Ciertos textos deben ser puñetazos en el estómago del lector: Marta Sanz

Ene 23 • Conexiones • 5574 Views • No hay comentarios en Ciertos textos deben ser puñetazos en el estómago del lector: Marta Sanz

POR GUILLERMO ROZ

@GuillermoRoz1

 

Entrevista con la ganadora del Premio Herralde de Novela con Farándula

 

El encuentro es en Malasaña, barrio madrileño de artistas, donde se encuentra su casa. Tras subir al tercer piso por escalera, un gran salón con una extensa biblioteca que envuelve al escritorio como si fuera el piano de la casa. En un sofá blanco y con una infusión roja en las manos, espera ella. Marta Sanz es una de las escritoras españolas con más proyección nacional e internacional de los últimos años, dueña de una voz propia, crítica, ácida y ganadora en 2015 del prestigioso Premio Herralde, que otorga la editorial Anagrama, por su novela Farándula.

 

Imágenes en blanco y negro de artistas de cine y teatro, colocadas de manera vigilante en la biblioteca, acompañan la conversación con un murmullo mudo y glamuroso, y retratan la pasión de la autora por ese mundo que destripa en un trabajo crudo y satírico.

 

Empecemos por una anécdota de su vida en relación con las letras, esa ceremonia personal cuando de niña hace dos promesas muy graciosas, ¿verdad?

En mi novela La lección de anatomía de 2009 hay relatos sobre mi infancia como el capítulo “El día del parto de mi madre”, que ella me ha relatado desde que soy pequeña hasta la infinidad. Lo hizo siempre con exactitud, naturalismo: cortan por aquí, cosen por allá, yo no dilataba, saliste con una ventosa eléctrica, casi me desangro, menos mal que entró tu tía Pili.

 

Así que me prometí dos cosas: la primera, no tener niños, gracias al relato aterrador del parto. La segunda, mi celibato después de ver por primera vez un pene. Mi dije a mí misma: esto no puede ser posible (Risas). Aunque de esta última me desdije.

 

¿Aquellos testimonios orales de la infancia marcaron la fuerza de la impronta de la oralidad y de la realidad en el conjunto de su obra?

Bueno, he publicado doce novelas y tres poemarios y, sí, digamos que por un lado la manera de contar de mi madre con esa minuciosidad fue muy importante a la hora de ponerme escribir, un detonante. Por otro lado, siempre creí que lo más importante es el mirar, una mirada que también se construye desde que eres un niño, los escritores somos por encima de todo observadores de las cosas que pasan. Somos voyeurs y a la vez, somos espeleólogos que nos observamos por dentro. Desde un punto de vista psicológico y fisiológico. Yo, por ejemplo, soy una escritora tremendamente hipocondríaca y creo que lo comparto con muchos escritores.

 

Lo que a mí me interesa es el punto de encuentro entre el espeleólogo y el voyeur que tenemos los escritores. Me interesa cómo lo de dentro refleja lo de afuera y viceversa.

 

Y ese reflejo se plasma en sus libros de un modo crítico con lo que ve, que además es una posición estética…

Todo el tiempo he intentado darle la vuelta a los tópicos, las frases hechas, las creencias establecidas de la sociedad. Empiezo a escribir con esa pretensión y desde ahí lo he hecho sobre muchos temas que se encuadran en eso que Slavoj Zizek llama la “ideología invisible”. Zizek plantea que llevamos puestos elementos ideológicos que no reconocemos como tales y que a veces inciden en que seamos personas infelices o alienadas.

 

Desde El frío, mi primera novela, que habla del desamor hasta Farándula, he ido tocando temas a los que he intentado dar la vuelta.

 

Por mucho de mis tratamientos me han llamado apocalíptica y yo digo: ¡Apocalíptica antes que integrada!

 

Entrando a Farándula y sus historias cruzadas de actores y actrices españoles con sus desventuras económicas por el elevado desempleo, sus dilemas sobre el oficio, su relación con el envejecimiento, ¿puede ser una radiografía representativa de muchos otros lugares además de España?

Sí, sin duda. Vivimos en un mundo en el que estamos sufriendo cambios vertiginosos, no se producen ya al ritmo al que estábamos acostumbrados. Los cambios actuales nos envejecen prematuramente. A mí no me da tiempo a entender los avances tecnológicos, por ejemplo. Hasta tengo la sensación de que la tecnología me manipula a mí, más que yo a ella.

 

En Farándula, esto se refleja en Natalia de Miguel, la joven actriz que se adapta a todo, no pensando mucho las cosas, porque si se sabe demasiado, te puede llevar a ser frágil e infeliz. Y frente a ella está Valeria Falcón, que aunque sabe que la lucidez a veces lleva a que te hagas daño, opta por no quebrar la vulnerabilidad de Natalia. En la relación de estas dos actrices subyace esa realidad de cuando alguien critica los avances tecnológicos y se nos acusa inmediatamente de reaccionarios. Eso es injusto porque no es malo tener un poquito de conciencia crítica.

 

Todo esto tiene que ver con el cambio cultural y con ello, el cambio existencial, el cambio humano. Farándula es una novela que habla de los cambios globales.

 

¿Por qué ha elegido el oficio de los actores para hablar de estos cambios globales?

Para mí los actores representan las sociedades en las que vivimos. Unas sociedades que por fuera están llenas de esplendor y glamour, y por abajo están asentadas en la precariedad y la pudrición. La espectacularidad de la farándula tiene mucho que ver con ese relumbrón externo. En esa combinación de los trajes de lujo prestados, como en la gala de los Premios Goya, y la vida de los actores que para pagar la hipoteca de su casa tienen que poner copas en una sala nocturna, diez meses de doce reside la metáfora de lo que está pasando en este país y en muchos otros lugares desde el punto de vista económico.

 

En la vida de los actores reconocemos la de los escritores…

Sí, en Farándula también hablo de literatura: el miedo a la crítica, hasta qué punto la crítica puede ser negativa o positiva para los que escribimos, hasta qué punto los escritores o los actores vivimos en una contradicción permanente desde un punto de vista político y censuramos al mismo tiempo un sistema que nos está premiando, o nos permite publicar o nos permite la visibilidad.

 

Algunos actores están presentes con nombres y apellidos como Angelina Jolie, Matt Damon, George Clooney y otros puede que estén disfrazados, como Javier Bardem bajo el personaje de Daniel Valls…

Aunque la novela sea satírica y autocrítica, y trata de la gente que tiene cierto éxito y que critica el sistema que los consagra, yo tengo una enorme admiración y un enorme respeto por los actores. ¡Soy incluso mitómana y fetichista! Dicho esto, a George Clooney, Angelina Jolie o Matt Damon los hago aparecer para mostrar hasta qué punto a veces sus compromisos políticos, sus actos de solidaridad, pueden ser una campaña de marketing para dar una imagen de bondad. Veo a Angelina Jolie en África junto a niños con la boca comida de moscas y me digo: joder, esta señora no tendría ninguna necesidad de hacer esto.

 

Lo de Javier Bardem… sí, tiene muchas cosas de él pero también de Willy Toledo o Antonio Banderas. La única referencia real fue la de María Asquerino para componer a la actriz anciana Ana Urrutia, diría que fue nuestra María Félix.

 

Farándula denuncia, satiriza, repudia y apunta con el dedo a las mentiras del sistema. ¿Se puede todavía escribir novela política?

En literatura nos han robado la palabra compromiso. Como nos han robado la palabra solidaridad, la palabra gente, la palabra crítica. A mí, la literatura que me interesa es la que nos ayuda a ver cosas de la vida cotidiana que nos pasan desapercibidas y son auténticas barbaridades. Y me interesa esa mirada política, ideológica desde el uso de herramientas estéticas que sacan al lector de su zona de confort. En España esto se lleva a cabo tímidamente. En este sentido, por ejemplo en México, me interesa lo que escribe Emiliano Monge o Yuri Herrera. En definitiva creo que ciertos textos literarios deben ser puñetazos en el estómago del lector, por lo que cuentan y por cómo lo están contando. La literatura que merece la pena es aquella que no nos deja indemnes, de la que no salimos vivos.

 

En un pasaje, un personaje define a la farándula como la suma de dos palabras: Faralaes, los volantes que adornan las faldas de la sevillanas, más Tarántula…

Eso no sé cómo llegó a la novela, son los “misterios de la creación”. Creo que aunque llegó por azar funciona bien, porque la farándula es el brillo, los lunares de los volantes, la espectacularidad y por otra parte todo el veneno que hay por dentro de una profesión muy dura.

 

¿Porqué cuando un sistema va a ser desmoronado parece que la cultura es el primer edificio a demoler, como si dijéramos que si esto fuera un bombardeo la primera bomba sería para el Círculo de Bellas Artes?

Si la primera bomba la tiran en Bellas Artes es porque se combinan dos ideas complementarias, sobre todo bajo gobiernos conservadores como el que tenemos en España. La primera idea es la de que la cultura no importa nada, la cultura es una cosa accesoria, anecdótica, mero entretenimiento en lo que no hay que invertir dinero. Pero ojo, porque la segunda idea es que sé que lo primero que hay que demoler es Bellas Artes porque la cultura sirve para transformar mentalidades, conformar valores, perpetuar o corregir ideologías. Porque de verdad hace de nosotros lo que somos, es nuestro patrimonio cultural.

 

En el desprestigio de la cultura también tenemos responsabilidad los que trabajamos en cultura y pensamos durante mucho tiempo que vivíamos en el mejor de los mundos posibles, y entonces mantuvimos esa idea de la cultura como mero entretenimiento, mero espectáculo y nos hemos olvidado del componente transformador de la cultura, educativo.

 

¿Qué España vivió usted en los últimos 25 años?

Yo lo viví como un país que salió de cuarenta años de represión franquista y de repente nos hicimos demócratas de la noche a la mañana con la transición. Con lo cual ya no teníamos nada que conquistar a través de la cultura. La cultura para lo único que servía era para rellenar los espacios de ocio, la cultura perdía vinculación con la vida cotidiana más allá del entretenimiento, la cultura era un parque de atracciones. Eso hizo que la cultura ya no servía para iluminar las zonas oscuras de la sociedad.

 

¿Cuál es el canon español de los escritores que le interesan a Marta Sanz?

Isaac Rosa, Luisgé Martín, Fernando Royuela, José Ovejero, Sara Mesa, Cristina Morales, Juan Vilá, Rafel Reig, Antonio Orejudo. Muchos de ellos son amigos, pero que quede claro: me he hecho amigo de ellos porque primero me parecen buenos escritores, y no al revés (risas).

 

El estilo satírico con el que está escrito Farándula es la mejor arma política de la literatura…

Cada libro tiene que encontrar su propio lenguaje, su propio registro. Para contar las cosas que yo quería contar en Farándula, sí que necesitaba de la sátira, pero probablemente para el próximo libro, aunque sea crítico con algún aspecto de la realidad, pues probablemente necesitaré otro tono, otro registro, otro estilo. En Farándula son muy importantes las enumeraciones, las exageraciones y las hipérboles como parte de la sátira, y quizás necesite en el futuro de frases cortas y frío. En la medida que quieras contar cosas diferentes necesitarás de estrategias literarias diferentes.

 

 

*FOTOFarándula, Marta Sanz, Anagrama, Barcelona, 2015, 240 pp./Especial.

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