Un recorrido por los infiernos políticos de Dante
La Divina Comedia es una visión panorámica de la cultura renacentista: los infiernos se encuentran colmados de personajes paganos y pecadores, mientras que el cielo es la recompensa de aquellos apegados a los preceptos del cristianismo
POR RAÚL ROJAS
La Divina Comedia es un libro alucinante. Al afamado florentino Dante Alighieri le tomó décadas pincelar la historia alegórica que finalizó hace 700 años, poco antes de su muerte en 1321. La obra es complicada de leer, ya que en sus versos Dante hace veladas referencias a multitud de motivos religiosos y de la mitología griega. Además, le pasa revista a sus muchos enemigos, a los que colocó en los niveles apropiados de castigo en el infierno. Para leer la obra sin las anotaciones pertinentes habría que haber vivido en esa época y haber estudiado historia y teología. Hoy en día es muy aconsejable utilizar una versión anotada, tal vez con la versión en italiano contrapuesta a la versión en español, e incluyendo las fabulosas ilustraciones de Gustave Doré.
Dante fue un hombre político: lo desterraron de Florencia al fragor de las disputas públicas en las que participó y de ahí que viviera en el exilio hasta su muerte. Quizás por eso Dante reservó la antesala del infierno para los indecisos y para los que no toman partido, los “despreciables para Dios y para sus enemigos”. Ese vestíbulo sería el área asignada a aquellos que tanto el Cielo como el Infierno aborrecen y se niegan a recibir. Están condenados a correr eternamente tras una bandera sin insignias.
Pero vamos por partes. La Divina Comedia era solo la Comedia cuando Dante la terminó. El adjetivo se le agregó en ediciones posteriores. El largo poema se compone de tres secciones que narran el descenso de Dante al infierno, su visita al purgatorio y finalmente su recorrido por el cielo. Cada una de esas partes, Infierno, Purgatorio y Cielo, consta de 34, 33 y 33 cantos, respectivamente, los que agregados suman cien, el número perfecto. Además, cada uno de los reinos visitados está subdividido en un cierto número de niveles, a los que se va descendiendo o se accede subiendo. La numerología es una de las cuestiones que al leer la Comedia saltan inmediatamente a la vista. Todos los números contenidos en los versos tienen un significado.
Dante nació en 1265, en Florencia, y sobre su biografía no se tiene absoluta certeza. Incluso la fecha de su nacimiento es solo una hipótesis. Durante su juventud se ventilaba el conflicto entre los güelfos y los gibelinos, que apoyaban a diferentes dinastías reales en la época del Sacro Imperio Romano Germánico. Dante era partidario de una fracción de los güelfos, los llamados güelfos blancos, y llegó a ser embajador de Florencia y uno de los seis más importantes magistrados de la ciudad-estado. Pero cuando los güelfos blancos fueron derrotados en 1302, Dante fue condenado al exilio y ya nunca pudo regresar a su ciudad natal. En todo ese tiempo de emigración forzosa escribió el poema.
La Comedia comienza con Dante que ha perdido el rumbo, a la mitad de su vida, en un obscuro bosque lleno de fieras. Nuestro héroe encuentra al poeta Virgilio, quien acepta ser su guía y comienza por mostrarle el infierno. Atraviesan por el famoso portal que en su dintel proclama: “Renunciad para siempre a la esperanza”. Y así sucede que Dante, bajo la protección de Virgilio, desciende los 10 niveles del infierno hasta el centro de la tierra, donde se encuentra a Lucifer. Cada nivel es más pavoroso que el anterior y el poeta se regodea describiendo los tormentos asignados a cada tipo de pecador. Los primeros cinco círculos del infierno albergan a aquellos que han pecado por falta de control: son los lujuriosos, golosos, avaros, pródigos e iracundos. El sexto nivel es para los herejes y, a partir de ahí, se encuentran todos los que activamente han materializado el mal: los violentos, malévolos, fraudulentos y los traidores, quienes ocupan el nivel más bajo, ya prácticamente junto a Lucifer.
El primer círculo del infierno es el limbo, y ahí se alojan muchos que fueron paganos antes del descenso de Jesús a la tierra y todos los que no fueron bautizados. Es Caronte, el barquero que transporta las almas al Hades, el que ayuda a los viajeros a cruzar el río para entrar al primer círculo. Dante encuentra ahí a los más notables pensadores y héroes de la antigüedad grecolatina, desde Platón hasta Euclides, quienes sufren por no haber sido bautizados. Es importante mencionar que el castigo asignado a la persona en el infierno siempre alude al pecado, como el de los culpables de lujuria, en el segundo círculo, quienes son azotados continuamente por vientos huracanados que los engullen en un torbellino.
Sin embargo, Dante no fue el primero en visitar el averno. Descender al infierno, o por lo menos al mundo subterráneo de los muertos, es un motivo frecuente en la literatura universal. En la mitología grecolatina, Hércules, Odiseo, Orfeo, Eneas y Teseo visitan el infierno por diferentes razones, ya para hacer una pregunta, como Odiseo, o para rescatar a alguien, como Orfeo. Pero también en otras regiones del mundo se ha planteado la misma interrogante: ¿se puede retornar del reino de la muerte? En la mitología egipcia, Osiris baja al submundo, de la misma manera que en la mitología babilónica lo hace Enkidu, el amigo fraternal de Gilgamesh. Incluso en el Popol Vuh, el libro sagrado de los maya-quiché, los hermanos gemelos Hunahpú e Ixbalanqué son llamados por los dioses de Xibalbá al inframundo, donde tienen que afrontar diversas pruebas. Encontramos así la misma idea básica en regiones separadas por océanos.
Menos sabido es que el mismísimo Jesús supuestamente también bajó al infierno. En el Nuevo Testamento el apóstol Pedro menciona la visita de Jesús (entre la crucifixión y la resurrección) a “lo que está debajo”, que bien podría referirse al inframundo griego. Santo Tomás de Aquino trató de explicar la visita: según él, Jesús fue a fustigar a los condenados (como si lo necesitaran) y a reconfortar a aquellos en el purgatorio. Además, fue a rescatar a los patriarcas de la iglesia, nacidos antes de que el bautismo existiera, y por eso aún estigmatizados con el pecado original. Por eso Dante menciona que un “Poderoso, coronado con el signo de la victoria” fue a rescatar a Adán, Abel, Noé, Moisés, Abraham y “muchos otros a quienes trocó en bienaventurados”.
Pero si muchos han visitado el infierno, pocos han visitado el cielo. Uno de ellos fue el profeta Mahoma, quien, de acuerdo con el Corán, en una sola noche voló montado en un caballito alado de la Meca a Jerusalén y después ascendió a los cielos guiado por el Arcángel Gabriel. En algunas versiones de la historia utilizó una escalera, un Mi’raj en árabe, lo que dio origen al vocablo mirage en inglés. Es decir, todo esto fue un milagro. Mahoma visitó así los siete niveles del cielo y encontró en las diferentes esferas a Adán, Juan Bautista, Jesucristo, José, el profeta islámico Idris, Aarón y Abraham. Finalmente, Mahoma habla con Dios, quien le hace regresar a la tierra para advertir a los fieles que todos los días se debe rezar 50 veces. Aconsejado por Moisés, Mahoma tiene que subir y bajar al cielo nueve veces hasta que logra negociar una reducción a cinco oraciones diarias, las obligatorias hoy en día en el Islam. En serio.
Esta visita de Mahoma al cielo es lo que ha llevado a algunos a decir que Dante le plagió la idea de la Comedia al Islam. Al final de cuentas la historia del Mi’raj es del año 621 y la de Dante es de 1321. Pero la historia de Dante es más completa, nos lleva del infierno al cielo, pasando por el purgatorio. Dante moviliza en el poema toda la erudición escolástica de su época. Desgraciadamente para la paz en un mundo futuro, Dante coloca a Mahoma en el infierno, destazado y muy abajo, en el octavo círculo, como castigo por haber sembrado la discordia.
Pero hay diferencias con la historia de Mahoma, por ejemplo, en lo que respecta a los niveles del cielo. Estos son nueve, más el décimo nivel, el Empíreo, donde reside Dios, que Dante, en la Comedia, reconoce como tres esferas concéntricas, es decir, como la Sagrada Trinidad. Fiel a la cosmología aristotélica de la época, la tierra se encuentra en el centro del universo rodeada por esferas sucesivas para la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter y Saturno. La octava esfera corresponde a las estrellas fijas y la novena es el Primum Mobile, la esfera cuyo movimiento propulsa al resto de las bóvedas celestes, como en un reloj. Por cierto, que el guía de Dante en el cielo ya no es Virgilio, sino Beatriz, su amor imposible fallecido a destiempo.
Al purgatorio, Dante lo ubica exactamente del lado opuesto de la tierra a donde se encuentra la entrada al infierno. Consiste en una sucesión de siete terrazas, coronada en la parte superior por el Paraíso, la antesala al cielo. Aquellos condenados a sufrir las penas del Purgatorio van ascendiendo con el tiempo de un nivel al siguient e, a medida que expían sus pecados. En los respectivos niveles, desde el inferior, se encuentran los soberbios, los envidiosos, los iracundos, los perezosos, los avaros, los glotones y los lujuriosos. A veces es difícil orientarse en tantos niveles y subniveles y por eso la geografía de la Comedia ha generado una verdadera industria de cartografías del Infierno, Purgatorio y Cielo dantescos.
Ahora bien, la noción del purgatorio no es aceptada por toda la cristiandad. Por ejemplo, los protestantes no creen que sea real. Ya existía muy temprano la idea de un fuego purificador de las almas de los muertos, pero el purgatorio como lugar específico hace su aparición en la tradición católica hasta fines del siglo XI o en el siglo XII. En el concilio de Lyon, de 1247, la Iglesia Ortodoxa rechazó la existencia del purgatorio y esa fue una de las razones por las que no se pudo unificar la iglesia. Martín Lutero, uno de los precursores del protestantismo denunció vehemente el concepto del purgatorio como contrario a la salvación del alma, que debería ocurrir únicamente por la fe individual y la gracia de Dios. Sería absurdo creer que se pueden expiar las penas en una región de castigo intermedia entre el infierno y el cielo, piensa Lutero. Es más: “el purgatorio no es mencionado en la Biblia: es una mentira del diablo”.
Así que muchos han bajado al infierno o inframundo, algunos han visitado el cielo, pero posiblemente solo Dante ha pasado por infierno, purgatorio y cielo en la épica excursión relatada por la Comedia.
La Divina Comedia fue un éxito mayúsculo, fue leída y releída. Eso poco a poco convirtió al dialecto florentino en el molde del que nació el italiano moderno. También por eso se recuerda a Dante, por haber consolidado el lenguaje de la península itálica. Con el poeta, Florencia se posicionaba como punta de lanza del Renacimiento. Y aunque Dante pudo llegar hasta el cielo y el infierno, no volvería nunca a ver su ciudad natal. Ese fue su purgatorio personal.
FOTO: El fresco La Divina Comedia ilumina Florencia, pintado por Domenico di Michelino en el siglo XVI, se encuentra en la catedral de Florencia./ Crédito: Especial
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