Una mirada a la narrativa, ensayo, dramaturgia y guiones cinematográficos del autor de la contracultura
Por DANIEL CISNEROS
“Se han relajado un poco más los prejuicios y convencionalismos”: José Agustín
CUAUTLA, Mor.- Estoy rodeado de alcatraces, rosas y tulipanes, al igual que de árboles de higos, plátanos y naranjas. Las mariposas vuelan de un lado a otro y, el canto de los pájaros, se funde con la música de Beethoven que brota de unas potentes bocinas. De pronto dos perros se acercan a recibirme y, antes de echarse sobre el pasto, se dejan acariciar. Aquí el sol es tan intenso que despierta el deseo de meterse a nadar en la piscina que está frente a mí.
Me encuentro en el gigantesco patio del narrador, ensayista, guionista de cine y dramaturgo José Agustín. Este autor, nacido en Guerrero en 1944, es una figura mítica de la contracultura mexicana que, a decir de Margo Glantz, pertenece a la llamada Generación de la Onda junto con los escritores Gustavo Sainz, Parménides García Saldaña y René Avilés Fabila.
Justo cuando empieza a sonar el reggae y el ska de Toots and the Maytals, José Agustín aparece de buen humor portando camisa de manga larga, pantalón de mezclilla y peinado de raya al lado. Lo sigo hacia su estudio. En cada paso evoco nuestra entrevista del 2011 en la que me dijo que, los primeros libros que leyó, fueron El muro de Jean-Paul Sartre y Lolita de Vladimir Nabokov. También mencionó que desde quinto de primaria ya había elaborado una obra de teatro.
Al entrar a su estudio inmediatamente se advierten cientos de libros por doquier y a un gato rondando cada rincón. Además se observan varios acetatos musicales, reconocimientos, pinturas, antiguas máquinas de escribir y fotos de amigos o familiares. Ya instalados, José Agustín humedece sus labios con un sorbo de refresco e inicia nuestra conversación hablando sobre su primera novela, La tumba, que le publicó Juan José Arreola en 1964:
-Ese libro lo escribí a los 16 años y, para mí, fue una maravilla verlo aparecer. Arreola me mandó a que se lo llevara a escritores muy buenos como Salvador Novo, José Revueltas y Emmanuel Carballo. Ellos fueron mis primeros lectores. No sólo ha sido uno de los textos que más me ha dado para vivir porque se empezó a vender mucho, sino que me brindó una presentación de lujo en todas partes.
Aunque en narrativa la mayor parte de su energía se volcaría hacia la novela con títulos como De perfil, La panza del Tepozteco y Vida con mi viuda,
José Agustín también ha cultivado el relato a través de sus libros Inventando que sueño y No hay censura:
-Algunos de mis cuentos son muy primerizos porque era un adolescente cuando los escribí y, por eso mismo, la mayoría de su temática implica a los chavos. El que más recuerdo es el que llamé “Los negocios del señor Gilberto”, cuya historia se basa en un personaje que lleva una vida demasiado aventurera. Tanto que está en la cárcel, al salir se casa en Europa y, cuando regresa, en el aeropuerto lo arrestan de nuevo debido a que uno de sus delitos aún no prescribía.
Pero la inquietud creativa del autor no se detuvo ahí, sino que navegó por otros senderos como la elaboración de las obras de teatro Abolición de la propiedad, Los atardeceres privilegiados de la Prepa 6 y Círculo vicioso…
-Me gustaba mucho escribir teatro y debí seguir haciéndolo porque, desde muy chavito, entré a tomar clases de actuación con Carlos Ancira. Quienes me conocían pensaban que me iba a dedicar sólo a eso.
…así como por la escritura de guiones cinematográficos entre los que figuran 5 de chocolate y 1 de fresa, Alguien nos quiere matar y El apando:
-Fue una etapa muy enriquecedora porque, al haber estudiado también cine, el guión siempre me atrajo y me servía de ejercicio literario. Y, debido a que La tumba y De perfil fueron un hitazo, me empezaron a llamar de todas partes para realizar diversos trabajos como, digamos, guiones de cine.
-¿Y cómo fue su experiencia al dirigir el largometraje Ya sé quién eres/ Te he estado observando?
José Agustín enciende un cigarro y, encapsulado en tenues volutas de humo, responde:
-Demasiado intensa. Aunque no me sentía nervioso, seguramente lo estuve porque el primer día de filmación me quedé parado sin hacer absolutamente nada hasta que, de broma, el cineasta Carlos Velo me comentó: “Oye, se acostumbra a decir cámara y acción” –el escritor suelta una carcajada-. Sin embargo a la semana ya le había agarrado la onda y, además, el grupo de actores que teníamos eran muchachos de nuestra edad muy talentosos.
-¿Qué lo llevó a reflexionar sobre la historia de nuestro país, transcurrida de 1940 a 1994, en la trilogía Tragicomedia mexicana?
-Se lo debo al PRI. Esto a causa de que la encargada de cuestiones culturales de ese partido, Mercedes Certucha, ya había leído algunos textos míos y me dijo: “Queremos encomendarte que escribas unos libros donde narres la historia de México”. Pero cuando le entregué el primer volumen me explicó: “A pesar de que está muy bueno, si lo sacamos me corren porque te lanzas fuertísimo contra nosotros”. Entonces ella se hizo a un lado y lo publiqué en otro sitio con mucho éxito.
-¿El panorama de México ha mejorado en relación con el que retrata en aquellos ensayos?
-No estoy muy seguro de que haya mejorado, pero sí ha cambiado. Esto ya que se han relajado un poco más los prejuicios y convencionalismos. Yo sabía de esos asuntos porque era cliente de la censura. Por ejemplo, la primera vez que un guión mío llegó a la Dirección de Cinematografía dijeron: “Mientras nosotros estemos aquí no filmaremos nada de ese señor”.
Pese a todo, José Agustín siguió contribuyendo para que dichos prejuicios se desvanecieran. Sí, pues fue uno de los protagonistas del movimiento contracultural de los sesenta donde hubo gran devoción por el rock y los psicotrópicos. De hecho, es autor de La contracultura en México: “Nuestro país fue muy reprimido culturalmente hasta Gustavo Díaz Ordaz. Y, con este movimiento, empezaron a realizarse películas y libros realmente buenos que generaron transformaciones fundamentales”, afirma al tiempo que cruza la pierna y sacude la ceniza de su cigarro.
-En su libro El rock de la cárcel relata su encierro en Lecumberri, ¿de qué forma ese episodio influyó en su literatura?
-No sé cuánto influyó en mi literatura, pero a mí me cambió mucho porque fue una experiencia verdaderamente gruesa y me daba terror lo que me pudiera pasar. Por eso mi papá dio una lana para que me dejaran en la crujía h y no me pasaran con la población general de la cárcel.
-Sé que ya trabaja en una nueva novela…
-Sí, se llamará La locura de Dios. Trata de un cuate que tiene buena chamba y vive feliz con su familia. Pero, de pronto, le viene la mala suerte y pierde todo.
Antes de concluir José Agustín habla sobre su estado de salud ya que, en el 2009, estuvo hospitalizado debido a una caída que sufrió mientras ofrecía una conferencia en Puebla: “Me siento relativamente bien. Estuve muy mal cuando me di el golpe y, durante un año, no pude hacer nada.”
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