¡Viva Verdi!

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POR CLAUDIA SILVA

 

El 12 de marzo de 2011, Silvio Berlusconi vivió uno de los momentos más incómodos de su carrera política. La música del compositor italiano Giuseppe Verdi lo condenó a ser objeto de escarnio en un teatro abarrotado que le abucheaba y le gritaba: “muera Berlusconi”. Por la mañana de ese sábado, la prensa italiana había reportado detalles sexuales de las fiestas del primer ministro y los analistas no paraban de hablar sobre el recorte de su administración al presupuesto de cultura.

 

Para celebrar el 150 aniversario de la unificación italiana, el Teatro de la Ópera de Roma preparó una gala conducida por Riccardo Muti en la que se interpretó Nabucco de Verdi. Silvio Berlusconi, entonces primer ministro de Italia, asistió a la función acompañado de otros políticos y jerarcas católicos que de inmediato ocuparon el palco de honor. Todo transcurría sin problemas, pero cuando el coro comenzó a cantar el Va Pensiero, el ambiente se electrizó.

 

Nabucco cuenta la historia del pueblo hebreo durante su exilio en Babilonia. El coro más conocido de la obra es el melancólico Va Pensiero en el que se escucha la tristeza de los esclavos judíos al saberse lejos de su tierra: “Ve pensamiento en alas doradas / reposa sobre praderas y colinas / donde perfuman, tibios y suaves / los aires dulces del suelo natal / Del Jordán saluda las riberas / de Sión las torres derribadas / Oh, mi patria tan bella y perdida / remembranza querida y fatal”.

 

Cuando el coro de la Ópera de Roma terminó de cantar esta pieza, el público se volcó en aplausos y loas a Verdi y a su país: ¡Viva Verdi! ¡Viva Italia! El canto que se escuchó por primera vez en 1842 en el Teatro La Scala de Milán —cuando Verdi apenas tenía 29 años de edad— una vez más despertó entre los italianos sentimientos patrióticos. Ya antes había ocurrido. Cuando la ópera se estrenó, Italia luchaba contra la ocupación austriaca y el Va Pensiero se convirtió de la noche a la mañana en un himno revolucionario.

 

Muti se volvió al público y dijo: “Estoy muy de acuerdo con eso de Viva Italia. Ya no tengo 30 años. Mi vida está hecha. Ya no tengo que decir lo que me mandan que diga… Y siento un profundo dolor, una enorme vergüenza por lo que está sucediendo en Italia. Mientras el coro cantaba hace un momento el O mia patria, si bella e perduta, yo pensaba que si nosotros destruimos la cultura, las ideas sobre las que está cimentada la historia de Italia, nuestra patria será, de verdad, bella e perduta”.

 

Tras sus palabras llegaron más loas, bravos, aplausos para Italia y Verdi; así como rechiflas contra Berlusconi. Contrario a la costumbre de cantar el encore al final de la ópera, Muti pidió al público que cantaran juntos en ese preciso instante el Va Pensiero. Las crónicas relatan que la gente lloraba y con la mano en el pecho músicos profesionales y público cantaron a Verdi, mientras la incomodidad aturdía al primer ministro.

 

 

Celebración de un contemporáneo

 

El próximo 10 de octubre el mundo celebra el bicententario del natalicio del compositor de ópera con mayor impacto mediático en el mundo contemporáneo. ¿Quién no ha escuchado el aria La dona è mobile?  La acompasada melodía ha sido recreada en caricaturas, ringtones y comerciales de televisión.

 

¿Quién no se ha emocionado al escuchar el brindis de La Traviata? El Dies Irae de la Misa de Requiem ha servido como soundtrack para anunciar batallas en películas de culto como Battle Royale. Vaya, hasta en los partidos de futbol se oyen los acordes verdianos. En la localidad italiana de la Emilia Romaña, por ejemplo, los jugadores del Parma FC salen al estadio Ennio Tardini acompañados por los compases de lo que se conoce como la marcha de la ópera Aída.

 

En un artículo escrito para el periódico británico The Guardian, el célebre tenor mexicano Rolando Villazón explica: “En ningún otro compositor existe esta fusión entre emoción, dramatismo, ritmo y reto técnico. Verdi es aún moderno y popular por una razón importante: él siempre quiso llegar al público. Él no quería impresionar, nunca quiso ganar la aceptación de los musicólogos o críticos. Su meta fue siempre servir al drama, ponerle música a los sentimientos de sus personajes y, sobretodo, movernos”.

 

Más de 360 eventos operísticos se han programado durante el año para celebrar el bicentenario. El barítono mexicano Alfredo Daza es uno de los que se ha unido a los festejos cantando el Renato de Un ballo in Maschera en la Staatsoper de Berlín.

 

Daza, quien ha interpretado diversos papeles verdianos y vive en Alemania desde 2003 —cuando recibió una invitación de Daniel Barenboim para formar parte del elenco de la Ópera Estatal de Berlín— asegura que cantar a Verdi, además, requiere madurez física, emocional vocal y técnica.

 

“Es una señal de madurez, tanto humana y vocal, como musical. Nunca en mis inicios me habría imaginado en lo más mínimo llegar algún día a cantar un papel verdiano, sobre todo de la talla de los que canto ahora. Cantar a Verdi requiere verdaderamente una madurez vocal física, en especial con las direcciones de escena actuales de Europa. También técnica, porque suele pasar que muchos, con el afán de construir una gran carrera lo más rápido posible, luego comienzan a tener problemas técnicos”.

 

Juan Orozco es otro de los barítonos mexicanos que ha tenido éxito en Alemania interpretando roles de Verdi. Forma parte del elenco de la Stadt Theater Freiburg, donde dará una función especial de Nabucco el 10 de octubre. El cantante coincide con Villazón al asegurar que, si algo define la música del italiano, es la fuerza emotiva que contiene cada una de sus obras:

 

“Verdi es explosivo. Para poder cantarlo debes haber vivido, sufrido, llorado. Sus personajes están muy vivos. Él le pedía a los libretistas crear roles muy complejos. Uno puede enojarse con Rigoletto durante el primer acto, pero después llora con la tragedia que le ocurre cuando su hija muere”.

 

Quizás el dramatismo que permea algunas composiciones se deba en parte a que Verdi vivió episodios trágicos durante su juventud. El músico nació en una pequeña villa llamada Roncole, en el antiguo ducado de Parma, cerca de la ciudad de Busseto. Desde niño, mostró un gusto peculiar por la música, pero sus padres no tuvieron recursos para enviarlo a estudiar. A los 20 años quiso inscribirse en el Conservatorio de Milán. Sin embargo, fue rechazado por rebasar el límite de edad.

 

Continuó sus estudios de manera independiente con la ayuda de Antonio Barezzi, su benefactor, quien lo “adoptó” como un hijo. Cinco años después se casó con Margherita, hija de Barezzi. El 26 de marzo de 1837 tuvieron un niña a la que llamaron Virginia, quien falleció sin haber cumplido un año. En 1839, nació un varón, que también falleció. Al año siguiente vino el deceso de su esposa. Verdi tenía 27 años.

 

Tras la muerte de su familia Verdi quiso dejar de componer pero Bartolomeo Merelli, administrador de La Scala de Milan, lo animó a continuar. Poco después vino su primer gran éxito con Nabucco y la suerte le sonrió. En el arte, Verdi encontró una luz. En una carta dirigida a su amigo Merelli, el compositor explica: “Adoro el arte…. cuando estoy solo con mis notas, mi corazón late, las lágrimas brotan de mis ojos y mi emoción y mi alegría son mucho para soportar”.

 

La honestidad de Verdi

 

Este año se celebra el bicentenario de otro gigante de la ópera: Richard Wagner. Fueron, él y Verdi, músicos que vivieron la misma época pero que entendieron a la música de diferente manera.

 

El historiador Isaiah Berlin explica en su ensayo “The Naiveté of Verdi” (“La ingenuidad de Verdi”) que el compositor italiano fue un hombre que lo disolvió todo en su arte. Al igual que Bach o Shakespeare, era objetivo, directo y estaba en armonía con las convenciones que lo gobernaban. Para Berlin, la obra de Verdi era noble, simple, honesta, con un grado de vitalidad intacta y un vasto poder natural para la creación: “Verdi no tenía nada que ver con intentar alcanzar algo perdido, infinito… fue la última gran voz del humanismo que no estaba en guerra consigo mismo. El último maestro en pintar con colores positivos, claros, primarios la expresión directa de las emociones, humanas, primordiales, eternas…”

 

En una carta enviada a su amigo Stephen Spender en 1935, Berlin hace una pausa para diferenciar el arte de Verdi del de Wagner: “Wagner era uno de esos artistas incapaces de sentir emoción directamente. Tenía que preguntarse: ¿Qué es la pasión erótica?, ¿qué son los celos?, para después dedicarse a construir una paráfrasis musical de emociones que no podía sentir de primera mano, mientras que Verdi llegaba al corazón directamente, porque él mismo sentía las emociones y no le hacía falta parafrasear”.

 

Su análisis puede ser discutible pero deja claro un punto: la honestidad emotiva de Verdi. En Wagner el dúo de amor de la segunda escena deTristán e Isolda es una elaborada reflexión sobre el amor. Con Verdi, uno puede sentir cómo el corazón se desgarra al escuchar en el último acto a Rigoletto pedirle a su hija que no muera y no lo abandone:  “Oh, mia figlia! Non lasciarmi non dei. Non morir!”

 

Los latinos con Verdi

 

El barítono mexicano Juan Orozco debutó en la ópera de Bremen en 2008 interpretando Nabucco. Tras su presentación, el cantante cosechó buena crítica en una producción en la que también participaban el bajo austriaco Kurt Rydl como Zacarías y dos sopranos dramáticas wagnerianas —una americana y una inglesa.

 

Al trabajar con intérpretes extranjeros, el cantante se dio cuenta de la excepcionalidad de la interpretación latina para cantar Verdi. Incluso, el director del teatro de Friburgo notó una diferencia: “Me dijo que el carácter explosivo de muchos de sus personajes va bien con el temple latino. Coincidimos en emociones y energía”, recuerda Orozco.

 

Verdi, el gruñón querido

 

Algunas biografías aseguran que a Verdi le interesaba dar la apariencia de tosco y misántropo. Bajo esta máscara, el músico se aislaba para gozar de cierta soledad. En una de sus cartas, escribió: “acepto los silbidos con la condición de que no se me exija que dé las gracias por el aplauso”.

 

La estrategia le sirvió muy poco. En su época fue un hombre muy querido tanto por sus óperas como por su compromiso con Italia.  En febrero de 1861, fue nombrado diputado del primer parlamento del reino italiano y fue de los que votó para que Roma fuera la capital de Italia. Para 1874, el rey Vittorio Emanuele II lo nombró senador.

 

Al morir, el 29 de enero de 1901, sus funerales reunieron a una enorme multitud que entonó con emoción el mismo Va Pensiero que hace unos años Riccardo Muti cantó frente a Berlusconi. Muy a su pesar, el maestro de Busseto sigue cosechando afectos y la comunión de almas hasta nuestros días. ¡Viva Verdi!

 

*Fotografía: Cantantes actúan en un escenario gigante en el lago de Constanza, en Bregenz, Austria, durante un ensayo de la ópera de Giuseppe Verdi “Un baile de máscaras” el 15 de julio de 1999. El diseño del escenario muestra a La Muerte leyendo el libro de la vida/ARCHIVO REUTERS.

 

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