Una década sin Guillermo Fernández

Mar 26 • destacamos, principales, Reflexiones • 3240 Views • No hay comentarios en Una década sin Guillermo Fernández

 

A una década del asesinato del poeta y traductor de literatura italiana, su memoria sigue viva a través del rescate que amigos y discípulos han hecho de su obra, así como en las lecturas que se harán en su honor del 29 al 31 de marzo en Toluca, Ciudad de México y Guadalajara

 

POR ERNESTO LUMBRERAS
1. Releo las páginas de Éste (FCE, 2017), la autobiografía de Guillermo Fernández (1932-2012), especialmente los dos último capítulos. Después de sus desencuentros en Zamora, Michoacán, tras el intento de convertir la catedral gótica —entonces en obra negra y con su atrio convertido en basurero—, el poeta regresó contrariado a la Ciudad de México en septiembre de 1975. La decisión que tomará en esos días cambiará profundamente el destino de su vida: a sus 43 años abandonará el confort de la vida de publicista y marchará a Italia para aprender la lengua de Dante y Leopardi, de Leonardo Sciascia y Elsa Morante. Sin mecenas que lo patrocine, sin institución que lo apoye, el poeta de Visitaciones organiza un plan de diez años para radicar un año en Italia y otro en México. Cuando finalmente regresa, en diciembre de 1984, confirma su proyecto de vida —la poesía como una forma de estar y de ser en el mundo— cuyo cumplimiento cabal y paulatino lo habrá de convertir en nuestro traductor por excelencia de la literatura italiana.

 

2. Precisamente el último capítulo de sus desenfadadas y conmovedoras memorias habla de este periodo, de los variopintos trabajos que desempeñó, alimentándose en las comedores universitarios de Roma y Florencia, aprendiendo la lengua en la calle y en las aulas, conociendo y tratando a las figuras cimeras de las letras itálicas de aquel momento, Eugenio Montale, Alberto Moravia, Mario Luzi, Andrea Zanzotto, Piero Bigongiari…

 

3. Sus apuntes autobiográficos terminan a mediado de los años 80. De las primeras traducciones que realizó tengo un ejemplar de los XIII primeros cantos del Infierno de Dante Alighieri. Como el propio Fernández lo cuenta, fue un encargo que le solicitó Guillermo Samperio de parte de la SEP y que se publicaría en Trillas en 1981. El primer tercero del canónico poema los tradujo así: “En medio del camino de la vida/ habíame extraviado en selva oscura/ por apartarme de la senda recta”.

 

4. El asesinato de Guillermo Fernández, la noche del 29 de marzo de 2012,1 nos privó a sus lectores y amigos de múltiples proyectos que estaban en proceso y en su ánimo siempre entusiasta de nuevos retos. La poesía completa de Mario Luzi, a quien trató en su estancia en Florencia y con quien mantuvo correspondencia, sería uno ellos, labor de grandes exigencias y sutilezas que estaba próxima a concluir. El archivo de ese trabajo de varios lustros —y muchísimos más a no dudarlo— se quedó en el disco duro de su computadora y en los papeles de su estudio de la modesta casa de Toluca que habitaba, inmueble tristemente resguardado ya por tres administraciones del Estado de México, quienes no han podido identificar al cobarde criminal que cortó la vida del poeta. Tal vez, si los hados hubieran dispuesto otra cosa, no dudo que el poeta de La palabra a solas tomaría el reto de traer a nuestra lengua los 100 cantos de la Commedia teniendo en el horizonte el séptimo centenario de Dante en 2021. Ese autor y esa obra debieron coronar su excepcional catálogo de traducciones, al lado de sus versiones de El Decamerón de Boccaccio, Los prometidos de Manzoni, Los aforismos políticos y civiles de Francesco Guicciardini, La conciencia de Zeno de Svevo, Los cantos órficos de Campana, la Poesía completa de Pavese, Sobre la poesía de Montale…

 

5. La labor de traductor, paulatinamente, fue ocultando el trabajo poético de Guillermo Fernández, un autor de por sí parco, escéptico y muy exigente de su lírica. Debutó a los 32 años con Visitaciones, publicado por Juan José Arreola en los Presentes en un formato de caja distinto al de su clásica colección. Al año siguiente, entrega La palabra a solas bajo los auspicios de la revista de poesía Pájaro cascabel que dirigía Thelma Nava con el apoyo en la redacción de Dionicio Morales. En 1973, aparece La hora y el sitio, su versión del 68 mexicano con una bella portada de Gabriel Ramírez, título editado por Libros Escogidos, sello de la librería del mismo nombre que animaba Polo Duarte. En su cuarta colección de poemas, Bajo llave (1983), de editorial Katún, incorpora una amplia sección —bajo el título “Retrato de familia” — donde comparte sus traducciones de Campana, Saba, Ungaretti, Montale, Quasimodo y Luzi. En las próximas tres décadas dará a la imprenta apenas un puñado de poemas que se publicarán, dos en formato de plaquette, bajo los títulos de Exutorio (Margen de poesía, UAM, 1991) y Expósitos (Mantis-UANL, 2008) y Arca, este último como un apartado de la reunión más completa de su poesía publicada por la Secretaría de Cultura de Jalisco en 2010 precisamente con ese título. En esas 300 páginas, el lector encontrará una voz que rehúye a toda costa la floritura verbal y el alarde metafórico; tampoco pretende comunicar o conmover como intención primera puesto que, antes que otra cosa, su decir poético es una indagación escrupulosa a la conciencia del poeta y a la del lenguaje, a sus incapacidades e imposturas mutuas, a sus fracasos conjuntos por nombrar un mundo en permanente mudanza. A veces la salida de tales derrotas es el escarnio y la parodia, flechas certeras contra el blanco de las contadas certezas del mismo autor. Sus últimos poemas son gotas decantadas de un pesimismo mordaz, exordios para claudicar en la cima de nuestras pequeñas y, muy a menudo, circunstanciales victorias.

 

6. No estoy seguro si en los planes de Guillermo Fernández estaba el de continuar su autobiografía, incluir al menos el periodo que va de 1984 a 2010. Parece que no. Sus prioridades, me imagino, eran otras. A su regreso de Italia, renta un departamento en el edificio de ladrillo conocido como la Casa de las Brujas, en una esquina del Parque Río de Janeiro en la colonia Roma. Alternado con algunos trabajos de publicidad, a partir de este momento, su actividad de traductor no cesará, entregando libros de autores clásicos y contemporáneos a diversas editoriales, de manera especial, para las colecciones de la UNAM, pero también de la UAM, de la Universidad Veracruzana, o de la Universidad de Guadalajara, enviando colaboraciones o manteniendo columnas especializadas en literatura italiana en el suplemento Sábado de unomásuno, en el Periódico de Poesía y en la Revista de la Universidad de México. Poco después del temblor de 1985, se mudará a un pequeño departamento en la calle Edzná, casi esquina con Ángel Urraza, en la colonia Narvarte. Después de lecturas y presentaciones de libros, varios escritores de mi generación terminábamos recalando allí, hambrientos de conversación y de vino, pero también aguardando las pastas a la carbonara y al pesto que nuestro anfitrión preparaba como en la mejor trattoria di Firenze.

 

7. En los primeros meses de 1993, para sorpresa de sus cercanos, Guillermo Fernández compró con sus ahorros un pequeño departamento en Toluca, en un coto privado de la calle Guillermo Marconi. Cansado del ritmo cada vez más demencial de la capital, y en contrapartida, enamorado del paisaje del Nevado de Toluca —su adorado Xinántecatl donde esperamos pronto descansen sus cenizas—, el poeta y traductor se fue involucrando en la vida cultural de la capital del Estado de México. A los pocos meses, ya impartía cursos y talleres de poesía, literatura italiana y traducción. Gracias a su generosidad y desenfado, la comunidad literaria integró al poeta tapatío a sus actividades y rituales. Como prueba de tal reconocimiento, en el 2000 el entonces Instituto Mexiquense de Cultura lo invitó a dirigir una colección literaria. Estoy seguro que no batalló demasiado en encontrar un nombre para esa serie de hermosos libros en formato de octavo, con camisa protectora en papel Graphika y forros en Tintoreto, ambos de 104 g., interiores en Cultural de 90 g, con tipografía Bodoni. Bajo el nombre de La canción de la Tierra, en loor de su admirado Malher, comenzaron a circular obras y autores de alta significación para el autor de La hora y el sitio, la mayoría traducidos por él del italiano o de otras lenguas, incluida el castellano, tal y como fue el caso del primero de los títulos, Poesía de San Juan de la Cruz, al que seguirían Il novellino. Cien novelas antiguas de autor anónimo, El ladrón y la muerte de Johan von Saaz, La amorosa iniciación de Oscar Wladislas de Lubicz Milosz, Reflexiones literarias de Giacomo Leopardi, Piezas de carnaval de Hans Sachs, Escritos literarios de Leonardo da Vinci, Lighea. Un siglo de cuento italiano, Todos los cuentos de Italo Svevo, Gog de Giovanni Papini y otro muchos más. Incluso, después de su muerte, gracias a los buenos oficios de Luis García, diseñador de la colección, se rescataron tres traducciones más, El tedio de Alberto Moravia, La señora Fönss y otros cuentos de Jens Peter Jacobsen y Estampas sicilianas de Giovanni Verga, publicados en 2019 los dos primeros y el tercero en 2020.

 

8. El año pasado, para cerrar la colección La canción de la Tierra, se publicó el vigésimo título en dos volúmenes: Ed é súbito sera. Un siglo de poesía italiana. Se trata de una antología armada por Edgar Valencia Hornilla a partir del libro Veintidós poetas italianos (UNAM, 2006) y de otras muestras publicadas principalmente en revistas. Lo realizado por sus amigos y alumnos mexiquenses ha sido ejemplar en aras de mantener vivo y circulando su legado. Sin embargo, su antología histórica de seis siglos de poesía italiana, de Dante a nuestros días, está en limbo o fatalmente perdida. Tengo entendido que poco antes de su muerte entregó el original al FCE para su dictaminación. Poco más de mil 200 páginas en las que trabajó por cerca de 40 años. ¿Será posible ubicar el documento físico o el archivo electrónico? ¿Interesará a la actual directiva del FCE publicar esta obra sin precedentes en el ámbito editorial de lengua española? Una noticia positiva al respecto daría un poco de fe en torno a la necesidad de la poesía en tiempos tan aciagos — sí, una afirmación contundente a la pregunta de Adorno—, una forma de decir que el crimen de Guillermo Fernández, hace una década, no ha quedado del todo impune.

 

Notas

 

1. Esta es la fecha correcta del macabro crimen. Revisando documentos oficiales, el asesino o los asesinos, golpearon al escritor, lo ataron con cables a un sillón y lo amordazaron con cinta canela, precisamente la noche del jueves 29 de marzo de 2012, y no el sábado 31 del mismo mes —día en que lo encontraron sus cercanos— tal como se divulgó y quedó asentado en distintos periódicos y portales de la red.

 

FOTO: El poeta y traductor Guillermo Fernández (2 de octubre de 1932 – 29 de marzo de 2012)/ Cortesía Javier Narváez

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