Un país a través del futbol

Oct 11 • Lecturas, Miradas • 2557 Views • No hay comentarios en Un país a través del futbol

 

POR LEONARDO TARIFEÑO

 

En la relación entre un padre y un hijo, el futbol es lo último que se pierde. Tal parece la premisa de El regate, novela de la intimidad masculina que a su manera expone un Brasil posible, imaginario y real a la vez, donde los futbolistas tienen poderes paranormales y la grandeza de Pelé surge como nunca justo cuando falla ante la portería vacía. Ajena a los clichés que dibujaron una sonrisa eterna sobre los conflictos de una sociedad castigada por el clasismo, la pobreza y la discriminación racial, la anécdota que traza Sérgio Rodrigues se propone reivindicar el lado menos visible de un país que encontró lo mejor de sí mismo en las glorias y frustraciones tatuadas en una camiseta con pretensiones de bandera. Al evocar, también, las fantasías de la infancia y los sinsabores de la adultez, esa playera sostiene al mismo tiempo las ilusiones personales y los sueños colectivos. Por eso no resulta descabellado creer que la historia nacional puede contarse a través del futbol, el mismo cuyo eco se niega a desaparecer en la sorda enemistad entre un padre y un hijo unidos por un silencio mutuo de 26 años. Hechizada por el poder simbólico de un deporte elevado a la categoría de memoria afectiva global, la novela avanza en busca de aquello capaz de conjurar los desencuentros, sociales y personales, que un pasado sin ley arrojó sobre quienes crecieron condenados a entenderse. Pero en la vida, como en el futbol, lo único que nunca falta es la sorpresa. Como la que intentó Pelé ante el portero uruguayo Mazurkiewicz en el Mundial de 1970, metáfora del desafío imposible a la que la novela acude una y otra vez para explicar que el fracaso también es sublime.

 

El regate se plantea como un puente entre dos mundos culturales opuestos, a los que aspira a unir en un incierto horizonte de reconciliación final. En un rincón habita la frivolidad seductora de Murilo, el padre, ex cronista deportivo del diario Jornal do Brasil, leyenda viva del periodismo que triunfó al amparo de las hazañas de Pelé, Tostão y compañía; en el otro, casi en las antípodas, espera el sombrío rencor de Neto, para quien el pasado representa el dolor de una infancia moldeada por las palizas paternas, el tabú de un odio irresistible y el paisaje de una ciudad que ya no admite el paraíso soñado por la impávida alegría de la bossa nova. Convertido en un anciano al borde de la chochera, Murilo siente que su vida dialoga con el Don Casmurro de Machado de Assis y, sobre todo, con las revelaciones de El negro en el futbol brasileño, ensayo de Mario Filho (de quien el célebre Maracaná tomaría su nombre) que exhibe con inusual contundencia los efectos del racismo puestos en evidencia por la Canarinha. Al otro lado de sí mismo, su hijo Neto se refleja en una sensibilidad pop de aliento globalizado, donde el agente Maxwell Smart, las melodías de Michael Jackson y las amantes con nombres de origen gringo son pruebas de una carnavalización de identidades en la que lo de veras propio se disuelve. Entre ambos universos hay un abismo de distancia, y la novela se prueba a sí misma al intentar que cada visita de Neto a la hacienda donde el anciano espera la muerte se transforme en un punto de encuentro cultural instalado en el centro de un campo de futbol. “Estaba allí para darle a Murilo la oportunidad de pedir perdón por haber sido el peor padre del mundo y que así muriera en paz. Lo rechazaría al principio, pero acabaría perdonándolo”, se lee en el primer tiempo del libro. En el segundo, con el final del partido a la vista, el lector descubre que en el camino al perdón hay regates inevitables. Y que, como Pelé ante Mazurkiewicz, a veces lo que se intenta es más importante que aquello que se logra.

 

Novela para la que los enigmas íntimos constituyen el espejo donde se refleja la identidad de un país, El regate confía en la magia del futbol para construir una armonía social tan ilusoria como la que reina entre los padres y los hijos. Su valor consiste en demostrar en que, no por ilusoria, esa armonía no es menos necesaria y hasta real. Como la ilusión de creer que detrás de una camiseta hay todo un país unido, para el que el luminoso recuerdo de esa fantasía es lo último que se pierde.

 

* Sérgio Rodrigues, El regate, traducción de Juan Pablo Villalobos, Barcelona, Anagrama, 2014, 213 pp.

 

* Fotografía: Portada de la novela El regate, de Sérgio Rodrigues/ Especial.

 

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