
siempre la he visto
como un lugar para esconder las manos,
como un sitio seguro
donde romperse
o donde restaurar el frío
con el que el hombre crece a solas.
Siempre la he sentido como algo personal.
Y al día de hoy, no sé la diferencia
entre noche y memoria.
Creo que cada persona
se hace pequeña para crecer, se queda a solas
para repasar el camino y repararse:
para pronunciar una palabra por otra
y decir noche
por no decir duele, o mundo
por no decir ahora.
Pero los pájaros comienzan a esconderse
y yo supongo
que esa es otra manera de volar.
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