West Side Story: el remake

Ene 15 • Sin categoría • 1220 Views • No hay comentarios en West Side Story: el remake

 

Inspirado en un clásico reconocido por su música, esta adaptación resultó un reto no solucionado en todos sus ejes

 

POR IVÁN MARTÍNEZ 
La reimaginación que el escritor Arthur Laurents y Leonard Bernstein presentaron en 1957 junto al coreógrafo Jerome Robbins del Romeo y Julieta de Shakespeare, trasladado al lado oeste de la ciudad de Nueva York, West Side Story, no necesita mayor introducción.

 

Para la gente de teatro, permanece como el pináculo del género del musical; para la gente de música, su arreglo como suite orquestal (Danzas sinfónicas de West Side Story) es obra obligada en el repertorio de cualquier orquesta sinfónica; y para la gente de cine, su adaptación de 1961 dirigida por el mismo Robbins junto a Robert Wise, permanece como una de las mejores películas de la historia (obtuvo 10 premios de la Academia). Incluso en la cultura popular, es común encontrar guiños a alguno de sus elementos, musicales, dancísticos o dramatúrgicos, identificables entre quienes nunca vieron el musical o “la película”, o nunca escucharon las Danzas. Es una obra de arte total (una gesamtkunstwerk, para hablar en términos de los operópatas wagnerianos que leen este espacio) que ha traspasado cualquier frontera.

 

Yo creo, además, que esas fronteras las traspasaron sus autores desde su concepción. Pero es una obra, antes que nada, musical. Aunque Bernstein fuese un hombre de trabajo en conjunto y la obra no existiría sin la idea y adaptación dramatúrgica que trajo Laurents, ni con la concepción escénica y coreográfica que implantó Robbins (siendo la lectura obligada para cualquier reposición hasta hace un par de años), e incluso sin las letras que magistralmente enmendó Stephen Sondheim al final del proceso, la obra se cuenta a través de su partitura: de sus ritmos, sus armonías, sus contrapuntos, y sus líneas melódicas.

 

Y Bernstein era un hombre al que no gustaban las etiquetas, sobre todo las musicales; no fue un compositor que se atuviera a determinadas técnicas, sino que utilizaba las que mejor se prestaban para comunicar el mensaje determinado: la misma West Side Story puede utilizar como vehículo una fuga formalmente anacrónica, que acudir al dodecafonismo y luego retomar una melodía simple con un ritmo latino conocido en sus visitas al Salón México aderezado con sus personalísimos colores y síncopas.

 

Menciono lo anterior porque me encuentro entre quienes piensan que West Side Story no es solo un musical espléndido, sino que encontrándose en la linea que separa la ópera del musical, a veces la traspasa (la longitud o formalidad de algunas canciones, como “Somewhere”, que son verdaderas arias; la sofisticada variación en el uso de leitmotifs y el significado de estos; su estructura global). Ya en otro ensayo había dicho yo que 1957 era muy pronto para presentarla como una ópera, y que presentar la obra como un musical permitió otras innovaciones en el género que pudieron aprovechar compositores como el mismo Sondheim o más recientemente Lin-Manuel Miranda.

 

Y hay una razón, entre muchas, que frecuentemente he encontrado estudiando a Bernstein para entender que no quisiera presentarla como ópera: las voces. Una voz operística no sería creíble desde la butaca. Retomando una idea anterior: para el mensaje determinado de West Side Story, el vehículo elegido por Bernstein fueron las voces de jóvenes actores desconocidos; por supuesto que esas voces tenían que cantar, pero no desde una determinada técnica, sino hacerlo con la misma verdad actoral con que afrontaban las dificultades dramáticas.

 

Lo que quiero decir con todo lo anterior es que he entendido que abordar West Side Story, es hacerlo desde la partitura. Porque ahí está todo. Me decía hace unas semanas el director Mauricio García Lozano sobre dirigir ópera: estudiar la partitura, no la dramaturgia en que está basada, pues la exégesis ya la realizó el compositor.

 

Pienso en ello desde hace unos días que vi la “nueva adaptación”, o “remake”, que Steven Spielberg ha hecho para el cine de esta obra.

 

Su entrega es una relectura confusa que se pierde entre atender necesidades artificiales sin terminar de definir las prioridades artísticas. El resultado es una caótica versión en la que no se salvan ninguno de los elementos musicales, dancísticos, o actorales, y me temo tampoco narrativos.

 

Es una lástima la dirección musical de Gustavo Dudamel, frío y distante, sin personalidad; pero lo es también las voces que le han puesto para encabezar la producción: la María de Rachel Zegler se pierde emocionalmente intentando ser perfecta con sus notas y el Tony de Ansel Elgort es tan débil que termina palideciendo cualquier escena en que aparece. Se salvan la Anita de Ariana DeBose junto a la Valentina (una reimaginación del Doc original) de Rita Moreno, elementos de redención que no logran ser suficientes para mantener el peso de este fracaso artístico y comercial, donde ni la coreografía sutilmente reimaginada por Justin Peck es mostrada con justicia.

 

Spielberg ha optado por hacer cambios que parecen más obligados por la fuerza de mostrarlos que brindados por una justificación que ayude a contar la historia: no había necesidad, por ejemplo, del tono rudo y violento dotado a los puertorriqueños y que permea a toda la cinta; minimizar la importancia de la música resta claridad y naturalidad a transiciones entre escenas; y la explotación del elemento visual solo ha ayudado para profundizar la superficialidad de las actuaciones todas.

 

Para qué, había pensado desde que se anunció. Se sabe que no soy un purista, pero también que tengo claro que regresar a un clásico para regrabarlo es porque la nueva referencia mostrará una nueva lectura esclarecedora o porque técnicamente, los aspectos se superan. Forzada y artificial, musicalmente pobre, no creo que la película que actualmente está en cartelera le haga justicia ni a la carrera de este legendario cineasta.

 

FOTO: La nueva versión de West Side Story fue dirigida por Steven Spielberg/Crédito de foto: Especial

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