Burocracia y subejercicio, tras el desabasto de ventiladores para covid-19

Abr 18 • Conexiones, destacamos, principales • 6979 Views • No hay comentarios en Burocracia y subejercicio, tras el desabasto de ventiladores para covid-19

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A la precariedad del sector salud ahora se suman nuevas reglas que centralizan el gasto público, una combinación letal para la adquisición de piezas clave para salvar la vida de miles de pacientes de Covid-19

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POR GERARDO ANTONIO MARTÍNEZ
“El hospital cuenta con 56 ventiladores en inventario, de los cuales 10 no funcionan y 4 son de uso neonatal. En total tenemos 42 para enfrentar la pandemia de Covid-19”, cuenta una doctora del Hospital General Regional Carlos McGregor Sánchez Navarro, ubicado en la céntrica colonia Del Valle, en la Ciudad de México, donde en las próximas semanas se prevé que recibirá una demanda desbordada de pacientes con problemas respiratorios provocados por el virus SARS-COV2. Muchos de ellos necesitarán con urgencia el uso de ventiladores mecánicos, la única herramienta capaz de mantenerlos con vida el tiempo suficiente para superar el periodo de convalecencia crítica que, como estiman los especialistas, dura en promedio 10 días desde que aparecen los primeros síntomas.

 

Al mismo tiempo que médicos, enfermeras y personal de apoyo de este hospital hacen cálculos de la cantidad de pacientes que recibirán a finales de abril –que se considera el inicio del periodo más crítico por la epidemia–, personal del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, al sur de esta capital, lo tiene claro. Lo expresan en números: del jueves 9 al martes 14 de abril, la demanda se duplicó. Pasaron de 16 a 32 pacientes que necesitan soporte mecánico para conservar su capacidad respiratoria. Están intubados. La necesidad de este soporte de vida comienza a ser un foco rojo en las instituciones de salud. Esto sólo es una muestra.

 

Desde enero de 2020, con el primer brote de esta epidemia en China y la propagación mundial que vino en los siguientes meses, los ventiladores mecánicos se han convertido en el equipo codiciado por todos los gobiernos. En Italia han tenido que recurrir a ventiladores de uso veterinario; en Nueva York hay hospitales en los que dos pacientes comparten el mismo aparato. En México simplemente no hay suficientes. La Secretaría Salud estima que la cantidad disponible sólo en los hospitales del gobierno federal es de 5 mil 523, distribuidos en el IMSS (2 mil 896), Secretaría de Salud (2 mil 53), ISSSTE (330), Pemex (133), Semar (55) y Sedena (56). Si a éstos se suman los que operan los 32 sistemas locales de salud, la cifra es de 8 mil 228, que tendrán que dividirse entre los pacientes de Covid-19 y los pacientes de otras enfermedades que necesiten el uso de este equipo.

 

“Si llega a ocurrir con la intensidad con la que se dio en China, Francia, Italia o España, definitivamente la cantidad de ventiladores que se necesita es enorme comparada con la que se tiene. No hay un gobierno en el mundo que pueda tener lista la cantidad de ventiladores que se necesita”, dice el doctor Alejandro Macías, infectólogo, investigador de la Universidad de Guanajuato y quien coordinó la contingencia sanitaria que en 2009 enfrentó la epidemia de influenza AH1N1 en nuestro país.

 

Este panorama contrasta con los planes de gobierno federal, que el 24 de marzo anunció la adquisición por parte de la Sedena de mil 330 ventiladores adicionales que pondrá en operación en sus propios hospitales y unidades de Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) y que serán administrados por personal militar. El secretario de la Defensa Nacional informó que se tenía prevista la recepción de los primeros equipos en cuatro semanas, es decir, a finales de abril.

 

A esto se suma la tortuosa adquisición de 2 mil 500 ventiladores por parte del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) con los que busca renovar de manera urgente parte de su equipo, en algunos casos con 40 años de antigüedad. Este proceso, del que su mismo director ha reconocido las limitaciones, lo ha llevado al arrendamiento de estas unidades a clínicas privadas por parte de las delegaciones estatales del instituto.

 

Macías marca su distancia frente a los planes del gobierno: “No hay en el mercado internacional manera de comprar los ventiladores que se necesitan. Si se compran serán para la entrega en meses subsecuentes, no para entregarse mañana”. A lo que agrega: “¿Quién va a manejarlos? La ventilación mecánica y terapia intensiva es una de las labores más complicadas de la medicina”.

 

Como explican los manuales de uso de la American Thoracic Society, éstos son equipos de soporte vital que ayudan a mantener las funciones pulmonares del paciente. Por medio de un monitor, el personal médico puede medir la frecuencia cardiaca, respiratoria, presión arterial, temperatura, saturación de oxígeno y dióxido de carbono que se administran por medio de un tubo endotraqueal. Es común que en estas condiciones los pacientes sean sedados por las incomodidades que su uso representa. Los riesgos más frecuentes son el desarrollo de neumonías causadas por bacterias y colapsos pulmonares provocados por la administración inadecuada de la presión.

 

Sin duda, se trata de tecnología sofisticada que exige personal médico, técnico y de enfermería con sólidos conocimientos del equipo. Para el doctor Macías, su operación es una responsabilidad que no puede dejarse en manos de improvisados: “si por arte de magia tuviéramos el doble o triple de ventiladores y camas de terapia intensiva, tampoco resolveríamos el problema porque no tenemos el personal. México nunca ha invertido en eso”.

 

Ni ha invertido ni ha facilitado que los trámites para que su adquisición en el sector salud sean más ágiles para responder a emergencias sanitarias como ésta. Reportes de la Asociación Mexicana de Industrias Innovadoras de Dispositivos Médicos (Amid) reflejan que la adquisición gubernamental de dispositivos médicos es un proceso tortuoso que tarda tres años en promedio. El abanico de estos productos va de material ortopédico, dental, quirúrgico, rehabilitación, reactivos y equipo no quirúrgico (en el que se incluyen los ventiladores).

 

En México, la Comisión Federal para la Protección de Riesgos Sanitarios (Cofepris) es la primera instancia a la que deben acudir los productores de dispositivos médicos, pero también la industria farmacéutica, los productores de material de curación y equipo de protección personal (EPP). Una vez aprobado por Cofepris, los productos se pueden ofrecer en el mercado mexicano. Este aval tarda alrededor de año y medio, un lapso que contrasta con los 11 meses que toma a las agencias sanitarias de otros países.

 

Si los productores buscan incluir sus dispositivos en el Cuadro Básico y Catálogo de Insumos del Sector Salud deben iniciar un trámite de 10 meses para la aprobación del Consejo de Salubridad General y su posterior publicación en el Diario Oficial de la Federación. Una vez publicado ahí, las distintas compañías pueden ofrecer los ventiladores a las instituciones de salud pública. Algunos de los principales proveedores de ventiladores mecánicos en el sector público son Neuovent, Carefusion, Metronic, General Electric, Drager y Hamilton.

 

A este laberinto burocrático se suma un segundo síntoma del desabasto: el subejercicio presupuestal. Como explica Mariana Campos, en un reporte titulado “Infraestructura hospitalaria: debilidad extrema”, en coautoría con la economista Xhail Balam y publicado por la asociación México Evalúa, de los 17 mil 752 millones de pesos destinados a infraestructura y equipamiento en salud durante 2019 no se gastaron 11 mil 510 millones de pesos, lo que representa un subejercicio de 65%.

 

Este problema es una consecuencia de las modificaciones a las Ley de la Administración Pública Federal donde se otorgó mayor capacidad de decisión a la Oficialía Mayor de la Secretaría de Hacienda frente a una reducción en las capacidades de compra de otras dependencias, conocedoras desde años atrás de los precios de insumos y servicios.

 

“Los países que tienen éxito en compras consolidadas son los que tienen un servicio civil de carrera. Tienen compradores especializados por productos, áreas de investigación de mercado. Pero si no tienes eso, puedes lanzar licitaciones con ofertas poco atractivas, como querer comprar demasiado barato”. Un ejemplo de estas complicaciones fue el desabasto de medicamentos que se vivió en varios hospitales el año pasado. Explica: “Se documentó que se pidieron precios paupérrimos de los medicamentos. Querían comprar a precio bajo, pero además se quería la distribución nacional. Los productores se negaron. ¿Qué sucedió? Se quedaron desiertas las licitaciones. Ahí fue donde vino el desabasto”.

 

Otro antecedente que ilustra las tensiones entre Hacienda con el sector salud es la renuncia de Germán Martínez Cázares a la dirección del IMSS, el 21 de mayo de 2019: “Ahorrar y controlar en exceso el gasto en salud es inhumano. Ese control llega a escatimar los recursos para los mexicanos más pobres”, escribió en su carta, en la que también expresó su inconformidad por la injerencia “perniciosa” de algunos funcionarios de esta secretaría en las finanzas del instituto.

 

 

¿Dónde está el equipo de protección?
“¿Alguien por aquí publicó bolsas para cadáver? Estoy cotizando 10 mil”. Este es uno de los mensajes que una intermediaria de insumos médicos publicó en días recientes en un grupo especializado de redes sociales. “Farmacias Independientes de México”, un grupo cerrado de Facebook, se convierte en un terreno de ofertas y pujas donde proveedores y compradores se escriben por mensaje directo, intercambian teléfonos y negocian precios, cantidades y condiciones de entrega de los lotes de insumos médicos que la emergencia sanitaria ha convertido en artículos de primera necesidad para la población.

 

Los artículos más buscados son mascarillas N95, batas quirúrgicas, overoles de seguridad, gel antibacterial, gogles y sobre todo cubrebocas tricapa. La consecuencia de este coyotaje es la escasez de equipo de protección personal indispensable para médicos y enfermeras, además del aumento en los precios de estos insumos en un emergente mercado informal, donde los profesionales de la salud han tenido que invertir hasta 8 mil pesos quincenales para reducir las posibilidades de contagio en la atención de pacientes Covid. Estas demandas y acaparamiento por parte de intermediarios, obligaron al gobierno federal a conseguir insumos de EPP (Equipo de Protección Personal) en China, por medio de la Secretaría de Relaciones Exteriores, que hasta el viernes 10 de abril había enviado dos vuelos a este país, de los once que tiene contemplados a lo largo de esta contingencia sanitaria, para conseguir los insumos.

 

Un efecto de este desabasto son las protestas de personal médico en varias ciudades del país. En algunos casos se ha documentado que los suministros no responden a los estándares de seguridad. Este tipo de inconformidades también están reflejadas en un sondeo realizado por la Asamblea Nacional de Médicos Residentes. El documento titulado “Segunda Encuesta Nacional a Médicos en Formación Expuestos al Covid-19”, en la que participaron mil 457 médicos pasantes, residentes e internos de todo el país, informa que al 15 de abril, el 34% de este personal ya había tenido contacto con pacientes diagnosticados con Covid; de ellos, sólo el 7% contaba con el material necesario para su protección.

 

“Estos son los kits de EPP que proporciona el IMSS. La mascarilla N95 no está certificada por las instancias de seguridad”, explica una de las doctoras asignadas a la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital General Regional Carlos Fernández McGregor, en la Ciudad de México.

 

En una foto, indica la serie alfanumérica TC-84A-4915 que aparece impresa en la mascarilla N95, una de las series que desde diciembre de 2009 el Instituto Nacional para la Seguridad y Salud Ocupacional (NIOSH, por sus siglas en inglés), la agencia federal del gobierno de Estados Unidos encargada de las recomendaciones para prevenir enfermedades y lesiones laborales, descartó de su lista de artículos certificados para uso médico. Esta carencia no es menor, pues desde el 28 de febrero de este año, cuando se registró el primer caso de Covid-19 en el país, cuatro profesionles de la salud han muerto por complicaciones por esta enfermedad contraída en la atención de estos pacientes: tres de ellos en el Hospital de La Raza y uno más en clínica 7 del IMSS en Monclova, Coahuila. Ante estas carencias, el mercado informal se convierte en la única alternativa.

 

El subejercicio en infraestructura y equipo son muestras de cómo la austeridad sin reglas claras y efectivas pueden acentuar la precariedad crónica del sector salud, además de fomentar el acaparamiento en un mercado que se mueve por las reglas del oportunismo. Llenarse la boca de pueblo resulta cómodo cuando se trata de ocultar la negligencia.

 

FOTO: Un paciente es atendido con un ventilador mecánico en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiradores de la Ciudad de México./ Archivo EL UNIVERSAL

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