Un tlahcuilo entre nosotros: entrevista con el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma
A punto de recibir el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2022, el arqueólogo referente en el estudio de las culturas mesoamericanas hace un recorrido por los avatares de esta disciplina en México, pone algunos acentos sobre los usos políticos de la historia y el papel de las instituciones y sus profesionales para su estudio y preservación
POR GERARDO ANTONIO MARTÍNEZ
Si hay alguien que conoce la vida diaria, la estructura política, la fe y las artes, pero también la agonía y los vestigios de una ciudad que hoy ya no existe, ese es el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma.
La urbe a la que me refiero es México-Tenochtitlan, la capital de un imperio que durante dos siglos dominó amplias regiones de Mesoamérica desde el Lago de Texcoco. Hoy esa ciudad es un palimpsesto de ruinas, tepalcates y osamentas que se confunden con restos de otras violencias. Nos dieron un lago y construimos multifamiliares; nos dieron canales y construimos ejes viales en los que transitan descendientes de esos macehuales y pipiltin de esa sociedad que nos antecedió en la hoy Ciudad de México.
Eduardo Matos Moctezuma (Ciudad de México, 1940) nos recibe un 12 de octubre en su casa de la colonia San Jerónimo Lídice, al sur de la Ciudad de México. El 28 de este mes recibirá el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2022 por su trayectoria en el estudio arqueológico del México Prehispánico. En su acta, el jurado del Princesa de Asturias destacó sus trabajos en los sitios arqueológicos de Tula y Teotihuacán, pero principalmente en el Templo Mayor de Tenochtitlan, cuyo proyecto de rescate dirigió desde su creación en 1978 hasta 1982, y dio como resultado un museo de sitio, hoy uno de los más visitados del país. El jurado agregó que tanto sus trabajos de campo como su producción intelectual reconstruyen las civilizaciones de México y Mesoamérica “con objetividad y libre de cualquier mito”.
Miembro de El Colegio Nacional desde 1993 y de la Academia Mexicana de Historia desde 1998, varias de las obras de Matos Moctezuma hoy se pueden considerar libros clásicos. Dos de los más populares son Muerte a filo de obsidiana. Los nahuas frente a la muerte (1975), Vida y muerte en el Templo Mayor (1986). El más reciente, Las andanzas de un Calendario y los trotes de un Caballito (2020).
Con más de sesenta años en el trabajo arqueológico, en esta entrevista hace un recorrido por algunos de los episodios que hay llevado a esta disciplina a la profesionalización, desde los testimonios iniciales de fray Bernardino de Sahagún, pasando por los trabajos de los decimonónicos Alfredo Chavero y Francisco del Paso y Troncoso a la madurez de la generación a la que perteneció Manuel Gamio.
El episodio que protagonizaron los monolitos de la Coatlicue y la Piedra del Sol durante el virreinato del segundo conde de Revillagigedo dan pie para contextualizar los debates sobre la apropiación de la historia, una tentación a la que parece que ningún gobierno es ajeno.
Cuidadoso en sus palabras, Matos Moctezuma tampoco se presta a cerrar los ojos frente a realidades como la que viven sus colegas arqueólogos, en especial las generaciones más jóvenes que se enfrentan a la precarización laboral incapaz de ser sepultada por los discursos oficiales: “He percibido las quejas de muchos de mis colegas en ese sentido. Sí es necesario contar con un apoyo mayor, más decidido para que el instituto lleve a cabo las labores que tiene encomendadas”.
Pero ahí no terminan los temas que en este presente nos tienen conversando sobre el pasado. Sobre la iniciativa que han tenido gobiernos de varios países de solicitar a museos la devolución de piezas que fueron producto del saqueo, explica que los países europeos “prácticamente se quedarían sin museos”.
En su libro Breve historia de la arqueología en México que nos da un panorama muy puntual, un punto que me parece importante contrastar es la apropiación que los mexicas hicieron de mitos teotihuacanos para la significación de su propia historia. ¿Cómo podemos significar esa práctica del reconocimiento con nuestro pasado para explicar nuestro presente?
Primero hay que aclarar que los mexicas no conocieron mitos teotihuacanos, sino que ellos sacralizaron esa ciudad ya desaparecida, pero de la que quedaban los grandes montículos que indicaban que ahí hubo la presencia que ellos no sabían a quién atribuir y se la atribuyen a los dioses. Ellos colocan uno de sus principales mitos en relación a Teotihuacán, que de ahí iba a surgir el Quinto Sol.
¿Cómo entendemos la resignificación de un pasado para entender su propia realidad?
Aquí es importante señalar que el pasado de lo que hoy es México no son sólo los mexicas. Ese pasado corresponde a muchos pueblos que desde muchos siglos atrás fueron estableciendo sus culturas en diferentes áreas de Mesoamérica y el Norte del actual territorio mexicano. Me refiero desde la presencia de grupos cazadores-recolectores hace alrededor de 20 mil años hasta el momento en que surgen verdaderos centros urbanos como Teotihuacán, Monte Albán, Palenque, Yaxchilán, Tikal, Tajín y otros más en el México antiguo. Todos ellos dejaron su huella a través de las obras que realizaron. Ahí podemos ver desde sus edificios, templos, palacios y las casas de una población mayoritaria —por lo general campesina y trabajadores de varios aspectos de esas sociedades—, en donde encontramos su pintura mural, su cerámica, su escultura. A través de esto nos manifestaron una serie de ideas, pensamientos, mitos relacionados con su pasado. También, dentro del mundo mexica nos han dejado sus vestigios. Toda esa presencia antigua que conforma parte de nuestra historia, vemos cómo hacia 1521 se va a dar la conquista de Tenochtitlán y Tlatelolco porque esas dos ciudades representaban el imperio de la triple alianza que había sometido e impuesto un tributo muy severo a muchos pueblos indígenas. Cuando llegan los españoles, estos grupos poco a poco van apoyando a los conquistadores a atacar Tenochtitlan. Desean liberarse del yugo. Ese 13 de agosto de 1521 se va a dar el triunfo de estas fuerzas enemigas de Tenochtitlan. A partir de esto se viene una segunda etapa que consiste en conquistar un amplio territorio dominado por distintas etnias indígenas.
Narra el periplo que la Piedra del Sol y la Coatlicue tuvieron al final del Virreinato. Mientras una era exhibida para resaltar la valía del ejército de Cortés, la Coatlicue era enterrada para alejarla de la vista de los pobladores. ¿Ésta es una especie de iconoclasia primeriza e incipiente, una especie de ritual en la evolución y construcción de nuestra identidad mexicana?
Las dos grandes esculturas mexicas en lo que hoy conocemos como Zócalo tuvieron repercusiones interesantes en ese momento. Una de ellas es que la Coatlicue, que apareció en agosto de 1790, fue trasladada meses más tarde a lo que era la Real y Pontificia Universidad. La Piedra del Sol, mal llamada Calendario Azteca, que se descubrió ese mismo año pero en diciembre, las autoridades de la Colonia vieron que venía muy a propósito. Se trataba de un círculo perfecto con los signos de lo que hoy sabemos que eran signos cosmogónicos, la cuenta de los días, el tránsito del sol en su posición cenital. Es un monumento que encierra mucho del conocimiento mexica. Pero venía muy a cuento en esos momentos porque España estaba siendo atacada por sus enemigos europeos, franceses, ingleses, que restaban importancia a la conquista de América, en este caso de la Nueva España. Decían que eran pueblos casi bárbaros, sin ningún pulimento, que el europeo era superior en todos los aspectos. Vaya, hasta decían que la fauna europea era superior a lo que aquí se estaba dando. Entonces, las autoridades coloniales —en ese momento presididas por el segundo conde de Revillagigedo— ordenan finalmente que la pieza fuera puesta a la vista pública. Y la empotran en la torre poniente de la Catedral Metropolitana. ¿Con qué fin? Con el fin de contrarrestar lo que decían aquellos pensadores europeos enemigos de España: “No, estos sí eran pueblos civilizados. Vean lo que hacían, un círculo perfecto. El conocimiento de un calendario”. El hecho es que este hallazgo servía a sus propósitos de demostrar a estos pensadores y filósofos europeos que España sí había luchado y conquistado a pueblos avanzados. Fíjate en las paradojas: los que habían destruido en los siglos XVI y XVII, los siglos de la conquista y la evangelización, ahora reivindicaban al pueblo que había elaborado aquellas obras. Es un pasaje de nuestra historia al que siempre he prestado mucha atención, precisamente por lo que significa y por la presencia de tres grandes monolitos (esculturas), porque al año siguiente se iba a encontrar la llamada Piedra de Tizoc, que también es una enorme escultura circular en la que están grabados los triunfos del soberano mexica. Todo esto se dio a partir de las obras que el Conde de Revillagigedo ordena hacer en la Plaza Mayor de México y que da por resultado el hallazgo de estos monumentos. Como puedes ver, aquello que había sido denostado y destruido ahora trataba de ser reivindicado. Poco después se iba a dar el movimiento independentista que tendría su culminación en 1821.
¿Cómo era la concepción mexica del espacio en aspectos arquitectónicos-urbanísticos y qué significaba para ellos?
Ellos tenían un concepto que tenemos en varios pueblos mesoamericanos antiguos. Por ejemplo, el Templo Mayor de Tenochtitlan y edificios aledaños que a lo largo de cuatro décadas hemos podido ir excavando y rescatando, era el principal edificio de Tenochtitlan. Era el Huey Teocalli (Gran Templo). ¿Por qué? Porque ocupaba un lugar central de la gran plaza de Tenochtitlan. Se consideraba que a partir de él y la gran plaza surgían los cuatro rumbos del universo a través de las calzadas. Pero también había la concepción de que este edificio era el centro del universo. Era el lugar de mayor sacralidad y simbólicamente se podía subir a los niveles celestes, al inframundo o a los cuatro rumbos universales a través de este centro de centros. Pienso que Cortés en un momento dado fue informado del simbolismo de este edificio. Por eso se tiende a la destrucción de éste y otros templos antiguos para establecer ahora los templos cristianos. Entonces, el Templo Mayor es arrasado hasta sus cimientos. Cuando excavamos pudimos constatar que de la última y séptima etapa —el edificio fue creciendo con siete agrandamientos— prácticamente lo que queda es la huella en el piso. Claro que ya no pudieron destruir las etapas anteriores más que parcialmente. Pudimos, inclusive, encontrar una de las primeras etapas —la etapa 2, correspondiente al año 1390 de nuestra era—, con los restos de sus dos templos en la parte superior. Como ves, estas presencias eran fundamentales para el pueblo mexica. De ahí que al momento de la conquista se deseé que fueran destruidas.
¿Con qué se encontraron las tropas de Cortés a partir de las investigaciones que usted y los equipos que ha dirigido, un poco en contraste con lo que nos narra Alfonso Reyes en Visión de Anáhuac?
Bueno, Alfonso Reyes escribe su Visión de Anáhuac en 1915. Como hombre universal conocía las diferentes crónicas que hablaban del pasado. Es obvio que su Visión, en la que reconstruye parte de la vida de Tenochtitlan, está apegada a esa información. Ahora bien, la arqueología ha avanzado muchísimo. En el caso de los mexicas no sólo se ha podido penetrar en el corazón de la antigua sociedad tenochca. Otros colegas también han trabajado áreas rurales que dependían de Tenochtitlan y han podido conocer la casa de los campesinos, lo cual es todo un complemento para poder entender a la sociedad globalmente, no sólo centrarnos en ese centro que era la Plaza Mayor, sino conocer diferentes aspectos de sus habitantes. En ese aspecto tenemos dos fuentes que nos permiten acercarnos a lo que fue esa ciudad y Tlatelolco. Uno es la arqueología con todo lo que hemos venido relatando.
La otra son las fuentes escritas. Ambas se complementan para permitirnos entender ese todo social. Por ejemplo, Fray Bernardino de Sahagún, un franciscano, nos va a dar pormenores de la vida cotidiana del mexica: sus dioses, sus creencias, costumbres. Todo ello basado en informantes indígenas. Está haciendo casi una labor de etnólogo. Claro, todo ello con el fin de que se conozca a esta sociedad con fines de evangelización como él mismo señala en la introducción a sus doce libros. Los escribe para que los demás frailes sepan y conozcan muy bien a estas sociedades y no sean engañados. Entonces, ese es uno de los puntos que Sahagún persigue. A la vez nos da información riquísima que hoy para los historiadores y arqueólogos es de un valor enorme.
Alfonso Reyes era un gran conocedor del mundo clásico y conocedor del mundo mexica. Pero hay una serie de pensadores y estudiosos de finales de siglo XIX e inicios de siglo XX que también aportan estudios sobre esto. Me refiero a Alfredo Chavero y Francisco del Paso y Troncoso.
Ya que estamos abordando el trabajo de estos estudiosos, ¿de quiénes se reconoce heredero, pero también con quiénes dialoga? ¿Quiénes son sus coetáneos y quiénes le siguen en este trabajo?
Los cronistas, en términos generales, nos aportan información importante. También la debemos tomar con cautela porque a veces podría haber exageraciones o una incomprensión de formas de pensamiento antiguo. Pero en general nos aportan, en mayor o menor grado, toda una presencia de aquellas épocas, al igual que códices y mucho más.
Desde el punto de vista arqueológico, la figura de Manuel Gamio para mí cobra una relevancia fundamental. En 1914 excava una esquina del Templo Mayor. Con su conocimiento en ese momento dice que ese es el Templo Mayor, porque a inicios del siglo XX aún había dudas de en dónde había estado ubicado. La acción de Cortés de destruir el templo había logrado su objetivo al grado tal que a inicios del siglo XX no se conocía la ubicación exacta. Corresponde a Manuel Gamio asentar que ahí está el Templo Mayor. A partir de 1978, con nuestros trabajos, se pudo verificar que, efectivamente, se trataba del edificio principal de los mexicas. Esto porque encontramos una característica muy propia del principal templo: su orientación hacia el poniente, las dos escalinatas que conducían a la parte alta donde estaban los adoratorios de Tláloc y Huitzilopochtli, que evidencian que era un lugar predominante dentro de la plaza antigua de Tenochtitlan. Además, encontramos ofrendas que nos hablaban del poder que representaba este edificio: el poder divino y humano. En estas ofrendas veíamos la presencia de objetos y una fauna muy amplia que provenían de diferentes áreas del imperio. Todo eso nos marcaba la importancia del lugar y que Gamio tenía razón.
La figura de Gamio es muy importante porque en 1917 emprende un trabajo integral en Teotihuacán con una serie de investigadores. Invita a arqueólogos de esa época, arquitectos, sociólogos, geólogos… Hace todo un trabajo multidisciplinario para comprender a La población del Valle de Teotihuacán. La publicó en 1922, así que estamos cumpliendo un siglo de que la Secretaría de Agricultura y Fomento publicó esos libros.
Sobre la disciplina arqueológica, ¿considera que hubo en el siglo XX un periodo de madurez o profesionalización?
Como toda disciplina científica hay una evolución. Podemos ver en un principio cómo no había una serie de técnicas aplicadas a la arqueología con las que hoy sí contamos. En el siglo XX se darán una serie de avances significativos en la disciplina. Sobre todo en el cuidado que debemos tener en el proceso de excavación. Se dan nuevas técnicas de fechamiento y actualmente se usa la fotografía aérea y satelital. La arqueología se ha visto enriquecida con esta tecnología que viene a ayudar. Fue Gamio quien con este proyecto de Teotihuacán sentó las bases de la actual arqueología mexicana. Para Gamio y algunos de sus coetáneos y maestros, la Arqueología era parte de la Antropología. Es decir, la Antropología como ciencia general estudia al hombre desde varias perspectivas: desde la antropología física, la arqueología, la lingüística, la etnología y antropología social. Gamio ya tiene esa concepción que va a permanecer hasta el día de hoy. En la Escuela Nacional de Antropología e Historia vemos cómo se preparan los estudiantes en estas disciplinas. Eso perdura hasta hoy. En el caso puntual de la arqueología, hemos contado con un acopio de técnicas modernas que nos permiten penetrar a aspectos que nuestros colegas muy anteriores no llegaron a aplicar porque no existían.
¿Qué importancia tiene que los sitios y reliquias se consideren bienes públicos?
Así lo establecen las leyes. La vigente de 1972 marca muy claramente que todos los objetos y bienes arqueológicos de antes de la llegada de los españoles son propiedad del pueblo de México. Pertenecen a la nación. Desde esa perspectiva se protege a los bienes arqueológicos de una manera importante y cualquier trabajo que se haga de un sitio de excavación sin el permiso del INAH se considera ilegal. Existen y se creó un Consejo de Arqueología, que tiene bajo sus perspectivas revisar todos los proyectos tanto de arqueólogos del INAH como de otras instituciones nacionales y extranjeras que hagan trabajo en México. Hay una serie de normas que rigen cómo debe hacerse este trabajo. Se plantea con toda claridad que los vestigios arqueológicos son de propiedad nacional.
¿Cuál es la condición actual de la profesión arqueológica frente a los recortes de presupuestos a las instituciones públicas y precarización de los profesionales encargados de estas tareas?
Soy investigador desde hace más de 60 años del INAH. He podido ver que de los apoyos que se contó en diversas etapas para que el instituto pudiera llevar a cabo su labor, creo que se han visto mermados. He percibido las quejas de muchos de mis colegas en ese sentido. Sí es necesario contar con un apoyo mayor, más decidido para que el instituto lleve a cabo las labores que tiene encomendadas: investigación, formación de nuevos cuadros de investigadores y restauradores, y difusión de todo ese pasado. Desde esa perspectiva es importantísima la labor que desarrolla la institución. Existen gran cantidad de sitios arqueológicos, monumentos coloniales e históricos que están bajo resguardo del INAH. El mantenimiento, la investigación, difusión, publicación de trabajos y la formación de cuadros requiere de un apoyo importante para que se lleve a cabo. Es un aspecto que hay que atender.
¿La construcción del Tren Maya representa un riesgo para los sitios arqueológicos de la Península?
Desde luego que todo trazo de nuevas obras, como vías ferroviarias o de comunicación, pueden provocar daño a distintos yacimientos arqueológicos y naturales. Es necesario tomar las medidas necesarias para que ese daño no ocurra. Para ello tengo entendido que el INAH lleva a cabo todo un trabajo de rescate en las rutas marcadas. En ocasiones ha logrado que se cambie determinada ruta. Pero creo que sí se debe poner atención a estos grandes proyectos y que se tomen en cuenta que están en áreas arqueológicas y ecológicas importantes, además de que hay asentamientos humanos y por lo tanto se deben tomar todas las precauciones necesarias.
Con frecuencia el 12 de octubre da motivo para polémicas alrededor de la conquista. ¿Cómo dimensionar los discursos que hablan de una grandeza de la hispanidad pero también de discursos que
ven en el pasado un paraíso perdido inexistente?
Actualmente podemos observar que hay movimientos a nivel internacional que tratan de reivindicar a los pueblos originarios. Son pueblos que fueron objeto de explotación y colonización. Por eso ahora vemos lo que ocurre ante nosotros: el derribo de estatuas que representan a personajes de estas sociedades colonialistas. Es importante tomar en cuenta cómo se está dando, ver lo que está ocurriendo, hacia dónde nos puede conducir. Este movimiento ha tomado fuerza en muchos países. En el caso nuestro vimos cómo en un momento dado se retiró la estatua de Colón en el Paseo de la Reforma ante el temor de que se fuera a presentar de alguna manera una actitud en contra de lo que representaba esa estatua. Son aspectos que estamos viendo que toman fuerza. Acabo de leer cómo los arqueólogos egipcios están en este momento solicitando a Inglaterra que les regrese la Piedra de Rosetta. En este marco están pidiendo que lo que fue producto de una actitud colonialista por parte de Francia e Inglaterra regrese a su lugar original. Esto ya se ha dado antes. La antigua ministra de cultura de Grecia, Melina Merkoúri, también protestó y solicitó que Inglaterra regresara las partes del Partenón retiradas a finales del siglo XVIII.
¿Prosperarán iniciativas como las de la primera dama de México, que fue hace poco fue de gira por varios museos para hacer solicitudes similares?
Hay mucha renuencia, sobre todo de los museos europeos, a regresar estos vestigios. Prácticamente se quedarían sin museos porque muchos de estos objetos fueron recolectados por diversas causas. Muchos de estos objetos fueron llevados de China, la antigua Mesopotamia, Perú, México, de países que eran muy ricos en historia y arqueología. Ahora bien, es importante señalar que los objetos mexicanos que están en el extranjero son de propiedad nacional, independientemente de las causas por las que hayan salido.
FOTO: Eduardo Matos Moctezuma es miembro de El Colegio Nacional desde 1993/ Germán Espinosa/ EL UNIVERSAL
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